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1 value
Figueroa,Francisco_de
<XXI
Tierra,_A_Quien_Nunca_El_Sol_Muestra_Su_Cara
Tierra, a quien nunca el sol muestra su cara, Ni la luna jamás limpia su frente, A quien de cuanto ha menester la gente, Natura fue como madrastra avara; Con cuan justa razón se me empleara (Pues que partí de mi perpetuo oriente) Que extraño y solo miserablemente La vida entre tus nieves acabara. Do amoroso Pastor mi sepultura No cercara de rosas y violas, Ni dixera con lágrimas piadosas: Fili supo tu muerte sin ventura, Tírsi, y te ofrece dos lágrimas solas Mas que el llanto de Niobe preciosas.
es
Pombo,Rafael
<XXI
Ya_Que_De_Amor,_Dios_Mío,_Mi_Corazón_Formaste
Ya que de amor, Dios mío, mi corazón formaste A semejanza tuya, que todo eres amor; Ya que uno, un solo anhelo en mi ánima inspiraste, ¡Ay! el de ser amado tanto cual amo yo, Depárame en la tierra el solo bien que pido. Preciso para mi alma cual para el mundo el sol, Cual para el pez las ondas, cual para el ave el nido: Un corazón que me ame tanto cual amo yo. Sin ti yo no concibo el mundo que tú hiciste, Sin criar seres que te amen, no eres posible ¡oh Dios! Ni a concebir alcanzo la vida que me diste Sin algún ser que me ame tanto cual amo yo. No pido yo la gloria que tantos han buscado, Esa que en vez de vida trae muerte al corazón; La gloria que tú amas es la de ser amado, Yo a imagen tuya, el serlo tanto cual amo yo. ¿Mando y poder, qué importan? Un corazón amante Vale por mil que tiemblan de un César a la voz. Más bien que años de imperio, dame, ¡ay! un solo instante En que haya quien me quiera cuanto quisiera yo. ¿Y el oro? Harto infelices los que él hace felices, ¿Qué valen corazones que el oro vil compró? ¿Lograron por ventura los que con él maldices Saber si alguien les ama cual ansío saber yo? Qué importa el sol radiante, el ancho mar profundo, El cielo do tus aves vuelan de dos en dos. ¡Oh Dios! es un suplicio ver tan hermoso el mundo Si no es junto a quien me ame tanto cual amo yo. Colmado en limpias aguas rebosa el mar rugiente, Y en luz, en aire, en vida la pródiga extensión. Pleno te canta el mundo, gran Dios, y únicamente Me falta a mí quien me ame tanto cual amo yo. ¿Por qué un tesoro dísteme aquilatado y santo De idolatrarios éxtasis, de noble adoración, Palabras que alzan llamas, notas que exprimen llanto, ¿Por qué? si no hay quien me ame tanto cual amo yo. Si soy el convidado que al baile entró ya tarde, Y a su paloma en brazos usurpadores vio. Dame un rincón de muerte donde olvidado aguarde La hora del dueño, la hora del que ama como yo. Tal vez bebí su ambiente de flor del paraíso, Y el arpa, al grato impulso del valse tentador, Cimbrándose armoniosa significarle quiso: «¡Ven, soy el tuyo, quiéreme como te quiero yo!» Ven, que de las hermosas, la reina es del poeta Serpiente audaz que sabe transfigurarse en dios; Volver el paraíso a su Eva predilecta Y arrebatarle al cielo su vértigo de amor. Ven, ámame si quieres ser inmortalizada. Cantada eternamente de mi laúd al son, Y eternamente bella, y eternamente amada. Tal como yo te admire, como te cante yo. ¡Ah! desamado y solo, perdido en altos mares, Cual pájaro sin nido revoloteando voy; No hay islas nemorosas que escuchen mis cantares, No hay aves que respondan lo que les canto yo. Como el niño, que lejos de sus lares benditos En solitaria senda la noche sorprendió, A veces tengo impulsos de tenderme a dar gritos, ¡Ah! porque no hay quien me ame cuando amo tanto yo.
es
Guillén,Jorge
<XXI
Potencia_De_Pérez
Hay ya tantos cadáveres Sepultos o insepultos, Casi vivientes en concentraciones Mortales, Hay tanto encarcelado y humillado Bajo amontonamientos de injusticia, Hay tanta patria reformada en tumba Que puede proclamarse La paz. Culminó la Cruzada. ¡Viva el Jefe! El Jefe, solo al fin, Cierra la puerta, siente alivio. Solo, Sin el peso de un mundo abominable, Sin la canalla que le adora y teme, Que le adora y detesta. Es él quien todos alzan para todos, Y en ellos estribado, Se aúpa, Adalid de su Dios. La victoria es santísima. ¡Sí! Se columbra junto al Jefe a Dios, Tan propicio a la causa. Una común empresa los reúne. ¡Cómo entender que un hombre, sólo un hombre Doblegue a tantos barbaros unidos En vientos De acosos homicidas, O en grupos de cabezas más agudas Que ese cerebro acorde a tal fajín? Fajín hay de Cruzado fulgurante, Ungido por la Gracia Del Señor, que es el guía. Guía a través de guerra Tan cruelmente justa Para lanzar un pueblo a su destino. Destino tan insigne Que excluye a muchedumbres de adversarios Presos o bajo tierra: No votan, no perturban. ¡Patria unánime! Sobreviven los puros, De tan puros cubiertos En el gran sacrificio Por las sangres malvadas. Oh Jefe, nunca solo: Dios te encubre.
es
Pacherres,Marvin_Augusto
XXI
Mi_Querido_Perú
es el país que amo y que siempre recuerdo a pesar que no vuelvo al imaginado de mi patria querida y amada del ser que nos dio a Luz de sol resplandeciente donde los hombres lucharon por defender su soberanía y desterrar a los malvados yo amo Mi Perú soberano porque se libró de Dictaduras que parecían indelebles en el alma pero se libró por arte y magia defendiendo a su gente y héroes que dieron su vida por un Perú mejor y Viva el Perú Carajo!!! porque mi patria tiene huevos y se defiende con el corazón de su gente yo amo mi bandera y mi escudo pues soy rico en espíritu apezar que no tenga plata yo amo mi país y grito desde el fondo de mi alma aceptando unas copas de más que ¡viva yo y mi patria! y que me perdone por seguir llorando y que ¡viva el Perú, carajo! (cantinero dos copas mas para ir celebrando este futuro, que soy yo, en mi padria querida)
es
Guillén,Nicolás
<XXI
Conozco_La_Azul_Laguna
Conozco la azul laguna y el cielo doblado en ella y el resplandor de la estrella. Y la luna. En mi chaqueta de abril prendí una azucena viva y besé la sensitiva con labios de toronjil. Un pájaro principal me enseñó el múltiple trino. Mi vaso apuré de vino Sólo me queda el cristal. ¿Y el plomo que zumba y mata? ¿Y el largo encierro? ¡Duro mar y olas de hierro, no luna y plata! El cañaveral sombrío tiene voraz dentadura, y sabe el astro en su altura de hambre y frío. Se alza el foete mayoral. Espaldas hiere y desgarra. Ve y con tu guitarra dilo al rosal. Dile también del fulgor con que un nuevo sol parece: en el aire que la mece, que aplauda y grite la flor.
es
Plaza_Llamas,Antonio
<XXI
Sólo_Vengo_A_Que_Ustedes_Se_Horroricen
Sólo vengo a que ustedes se horroricen... ya administra la aduana don Macario, el de la estafa aquella, el refractario digno de que un proceso le improvisen. Escriban, por piedad... al mundo avisen que ese hombre es ignorante y ordinario; que se robó los fondos del Erario, y tiene cola inmensa que le pisen. —:Tiene cola, es verdad, ¿de qué te inquietas?, si puedes razonar una vez sola, ya que nada en tu crítica respetas, comprenderás que en medio de esta bola, los hombres, don Severo, y los cometas, para elevarse necesitan cola.
es
Valencia,Guillermo
<XXI
Palemón_El_Estilita,_Sucesor_Del_Viejo_Antonio
Enfuñado el Maligno Spíritu de la devota e sancta vida que el dicho ermitanno facía, entrole fuertemente deseo de facerlo caer en grande y carboniento peccado. Ca estos e non otros son sus pensamientos e obras. Palemón el Estilita, sucesor del viejo Antonio, que burló con tanto ingenio las astucias del demonio, antiquísima columna de granito se ha buscado en el desierto por mansión; y en un pie sobre la stela ha pasado muchos días inspirando a sus oyentes el horror a los judíos y el horor a las judías que endiosara ¡Dios del cielo! que endiosaron a una hermosa de la vida borrascosa, que llamaban Herodías. Palemón el Estilita "era un Santo". Su retiro circuían mercadantes de Lycoples y de Tiro, judaizantes de apartadas sinagogas, que anhelaban de sus labios escuchar la palabra de consuelo, la palabra de verdad que nos salve del castigo, y de par en par el Cielo nos entregue: sólo abrigo contra el pérfido enemigo que nos busca sin cesar, y nos tienta con el fuego de unos ojos que destella bajo el lino de ana toca, con la púrpura de fréseos labios rojos y los pálidos marfiles de una boca. Alrededor de la columna que habitaba el Estilita, como un mar efervescente, muchedumbre ingente agita los turbantes, los bastones y los brazos, y demanda su sermón al solitario, cuya hueca voz de enfermo fuerzas cobra ante la mies que el Señor ha deparado a su hoz, y cruza el yermo que turbaron otros tiempos los timbales de Ramsés. Y les habla de las obras de piedad y sacrificio, de las rudas tentaciones del Apóstol y del vicio que llevamos en nosotros; del ayuno y el cilicio; del vivir año tras año con las fieras, bajo rotos quitasoles de palmeras; y les cuenta lo que es sed y lo que es hambre, lo que son las noches cálidas de Libia, cuando bulle de planetas un enjambre y susurra en los palmaras la aura tibia, que provocan en el ánimo, cansado de una vida muerta y loca, los recuerdos tormentosos que en los días pesarosos, que en los días soñolientos de tristezas y de calma nos golpean en el alma con sus mágicos acentos, cual la espuma débil toca la cabeza dura y fría de la roca. De la turba que le oía, una linda pecadora destacose: parecía la primera luz del día; y en lo negro de sus ojos la mirada tentadora era un áspid: amplia túnica de grana dibujaba las esferas de su seno; nunca vieron los jardines de Ecbatana otro talle más airoso, blanco y lleno; bajo el arco victorioso de las cejas era un triunfo la pupila quieta y brava, y, cual conchas sonrosadas, las orejas se escondían bajo un peio que temblaba como oro derretido; de sus manos blancas, frescas, el purísimo diseño semejaba lotos vivos de alabastro, irradiaba toda ella como un astro; era un sueño, que vagaba con la turba adormecida, y cruzaba --la sandalia al pie ceñida-- cual la muda sombra errante de una sílfide, de una sílfide seguida por su amante. Y el buen monje la miraba, la miraba, la miraba, y, queriendo hablar, no hablaba, y sentía su alma esclava de la bella pecadora de mirada tentadora; y un ardor nunca sentido sus arterias encendía, y un temblor desconocido su figura, larga y flaca y amarilla, sacudía: ¡era amor! El monje adusto en esa hora sintió el gusto de los seres y la vida; su guarida de repente abandonaron pensamientos tenebrosos que en la mente se asilaron del proscrito, que, dejando su columna de granito, y en coloquio con la bella cortesana, se marchó por el desierto despacito. . . a la vista de la muda, ¡a la vista de la absorta caravana!...
es
Silva,José_Asunción
<XXI
Los_Maderos_De_San_Juan
¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan, piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque, los de Rique alfeñique ¡Los de triqui, triqui, tran! Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela, con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos agitados y trémulos están; la abuela le sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. Los maderos de San Juan piden queso, piden pan. ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Esas arrugas hondas recuerdan una historia de sufrimientos largos y silenciosa angustia y sus cabellos, blancos, como la nieve, están. De un gran dolor el sello marcó la frente mustia y son sus ojos turbios espejos que empañaron los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron de cosas y seres que nunca volverán. Los de Roque, alfandoque ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda, lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra, donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están, del nieto a la memoria, con grave son que encierra todo el poema triste de la remota infancia cruzando por las sombras del tiempo y la distancia, ¡de aquella voz querida las notas vibrarán! Los de Rique, alfeñique ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! Los maderos de San Juan, piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque, los de Rique alfeñique ¡Los de triqui, triqui, tran! Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela, con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos agitados y trémulos están; la abuela le sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. Los maderos de San Juan piden queso, piden pan. ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Esas arrugas hondas recuerdan una historia de sufrimientos largos y silenciosa angustia y sus cabellos, blancos, como la nieve, están. De un gran dolor el sello marcó la frente mustia y son sus ojos turbios espejos que empañaron los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron de cosas y seres que nunca volverán. Los de Roque, alfandoque ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda, lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra, donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están, del nieto a la memoria, con grave son que encierra todo el poema triste de la remota infancia cruzando por las sombras del tiempo y la distancia, ¡de aquella voz querida las notas vibrarán! Los de Rique, alfeñique ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! Y en las rodillas duras y firmes de la Abuela, con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos agitados y trémulos están; la abuela le sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. Los maderos de San Juan piden queso, piden pan. ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Esas arrugas hondas recuerdan una historia de sufrimientos largos y silenciosa angustia y sus cabellos, blancos, como la nieve, están. De un gran dolor el sello marcó la frente mustia y son sus ojos turbios espejos que empañaron los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron de cosas y seres que nunca volverán. Los de Roque, alfandoque ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda, lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra, donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están, del nieto a la memoria, con grave son que encierra todo el poema triste de la remota infancia cruzando por las sombras del tiempo y la distancia, ¡de aquella voz querida las notas vibrarán! Los de Rique, alfeñique ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan. ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Esas arrugas hondas recuerdan una historia de sufrimientos largos y silenciosa angustia y sus cabellos, blancos, como la nieve, están. De un gran dolor el sello marcó la frente mustia y son sus ojos turbios espejos que empañaron los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron de cosas y seres que nunca volverán. Los de Roque, alfandoque ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda, lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra, donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están, del nieto a la memoria, con grave son que encierra todo el poema triste de la remota infancia cruzando por las sombras del tiempo y la distancia, ¡de aquella voz querida las notas vibrarán! Los de Rique, alfeñique ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! Esas arrugas hondas recuerdan una historia de sufrimientos largos y silenciosa angustia y sus cabellos, blancos, como la nieve, están. De un gran dolor el sello marcó la frente mustia y son sus ojos turbios espejos que empañaron los años, y que ha tiempos, las formas reflejaron de cosas y seres que nunca volverán. Los de Roque, alfandoque ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda, lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra, donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están, del nieto a la memoria, con grave son que encierra todo el poema triste de la remota infancia cruzando por las sombras del tiempo y la distancia, ¡de aquella voz querida las notas vibrarán! Los de Rique, alfeñique ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! Los de Roque, alfandoque ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda, lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra, donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están, del nieto a la memoria, con grave son que encierra todo el poema triste de la remota infancia cruzando por las sombras del tiempo y la distancia, ¡de aquella voz querida las notas vibrarán! Los de Rique, alfeñique ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! Mañana cuando duerma la Anciana, yerta y muda, lejos del mundo vivo, bajo la oscura tierra, donde otros, en la sombra, desde hace tiempo están, del nieto a la memoria, con grave son que encierra todo el poema triste de la remota infancia cruzando por las sombras del tiempo y la distancia, ¡de aquella voz querida las notas vibrarán! Los de Rique, alfeñique ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! Los de Rique, alfeñique ¡Triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! Y en tanto en las rodillas cansadas de la Abuela con movimiento rítmico se balancea el niño y ambos conmovidos y trémulos están, la Abuela se sonríe con maternal cariño mas cruza por su espíritu como un temor extraño por lo que en lo futuro, de angustia y desengaño los días ignorados del nieto guardarán. ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡Aserrín! ¡Aserrán! Los maderos de San Juan piden queso, piden pan, los de Roque alfandoque los de Rique alfeñique ¡triqui, triqui, triqui, tran! ¡triqui, triqui, triqui, tran!
es
Figueroa,Francisco_de
<XXI
Soneto_Xxiv
¡Ay suspiros, ay lágrimas del fiero Dolor, que el pecho a gran fatiga encierra! Solo descanso, y débil en la guerra De amor, en quien sin tiempo ahora muero: ¿Qué será ya de mí triste, o qué espero? Sino ser presto sombra y poca tierra: Si mi esquiva ventura el paso os cierra, Y apresura el deseo falso y ligero. No de que ahora en fuego, ahora en río El corazón cuitado se convierta, O suspiros, o lágrimas, me pesa: Sino que si cesáis, queda encubierta Del animoso pensamiento mío La rara gloria y la tan alta empresa.
es
Vallejo,César
<XXI
¡Ande_Desnudo,_En_Pelo,_El_Millonario!
¡Ande desnudo, en pelo, el millonario! ¡Desgracia al que edifica con tesoros su lecho de muerte! ¡Un mundo al que saluda; un sillón al que siembra en el cielo; llanto al que da término a lo que hace, guardando los comienzos; ande el de las espuelas; poco dure muralla en que no crezca otra muralla; dése al mísero toda su miseria, pan, al que ríe; hagan perder los triunfos y morir los médicos; haya leche en la sangre; añádase una vela al sol, ochocientos al veinte; pase la eternidad bajo los puentes! ¡Desdén al que viste, corónense los pies de manos, quepan en su tamaño; siéntese mi persona junto a mí! ¡Llorar al haber cabido en aquel vientre, bendición al que mira aire en el aire, muchos años de clavo al martillazo; desnúdese el desnudo, vístase de pantalón la capa, fulja el cobre a expensas de sus láminas, majestad al que cae de la arcillla al universo, lloren las bocas, giman las miradas, impídase al acero perdurar, hilo a los horizontes portátiles, doce ciudades al sendero de piedra, una esfera al que juega con su sombra; un día hecho de una hora, a los esposos; una madre al arado en loor al suelo, séllense con dos sellos a los líquidos, pase lista el bocado, sean los descendientes, sea la codorniz, sea la carrera del álamo y del árbol; venzan, al contrario del círculo, el mar a su hijo y a la cana el lloro; dejad los áspides, señores hombres, surcad la llama con los siete leños, vivid, elévese la altura, baje el hondor más hondo, conduzca la onda su impulsión andando, tenga éxito la tregua de la bóveda! ¡Muramos; lavad vuestro esqueleto cada día; no me hagáis caso, una ave coja al déspota y a su alma; una mancha espantosa, al que va solo; gorriones al astrónomo, al gorrión, al aviador! ¡Lloved, solead, vigilad a Júpiter, al ladrón de ídolos de oro, copiad vuestra letra en tres cuadernos, aprended de los cónyuges cuando hablan, y de los solitarios, cuando callan; dad de comer a los novios, dad de beber al diablo en vuestras manos, luchad por la justicia con la nuca, igualaos, cúmplase el roble, cúmplase el leopardo entre dos robles, seamos, estemos, sentid cómo navega el agua en los océanos, alimentaos, concíbase el error, puesto que lloro, acéptese, en tanto suban por el risco, las cabras y sus crías; desacostumbrad a Dios a ser un hombre, creced... ! Me llaman. Vuelvo.
es
López_Meléndez,Teódulo
XXI
Víspera
Oficio, palmas secas y rugido cercano. Hierbajos con sombra de mareas, busco piedras. Brillor, en las escaramuzas del cuerpo. Desnudo, el gran libro en las rodillas, leo para el vuelo del coco hasta el miedo limítrofe. Barahúnda, tonsura. Descifro incrustaciones de mi cuerpo esquelético. Encuentro cosas perdidas. Es noche, memoria que me guía. Me pregunto si sumergirme ha sido cosa vana. Mi medida será la suave brisa. Pasaré páginas tantas como hisopos al murmullo. Me mojaré tanto como las rocas de las aves nocturnas. Laceraré mientras la luna. No hay presagios, apenas sílabas con tallos.
es
Rojas,Gonzalo
<XXI
A_Veces_Pienso_Quién,_Quién_Estará_Viviendo_Ronco_Mi_Juventud
A veces pienso quién, quién estará viviendo ronco mi juventud con sus mismas espinas, liviano y vagabundo, nadando en el oleaje de las calles horribles, sin un cobre, remoto, y más flexible: con tres noches radiantes en las sienes y el olor de la hermosa todavía en el tacto. Dónde andará, qué tablas le tocará dormir a su coraje, qué sopa devorar, cuál será su secreto para tener veinte años y cortar en sus llamas las páginas violentas. Porque el endemoniado repetirá también el mismo error y de él aprenderá, si se cumple en su mano la escritura.
es
Quiroga,Horacio
<XXI
La_Insolación
El cachorro Old salió por la puerta y atravesó el patio con paso recto y perezoso. Se detuvo en la linde del pasto, estiró al monte, entrecerrando los ojos, la nariz vibrátil, y se sentó tranquilo. Veía la monótona llanura del Chaco, con sus alternativas de campo y monte, monte y campo, sin más color que el crema del pasto y el negro del monte. Este cerraba el horizonte, a doscientos metros, por tres lados de la chacra. Hacia el oeste, el campo se ensanchaba y extendía en abra, pero que la ineludible línea sombría enmarcaba a lo lejos. A esa hora temprana, el confín, ofuscante de luz a mediodía, adquiría reposada nitidez. No había una nube ni un soplo de viento. Bajo la calma del cielo plateado, el campo emanaba tónica frescura que traía al alma pensativa, ante la certeza de otro día de seca, melancolías de mejor compensado trabajo. Milk, el padre del cachorro, cruzó a su vez el patio y se sentó al lado de aquél, con perezoso quejido de bienestar. Ambos permanecían inmóviles, pues aun no había moscas. Old, que miraba hacía rato la vera del monte, observó: —La mañana es fresca. Milk siguió la mirada del cachorro y quedó con la vista fija, parpadeando distraído. Después de un rato dijo: —En aquel árbol hay dos halcones. Volvieron la vista indiferente a un buey que pasaba, y continuaron mirando por costumbre las cosas. Entretanto, el oriente comenzaba a empurpurarse en abanico, y el horizonte había perdido ya su matinal precisión. Milk cruzó las patas delanteras y al hacerlo sintió leve dolor. Miró sus dedos sin moverse, decidiéndose por fin a olfatearlos. El día anterior se había sacado un pique, y en recuerdo de lo que había sufrido lamió extensamente el dedo enfermo. —No podía caminar —exclamó, en conclusión. —Old no comprendió a qué se refería, Milk agregó: —Hay muchos piques. Esta vez el cachorro comprendió. Y repuso por su cuenta, después de largo rato: —Hay muchos piques. Uno y otro callaron de nuevo, convencidos. El sol salió; y en el primer baño de su luz, las pavas del monte lanzaron al aire puro el tumultuoso trompeteo de su charanga. Los perros, dorados al sol oblicuo, entornaron los ojos, dulcificando su molicie en beato pestañeo. Poco a poco la pareja aumentó con la llegada de los otros compañeros: Dick, el taciturno preferido; Prince, cuyo labio superior partido por un coatí, dejaba ver los dientes; e Isondú, de nombre indígena. Los cinco fox—terriers, tendidos y beatos de bienestar, durmieron. Al cabo de una hora irguieron la cabeza; por el lado opuesto del bizarro rancho de dos pisos —el inferior de barro y el alto de madera, con corredores y baranda de chalet—, habían sentido los pasos de su dueño que bajaba la escalera. Míster Jones, la toalla al hombro, se detuvo un momento en la esquina del rancho y miró e1 sol, alto ya. Tenía aún la mirada muerta y el labio pendiente tras su solitaria velada de whisky, más prolongada que las habituales. Mientras se lavaba, los perros se acercaron y le olfatearon las botas, meneando con pereza el rabo. Como las fieras amaestradas, los perros conocen el menor indicio de borrachera en su amo. Alejáronse con lentitud a echarse de nuevo al sol. Pero el calor creciente les hizo presto abandonar aquél, por la sombra de los corredores. El día avanzaba igual a los precedentes de todo ese mes; seco, límpido, con catorce horas de sol calcinante que parecía mantener el cielo en fusión, y que en un instante resquebrajaba la tierra mojada en costras blanquecinas. Míster Jones fue a la chacra, miró el trabajo del día anterior y retornó al rancho. En toda esa mañana no hizo nada. Almorzó y subió a dormir la siesta. Los peones volvieron a las dos a la carpición, no obstante la hora de fuego, pues los yuyos no dejaban el algodonal. Tras ellos fueron los perros, muy amigos del cultivo desde el invierno pasado, cuando aprendieron a disputar a los halcones los gusanos blancos que levantaba el arado. Cada perro se echó bajo un algodonero, acompañando con su jadeo los golpes sordos de la azada. Entretanto el calor crecía. En el paisaje silencioso y encegueciente de sol, el aire vibraba a todos lados, dañando la vista. La tierra removida exhalaba vaho de horno, que los peones soportaban sobre la cabeza, envuelta hasta las orejas en el flotante pañuelo, con el mutismo de sus trabajos de chacra. Los perros cambiaban a cada rato de planta, en procura de más fresca sombra. Tendíanse a lo largo, pero la fatiga los obligaba a sentarse sobre las patas traseras para respirar mejor. Reverberaba ahora delante de ellos un pequeño páramo de greda que ni siquiera se había intentado arar. Allí, el cachorro vio de pronto a míster Jones sentado sobre un tronco, que lo miraba fijamente. Old se puso en pie meneando el rabo. Los otros levantáronse también, pero erizados. —Es el patrón —dijo el cachorro, sorprendido de la actitud de aquéllos. —No, no es él —replicó Dick. Los cuatro perros estaban apiñados gruñendo sordamente, sin apartar los ojos de míster Jones, que continuaba inmóvil, mirándolos. El cachorro, incrédulo, fue a avanzar, pero Prince le mostró los dientes: —No es él, es la Muerte. El cachorro se erizó de miedo y retrocedió al grupo. —¿Es el patrón muerto? —preguntó ansiosamente. Los otros, sin responderle, rompieron a ladrar con furia, siempre en actitud en actitud temerosa. Pero míster Jones se desvanecía ya en el aire ondulante. —Al oír ladridos, los peones habían levantado la vista, sin distinguir nada. Giraron la cabeza para ver si había entrado algún caballo en la chacra, y se doblaron de nuevo. Los fox—terriers volvieron al paso al rancho. El cachorro, erizado aún, se adelantaba y retrocedía con cortos trotes nerviosos, y supo de la experiencia de sus compañeros que cuando una cosa va a morir, aparece antes. —¿Y cómo saben que ese que vimos no era el patrón vivo? —preguntó. —Porque no era él —le respondieron displicentes. ¡Luego la Muerte, y con ella el cambio de dueño, las miserias, las patadas, estaba sobre ellos! Pasaron el resto de la tarde al lado de su patrón, sombríos y alerta. Al menor ruido gruñían, sin saber hacia dónde. Por fin el sol se hundió tras el negro palmar del arroyo, y en la calma de la noche plateada, los perros se estacionaron alrededor del rancho, en cuyo piso alto míster Jones recomenzaba su velada de whisky. A medianoche oyeron sus pasos, luego la caída de las botas en el piso de tablas, y la luz se apagó. Los perros, entonces, sintieron más el próximo cambio de dueño, y solos, al pie de la casa dormida, comenzaron a llorar. Lloraban en coro, volcando sus sollozos convulsivos y secos, como masticados, en un aullido de desolación, que la voz cazadora de Prince sostenía, mientras los otros tomaban el sollozo de nuevo. El cachorro sólo podía ladrar. La noche avanzaba, y los cuatro perros de edad, agrupados a la luz de la luna, el hocico extendido e hinchado de lamentos —bien alimentados y acariciados por el dueño que iban a perder—, continuaban llorando a lo alto su doméstica miseria. A la mañana siguiente míster Jones fue él mismo a buscar las mulas y las unció a la carpidora, trabajando hasta las nueve. No estaba satisfecho, sin embargo. Fuera de que la tierra no había sido nunca bien rastreada, las cuchillas no tenían filo, y con el paso rápido de las mulas, la carpidora saltaba. Volvió con ésta y afiló sus rejas; pero un tornillo en que ya al comprar la máquina había notado una falla, se rompió al armarla. Mandó un peón al obraje próximo, recomendándole cuidara del caballo, un buen animal pero asoleado. Alzó la cabeza al sol fundente de mediodía, e insistió en que galopara ni un momento. Almorzó enseguida y subió. Los perros, que en la mañana no habían dejado un segundo a su patrón, se quedaron en los corredores. La siesta pesaba, agobiada de luz y silencio. Todo el contorno estaba brumoso por las quemazones. Alrededor del rancho la tierra blanquizca del patio deslumbraba por el sol a plomo, parecía deformarse en trémulo hervor, que adormecía los ojos parpadeantes de los fox—terriers. —No ha aparecido más —dijo Milk. Old, al oír aparecido, levantó vivamente las orejas. Incitado por la evocación, el cachorro se puso en pie y ladró, buscando a qué. Al rato calló, entregándose con sus compañeros a su defensiva cacería de moscas. —No vino más —agregó Isondú. —Había una lagartija bajo el raigón —recordó por primera vez Prince. Una gallina, el pico abierto y las alas apartadas del cuerpo, cruzó el patio incandescente con su pesado trote de calor. Prince la siguió perezosamente con la vista, y saltó de golpe. —¡Viene otra vez! —gritó. Por el norte del patio avanzaba solo el caballo en que había ido el peón. Los perros se arquearon sobre las patas, ladrando con furia a la Muerte que se acercaba. El caballo caminaba con la cabeza baja, aparentemente indeciso sobre el rumbo que debía seguir. Al pasar frente al rancho dio unos cuantos pasos en dirección al pozo, y se desvaneció progresivamente en la cruda luz. Míster Jones bajó: no tenía sueño. Disponíase a proseguir el montaje de la carpidora, cuando vio llegar inesperadamente al peón a caballo. A pesar de su orden, tenía que haber galopado para volver a esa hora. Apenas libre y concluida su misión, el pobre caballo, en cuyos ijares era imposible contar los latidos, tembló agachando la cabeza, y cayó de costado. Míster Jones mandó a la chacra, todavía de sombrero y rebenque, al peón para no echarlo si continuaba oyendo sus jesuíticas disculpas. Pero los perros estaban contentos. La Muerte, que buscaba a su patrón, se había conformado con el caballo. Sentíanse alegres, libres de preocupación, y en consecuencia disponíanse a ir a la chacra tras el peón, cuando oyeron a míster Jones que le gritaba, pidiéndole el tornillo. No había tornillo: el almacén estaba cerrado, el encargado dormía, etc. Míster Jones, sin replicar, descolgó su casco y salió él mismo en busca del utensilio. Resistía el sol como un peón, y el paseo era maravilloso contra su mal humor. Los perros salieron con él, pero se detuvieron a la sombra del primer algarrobo; hacía demasiado calor. Desde allí, firmes en las patas, el ceño contraído y atento, veían alejarse a su patrón. Al fin el temor a la soledad pudo más, y con agobiado trote siguieron tras él. Míster Jones obtuvo su tornillo y volvió. Para acortar distancia, desde luego, evitando la polvorienta curva del camino, marchó en línea recta a su chacra. Llegó al riacho y se internó en el pajonal, el diluviano pajonal del Saladito, que ha crecido, secado y retoñado desde que hay paja en el mundo, sin conocer fuego. Las matas, arqueadas en bóveda a la altura del pecho, se entrelazan en bloques macizos. La tarea de cruzarlo, seria ya con día fresco, era muy dura a esa hora. Míster Jones lo atravesó, sin embargo, braceando entre la paja restallante y polvorienta por el barro que dejaban las crecientes, ahogado de fatiga y acres vahos de nitratos. Salió por fin y se detuvo en la linde; pero era imposible permanecer quieto bajo ese sol y ese cansancio. Marchó de nuevo. Al calor quemante que crecía sin cesar desde tres días atrás, agregábase ahora el sofocamiento del tiempo descompuesto. El cielo estaba blanco y no se sentía un soplo de viento. El aire faltaba, con angustia cardíaca que no permitía concluir la respiración. Míster Jones adquirió el convencimiento de que había traspasado su límite de resistencia. Desde hacía rato le golpeaba en los oídos el latido de las carótidas. Sentíase en el aire, como si de dentro de la cabeza le empujaran el cráneo hacia arriba. Se marcaba mirando el pasto. Apresuró la marcha para acabar con eso de una vez... Y de pronto volvió en sí y se halló en distinto paraje: había caminado media cuadra sin darse cuenta de nada. Miró atrás, y la cabeza se le fue en nuevo vértigo. Entretanto, los perros seguían tras él, trotando con toda la lengua de fuera. A veces, asfixiados, deteníanse en la sombra de un espartillo; se sentaban precipitando su jadeo, para volver enseguida al tormento del sol. Al fin, como la casa estaba ya próxima, apuraron el trote. Fue en ese momento cuando Old, que iba adelante, vio tras el alambrado de la chacra a míster Jones, vestido de blanco, que caminaba hacia ellos. El cachorro, con súbito recuerdo, volvió la cabeza a su patrón y confrontó. —¡La Muerte, la Muerte! —aulló. Los otros lo habían visto también, y ladraban erizados. Vieron que míster Jones atravesaba el alambrado y, por un instante creyeron que se iba a equivocar; pero al llegar a cien metros se detuvo, miró el grupo con sus ojos celestes, y marchó adelante. —¡Qué no camine ligero el patrón! —exclamó Prince. —¡Va a tropezar con él! —aullaron todos. En efecto, el otro, tras breve hesitación, había avanzado, pero no directamente sobre ellos como antes, sino en línea oblicua y en apariencia errónea, pero que debía llevarlo justo al encuentro de míster Jones. Los perros comprendieron que esta vez todo concluía, porque su patrón continuaba caminando a igual paso, como un autómata, sin darse cuenta de nada. El otro llegaba ya. Los perros hundieron el rabo y corrieron de costado, aullando. Pasó un segundo, y el encuentro se produjo. Míster Jones se detuvo, giró sobre sí mismo y se desplomó. Los peones, que lo vieron caer, lo llevaron aprisa al rancho, pero fue inútil toda el agua; murió sin volver en sí. Míster Moore, su hermano materno, fue allá desde Buenos Aires, estuvo una hora en la chacra y en cuatro días liquidó todo, volviéndose enseguida al sur. Los indios se repartieron los perros, que vivieron en adelante flacos y sarnosos, e iban todas las noches con hambriento sigilo a robar espigas de maíz en las chacras ajenas.
es
Guillén,Nicolás
<XXI
Poetas
Hay el poeta que escribe al rey o al duque, y se dice su criado. Señor (susurra levemente) y se prosterna y le besa los pies. Canta junto a la mesa de su amo cubierta de manjares, pero sabe que nunca podrá sentarse a ella. Es el poeta feudal. En algunos lugares viste anacrónicamente de frac. Hay el poeta a quien la poesía sirve para abogar por la injusticia. Avanza en un auto serenamente móvil. Puede sentar en la silla eléctrica a sus amigos inocentes. Es el poeta del gran signo $ sangriento que cree que vamos a creerle que él se cree demócrata porque va a todos los sitios en que se dice: traje de calle. Hay el poeta hecho al áspero tumulto ciudadano, a la discusión en el sindicato, al paso de las guerrillas, y que habla el idioma simple y compañero del que trabaja a su lado. Como en la fábula clásica es el dueño del fuego y la esperanza. Sabe de palabras terribles, como la palabra NAPALM y ha visto las espaldas del pueblo lamidas por esas lenguas del infierno; y la palabra GUERRA llena de estruendo y humo, y la palabra NIXON que hiede como el agujero de una cloaca. Pero conoce también palabras como VIETMAN PERÚ CUBA CHILE BOLIVIA: esta última empapada en sangre fresca de estudiantes y mineros; y por fin la palabra VENGANZA que traducida a la lengua general de nuestros pueblos quiere decir VICTORIA. Señor traje de calle.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Tú,_Que_Vives_La_Vida_Del_Paisaje
Tú, que vives la vida del paisaje; Tú, que habitas la lóbrega montaña; A la orilla del río, en la cabaña De pajizo verdor, ¡Venus salvaje! Tú, del revoloteo de tu traje Sacas tu desnudez cual flor extraña Y la hundes en el río que te baña, Cual se hundiese una reina en un encaje. La miel te ha dado ese color moreno Con que ante el sol, cual las paganas diosas. Partes en dos la redondez del seno; Que quien así te viese, al fin supiera Todas las semejanzas voluptuosas Que hay entre una mujer y una palmera...
es
Benedetti,Mario
<XXI
Quién_Me_Iba_A_Decir_Que_El_Destino_Era_Esto
Quién me iba a decir que el destino era esto Ver la lluvia a través de letras invertidas, un paredón con manchas que parecen prohombres, el techo de los ómnibus brillantes como peces y esa melancolía que impregna las bocinas. Aquí no hay cielo, aquí no hay horizonte. Hay una mesa grande para todos los brazos y una silla que gira cuando quiero escaparme. Otro día se acaba y el destino era esto. Es raro que uno tenga tiempo de verse triste: siempre suena una orden, un teléfono, un timbre, y, claro, está prohibido llorar sobre los libros porque no queda bien que la tinta se corra.
es
Pombo,Rafael
<XXI
¡Gran_Noche!..._¡Tanta_Majestad_Me_Aterra
¡Gran noche!... ¡tanta majestad me aterra, Tanta sublimidad me causa espanto! Dios cobija el misterio de la tierra Con el misterio augusto de su manto. Al son de aquella mística armonía La inmensa tierra extático contemplo Como un cadáver, lívida, sombría, Bajo la santa bóveda del templo. Esta sublime paz que me estremece, Este silencio asombrador, profundo, Mas bien que una hora mundanal, parece La víspera imponente de otro mundo. Como una tregua entre la culpa inerme Y el rayo que se apronta a fulminarla, Cuando la pobre humanidad se duerme, Dios desciende en secreto a visitarla.
es
García_Nieto,José
<XXI
Xiii
A tu orilla he venido. Tengo un otoño, un pájaro y una voz desusada. Tú me esperas: un río, una pasión y un fruto. Y tiene nuestro encuentro el vuelo, la corriente, seguros, proclamados. He venido a tu orilla con los brazos tendidos y ahora ya soy la hierba que no termina nunca, el barro donde el agua sujeta sus mensajes y la cuna del cauce para mecer tu sueño. Dime si estoy pendiente de mi diario trabajo, si basta a tus oídos mi tristísimo verso o si a mi sombra vive mejor mayo tu carne. De tu orilla me iría si ahora me dijeras que te amo solamente como los hombres aman o que mi voz te suena como todas las voces.
es
Torres_y_Villarroel,Diego_de
<XXI
De_Esos_Sucios_Poetas_Malandrines
De esos sucios poetas malandrines que con puercos y rudos jeringones tiran agua de charcos y pilones en vez de agua de rosas y jazmines. Antonia mía no te determines a escuchar los conceptos garañones porque se comparan en las funciones como perros de falda los mastines. Tu voz han confundido con su bulla siendo tú la más blanda trompetilla que de Apolo en el órgano se halla. Siendo tu voz la que el sentido arrulla la más suave y dulce mantequilla con que si llora Amor Venus le acalla.
es
Segarra,Iván
XXI
Borinquen..._Si_Supieras
Borinquen... si supieras en el destierro que vivo. ¡Qué amargura la mía, mi último poema! ¡Oh, Revoloteada Paloma, has de cortarme el alma con tu recuerdo, y ante toda mi desgracia, tu refugio me obsesiona el alma...! ¡Quisiera, quisiera bañarme en tus ojos cristalinos; y perderme en tus cabellos verdes y profundos! Sentir que eres mía y perdernos en la quimera De este loco amor. ¡Qué siente, que ama, que quiere y no olvida; tus besos de mariposa, tu fragancia de velero, tu corazón y el mío fundidos en mi pecho! Y lo que el tiempo no borrará: ¡Tu amor y el mío! ¿Cómo?, ¿Cómo?, ¿Cómo poder decir?... Un «Te quiero» que no ve la luz del día y en lo más profundo, me devora el alma mía. ¡Borinquen, Borinquen, Borinquen, un instinto, una razón, un te quiero y un te amo, para la Perla que me ausenta el pensamiento de este infortunio llamado mundo!
es
Vega,Garcilaso_de_la
<XXI
Soneto_Xv
Si quejas y lamentos pueden tanto, que enfrenaron el curso de los ríos, y en los diversos montes y sombríos los árboles movieron con su canto; si convertieron a escuchar su llanto los fieros tigres, y peñascos fríos; si, en fin, con menos casos que los míos bajaron a los reinos del espanto, ¿por qué no ablandará mi trabajosa vida, en miseria y lágrimas pasada, un corazón conmigo endurecido? Con más piedad debría ser escuchada la voz del que se llora por perdido que la del que perdió y llora otra cosa. si convertieron a escuchar su llanto los fieros tigres, y peñascos fríos; si, en fin, con menos casos que los míos bajaron a los reinos del espanto, ¿por qué no ablandará mi trabajosa vida, en miseria y lágrimas pasada, un corazón conmigo endurecido? Con más piedad debría ser escuchada la voz del que se llora por perdido que la del que perdió y llora otra cosa. ¿por qué no ablandará mi trabajosa vida, en miseria y lágrimas pasada, un corazón conmigo endurecido? Con más piedad debría ser escuchada la voz del que se llora por perdido que la del que perdió y llora otra cosa. Con más piedad debría ser escuchada la voz del que se llora por perdido que la del que perdió y llora otra cosa.
es
Bécquer,Gustavo_Adolfo
<XXI
Rima_Viii
Cuando miro el azul horizonte perderse a lo lejos, al través de una gasa de polvo dorado e inquieto, me parece posible arrancarme del mísero suelo y flotar con la niebla dorada en átomos leves cual ella deshecho. Cuando miro de noche en el fondo oscuro del cielo las estrellas temblar como ardientes pupilas de fuego, me parece posible a do brillan subir en un vuelo y anegarme en su luz, y con ellas en lumbre encendido fundirme en un beso. En el mar de la duda en que bogo ni aun sé lo que creo; sin embargo estas ansias me dicen que yo llevo algo divino aquí dentro.
es
Gamoneda,Antonio
<XXI
Todos_Los_Árboles_Se_Han_Puesto_A_Gemir
Todos los árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu piel, tus pétalos vivientes. Atravesando los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias. Venga desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija del campo.
es
Cetina,Gutierre_de
<XXI
Cuando_A_Escribir_De_Vos_El_Alma_Mía
Cuando a escribir de vos el alma mía se mueve, tanto que alabar se ofrece que el ingenio y el arte desfallece y sólo el desear queda por guía. Este deseo la tira y la desvía de cuanto acá hermoso nos parece, y en la eterna beldad do resplandece la que vemos acá, mira y porfía. De aquí nace otro efecto: que mirando vuestra beldad en la beldad del cielo, entre las otras puesta en alta cima, se inflama de otro ardor que sentía cuando acá os miraba, y de un más limpio celo. ¡Qué el bien más conocido más se estima!
es
Gelman,Juan
<XXI
Tu_Pelo_Habrá_Crecido
“tu pelo habrá crecido” canto en mi soledad y lo acaricio
es
Hahn,Óscar
<XXI
Mirando_Por_La_Ventana
Hay algo que espero junto a mi ventana algo que espero en la noche estrellada No es la muerte porque de la muerte no espero nada No es el amor porque el amor me lo ha dado todo Es algo que está entre el amor y la muerte algo que no tiene nombre algo que no tiene cuerpo Así que lo mejor es que siga esperando hasta que aquello me diga su nombre hasta que aquello me entregue su cuerpo y hagamos el amor más allá del amor y muramos de amor más allá de la muerte.
es
Guerra,Edward
XXI
Cuántos_Besos_Han_Pasado_Con_El_Viento
cuántos besos han pasado con el viento cuántos sueños se han ido con la canela como he podido, ese dolor de mujer, como he soportado quemarme los labios cuántos corazones destrozados cuántos sueños hechos polvo cómo he podido soñarte sin haberte probado sin haberte amado cómo he podido quererte antes de conocerte cuántos años se han pasado de frente y sin alarma cuántas botellas de vino se han ido cuántas rosas tiré a las mujeres de una noche a las almas sin nombre a los nombre sin alma a las Anas cuántas caricias fingidas cuántos sueños perdidos
es
Quintana,Manuel_José
<XXI
Tarde_Este_Libro_A_Tus_Manos
Tarde este libro a tus manos Se vuelve, niña gentil, Con el tributo de versos Que me piden para ti Bien quisiera yo que fueran Dignos de tu verde Abril, Tan frescos como la rosa, Tan puros como el jazmín; Y que volando atrevido A modo de aura sutil, Las alas de los amores Te pareciera sentir. A haber gozado un momento De tu amable trato, al fin, Fueran más bellos, sin duda, Como inspirados por ti. Una vez sola al pasar Cual relámpago te vi, Y no es más dulce la aurora Cuando comienza a reír. Y al ver la gracia y la gala Con que brillabas allí, Entre las danzas festivas De las bellas de Madrid, ¡Bien dichoso es quien la adora! Sin poder más, prorrumpí, ¡Y el que la deba un suspiro Mil y mil veces feliz! Ni pienses tú que desdice Este acento juvenil De los años que severos Ya se agolpan sobre mí, Pues aunque Do deba amar, ¿Por qué no podré aplaudir En el tributo de versos Que me piden para ti?
es
Agustini,Delmira
<XXI
Visión
¿Acaso fue en marco de ilusión, En el profundo espejo del deseo, O fue divina y simplemente en vida Que yo te vi velar mi sueño la otra noche? En mi alcoba agrandada de soledad y miedo, Taciturno a mi lado apareciste Como un hongo gigante, muerto y vivo, Brotado en los rincones de la noche Húmedos de silencio, Y engrasados en sombra y soledad. Te inclinabas a mí supremamente, Como a la copa de cristal de un lago Sobre el mantel de fuego del desierto; Te inclinabas a mí, como un enfermo De la vida a los opios infalibles Y a las vendas de piedra de la Muerte; Te inclinabas a mí como el creyente A la oblea de cielo de la hostia... —Gota de nieve con sabor de estrellas Que alimenta los lirios de la Carne, Chispa de Dios que estrella los espíritus—. Te inclinabas a mí como el gran sauce De la melancolía A las ondas lagunas del silencio; Te inclinabas a mí como la torre De mármol del Orgullo, Minada por un monstruo de tristeza, A la hermana solemne de tu sombra... Te inclinabas a mí como si fuera mi cuerpo la inicial de tu destino En la página oscura de mi lecho; Te inclinabas a mí como al milagro De una ventana abierta al más allá. ¡Y te inclinabas más que todo eso! Y era mi mirada una culebra Apuntada entre zarzas de pestañas, Al cisne reverente de tu cuerpo. Y era mi deseo una culebra Glisando entre los riscos de la sombra ¡A la estatua de lirios de tu cuerpo! Tú te inclinabas más y más... y tanto, Y tanto te inclinaste, Que mis flores eróticas son dobles, Y mi estrella es más grande desde entonces, Toda tu vida se imprimió en mi vida... Yo esperaba suspensa el aletazo Del abrazo magnífico; un abrazo De cuatro brazos que la gloria viste De fiebre y de milagro, será un vuelo! Y pueden ser los hechizados brazos Cuatro raíces de una raza nueva; Y esperaba suspensa el aletazo Del abrazo magnífico... ¡Y cuando, Te abrí los ojos como un alma, y vi Que te hacías atrás y te envolvías En yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra!
es
Dalton_García,Roque
<XXI
El_Último_Vagón_Ha_Matado_Al_Cisne
El último vagón ha matado al cisne… Su mayor enemigo fue la mancha de barro y he aquí que hoy sus estertores anegan de suciedad los trajes de los traseúntes. Los niños ríen y traen varitas agudas para rematarlo a estocadas.
es
Valencia,Guillermo
<XXI
Hay_Un_Instante_Del_Crepúsculo
Hay un instante del crepúsculo en que las cosas brillan más, fugaz momento palpitante de una morosa intensidad. Se aterciopelan los ramajes, pulen las torres su perfil, burila un ave su silueta sobre el plafondo de zafir. Muda la tarde, se concentra para el olvido de la luz, y la penetra un don süave de melancólica quietud, como si el orbe recogiese todo su bien y su beldad, toda su fe, toda su gracia contra la sombra que vendrá... Mi ser florece en esa hora de misterioso florecer; llevo un crepúsculo en el alma, de ensoñadora placidez; en él revientan los renuevos de la ilusión primaveral, y en él me embriago con aromas de algún jardín que hay ¡más allá!... Se aterciopelan los ramajes, pulen las torres su perfil, burila un ave su silueta sobre el plafondo de zafir. Muda la tarde, se concentra para el olvido de la luz, y la penetra un don süave de melancólica quietud, como si el orbe recogiese todo su bien y su beldad, toda su fe, toda su gracia contra la sombra que vendrá... Mi ser florece en esa hora de misterioso florecer; llevo un crepúsculo en el alma, de ensoñadora placidez; en él revientan los renuevos de la ilusión primaveral, y en él me embriago con aromas de algún jardín que hay ¡más allá!... Muda la tarde, se concentra para el olvido de la luz, y la penetra un don süave de melancólica quietud, como si el orbe recogiese todo su bien y su beldad, toda su fe, toda su gracia contra la sombra que vendrá... Mi ser florece en esa hora de misterioso florecer; llevo un crepúsculo en el alma, de ensoñadora placidez; en él revientan los renuevos de la ilusión primaveral, y en él me embriago con aromas de algún jardín que hay ¡más allá!... como si el orbe recogiese todo su bien y su beldad, toda su fe, toda su gracia contra la sombra que vendrá... Mi ser florece en esa hora de misterioso florecer; llevo un crepúsculo en el alma, de ensoñadora placidez; en él revientan los renuevos de la ilusión primaveral, y en él me embriago con aromas de algún jardín que hay ¡más allá!... Mi ser florece en esa hora de misterioso florecer; llevo un crepúsculo en el alma, de ensoñadora placidez; en él revientan los renuevos de la ilusión primaveral, y en él me embriago con aromas de algún jardín que hay ¡más allá!... en él revientan los renuevos de la ilusión primaveral, y en él me embriago con aromas de algún jardín que hay ¡más allá!...
es
Loynaz,Dulce_María
<XXI
San_Miguel_Arcángel
Por la tarde, a contraluz te pareces a San Miguel Arcángel. Tu color oxidado, tu cabeza de ángel— guerrero, tu silencio y tu fuerza... Cuando arde la tarde, desciendes sobre mí serenamente; desciendes sobre mí, hermoso y grande como un Arcángel. Arcángel San Miguel, con tu lanza relampagueante clava a tus pies de bronce el demonio escondido que me chupa la sangre...
es
Rébora,Marilina
<XXI
La_Antorcha
Juntas, bajo el cristal, amoroso capricho, la Virgen de la Linda Vidriera de Colores, atavío en azul sobre encarnado nicho, como ascuas centelleantes los vivos resplandores; Nefertiti, la reina, que muestra de perfil tan alargado cuello —por fino, más esbelto—, y que el rostro parece esculpido en marfil, el cabello invisible en ceñidor envuelto. Y a más, La Sirenita, esperando en la roca los barcos que se acercan hasta el puerto danés. Así la azul imagen, Nefertiti y su toca, y el ser de sortilegio que aguarda en Copenhague, alimentan la antorcha, para que no se apague, ésa que en el espíritu arde con ellas tres.
es
Figueroa,Francisco_de
<XXI
Soneto_L
Lauro, que en la rivera deleitosa Un tiempo, ahora solitaria y triste, Del Arbia en gloria y en honor creciste A par de otra cualquier planta gloriosa; ¿Quién indigno de bien tanto, reposa A tu sombra? Si a mí siempre me ardiste, ¿Qué frente enderredor de ti ceñiste? ¡Oh raro don de la más casta Diosa! ¡Ah! vos, manos injustas, del ajeno Tesoro usurpadoras, mansamente Tratad mi vida, que en sus hojas mora: Y tú cruel, que tan profundamente Tendiste tus raíces por mi seno Crece del llanto, que tu Tirsi llora.
es
Gelman,Juan
<XXI
Anclao_En_París
Al que extraño es al viejo león del zoo, siempre tomábamos café en el Bois de Boulogne, me contaba sus aventuras en Rhodesia del Sur pero mentía, era evidente que nunca se había movido del Sahara. De todos modos me encantaba su elegancia, su manera de encogerse de hombros ante las pequeñeces de la vida, miraba a los franceses por la ventana del café y decía «los idiotas hacen hijos». Los dos o tres cazadores ingleses que se había comido le provocaban malos recuerdos y aún melancolía, «las cosas que uno hace para vivir» reflexionaba mirándose la melena en el espejo del café. Sí, lo extraño mucho, nunca pagaba la consumición, pero indicaba la propina a dejar y los mozos lo saludaban con especial deferencia. Nos despedíamos a la orilla del crepúsculo, él regresaba a son bureau, como decía, no sin antes advertirme con una pata en mi hombro «ten cuidado, hijo mío, con el París nocturno». Lo extraño mucho verdaderamente, sus ojos se llenaban a veces de desierto pero sabía callar como un hermano cuando emocionado, emocionado, yo le hablaba de Carlitos Gardel.
es
Medrano,Francisco_de
<XXI
Soneto_Vii
Estaba de mi edad en el florido abril, que fruto asaz me prometía, y de mi Flora en el regazo un día vi reposar al niño Amor dormido. Las alas que tan alto lo han subido, por no bajar, abandonado había; yo, que de celos y de envidia ardía, tenté con ellas usurparle el nido. Volar tenté; mas, de la luz medroso de tus soles, ¡oh Flora! mudé intento, con el fracaso de Ícaro avisado; que es mal valor tal vez ser temeroso, y no siempre fortuna da al osado favor, ni quiere el gusto ser violento.
es
Martí,José
<XXI
Poeta
1 Como nacen las palmas en la arena Y la rosa en la orilla al mar salobre, Así de mi dolor mis versos surgen Convulsos, encendidos, perfumados. Tal en los mares sobre el agua verde, La vela hendida, el mástil trunco, abierto A las ávidas olas el costado, Después de la batalla fragorosa Con los vientos, el buque sigue andando. ¡Horror, horror! ¡En tierra y mar no había Más que crujidos, furia, niebla y lágrimas! Los montes, desgajados sobre el llano Rodaban; las llanuras, mares turbios, En desbordados ríos convertidas, Vaciaban en los mares; un gran pueblo Del mar cabido hubiera en cada arruga; Estaban en el cielo las estrellas Apagadas; los vientos en jirones Revueltos en la sombra, huían, se abrían, Al chocar entre sí, y se despeñaban; En los montes del aire resonaban Rodando con estrépito; ¡en las nubes Los astros locos se arrojaban llamas! Río luego el Sol; en tierra y mar lucía Una tranquila claridad de boda. ¡Fecunda y purifica la tormenta! Del aire azul colgaban ya, prendidos Cual gigantescos tules, los rasgados Mantos de los crespudos vientos, rotos En el fragor sublime. ¡Siempre quedan Por un buen tiempo luego de la cura Los bordes de la herida sonrosados! Y el barco, como un niño, con las olas Jugaba, se mecía, traveseaba.
es
Iriarte,Tomás_de
<XXI
Yo_Leí,_No_Sé_Dónde,_Que_En_La_Lengua_Herbolaria
Yo leí, no sé dónde, que en la lengua herbolaria saludando al tomillo la hierba parietaria, con socarronería le dijo de esta suerte: «Dios te guarde, tomillo: lástima me da verte, que aunque más oloroso que todas estas plantas, »apenas medio palmo del suelo te levantas». Él responde: «Querida, chico soy, pero crezco sin ayuda de nadie. Yo sí te compadezco; pues, por más que presumas, ni medio palmo puedes medrar, si no te arrimas a una de esas paredes». Cuando veo yo algunos que de otros escritores a la sombra se arriman y piensan ser autores con poner cuatro notas, o hacer un prologuillo, estoy por aplicarles lo que dijo el tomillo. Nadie pretenda ser tenido por autor sólo con poner un ligero prólogo, o algunas notas a libro ajeno.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Oda_Fúnebre._Vico_†_Calvo
Cíñete la carátula, ponte el coturno tétrico la carátula negra y el coturno del mal. Y con un gesto olímpico, ¡oh musa hispana!, yérguete sobre la escalinata de un canto funeral. Es el instante único en el que van exánimes dos hombres que en la gloria partiéronse un laurel; y al contemplar sus túmulos deben gemir los ánimos cual mármoles que suenan al golpe del cincel. Pasa el cortejo trágico. Delante van cien vírgenes, un tamboril siniestro y un ronco caracol... Vírgenes de albas túnicas llevan sus cirios trémulos, como en un luminoso pentecostés del Sol. En los hombros atléticos de musculosos jóvenes, pesadamente avanza fatídico ataúd; tal un perpetuo símbolo en el que, en rito helénico, la muerte va apoyada sobre la juventud. Después marchan los proceres de las virtudes cívicas, la dinastía regia, la grave majestad; y así es como adivínanse, en el tropel innúmero, las olas incesantes que vienen de otra Edad. Al fin, un coro místico salmodia un rezo unánime en que el lamento cunde con íntimo fervor. Cien voces, cual son lóbrego de cien cavernas cóncavas, pregonan en cien cantos dos muertes y un dolor. (Otro ataúd fantástico pone su nota lúgubre bajo del áurea lluvia de meridiana luz). Detrás de cada féretro, con la actitud enérgica del puño de una espada, levántase una cruz. Uno es la Fuerza: el ábrego; otro es la Gracia: el céfiro. Y ambos tienen las notas de todo el diapasón. Los dos vibran armónicos, cual puestos al unísono dos cítaras de nervios y un solo corazón. ¿Y quiénes son los héroes que así a dormir dirígense, entre el tropel, al seno de tierra maternal? Los dos fueron los mágicos que, en maravilla escénica, representaron toda la Vida: el Bien y el Mal. Tal el Quijote clásico baja del rocín lírico, porque se siente lleno de espíritu español; y se une al tropel póstumo, llevando un cirio fúnebre en cuya punta tiembla como una chispa el Sol.
es
Unamuno,Miguel_de
<XXI
Nudo_Preso_Al_Azar_De_Los_Caminos
Nudo preso al azar de los caminos bajo el agüero de una roja estrella, él desde el cierzo, desde el ábrego ella, rodando a rumbo suelto peregrinos. Al mismo arado uncieron sus destinos y sin dejar sobre la tierra huella se apagaron igual que una centella de hoguera. Y se decían los vecinos: ¿De dónde acá ese par de mariposas? ¿y hacia dónde se fue? ¿cuál su ventura? su vida, ¿para qué ? como las rosas se ajaron sin dar fruto; ¡qué locura quemarse así las alas! ¡Necias cosas de amor, siempre menguado pues no dura!
es
Istarú,Ana
<XXI
El_Hambre_Ocurre
el hambre su alquimia pertinaz transmutación violenta en la costilla tener un hombre vivo entre los dedos tirárselo a la muerte el hambre es una muerte que se hace la olvidada se demora finge buscar su cita en la libreta pero al final te toca y es una brea inarrancable no deja cicatriz o sustrae al más pequeño de la casa lo convida al baile helado el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre transmutación violenta en la costilla tener un hombre vivo entre los dedos tirárselo a la muerte el hambre es una muerte que se hace la olvidada se demora finge buscar su cita en la libreta pero al final te toca y es una brea inarrancable no deja cicatriz o sustrae al más pequeño de la casa lo convida al baile helado el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre tener un hombre vivo entre los dedos tirárselo a la muerte el hambre es una muerte que se hace la olvidada se demora finge buscar su cita en la libreta pero al final te toca y es una brea inarrancable no deja cicatriz o sustrae al más pequeño de la casa lo convida al baile helado el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre el hambre es una muerte que se hace la olvidada se demora finge buscar su cita en la libreta pero al final te toca y es una brea inarrancable no deja cicatriz o sustrae al más pequeño de la casa lo convida al baile helado el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre finge buscar su cita en la libreta pero al final te toca y es una brea inarrancable no deja cicatriz o sustrae al más pequeño de la casa lo convida al baile helado el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre pero al final te toca y es una brea inarrancable no deja cicatriz o sustrae al más pequeño de la casa lo convida al baile helado el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre no deja cicatriz o sustrae al más pequeño de la casa lo convida al baile helado el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre o sustrae al más pequeño de la casa lo convida al baile helado el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre el hambre ocurre esto lo escribo en Costa Rica estamos en setiembre ochenta y cinco pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre pero resulta la muerte aquí es católica apostólica el sueño en que moramos no resiste este grillete así nadie comenta el hambre queda en rasgo de mal gusto la paz aquí la paz se nutre con la sangre la paz aquí la paz se nutre con la sangre aquí la paz se nutre con la sangre
es
Darío,Rubén
<XXI
Bota,_Bota,_Bella_Niña
Bota, bota, bella niña, ese precioso collar en que brillan los diamantes como el líquido cristal de las perlas del rocío matinal. Del bolsillo de aquel sátiro salió el oro y salió el mal. Bota, bota esa serpiente que te quiere estrangular enrollada en tu garganta hecha de nieve y coral. Bota, bota esa serpiente que te quiere estrangular enrollada en tu garganta hecha de nieve y coral.
es
Luis,Leopoldo_de
<XXI
No_Hay_Paisaje_Sin_Ti._Qué_Roca_Oscura
No hay paisaje sin ti. Qué roca oscura, qué mar de plomo, qué amarillo cielo. Es sólo tu mirada la que infunde belleza y claridad. Máquina extraña que elabora el prodigio del paisaje. Sólo es rosa la rosa si la miras y este trozo de tierra abrupta y este trozo de mar sombrío se revelan en tus laboratorios cerebrales. Ah, si fuese verdad tanta belleza. Pero la verdad nace en los sentidos. La verdad es tu mano y es tu lengua, tu nariz, tus oídos, tus pupilas y tu humana conciencia recogiendo tanto material presto a la hermosura. Cuando la bomba aséptica extermine córneas, tímpanos, lenguas, pituitarias y piel en forma tuya edificados, ¿qué será de esta pobre geografía sin el soplo de un dios que la despierte?
es
Pardo_García,Germán
<XXI
Trabajador_En_Surcos_Inmortales
Trabajador en surcos inmortales, pido salario cual obrero pobre. A la orilla del mar prisma salobre y en las selvas intensos romerales. Es para mi familia de zorzales. Les dará mi trabajo lo que sobre de alguna estrella. Y que la brisa cobre después por mí los tímidos jornales. Para implorar ocupación levanto súplica azul humildemente escrita: en esta casa de escondido encanto un ruiseñor de oscuridad habita. En cada amanecer muere su canto, pero todas las noches resucita.
es
Machado,Manuel
<XXI
Teresa_De_Jesús
Morir de no morir —¡qué bien decías!— es mi pena también cuando en ti pienso. Y, contagiado de tu amor inmenso, vivo sin mí cual tú sin ti vivías. Y es mi pura pasión de tal manera, de premio alguno ni merced avara, que aun no siendo tan grande te admirara, y aunque no fueras santa te quisiera. De tu amor a Jesús maravillado, de sólo verte amar enamorado, como tú le llorabas yo te lloro. Como tú suspiraste yo suspiro... como tú deliraste yo deliro... Como tú lo adoraste yo te adoro.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Oda_Olímpica_(A_La_Juventud)
No la épica trompa, con que Homero pregonó las hazañas inmortales del cauto Ulises y de Aquiles fiero, sino la ebúrnea lira es la que quiero para romper en cánticos triunfales. Píndaro sea el lírico maestro que entre los nueve clásicos descuella, quien su lira me dé, para que en ella tenga un oasis la aridez del estro. Cantaré, cual ayer cantara él mismo, los simulacros bélicos, que al choque imprimen en el alma el heroísmo, como el cincel las formas en el bloque; y ensalzaré al poeta sin rivales, ya que esos juegos de viril porfía son como los perpetuos funerales del que en sus odas los cantara un día. ¡Loada la gloriosa primavera, que en la sien juvenil prodiga flores, al romper las batallas de la vida! Juventud que se envuelve en su bandera es digna de los líricos honores, ya que tampoco la lección no olvida que le dieron luchando sus mayores. Cantar el porvenir, cuando en la cumbre aún no se ha apagado el vivo ejemplo de la excelsa lumbre que encendieron los héroes del pasado, es pedir el laurel, ganar la gloria, atropellarse para entrar en lucha, asordar los oídos de la Historia con voz de reto que tronar se escucha, amanecer a la futura brega y prepararse a la feliz victoria, sentirse grande en el combate rudo, y ya no a modo de la raza griega morir, sino nacer sobre el escudo. ¡Salve a ti, primavera de esperanzas, que sobre el hielo del dolor avanzas resucitando las marchitas flores; salve a ti, Juventud, que en la ancha arena expandes con la lucha tus vigores, disipas los nublados de tu pena, y, rica de laurel, en la porfía corres como una olímpica figura, tras la copa del triunfo, en la que un día nos brindarás no sorbos de amargura, sino siquiera gotas de ambrosía! Digno es del áureo verso el varón fuerte, que, crecido a la sombra de la palma, se ríe desde niño de la muerte y tiene sano el cuerpo y grande el alma. Maldito el que desgasta sus abriles en estancarse con mortuoria calma, o en robar horas al placer violento, sacudiendo sus años juveniles, como hojas secas que se lleva el viento. No es Juventud la que llorosa y triste, huérfana de coronas y apocada, ni la fatiga ni el dolor resiste. ¿Qué sabe de la lid, qué del trabajo? Ni hundir la reja, ni vibrar ia espada. Falta de fuerzas sobre el hondo tajo del arado viril, llora y se abate; y si tiene tal vez planta ligera, ¡no será para el triunfo en la carrera, sino para la fuga en el combate! Cuando haya muerto el pundonor, y en vano flote el postrer girón de la bandera; cuando en el fondo del dolor humano aliente vil resignación, y el hierro duerma sueño de paz sin que haya mano que lo sepa blandir: cuando del perro llegue a la luna el retador ladrido, y el Fénix no renazca y entre el fango muera el cisne de Leda, conmovido. No debe el vate de apolíneo rango llorar, sino rugir. Si las vilezas desparecen al fuego y queda ei oro, desate sobre todas las cabezas lenguas de fuego el cántico sonoro. La femenil ciudad en que las danzas laxaron el vigor: en que la fiesta para siempre jamás rompió las lanzas; en que la Juventud a los altares corre de Baco, y gala deshonesta hace de anacreónticos cantares; la femenil ciudad, que el bien olvida y apresura el placer, por justa suerte ha de ver en la aurora de su vida la repentina noche de su muerte. Incendiada será. Y así que, presa de la llama voraz, quede en pavesa. El pindárico vate no vencido romperá en odas de triunfantes lizas; y sobre la ciudad, como un rugido, pasará luego el viento del olvido, sacudiendo el crespón de sus cenizas... No, no sois los que, prestos a la arena, sabéis correr con entusiasmo, aquellos, rendidos en mitad de la faena, jóvenes que disipan sus destellos en las danzantes fiestas: de la lira suenan así los cánticos mejores, dando a los aires la alabanza vuestra; porque la musa varonil se inspira, cuando ve que del tálamo de flores caéis de un salto en la marcial palestra. Ya otra vez el asombro ha preguntado si los que del amor hacían gala, eran los mismos que, en la patria historia, honraban las insignias del soldado, batían antes de morir el ala y espantaban la muerte con su gloria. Los que mimados en su infancia han sido guardan un noble corazón, que late a todo impulso generoso: el nido águilas da también para el combate. El amor no es endeble: Hércules ama. No porque estéis con el acero en mano listo a la lucha el corazón amante en vuestro pecho yacerá dormido; porque en la misma fragua en que Vulcano nace los fieros rayos del Tonante, hace también las flechas de Cupido. ¡Oh mancebo gentil, rompe el estrecho molde femíneo de tus formas puras! Levanta el amplio y vigoroso pecho, enciérrate entre férreas ligaduras, échate ingentes pesos sobre el hombro, cubre larga distancia en tu carrera; y alcanzarás el merecido asombro de la tímida virgen que te viera. No robes con placeres la pujanza a tu virilidad: rápido avanza a conquistar la deifica corona; y así que cunda el músculo en tus brazos y cobren solidez tus formas bellas, al son del himno que tu elogio entona, ya podrás descansar en los regazos de rendidas y cándidas doncellas... Bebe el clásico zumo de las vides, y consagra a tu amor dulces instantes, pero, al beber el zumo, no te olvides de hacerlo en copa de oro, siempre que antes sepas ganarla en las hercúleas lides. Entonces el amor será más fuerte, más digno, más viril. Ya tu deseo podrás colmar en placentera suerte, mientras que, en repentina catarata, las desatadas ondas del Alfeo se harán en tu loor lenguas de plata!... Es tiempo ya de que en la arena ardiente quede probado el músculo. El presente así sintiera venturoso orgullo, al ver que el porvenir busca vigores. ¡Es tiempo ya, titanes en capullo, de romper el botón, y hacerse flores!... ¡Ah, con qué agrado miraréis, mañana que os opriman los hielos de la vida, la empolvada corona, que, pendiente del muro, os hablará de la lozana juventud en que fausta y engreída ciñó de triunfos vuestra misma frente! Y al tocaros quizás esos cabellos que laureados así viéronse un día, sentiréis sólo deshacerse en ellos nevados copos de ceniza fría... Más vuestra ancianidad, cual la del roble, rica en savia ha de ser, que siempre queda huella de glorias tras la lucha noble. ¡Qué importa la vejez, si cada ruina escondido quizás guarda un tesoro!... Finge un molino trágico la rueda de la suerte, que rápido camina; y así del trigo de los bucles de oro brotan las canas como blanca harina. Pero antes ¡ah! de que lleguéis a ancianos probaréis vuestra gloria. El varón fuerte recoge el fruto con sus propias manos, o lo arranca del árbol de la suerte... No buscáis para el músculo las galas de fuerza inútil: ¿para qué las alas si no es para el empuje a lo infinito? Anima al viril brazo el noble anhelo de romper las prisiones del granito y redimir los gérmenes del suelo; y un numen sacro en su labor lo inspira, cuando, al vibrar el victorioso tajo, la herramienta pulsada como lira canta las epopeyas del trabajo. El arado abrirá sobre los valles surcos de salvación. Taladro fiero hará saltar la roca de las minas. La multitud no azotará las calles, sino que, en esa redención de acero, cruzará el campo, vestirá las ruinas, voceará en las silentes soledades, romperá el hielo de las arduas cumbres, y, al soplo de huracán de las edades, volará en busca de las nuevas lumbres, cual si fuera en un éxodo de gloria, que remozando la pasada vida evocase otra vez sobre la Historia la visión de la Tierra Prometida. En su carrera ese desborde humano azotará las despobladas zonas, como azota la faz del oceano con su látigo de agua el Amazonas. Los verdes campos alzarán cantares, las biavas cumbres ceñirán coronas, los negros antros abrirán caminos; y cubrirán nuestros desnudos mares bosques flotantes de veleros pinos. Y al avance del ímpetu que crea, se tornará la selva en limpio llano, y en ciudad fausta la pajiza aldea, y el árido desierto ya no en vano se extenderá con mendicante anhelo, cual si fuera la palma de una mano que le implorara una limosna al cielo; y para darnos sus mejores minas conmoviéndose entonces las montañas, como desesperadas heroínas, se abrirán ellas mismas las entrañas. En tan ruda labor las damas bellas, que ora regalan al amor su aliento, ora avivan la luz de las estrellas, ora enriquecen de perfume el viento, sabrán también, como en lejano día, para acrecer el bélico tesoro, cortáronse entusiastas a porfía, hasta sus crenchas de abenuz o de oro, hollar el campo y doblegar la frente sobre el surco, que abierto con fatigas se bautiza y fecunda con sudores: tal la bíblica Ruth que humildemente va sólo recogiendo las espigas que quiebran al pasar los segadores... Si logramos unir en nuestra historia al noble oorazón el brazo fuerte, gozaremos la alianza de la gloria y no nos vencerá sino la muerte. Nada importa morir, si cada tumba en un bosque de lauros se convierte. ¡Bello es que un pueblo sin temblar sucumba! En el osario sus despojos yertos se regarán con llantos compasivos; que ante la tumba de los héroes muertos se postrarán los vencedores vivos. ¡Oh vencedor, que altivo te levantas, piensa, si las rodillas no quebrantas, que la que cumbre fue se torna abismo! El polvo que hoy está bajo tus plantas, mañana puede estar sobre ti mismo. Para salvar los áridos desiertos que tras de cada tumba abre el olvido, —libros en blanco para siempre abiertos, en que la voz de los elogios calla—, nada importa vencer, ni ser vencido: lo que importa es ser grande en la batalla. No te arrepientas, Juventud, si acaso en los esfuerzos de tu afán prolijos hallas suerte fatal; afirma el paso: que la fe de los padres en ocaso renace en el oriente de los hijos. No te arrepientas, Juventud. El vate tampoco de tu elogio se arrepienta, ya que pulsó de Píndaro la lira. La fe en el porvenir gana el combate, la duda en el combate es una afrenta, la afrenta de esa duda horror inspira; y el arrepentimiento encoge el ala, no vence más en las contiendas rudas, ¡y va a besar los pies como Magdala, o a colgarse de un árbol como Judas!
es
Flórez,Julio
<XXI
Si_Yo_Pudiera_Desgarrar_La_Oscura
Si yo pudiera desgarrar la oscura sombra que envuelve tus despojos yertos, y contemplar deshecha tu hermosura en medio del recinto de los muertos, y volverte la vida un solo instante, al mirarnos atónitos las caras, ¡cómo rïera yo de tu semblante! Y tú, pobre mujer... ¡cómo lloraras!
es
Aridjis,Homero
<XXI
El_Ojo_Negro_De_La_Totalidad
El dios jaguar salió del inframundo. La luz del mediodía se volvió ceniza. La sombra de la Luna cubrió la Tierra. El cono blanco del Popo se tornó humo. La pirámide del Sol se hizo tiniebla. El alumbrado público se apagó. El crepúsculo espectral alcanzó al cielo. La noche de siete minutos comenzó. El eclipse del milenio cobró forma. La corona radiante rodeó al Sol. Plumas de oro cubrieron el espacio. El ojo negro de la totalidad miró hacia abajo. Rojo. Verde. Blanco. Azul. Unos segundos. Eso fue todo.
es
Bello,Andrés
<XXI
Orlando_De_Albraca
El poeta filósofo del Lacio dice que la mujer (yo no interpreto literalmente, porque el propio Horacio se lo prohibe a un traductor discreto; y si bien ocupando igual espacio puede expresarse en castellano neto la misma cosa, hacerlo así sería al bello sexo gran descortesía). Dice que la mujer, ya antes de Helena, guerras al mundo ocasionó fatales, cuando el hombre, erizada la melena, luenga la barba, en grutas y jarales vida vivió de sobresaltos llena, y sus rudos instintos animales con gritos y baladros exprimía, sin rey, ni ley, ni juez, ni policía. No hubo aceros allí, pavés, ni cota, y los inciertos amorosos goces se disputaban, como la bellota, a puñadas tal vez, tal vez a coces; andaban nuestros padres en pelota; pero todo cambïó; cunden precoces artes de destrucción; la ciencia avanza; se inventan arco y honda, espada y lanza. El derecho de gentes, aunque justo, como el de ahora, usaba otro lenguaje; tirano entre los flacos el robusto hablaba a lo soez y a lo salvaje. Decía: «A mí me toca hacer mi gusto, porque tengo más fuerza y más coraje; y todo aquel que osado se me oponga, sepa que este puñal le desmondonga». Así habló la razón, así el derecho; hoy (a no ser en uno que otro caso) no va un rey de ese modo a vías de hecho; y si saca su hueste a campo raso, el probar que su fuerza y su provecho son la justicia, es necesario paso; y bien porro será quien no lo pruebe en nuestro sabio siglo diez y nueve. Ni fue el tipo de Aspasias y Lucrecias el mismo que después: ancho el cogote, y fornida la espalda, y carnes recias, y encallecido el pie de andar al trote, y un ribete de zafias y de necias, eran donaire y hermosura y dote; y el rapazuelo a la materna ubre mamaba lo rollizo y lo salubre. Por este de beldad primer instinto, temprana Troya, ardió la choza un día, y el arroyo corrió de sangre tinto, y el adüar cambió de dinastía. Tipo después acá y allá distinto prevaleció; la griega fantasía encarnó el suyo en palpitantes bronces; ¿mas fue mejor que el de antes el de entonces? Creo que una joroba no hermosea, que un hombre sin nariz no es un Apolo, y que la calva es una cosa fea en el austral y en el opuesto polo; sigo también la popular idea de preferir dos ojos a uno solo; en esto mis creencias recopilo sobre lo bello; en lo demás vacilo. Pero cualquier dechado de hermosura que una edad reconozca y autorice, cualquiera que el lenguaje y la armadura sean con que le ensalce y patronice, siempre de amor la loca travesura (y de ello Salomón que así lo dice, dejó en sí mismo insigne documento) de la razón se burla y del talento. Testigo este Agricán, que delirando de amor conmueve el Asia, y luto y duelo a tantas gentes da; testigo Orlando, de varonil virtud cabal modelo en otro tiempo, ahora oprobio infando de la cristiana fe, del patrio suelo, embelesado en tontos amoríos, indignos de su fama y de sus bríos; Testigo Sacripante, que destruye todo su pobre pueblo circasiano por un mentido bien, que se le huye, cuando ya piensa en él poner la mano. Y a tanto adorador ¿qué retribuye por el largo penar y el cotidiano peligro de la lanza y de la espada esta mujer falaz, desamorada? Desamorada para todos, menos el que odia y vilipendia su hermosura; por éste sólo anubla los serenos ojos, a los demás o falsa o dura. ¡Cuántos por ella extensos campos llenos están de informes troncos, inmatura mies de la Parca! Y ya su altar infausto viene en sangre a bañar nuevo holocausto. Forman los dichos caballeros nueve, aunque pequeña, irresistible escuadra; la cual, por dondequiera que se mueve, enteras huestes rinde, abre, taladra. Como a una causa al parecer tan leve tanto tumulto en su opinión no cuadra, ignorando Agricán qué cosa sea, dudoso un breve instante titubea. Mas luego Orlando le quitó la duda, que se le fue, con Durindana, encima. No recibió Agricán jamás tan cruda carga, y el mismo rey así lo estima. En vano se enfurece, en vano suda, en vano apela al arte de la esgrima, en vano el tiempo y el esfuerzo gasta; escasamente a defenderse basta. Metiose por fortuna de repente entre los dos gran golpe de canilla, y a pesar de uno y otro combatiente partida fue la horrífica batalla. Orlando se reúne con su gente, y empujan juntos la cerrada valla de tanta espada, lanza, pica, porra; no hay sino su valor que los socorra. Como silbante plomo un balüarte de débiles adobes aportilla, las filas de este modo rompe y parte a gran correr la intrépida cuadrilla. Descabezados troncos de una parte y otra cayendo van que es maravilla. Al ver delante tanta sangre y tanto destrozo, tiembla Angélica de espanto. Pues Agricán, que al fin se desembarga del gran tropel en que arrastrado gira, y ve los caballeros a no larga distancia, y la beldad por quien suspira, pensad con qué furor vuelve a la carga, y con cuánta violencia Amor le tira, cuando a la mano el cielo le coloca la prenda antes guardada en la ardua Roca. Contando que le echaba ya la uña, aguija hacia los nueve; y como era el buen Roldán la punta de la cuña que hace en las filas tártaras tronera, embístele; y si bien no le rasguña las encantadas carnes, de manera le muele y le magulla y le fatiga, que a recogerse en el pavés le obliga. En esto Radamanto, el jayanote que al Duque derribó, da en la tetilla a Balán con el asta; al recio bote va al suelo el rey, hundida una costilla; pero esgrimiendo el corvo chafarote lava con harta sangre esta mancilla; terrible cosa de mirar fue aquélla; de un tajo solo, a dos o tres degüella. A su corcel por todas partes busca; que pueda recobrarlo dificulto, pues tan espesa polvareda ofusca los ojos, y tan grande es el tumulto, el confuso tropel y la chamusca, que a cuatro pies no se distingue un bulto; triste de aquel que pierde en ella el tino, pues de salud no encontrará camino. Visto que le hubo en tan dudoso estrecho, fue a socorrer Grifón al rey Balán; y como en otro encuentro se le ha hecho pedazos el lanzón, y aquel jayán el suyo enristra y se lo apunta al pecho, temeroso Grifón de algún desmán, tírale un tajo que le corta el asta en dos pedazos, como blanda pasta. Radamanto, arrojando el cabo al suelo, recibe con la espada al adversario. Trábase igual entre los dos el duelo, y danse golpes con suceso vario. No se llevaba el uno al otro un pelo de ventaja; y durora el sanguinario trance sin duda alguna todo el día, si no se entrometiera Santaría; Santaría de Suecia, que ha querido, por sus pecados o su mala estrella, lidiar con Antifor; y le ha cabido tan desmedida zurra, que atropella atolondrado y casi sin sentido por cuanto encuentra al paso, y va y se estrella con Radamanto y con Grifón, haciendo tanto alboroto y confusión y estruendo, que el corcel del gigante se dispara y por las filas rompe como flecha. Crece la turbación y la algazara; todos corren a izquierda y a derecha; corren, y nadie vuelve atrás la cara, y cada cual a su vecino estrecha; éste empuja, aquél vuelca, esetro casca; parece el campo súbita borrasca, cuando a lo lejos por la mar serena levanta el viento crespa espuma, y cunde de un lado y otro el temporal, y suena más y más, según raudo se difunde, hasta que el horizonte en torno llena, y vasta playa estrepitoso tunde; corriendo el campo va del mismo modo la horrenda gresca, y lo alborota todo. Miraba el ruso Argante en otra parte la reñida refriega, y a su vista hubo de presentarse Brandimarte, a quien nada parece que resista. Un rato aquel bribón se estuvo aparte, atisbando el momento en que le embista; y cuando la ocasión vio favorable, cierra con él, llevando en alto el sable. Brandimarte, si bien la desventaja tuvo al principio, se repuso luego; sube el acero prestamente y baja, y sigue entre los dos igual el juego. Y de los nueve cada cual trabaja no menos; y al herir no dan sosiego Adriano, el conde Claros, ni Aquilante, ni el Rey Balán, que haciendo va de infante; ni Antifor, ni Grifón, ni el conde Uberto, ni Roldán, sobre todos animoso; los cuales juntamente y de concierto, acuchillando a roso y a velloso, dejan rastro larguísimo cubierto de un cúmulo de muertos espantoso; pero por más que ayudan a Balano, fue menester dejarle en el pantano. Tremendo fue el destrozo, extravagante; y sin embargo, vese siempre el mismo descomunal ejército delante, que no cabe en el campo, ni en guarismo; en medio de la trápala incesante, parece que regüelda el hondo abismo, y que de tanta multitud se ahita, y nuevamente al mundo la vomita. Un poco menos fácil el camino a la pequeña hueste se ofrecía, pues se lo cierran Agricán, Brontino, Lurcón y Poliferno y Santaría. Éste, llevando a Uldano de padrino, a Antifor nuevamente desafía; y sostiene a los dos aquel bergante de Radamanto, y a los tres Argante. Peleaba Antifor heroicamente Con todos cuatro; pero a tanto exceso no pudo contrastar, por más valiente que fuese; en suma, le llevaron preso. Y vueltos al lugar do el remanente de la cuadrilla aguanta el grave peso de la enemiga hueste, con más brava furia la sanguinosa lid se traba. Hace la escolta de la bella dama prodigios de valor en su defensa; pero Agricán, que cada vez se inflama en pasión más ardiente y más intensa, «A ellos» furibundo, «a ellos» clama, y arremete de modo que no piensa nadie sino en salvar la propia vida, de cien opuestas puntas combatida. La Dama, al verse en tan estrecho paso, apelar al anillo determina; mas metiolo en el seno por acaso al salir del jardín de Dragontina; y buscándolo ahora (¡fuerte caso!), no pudo hallarlo; y casi desatina creyéndolo perdido, y que en perdello a su mala ventura ha puesto el sello. Del cabello se tira, y se maltrata, y al Conde voces da que la: liberte. El Conde se enfurece, se arrebata, y llamaradas por los ojos vierte; tíñesele la cara de escarlata, y aprieta las rodillas de tal suerte que no tuvo vergüenza Brilladoro de echarse a tierra, y brama como un toro. Mas álzase ligero, que el sañudo Conde le hace saltar de un espolazo. Ni es ya a sus iras suficiente el crudo herir de punta y filo y cintarazo; échase a las espaldas el escudo como si le sirviera de embarazo, y con ambas las manos empuñada brilla como un relámpago la espada. Muévese Durindana, que no fuera cosa fácil decir si sube o baja; y abriendo a su señor ancha carrera, batallones enteros desparpaja; asombro da mirar de qué manera punza, troncha, cercena, hiende, taja; horroriza el silbar de la iracunda espada, que de sangre el suelo inunda. A un peón que se mete en la jarana degüella; y fue la cosa divertida; tiene tan fino el corte Durindana, y cuando el buen Roldán le infunde vida con tal blandura y suavidad rebana, que el pobrecillo no sintió la herida, y dando tajos con el ojo abierto, andaba acá y allá, y estaba muerto. Ocasión de su propia desventura fue al pobre Radamanto su grandeza. Viole tan alto Orlando, y se la jura. Tírale un gran fendiente a la cabeza, y de la coronilla a la cintura le parte en dos, y ni aun allí tropieza, que hasta los dos arzones ha tajado; cayó medio jayán de cada lado. Hállase Saritrón algo adelante, haciendo de peones gran cosecha, y vista la tragedia del gigante, de escabullirse la ocasión acecha. Rebanole la espada fulminante el tronco de la izquierda a la derecha; cayó el sangriento busto al pie de Orlando, y siguen las dos piernas cabalgando. Hácele igual honor al rey Brontino, pues de un revés le corta la cabeza, que con el yelmo y la cimera vino rodando por el campo una gran pieza. Pendragón, rey de Gocia, en el camino estaba por descuido o por simpleza; tírale Orlando al cuello una estocada, y le salió por la cerviz la espada. La cual, no hallando obstáculo bastante, hasta la guarnición no es mucho que entre, ni que, como esconderse piense Argante detrás de Pendragón, saliendo encuentre la punta de la hoja penetrante al pobre diablo, y le barrene el vientre; cae muerto Pendragón, y al mismo punto Argante echó a correr medio difunto. Corría el infeliz cuanto podía, sobre el arzón llevando la asadura, mientras que Orlando en pos también corría, que la cuestión finalizar procura; y de paso una gran carnicería hace de cuanto encuentra en la llanura. ¿A qué pedir perdón, merced ni gracia? que su furia, aun matando, no se sacia. No hay terremoto, no hay tormenta oscura, ni rápida avenida, que le iguale; no le resiste espada ni armadura; hüir o pelear lo mismo vale; pone espanto de lejos su figura, que entre un montón de muertos sobresale; parece que en el yelmo el rostro le arda; todos al verlo gritan: «¡guarda! ¡guarda!» Con Agricán batalla pavorosa trababa en tanto el joven Aquilante, cerca de donde Angélica llorosa llamaba a voces al señor de Anglante. Era ya de Aquilante peligrosa la situación; mas llega en ese instante el Conde, quebrantando armas, bridones, banderas, caballeros y peones. Como era aquel mancebo su pariente, sobrino de Alda bella, y le traía a mal traer el Tártaro inclemente, y las plegarlas de su dama oía, quiso librar el pleito a un gran fendiente sobre el testuz del rey de Tartaría; tigre sobre la res no da igual salto que el Conde sobre el rey, la espada en alto. En la cabeza el más desapiadado golpe que dado fue jamás, le asienta. Merced al morrïón, que era encantado, Agricán, si no es eso, no la cuenta. Quedó el rey de sentido enajenado, y apenas a caballo se sustenta; mas el gentil bridón, huyendo a escape, impide que a su dueño el Conde atrape. Bayardo era el bridón, y el conocello maravillado, al conde Orlando deja; antes no pudo reparar en ello; tanto le desfigura y desemeja la malla que le cubre frente y cuello y el cuerpo hasta la cola y la cerneja. Orlando aguija con el doble empeño de apoderarse del bridón y el dueño. Síguelos por el campo a rienda suelta, creyendo que la Dama no tenía ya que temer; mas en la gran revuelta que en derredor por todo el campo había, ejecutaron una acción resuelta Poliferno, Lurcón y Santaría; Santaría a la Dama echando el guante llévasela abrazada por delante; y defienden la presa Poliferno y el rey Lurcón, y se les junta Uldano, sin duda alguna el más malvado terno que tuvo en sus brigadas Agricano. Los seis barones entre aquel infierno de bruta gente casi dan de mano contra tan grueso ejército, a la empresa de salvar a la mísera Princesa. Lástima grande causa oír el duelo de la cautiva, que, a los vientos dando la rubia cabellera, sin consuelo gritaba: «¡Orlando mío! ¡Amado Orlando!» Traen a Clarïón al redopelo, y a Brandimarte va el vigor menguando; ni ya es Uberto a resistir bastante, ni Grifón, ni Adriano, ni Aquilante. Agricán que entre tanto se recobra, vuelve anhelante a vindicar su afrenta; y vuelve en pos Orlando, que la obra creyó acabada por error de cuenta. Con gran sorpresa advierte que zozobra el bando amigo en muy mayor tormenta, y oye la voz doliente de la Dama que sin cesar «¡Orlando! ¡Orlando!», clama. Lánzase como un tigre a la pandilla que le lleva su dueño soberano, y a Lurcón en la misma coronilla un golpe da como de aquella mano; hácele la cabeza una tortilla, que, en vez de dar de filo, dio de plano; el yelmo a tierra va, si antes redondo y empenachado, informe ahora y mondo. ¡Extraña cosa, inusitada y fiera, que superar parece a fuerza humana! No se ve de Lurcón la calavera en parte alguna próxima o lejana; dentro del yelmo no se halló ni fuera; volviola toda polvos Durindana. Medroso Santaría, sólo pudo en la bella cautiva hacerse escudo. Otro recurso o fuerza o poderío que en aquel trance le defienda, ignora. Sujeta el brazo y tiene a raya el brío el Conde, por no herir a su señora. Mas ella grita: «Orlando, Orlando mío, si me tienes amor, muéstralo ahora; mátame con tus manos; antes muera que verme de estos canes prisionera». Confuso el Conde y por demás perplejo no sabe qué resuelva; al fin, la espada envaina, y toma por mejor consejo matar a aquel ladrón de una puñada. Temblaba el malandrín por su pellejo; y al ver la invicta diestra desarmada, creyó trocado el lance, y determina valerse de ocasión tan peregrina. De la Dama que lleva delantera sobre el siniestro brazo echó la carga, porque mejor de adarga le sirviera, dado que menester hubiese adarga; y al Conde una estocada en la ventrera, mucho más pronto que lo digo, alarga, que, echado a las espaldas el escudo, de todo amparo le creyó desnudo. Mas el escudo al Conde tanto importa, como si fuera un bulto de diamante. El Conde quiso hacer la cuenta corta pagando con usuras al instante; a dos dedos del tronco de la aorta le imprime el puño y el ferrado guante; quítale así la vida; así rescata la bella presa; y de salvarla trata. En brazos la tomó, y el acicate hincando a Brilladoro, hacia la Roca corre veloz, y cuanto encuentra abate. Agricán, que le ve, se abrasa en loca furia; seguirle quiere; mas combate con seis a un tiempo, y lo peor le toca; los seis la lid con nuevo aliento emprenden, y ya en lugar de defenderse, ofenden. Llega en tanto a la puerta del castillo el Conde amante, y que le admitan ruega; mas Trufaldín, el consumado pillo, asomada a una torre, se lo niega; y no sólo rehusa recibillo, sino le insulta, y a intimarle llega que guerra les harán él y su gente, si de allí no se apartan prontamente. Insta la Dama y llora; mas en vano. Grita y brama Roldán; pero sin fruto. Acércase Agricán; se acerca Uldano; y nada mueve el alma de aquel bruto. Hierven de gentüalla risco y llano, y estará toda en menos de un minuto al pie del alta Roca; y el malvado más terco cada vez, más obstinado. Las piedras y los dardos menudea mezclando con las obras el denuesto. Pues ¿quién podrá formarse alguna idea de la pasión, del frenesí funesto que al corazón de Orlando señorea, en tal peligro y tal afrenta puesto? Brama de enojo y de pavura treme; mas no por sí, por ella sola teme. Teme por la beldad que adora fino; en cuanto a sí ningún temor abriga. Le arroja de los muros Trufaldino, y ya la chusma bárbara enemiga envuelta en polvoroso remolino osada embiste y más y más le hostiga con dardos y venablos y saetas, al son de los clarines y trompetas. Clarión y Aquilante y Adrïano lidian con Agricán a todo trance; el noble Uberto es un león insano; donde él está no hay bárbaro que avance; proezas de ardimiento sobrehumano, hace Grifón en repetido lance; y Brandimarte, si decirse puede, en fuerza y brío a los demás excede. La Dama en tanto al pie del muro gime, y ruega humilde el Conde a Trufaldino que por Dios se conduela y se lastime de una infeliz que a tan crüel destino reducida se ve; nada hay que lime el corazón perverso, diamantino, de aquel traidor, para quien es materia de pasatiempo el llanto y la miseria. No hay ruego, no hay promesa que le ablande, y en el alma de Orlando el reprimido furor fermenta; y cada vez más grande, revienta al fin con hórrido estallido. Por más que el Conde a sus afectos mande, por más que, en el hablar, desconocido le fue el baldón, denuestos cuando tocan en lo más vivo, a denostar provocan. «Recibirasme, infame, a tu despecho, le dice, haz cuanto puedes, cuanto sabes; será este muro en átomos deshecho para que al fin, como debiste, acabes; arrancaré de tu alevoso pecho el corazón; lo comerán las aves; nada, aunque fuese el mundo de tu parte, de la horca, follón, podrá salvarte». Diciendo así, descarga con el lomo de la espada tal golpe en la muralla, que hace saltar dos piedras de gran tomo. Trufaldín, que de Orlando en la batalla supo los hechos, y ve ahora cómo terror infunde y susto a la canalla, y se figura que a la Roca misma con la tremenda espada hunde y abisma, Y observa el fuego que en sus ojos arde, y oye de aquel acento la braveza; como de suyo es la traición cobarde, pónese a tiritar de pie a cabeza; y si antes hizo de insolencia alarde, de abatimiento ahora y de bajeza. «Pon mientes, Conde, a lo que digo; apelo, de mi verdad en testimonio, al cielo. »Negar no puedo, ni negar podría, que contra mi señora he delinquido; pero la culpa principal no es mía, que en Dios y en mi conciencia no he tenido» la menor intención de felonía, y probarelo, siendo Dios servido. Contra mí cometieron mil excesos mis camaradas y los puse presos. »Esta es mi culpa, y es lo que me abona si todo falso juicio se destierra; porque jamás fue blanco una persona de tan injusta y tan malvada guerra. Mas como el ofensor nunca perdona, sé que, en viéndose libres, cielo y tierra moverán contra mí, y han de quererte inducir a mi afrenta y a mi muerte. »Así que, mi señor, si entrar pretendes, será con pacto y juramento expreso de que a pie y a caballo me defiendes, y me mantienes salvo, sano, ileso, y si alguno me ataca, al punto emprendes batalla, y me le entregas muerto o preso. Si esta precisa condición te agrada, entras; si no la aceptas, no hay entrada. »Y lo que a ti te digo, a todos digo; a nadie admitiré, sin que primero, poniendo a el alto cielo por testigo, me dé palabra y fe de caballero, que en todos lances estará conmigo y ha de ampararme a fuero y contra fuero, mientras se tenga en pie, mientras respire; y el que no jure así, que se retire». Orlando inexorable se lo niega, antes con más enojo le amenaza; mas la Dama intercede y se lo ruega, y el cuello al Conde estrechamente abraza. Aquella alma soberbia se doblega, y a Trufaldín le sale bien la traza. El desabrido trago apura el Conde; jura por sí y de los demás responde. Aquilante, Adrïano, Brandimarte, Grifón y Clarión y el conde Uberto, lidiando están con Agricano aparte, que, si bien de fatiga medio muerto, fiera descarga entre los seis reparte; y aunque en la Roca al fin tomaron puerto, si Orlando en su defensa no viniera, desocupado ya, no sé qué fuera. Pues, como digo, entraron en la Roca, asilo dentro y fuera mal seguro, donde por toda munición de boca un caballo salado, seco y duro, se les sirve a la mesa, y no fue poca dicha, que, estando bloqueado el muro de tanta muchedumbre, alguna gente tuvo en esta ocasión que estar a diente. Cupo a Roldán de aquel caballo un cuarto, y se comieron los demás el resto. Aunque la carne está como un esparto, no hubo ninguno que le hiciese gesto. Diz que Roldán apenas quedó harto. Ello es que consumido ya el repuesto, o han de buscar, lidiando, vitüalla, o será con el hambre la batalla. Determinaron que al siguiente día Roldán con este fin bajase al llano, y que le hiciese Uberto compañía, Clarïón y Brandimarte y Adrïano. Y porque justamente desconfía de Trufaldín el Senador romano, a Grifón y Aquilante en el interno ámbito del castillo da el gobierno. Orlaba el manto de la noche umbría una cinta en Oriente rosa y alba, y el coro alado en dulce melodía cantaba ya la bienvenida a el alba. Sale Roldán con el naciente día; y sonando su cuerno, hace la salva al ejército tártaro; aquel cuerno que remeda el bramido del infierno. No alegre entonces y festivo suena como de quien cazando se deporta, sino como la nube cuando truena, y sierpes de purpúrea lumbre aborta. De sobresalto y de pavor se llena la hueste de Agricano, y queda absorta; no hay uno solo que a Roldán resista; todos corren, huyendo de su vista. Solo a los fugitivos el sañudo Agricano delante se presenta. El acero mostrándoles desnudo, en balde contener la fuga intenta; que si atajarla en una parte pudo, por otras mil la turbación se aumenta, y al ronco son que amenazando brama, veloz por todo el campo se derrama. Vuelve altivo los ojos Agricano, y al ver que en derredor de monte a monte hierve el cobarde vulgo, y en el llano la amedrentada turba hace horizonte, la espada envaina; la derecha mano (cuál ángel infernal que al cielo afronte) alza, apretando el puño fieramente, y de mirar no se dignó a su gente. Della no haciendo ya maldito caso, monta el corcel, escudo toma y lanza, por la revuelta chusma se abre paso, y a la contienda embravecido avanza. Combatir quiere él solo a campo raso; y lleno de valor y confianza, suena también su cuerno horriblemente. El resto oiréis en el cantar siguiente.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
En_El_Puente_Del_Barco_Que_La_Aleja
En el puente del barco que la aleja Del país de naranjos y jazmines, Visión soñada y fúlgida semeja Como en concierto de arpas y violines. En un ensueño azul flotar parece; Rinde las almas, al andar, su porte, Y el claro encanto de la luz florece En su belleza pálida del Norte. Melancólica, el ruido la importuna, Y como lejos de terreno halago, Y de blanco vestida, es luz de luna Que va dormida en el cristal de un lago. Sentada, pensativa ¿irá su mente Al país de naranjos y jazmines? Y cierra las pupilas lentamente Como en concierto de arpas y violines.
es
Neruda,Pablo
<XXI
La_Pata_Gris_Del_Malo_Pisó_Estas_Pardas_Tierras
La pata gris del Malo pisó estas pardas tierras, hirió estos dulces surcos, movió estos curvos montes, rasguñó las llanuras guardadas por la hilera rural de las derechas alamedas bifrontes. El terraplén yacente removió su cansancio, se abrió como una mano desesperada el cerro, en cabalgatas ebrias galopaban las nubes arrancando de Dios, de la tierra y del cielo. El agua entró en la tierra mientras la tierra huía abiertas las entrañas y anegada la frente: hacia los cuatro vientos, en las tardes malditas, rodaban —ululando como tigres— los trenes. Yo soy una palabra de este paisaje muerto, yo soy el corazón de este cielo vacío: cuando voy por los campos, con el alma en el viento, mis venas continúan el rumor de los ríos. A dónde vas ahora? —Sobre el cielo la greda del crepúsculo, para los dedos de la noche. No alumbrarán estrellas... A mis ojos se enredan aromos rubios en los campos de Loncoche.
es
López_Velarde,Ramón
<XXI
Me_Despierta_Una_Alondra
Hasta el ángulo en sombra en que, al soñar los leves sueños de la mañana, funjo interinamente de árabe sin hurí, llega la dulce voz de una dulce paisana. La alondra me despierta con un tímido ensayo de canción balbuciente y un titubeo de sol en el ala inexperta. ¡Gracias, Padre del día, oh buen Pastor de estrellas cantando por Banville! Gracias por el saludo en que esta embajadora del alba, me ha traído un mensaje de abril; gracias porque el temblor de su canto se funde con las madrugadoras esquilas de mi tierra, y porque el sol que tiembla en sus alas no es otro que el que baña la casa en que nací, y el valle azul, y la azul sierra. ¡Gracias porque en el trino de la alondra, me llega, por primer don del día, este don femenino! ¡Gracias, Padre del día, oh buen Pastor de estrellas cantando por Banville! Gracias por el saludo en que esta embajadora del alba, me ha traído un mensaje de abril; gracias porque el temblor de su canto se funde con las madrugadoras esquilas de mi tierra, y porque el sol que tiembla en sus alas no es otro que el que baña la casa en que nací, y el valle azul, y la azul sierra. ¡Gracias porque en el trino de la alondra, me llega, por primer don del día, este don femenino! ¡Gracias porque en el trino de la alondra, me llega, por primer don del día, este don femenino!
es
Coronado,Carolina
<XXI
Hay_Escrito_Un_Cantar_Muy_Doloroso
Hay escrito un cantar muy doloroso en una historia triste que poseo, para cuando el alegre balbuceo deje, Emilio, tu labio bullicioso; para cuando del álamo frondoso que tan lejano de tu frente veo toque a las ramas la graciosa mano que ahora no alcanza al peralillo enano. Vago, amoroso, indefinible canto que yo no pronuncié, que nadie ha oído por tu risa infantil interrumpido, borrado a medias por mi ardiente llanto; memorias para ti de tierno encanto encierra ese cantar, que lleva unido al sueño de tu infancia venturosa el de mi larga juventud penosa. Hoy mis pinceles para ti son vanos; tú no conoces tu retrato ahora; allí está tu cabeza seductora en el grupo no más de dos hermanos; cuadro es sencillo, obra de mis manos, niño que ríe junto a mujer que llora, aire que vaga junto a flor marchita, y la destroza más cuando la agita. Mas, no pienses historia peregrina relatada escuchar en mis cantares; todos del alma mía los azares en la tristeza están que la domina: si no es desventurada, lo imagina, y es lo mismo que todos los pesares del mundo tenga, que los sueñe todos, si se sufre igualmente de ambos modos. Y lo mismo que lloro, Emilio, llora la multitud sin conocer tampoco el grande, oculto, inapagable foco de la llama del mal devoradora; ¿será que aún niño nuestro siglo ahora pugna impaciente, como tú hace poco, por romper las estrechas ligaduras de sus largas envueltas vestiduras? ¿Será que de sí propio avergonzado a comprender empieza su ignorancia? ¿Que entre las tiernas formas de su infancia siente latir un corazón formado? ¡Ay! eso es; su espíritu exaltado le hace correr larguísima distancia, pero, a su cuerpo débil y rendido fáltale fuerza y quédase dormido. Cesan las guerras, y en la paz se aclaman libres los pueblos, sabios venturosos; ¿por qué los corazones silenciosos tantas secretas lágrimas derraman? Unos al cielo sin consuelo claman, ahogan otros sus gritos dolorosos; ¿es que a ninguno la común ventura toca, a que todos gimen por locura?... A los niños, Emilio, a ti te toca; ven a mofarte de mis cantos vanos; en tus brazos dulcísimos hermanos ven a estrecharme con tu risa loca, y séllame los labios con tu boca y escóndeme los ojos con tus manos, ¡y el bullicio infantil de tu contento el eco aturda de mi triste acento!
es
Cenamor,Francisco
XXI
Palestina_Y_El_Bumerán
la trayectoria que describe una piedra que lanza un muchacho cualquiera de trece años en una calle cualquiera de ramala es proporcional al curso que sigue un grito de libertad arrolladora la parábola de un misil cualquiera que trata de evitar la trayectoria de la piedra en la misma calle de ramala es por tanto inversamente proporcional a cualquier tipo de solución negociada al conflicto en ocasiones un pueblo tomado al azar sobre el que se ejerce un impulso genocida es capaz de no haber aprendido en absoluto que también dicho pueblo elegido comete genocidio cuando toma lo que no es suyo el empuje de un tanque contra una casa cualquiera de jenin trae consigo un efecto contrario que acciona irremediablemente contra un mercado de tel-aviv por tanto conducir a un pueblo a la desesperación siempre ocasiona una trayectoria de efecto bumerán
es
Parra_Pozuelo,Manuel
XXI
Rosa_Inmortal
¡Oh, rosa inmemorial! ¡Oh, rosa pura! Tú alumbras las tinieblas de mis días, en este otoño de mañanas frías, que sólo en ti conserva la ventura. Oh, flor emblema y cifra de hermosura, rosa de mil maneras , alegrías del tiempo en que a la infancia despedías con presagios de llantos y amarguras. Quisiera yo que mi postrer mirada se llevase tu luz y tu pureza en el fondo del ojo retratada, para que, al retornar a la naturaleza, fueses devuelta a tu primer morada al origen de toda tu belleza.
es
Galeano,Eduardo
<XXI
Resurrecciones/4
Peca el que miente, dice Ernesto Cardenal, porque roba verdad a las palabras. Allá por 1524 fray Bobadilla hizo una gran hoguera en la aldea de Managua y arrojó a las llamas los libros indígenas. Esos libros estaban hechos en piel de venado, en imágenes pintadas con dos colores: el rojo y el negro. Hacía siglos que a Nicaragua la venían mintiendo, cuando el general Sandino eligió esos colores, sin saber que eran los colores de las cenizas de la memoria nacional.
es
Unamuno,Miguel_de
<XXI
Eucaristía
Amor de Ti nos quema, blanco cuerpo; amor que es hambre, amor de las entrañas; hambre de la Palabra creadora Amós, VIII, 11. que se hizo carne; fiero amor de vida que no se sacia con abrazos, besos, Juan 1, 14. ni con enlace conyugal alguno. Sólo comerte nos apaga el ansia, pan de inmortalidad, carne divina. Nuestro amor entrañado, amor hecho hambre, ¡oh, Cordero de Dios!, manjar Te quiere; quiere saber sabor de tus redaños, comer tu corazón, y que se derrita sobre el ardor de nuestra seca lengua: que no es gozar en Ti: es hacerte nuestro, carne de nuestra carne, y tus dolores pasar para vivir muerte de vida. Y tus brazos abriendo como un muestra de entregarte amoroso, nos repites: «¡Venid, tomad, comed: éste es mi cuerpo!» Lucas XXII,19; 1 Corintios XI, 24. ¡Carne de Dios, verbo encarnado, encarna nuestra divina hambre carnal en Ti!
es
Palacios,Zacarías
XXI
Una_Duda_Me_Aprisiona_Y_Alza_Su_Voz_En_Mi_Mente
Una duda me aprisiona y alza su voz en mi mente dejando sombras insistentes que repiten su rumor y dejan siempre temblando sus ansias para saber quién bordará la mañana con fulvos hilosde sol. ¿Será una hada nocturna que silenciosa teje sus encajes de calor? ¿Será un duende mañanero con sus dedos de color que va urdiendo, en la altura bajo la bóveda azul, esa alfombra de fulgor? Sea quien sea el artista que, en el ámbito colgante y solemne, hace brotar esa flor es divino el artesano que nos trae esa emoción. Quiero traer la mañana al campo del corazón.
es
López_Velarde,Ramón
<XXI
Pobrecilla_Sonámbula
Con planta imponderable cruzas el mundo y cruzas mi conciencia, y es tu sufrido rostro como un éxtasis que se dilata en una transparencia. ¡Pobrecilla sonámbula! Pareces, en tu ruta de novicia, ir diciendo al azar: «No me hagáis daño; temo que me maltrate una caricia». Devuelves su matiz inmaculado al paisaje ilusorio en que te posas y restituyes en su integridad inocente a los hombres y a las cosas. Así cruzas el mundo, con ingrávidos pies, y en transparencia de éxtasis se adelgaza tu perfil, y vas diciendo: «Marcho en la clemencia, soy la virginidad del panorama y la clara embriaguez de tu conciencia». ¡Pobrecilla sonámbula! Pareces, en tu ruta de novicia, ir diciendo al azar: «No me hagáis daño; temo que me maltrate una caricia». Devuelves su matiz inmaculado al paisaje ilusorio en que te posas y restituyes en su integridad inocente a los hombres y a las cosas. Así cruzas el mundo, con ingrávidos pies, y en transparencia de éxtasis se adelgaza tu perfil, y vas diciendo: «Marcho en la clemencia, soy la virginidad del panorama y la clara embriaguez de tu conciencia». Devuelves su matiz inmaculado al paisaje ilusorio en que te posas y restituyes en su integridad inocente a los hombres y a las cosas. Así cruzas el mundo, con ingrávidos pies, y en transparencia de éxtasis se adelgaza tu perfil, y vas diciendo: «Marcho en la clemencia, soy la virginidad del panorama y la clara embriaguez de tu conciencia». Así cruzas el mundo, con ingrávidos pies, y en transparencia de éxtasis se adelgaza tu perfil, y vas diciendo: «Marcho en la clemencia, soy la virginidad del panorama y la clara embriaguez de tu conciencia».
es
Salinas,Pedro
<XXI
¡Qué_De_Pesos_Inmensos,
¡Qué de pesos inmensos, órbitas celestiales, se apoyan —maravilla, milagro—, en aires, en ausencias, en papeles, en nada! Roca descansa en roca, cuerpos yacen en cunas, en tumbas; ni las islas nos engañan, ficciones de falsos paraísos flotantes sobre el agua. Pero a ti, a ti, memoria de un ayer que fue carne tierna, materia viva, y que ahora ya no es nada más que peso infinito, gravitación, ahogo, dime, ¿quién te sostiene si no es la esperanzada soledad de la noche? A ti, afán de retorno, anhelo de que vuelvan invariablemente, exactas a sí mismas, las acciones más nuevas que se llaman futuro, ¿quién te va a sostener? Signos y simulacros trazados en papeles blancos, verdes, azules, querrían ser tu apoyo eterno, ser tu suelo, tu prometida tierra. Pero luego, más tarde, se rompen —unas manos—, se deshacen, en tiempo, polvo, dejando sólo vagos rastros fugaces, recuerdos, en las almas. ¡Sí, las almas, finales! ¡Las últimas, las siempre elegidas, tan débiles, para sostén eterno de los pesos más grandes! Las almas, como alas sosteniéndose solas a fuerza de aleteo desesperado, a fuerza de no pararse nunca, de volar, portadoras por el aire, en el aire, de aquello que se salva.
es
Ibarbourou,Juana_de
<XXI
¡Qué_Pequeño_Es_Mi_Sueño,_Qué_Delgado
¡Qué pequeño es mi sueño, qué delgado, y qué pobre, mi sueño que no tiene ni rosas, ni alcanfores, ni venado, y a pie descalzo por el fango viene! Mi sueño, tan hambriento y flagelado que noche a noche a mi costado adviene tiritando de frío, y se sostiene con un hilo de aliento congelado. En el pasado fue tan poderoso que frente a él eran la loba, el oso, juguetes sin valor, pálida arcilla. Dueño de mundo y señor de un cielo, lo venció mi demonio del desvelo, que lo ha vuelto una máscara amarilla.
es
Campoamor,Ramón_de
<XXI
¡Pobre_Carolina_Mía!
¡Pobre Carolina mía! ¡Nunca la podré olvidar! Ved lo que el mundo decía viendo el féretro pasar: Un clérigo. Empiece el canto. El doctor. ¡Cesó el sufrir! El padre. ¡Me ahoga el llanto! La madre. ¡Quiero morir! Un muchacho. ¡Qué adornada! Un joven. ¡Era muy bella! Una moza. ¡Desgraciada! Una vieja. ¡Feliz ella! —¡Duerme en paz!—dicen los buenos. —¡Adiós!—dicen los demás. Un filósofo. ¡Uno menos! Un poeta. ¡Un ángel más!
es
Pombo,Rafael
<XXI
El_Cajista
Cada cual tiene un cabrión, Enemigo tramoyista, Su numen de indigestión, Diablo sin excomunión Ni exorcista. No hay pobre tan infeliz Que le falte petardista, O habladora secatriz, O algún vecino aprendiz. Violinista. Mi acreedor, mi purgante. Cuando me da por versista. No es el fatal consonante. Ni el mal lector, ni el cantante. Ni el copista. Lo que me hace aborrecer A Apolo y a Guttenberg Y que del arte desista, Es este buen Lucifer, Del Cajista. Viva lástima me da Tanto inmortal que hoy no chista, Si para leerse acá Desde el cielo donde está Tiene vista. Largo es de culpas el rol De cada bardo español Si iguala erratas la lista; Beato él si es su crisol Su Cajista, El Cajista más chambón Es un pasmoso alquimista, Que del mismo Cicerón Saca un asno, y a Platón Ateísta. Dijo Dios: «La luz exista», Y hubo luz. Sin más molestia Dice este gran titerista: «Sea noche» o «hágate bestia», Y está lista. ¿A quién le ocurrió jamás Que un hombre a la mar le embista Y armado? A Shakespeare dirás. Pues no hay tal: este es un as Del Cajista2. Cierta vez con tino erró, Como el orejón flautista: Cuando Roselia murió Y en rosa la transformó Imprevista3. Quizá el tal tipografista Fue un Camoens sin chaqueta, Cual varios que tengo en lista; Algún Calvo, un gran poeta Y estadista. Pues, por regla general, Es fatal contraversista, Contra poeta fatal, Y de absurdos aquel tal Contrabandista. Un anónimo enredista Que en el juicio final Nos calumnia y nos malquista Y a muchos quitó la sal Del bautista. Para él dos y dos son tres, No hay letra que le resista, Usa gafas en los pies, O para ver al revés Tiene vista. Maquinista de la gloria, Del pensamiento archivista, Nuevo Dios de la memoria, Oráculo de victoria Y conquista. ¡Oh impresor, yo te venero! Mas temo a aquel parodista De tu oficial chapucero, A ese inmortal embustero Y embudista. ¿Qué son saber, fuerza o plata Contra tal antagonista? £1 con la intención más grata Fusila con una errata Al hablista. A más de un honrado autor Privó de panegirista, Y con su aplomo impostor Cargó su fusil censor La revista. Otros hay, y en grande copia, De mollera mal provista; Mas cuya bárbara inopia Multiplica por la propia El Cajista. Si muerto no, saldrá cojo De un pie, o de ciento, el copista; O en la alma flor del manojo Quedó el leyente con ojo Y sin vista. ¿Y a errata que el vuelo alzó Quién le seguirá la pista? ¡Nadie es cual Dios lo creó Sino como lo estampó El prensista! El genio de cada cual Es la fracción que subsista Restando de su total Lo que valga de animal El Cajista. ¡Oh comadrón, cuánta idea Digna hija de un alma artista Sacas tan monstruosa y fea Que aun su madre que la vea Se contrista! «No hay mal que dure cien años, Ni cuerpo que lo resista»... ¡Miente el refrán! Son tamaños Y duran sin fin los daños Del Cajista. «¿Aguarda usted al santolio?» (Díceme tal cual droguista); ¿Cuándo un poético infolio Que lo encumbra al Capitolio Nos alista? Y yo respondo: el suicidio No está, ni estará en mi lista, Primero marcho a presidio Que al bárbaro estilicidio Del Cajista. Y una vez pasado el trance Mortal, no habrá ruin percance Que turbe mi alma optimista, Pues ya no estaré al alcance Del Cajista. En lo alto jamás fue vista Un alma o sentencia trunca, Ni por faraute un farsista: Allá no se miente nunca, No hay Cajista. Allá no truecan papeles, Ni nos prensa entre cordeles Y en galeras un Cajista, Allá no harás tus pasteles, Hojaldrista. Mas si hay en el mundo eterno Fe de erratas, ¡Dios te asista! Con ese plomo de cuerno Freirán en el infierno Al Cajista. Bien supo el Señor por qué Jesús no encontró un Cajista, ¡Gracias a Dios que no fue De ese oficio ningún E- vangelista. Con el Cajista nació La Babel protestantista, Y la verdad se volvió Tanto sí, no, qué sé yo, Y tanto ista. Lector, léeme con calma, Y si eres espiritista, Antes de echarme una enjalma Evoca el lomo o el alma Del Cajista. Cajista. Cajista, Cajista Calvo Cajista. Cajista. Cajista. Cajista. Cajista. faraute farsista: Cajista. Cajista, Cajista. Cajista, Cajista sí, no, qué sé yo, ista. Cajista.
es
Delmar,Meira
<XXI
Soneto_En_El_Amor
Estoy, amor, en ti y en el dorado desvelo de tu clima deleitoso, con el ardido corazón gozoso de su vivo tormento enamorado. Y te nombro mi día iluminado. Y te digo mi tiempo jubiloso. Alto mar de hermosura sin reposo a la cima del sueño levantado. Estoy, amor, en ti. Bajo tu cielo lejanamente mío, crece el duelo y crece la sonrisa, dulcemente. Y el canto va subiendo, sostenido por tu mano, azahar desvanecido, a la orilla del alba transparente.
es
Castañeda_Aragón,Gregorio
<XXI
Viejo_Marino
El único paisaje que no ha muerto en tus cansados ojos es el mar. Andar caminos de la tierra fuera llevar lejos, más lejos, esa fatiga de ciudades tristes que tanto pesa en tu fardel viajero. Volver sobre la móvil agua amarga —onda versátil, indecisa vela— en el total azul de la aventura! Pero, ya no será. Puños de tierra, enemigas raíces, te clavaron como espigón de barco, en la ribera. Peregrinando en soledad de gentes, con tu paso de pájaro cautivo mides tu propia sombra. Tu cabeza cuaja sal de los años. ¡Vientos secos! ¡Vientos! Y una nostalgia de intemperies, de soles claros y de cielos buenos! Mejor yacer en piélago ignorado que recorrer tu mapa de quimeras, de sueños que son sueños. Húndete, inútil lobo, en la onda mansa de una caleta. Acaba de quedarte como un áncora vieja, abandonada!
es
Carriego,Evaristo
<XXI
En_La_Gran_Copa_Negra_De_La_Sombra_Que_Avanza
En la gran copa negra de la sombra que avanza quiero probar del vino propicio a la añoranza. Quiero beber el vino que bebiéramos juntos y estos ratos, de aquéllos, serán nobles trasuntos. (No sé por qué a esta hora, sombría y silenciaria, me ha invadido el cerebro de fiebre visionaria) . En la acera de enfrente, su clara risa suena una muchacha alegre como una Nochebuena. El arrabal, desierto, conmueve un organillo, y bailan las marquesas del sucio conventillo, y vienen las memorias, conturbadas e inciertas como un vago regreso de ensoñaciones muertas He leído tu libro. Un saludo levanta la voz del entusiasmo, que perdura y que canta, la voz alentadora de buenas expansiones en las largas teorías de nuestras comuniones. Aquel señor tan loco Unico hijo de Dios, y Unico caballero nos hermanó a los dos. (Y eso que tú quisiste, no sé por qué cruel sospecha inconfesable, serle una vez infiel) Mas, ya estás perdonado. Pero en verdad te digo que en otra no te escapas sin sufrir tu castigo En la calma severa de las meditaciones: dolor de tus constantes inquietas obsesiones, ideando el derrotero de los rumbos plausibles se enfermó tu cabeza de ensueños imposibles Te veo como antes, duro en el bien y el mal, pletórico de un ansia de vida ascensional. De tus actuales fórmulas hiciste las amadas que en la expansión te ofrendan bellezas flageladas. Has volcado el consuelo de tu mejor augurio en el vaso de angustias: el cáliz del tugurio. Amas el bello gesto que en las horas aciagas tiene orgullo de púrpura para cubrir las llagas. Te obsede el clamoreo de enormes muchedumbres, que van, con su epopeya de siglos, a las cumbres Compañero: seamos en nuestra misa diaria tentación, sermón, hostia: todo menos plegaria. Cantemos en las liras de los credos tonantes la canción nunciadora de mañanas radiantes. La vida es dolor siempre, así cambie de nombre: es dolor hecho carne y es dolor hecho hombre. Libertémosla, entonces, de los contagios viles que, en la sangre, empobrecen los glóbulos viriles. ¡En marcha al país nuevo de las brumas ausentes, que un día vislumbraron los geniales videntes! Derrotando el silencio pregona la conquista el salmo combativo de un fuerte Verbo artista. Pongamos en lo hondo de las frases más sacras besos consoladores que suavicen las lacras. En procesión inmensa va el macilento enjambre, mordidas las entrañas por los lobos del hambre. Lo custodia el misterio, y lleva en sus arterias inoculado un virus de sórdidas miserias, no hay que temer la lepra que roe los abyectos: quizás es peor la higiene de los limpios perfectos. Efigien su nobleza también los infelices: ¡Blasón de los harapos, lis de las cicatrices! ¡Lidiemos en la justa de todos los rencores insignias de los bravos modernos luchadores! Para esperarte, amigo, después de la contienda, aunque sea en el yermo yo plantaré mi tienda. Te envío, pues, mis versos, mis versos torturados, como flores amargas de jardines violados ¡Y sean mis estrofas los heraldos cordiales de una lírica tropa de poemas triunfales!
es
Greiff,León_de
<XXI
Para_El_Asombro_De_Las_Greyes_Planas
Para el asombro de las greyes planas suelo zurcir abstrusas cantilenas. Para la injuria del coplero ganso torno mis brumas cada vez más densas. Para el mohín de los leyente docto marco mis versos de bizarro rictus, (leyente docto: abléptico pedante) tizno mis versos de macabros untos. Para mí... no hago nada, nada, nada, A qué contar a la olvidosa gente si el amor en mi pecho llora o canta? (a la olvidosa gente, es a saber: al aire, al viento, al sol, al río, al mar...) o a qué decir si el alma poesía, —gruña así o grazne la trivial raleaa qué decir si el alma poesía huésped es de mi torre o de mi rúa? Y que (como Villon el su tabardo, su buitre prometeiico Atlas el Sordo, como Nerón la púrpura, y la toga César el Calvo, y ponzoñosa daga el Valentino de mirar buido, y, de la Tour de Nesle precipitado, el saco Buridán, oh Margarita!) yo porto, a más del tirso y la careta, yo porto, en mí, la sombra del fastidio, signo fatal, exilio sin remedio? (como Nerón la púrpura, o la toga César el Calvo, o la siniestra daga el Valentino César, cuando arruga su ceño ante las turbas enemigas!) Un ignorado ritmo, dócil, terso, donde el absurdo corazón esparzo, ¡eso será la impertinente estrofa en que de todo mi desdén se befa, y más de mí!: desdén, sobrio estilete y el más seguro amigo en el combate contra la tribu inulta! ¡Oh Muchedumbre!: qué vales tú, si topas con el Hombre? (y el Hombre, dí, si topa con el Hambre? y Muchedumbre y Hombre con la Hembra?). Para mí no hago nada, nada, nada, ¡sino soñar, sólo vivir la vida! Para mí no hago nada... ¿acaso humo cuando en la pipa blondo aroma quemo, —si en el magín devano las ideas humo también, color de fantasía...—? Para mí no hago nada, nada, sólo soñar, vivir la vida a contrapelo. Sin un sueño de Amor más que divino —por tener de ideal y ser humano que da objeto y razón a mi durar... sin ése Amor, mejor fuérame ser una Sombra en la Sombra: quieto Buda dormitando en la Muerte o en la Vida. Para el asombro de las greyes planas suelo zurcir abstrusas cantilenas. Para ofender la mesocracia ambiente mi risa hago sonar de monte a monte; tizno mis versos de bizarro rictus para el mohín de lo leyente docto; para divertimento de mí mismo trovas pergeño: absurdos y sarcasmos! Y busco algo de ensueño y de aventura dentro la noche...! y doy la vida entera por el Amor, oh tú, sola Mujer! mientras viene el morir!
es
Herrera_y_Reissig,Julio
<XXI
Salpica,_Se_Abre,_Humea,_Como_La_Carne_Herida
Salpica, se abre, humea, como la carne herida, bajo el fecundo tajo, la palpitante gleba; al ritmo de la yunta tiembla la corva esteva, y el vientre del terruño se despedaza en vida. Ímproba y larga ha sido como nunca la prueba... La mujer, que afanosa preparó la comida, en procura del amo viene como abstraída, dando al pequeño el tibio, dulce licor que nieva. De pronto, a la campana, todo el valle responde: la madre de rodillas su casto seno esconde; detiénese el labriego y se descubre, y arde su mirada en la súplica de piadosos consejos... Tórnanse al campanario los bueyes. A lo lejos el estruendo del río emociona la tarde.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Si_El_Hacha_Abre_Una_Senda_En_La_Montaña
Si el hacha abre una senda en la montaña como en la mitológica leyenda a crecer vuelve la roída entraña: y la vegetación borra la senda. Como la selva soy; como ella quiero darle esperanza al corazón vencido; porque también, como la selva, espero que sobre tu pasión crezca mi olvido. Ya no te puedo amar cual los amantes de tus tiempos de sol: hoy me das frío. Estoy enfermo de no amar, porque antes de apurar el placer, siento el hastio... ¡Y quién sabe mirándote de lejos, surja y retoñe mi pasión exigua: una moneda de los tiempos viejos es más preciada cuanto más antigua!...
es
Caro,Miguel_Antonio
<XXI
Recuerdos
¡Cuántas tú me despiertas De olvidadas historias Tristísimas memorias, Tan pálidas e inciertas Cual la sombra que vaga Después que el sol ae apaga! Cuándo, cómo o en dónde Te conocí algún día, Pregunto al alma mía, Y mi alma no responde, A su vez meditando En dónde, cómo y cuándo. ¿Siglos hace? ¿habrá sido En este triste suelo, O en la región del cielo?... Envuelto en alto olvido Misterio tan sublime, El corazón me oprime. Así el que hendió los mares En su estación florida, Y el resto de la vida Pasó libre de azares, Si alguna vez, ya anciano, Mira bajel lejano, Cruzar ve de repente Aéreos a distancia Los días de su infancia; Más que recuerda, siente, Y al pecho con tristeza Inclina la cabeza. Siempre a ti consagrada Mi lira fue, sin duda; Pues de adormida y muda, Revive a tu mirada, Y combina sonidos Que me son conocidos. ¿Algo tú no recuerdas? ¡Oh virgen! ¿no conoces De tu cantor las voces? ¿Podrán ser de mis cuerdas Nuevos a tus oídos Los sones, los gemidos? ¡Robásteme el sosiego! ¡Por ti tanto cavilo! ¡Y desmayo, al asilo De mi dolor me entrego, Y en lo escondido lloro, Y en silencio te adoro!
es
Silva_Valdés,Fernán
<XXI
La_Carreta
Entre dos picaneadas viborea la hilacha musical de un silbido... Y pasa dando tumbos la rústica carreta, Trae bueyes manchados, Y el carrero de siempre, que es un poco compadre y otro poco romántico; usa tras de la oreja un caliente clavel colorado; monta un caballo lerdo y esgrime la picana con soltura en el brazo; esa brava picana con la que ha tiempo viene —desde los horizontes naranjas o encarnados— azuzando a los bueyes y midiendo el largor de los pagos. Y pasa dando tumbos la rústica carreta. Un arroyo risueño quiere atajarle el paso con su cinta celeste; caen al agua las ruedas, y el arroyo que es bueno —pagando bien por mal— con su propia agua herida le va colgando flecos. Y más allá es un cerro que la convida al ocio mostrándole de lejos sus piedras de colores que son como cristales que le han sobrado al cielo. Mas la carreta no repara en ello porque lleva al costado otra cosa más linda, otra cosa mejor: la boca del carrero, viva y húmeda, frunciéndose en silbido y abriéndose en canción. Y el carrero entre canto y silbido se da a soñar y a fantasear. La hora de la tarde, un rancho, una ventana cuadriculando un rostro que se escondió fugaz... Y entre las dos arrugas de su frente curtida aquella ventanita es como un ojo más. Mientras el hombre sueña las yuntas laboran hundiendo la pezuña y agachando el testuz: bajo la T mayúscula que hacen pértigo y yugo parece que llevaran más que una T una cruz. Prosigue envuelta en polvo la rústica carreta; lleva un dolor de ejes como un dolor de huesos; rueda tembleque y rota de tanto dejar cargas al portal de los pueblos, tal como esas mujeres viejas y enflaquecidas de tanto dejar hilos al portal de la vida. Enfrente a una carreta me voy sintiendo niño. A pesar de su facha claudicante y grotesca, y su andar sin premuras, su andar de caracol, tiene algo de alado y algo de tiempo antiguo, y toda porque un buey se llama «golondrina», y porque otro buey se llama «picaflor».
es
Aridjis,Homero
<XXI
Profecía_Del_Hombre
Las nubes colgaron como hollejos los ríos se estancaron muertos se extinguieron las aves y los peces en las montañas se secaron los árboles la última ballena se hundió en las aguas como una catedral el elefante sucumbió en el zoológico de una ciudad sin aire el sol pareció una yema arrojada en el lodo los hombres se enmascararon sin noche y sin día caminaron solitarios por el jardín negro
es
Kiriadre,Graciela
XXI
La_Inocencia_Finalizó
Grita el televisor la noticia —Notero de Ley, ha muerto por accidente, en un funesto incendio — al oído ingenuo ilusionado por un cambio sin igual mientras los sueños delirantes encantados de fantasía con duendes se suicidan con fastidio y chispa encendida. Recuerdo cuando yo, era niña luna y reyes, bondades y ruiseñores muñecas en estantes cuentos ganadores de honestidad. Él, antes susurraba las injusticias, historias que nadie quería nombrar era un necio periodista noctámbulo solitario de horas tristes enseñando a pensar.
es
Márquez_Cristo,Gonzalo
XXI
Nacimientos
El equilibrio sólo puede hallarse prescindiendo de la respiración, en la inmovilidad del salto, en la noche poseída. Las búsquedas sin señuelo me habían conducido a mi rostro. Desde la infancia padecí de la vida contrariada por la espectral voracidad del poema. Me ejercité en hallar los caminos más escabrosos, más inútiles... Nunca eludí un encuentro que antecediera a la desesperación. Delaté a los dioses del miedo y al deseo —que inventaba demonios. Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados... Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima. Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido... Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío. Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable... Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Las búsquedas sin señuelo me habían conducido a mi rostro. Desde la infancia padecí de la vida contrariada por la espectral voracidad del poema. Me ejercité en hallar los caminos más escabrosos, más inútiles... Nunca eludí un encuentro que antecediera a la desesperación. Delaté a los dioses del miedo y al deseo —que inventaba demonios. Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados... Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima. Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido... Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío. Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable... Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Delaté a los dioses del miedo y al deseo —que inventaba demonios. Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados... Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima. Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido... Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío. Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable... Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Vi al placer cerrando los ojos y al terror sin párpados... Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima. Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido... Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío. Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable... Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Conocí la verdadera palabra: la que migra, la que abandona su escenario de papel, y fui su víctima. Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido... Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío. Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable... Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Vislumbré la montaña a la deriva, el río inmóvil, el ardor sumergido... Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío. Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable... Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Procuré no realizar mis sueños para no perder la fuerza del extravío. Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable... Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Abracé al miedo para descubrir, dancé en círculo para cuidar al sol y tracé un signo furtivo, irrevelable... Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Protegí mis dudas y aticé mi libertad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Las palabras son lo visible. Creo en la riqueza de nuestra adversidad. Creo en la riqueza de nuestra adversidad.
es
Melgar_Becerra,Juan_Miguel
XXI
La_Brisa_Triste_Del_Invierno_Pasado
La brisa triste del invierno pasado ha venido a mecer de nuevo las ramas del manzano, cordialmente, llenas de elegancia, adornan un sincero instante de mar, todas, entrelazadas y llenas de armonía. Recuerdo esta brisa, tarde de ayer, dulce mariposa de colores mirando tus ojos, diluyendo tu corazón en la tinta de un poema. ¿Recuerdas, amada mía, la tarde aquella? Tarde de soledades y tristezas varias, tu mano, inclinada en el vacío, esperando una leve caricia de mi mano, caricia prolongada y ya extinguida, desafío inherente entre Dios y la nada, surtidores de plata, y tu mundo y el mío... aquella tarde en la que te besaba... ¡Qué brisa entonces la de aquella tarde! Consumiéndote sola, tu belleza anduve con pasos decididos, y risas estridentes, y labios de otros labios, se pierden en el tiempo... ... tú no estás en tu ventana, ya casi te olvidé, entre copas y almohadas y abrazos de la gente que hallé en el camino. Yo te amé, tú bien lo sabes, tú me amabas, en fin, hoy todo ha terminado. La brisa triste del invierno pasado, ha venido a mecer de nuevo las ramas del manzano.
es
Lugones,Leopoldo
<XXI
Hortvs_Deliciarvm
El crepúsculo sufre en los follajes. Tus manos afeminan las discretas Caricias de las noches incompletas, Bajo una fina languidez de encajes Y un indulgente olor de violetas. Nieva tu palidez sobre las horas. Mi deseo perfuma, y mi pupila, Al fulgor de la tarde que vacila, Complica en sutilezas tentadoras La breve arruga de tu media lila. Algo llora en llora en los árboles espesos. El alma, enferma de divinos males, Quiere unir en las copas inmortales, A la inquietud ambigua de tus besos El sabor de las églogas pradiales. Llega un triste mensaje: ha muerto Ofelia. La flor de oro del Sol, desde el poniente, Quema en su polen de oro, inúltimente, Tu integridad estéril de camelia, Y agoniza dorándote la frente. Hoy cantan los maitines de las flores. Deja arrastrar tu falda entre mis penas, Y al ritmo de la sangre de mis venas Trovaré el virelay de tus pudores Y canonizaré tus azucenas. Las tardes se marchitan desoladas. Dame el saludo de cortés desvío, Y verás cuál resbala por el frío Ópalo de tus uñas delicadas, Mi alma como una gota de rocío. El violín detalla una gavota, Mi corazón fallece en un gemido, Porque al beso de sombra del olvido, Bajo el ancho muaré de tu capota Tu mirada y la tarde se han dormido.
es
Cela,Camilo_José
<XXI
Toisha_V_Ii
Ahora, ahora mismo, En este instante idéntico a niña embarazada, En este instante mismo en que la sangre se agolpa por mis sienes En este instante, oh muerta!, en que navajas, tréboles, O espartos moribundos dan sabor a tu boca, En que huracanes trémulos, musgos recién nacidos, O gusanos sin boca son dueños de tus senos, En que la tierra inmensa te ahoga por la garganta Por un instante no mayor que un beso, En que lágrimas huecas o mechones de pelo perfectamente inútiles No son lo que yo quiero: que es tu presencia misma, Que es tu carne dorada donde yo me dormía, Que son tus piernas tibias, tus muslos abarcados, Tus fecundas caderas donde yo cabalgaba Como un verano, hasta que te rendías, Tus fortísimos brazos con que, toda desnuda, Me levantabas sobre tu cabeza… En este instante en que un dolor inmenso Es incapaz de hacerme mover un solo dedo, Yo te prometo, oh dulce esposa mía asesinada, Oh madrecita sin haber parido, oh muerta, Colgar tu atroz recuerdo cada noche de un pelo, Y que desiertos de tinieblas moradas O amargas noches de insomnio y sobresalto Sean incapaces de ahogarme como a un niño.
es
Neruda,Pablo
<XXI
Poema_15
Me gustas cuando callas porque estás como ausente, y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges de las cosas, llena del alma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, y te pareces a la palabra melancolía. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. Me gustas cuando callas y estás como distante. Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara, simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto. Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Distante y dolorosa como si hubieras muerto. Una palabra entonces, una sonrisa bastan. Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
es
Castillo_Fan,Jorge
XXI
Soñabas_De_Perfil
Soñabas de perfil Disuelta la luna entre tus dedos tejías un himno para no morir ¿Era tu voz una danza invisible sobre el viento o el alma de los ciegos quebrada en el licor de los silencios? ¿Blandías estrellas sobre el fango?
es
Calama_Rodríguez,Luis
XXI
Quiero_Que_Vuelvas_Madre_Hasta_Mi_Lado
Quiero que vuelvas madre hasta mi lado, a recorrer conmigo los senderos que cruzan los rincones de la vida, retomando de un soplo el sentimiento de aquellas tardes dulces del pasado. Quiero escuchar de nuevo tus palabras para salir del fondo de los miedos y alargar de mi sombra los latidos que palpitan contigo en los recuerdos. Quiero romper los muros de los tiempos y deshacer los años transcurridos que cortan mis raíces y me arrastran a un mundo más hostil e insolidario. Quiero marchar de nuevo de tu mano, protegido por siempre, por sentirme otra vez consolado cuando el viento ruge fiero en la noche en mi ventana. Quiero que vuelvas madre, y me rescates de todas las razones que no tengo, y te acerques despacio hasta mi cama, para velar mi sueño, mientras duermo.
es
Paz,Octavio
<XXI
Novedad_De_Hoy_Y_Ruina_De_Pasado_Mañana
novedad de hoy y ruina de pasado mañana, enterrda y resucitada cada día, convivida en calles, plazas, autobuses, taxis, cines, teatros, bares, hoteles, palomares, catacumbas, la ciudad enorme que cabe en un cuarto de tres metros cuadrados inacabable como una galaxia, la ciudad que nos sueña a todos y que todos hacemos y deshacemos y rehacemos mientras soñamos, la ciudad que todos soñamos y que cambia sin cesar mientras la soñamos, la ciudad que despierta cada cien años y se mira en el espejo de una palabra y no se reconoce y otra vez se echa a dormir, la ciudad que brota de los párpados de la mujer que duerme a mi lado y se convierte, con sus monumentos y sus estatuas, sus historias y sus leyendas, en un manantial hecho de muchos ojos y cada ojo refleja el mismo paisaje detenido, antes de las escuelas y las prisiones, los alfabetos y los números, el altar y la ley: el río que es cuatro ríos, el huerto, el árbol, la Varona y el Varón vestido de viento —volver, volver, ser otra vez arcilla, bañarse en esa luz, dormir bajo esas luminarias, flotar sobre las aguas del tiempo como la hoja llameante del arce que arrastra la corriente, volver, ¿estamos dormidos o despiertos?, estamos, nada más estamos, amanece, es temprano, estamos en la ciudad, no podemos salir de ella sin caer en otra, idéntica aunque sea distinta, hablo de la ciudad inmensa, realidad diaria hecha de dos palabras: los otros, y en cada uno de ellos hay un yo cercenado de un nosotros, un yo a la deriva, hablo de la ciudad construida por los muertos, habitada por sus tercos fantasmas, regida por su despótica memoria, la ciudad con la que hablo cuando no hablo con nadie y que ahora me dicta estas palabras insomnes, hablo de las torres, los puentes, los subterráneos, los hangares, maravillas y desastres, El estado abstracto y sus policías concretos, sus pedagogos, sus carceleros, sus predicadores, las tiendas en donde hay de todo y gastamos todo y todo se vuelve humo, los mercados y sus pirámides de frutos, rotación de las cuatro estaciones, las reses en canal colgando de los garfios, las colinas de especias y las torres de frascos y conservas, todos los sabores y los colores, todos los olores y todas las materias, la marea de las voces —agua, metal, madera, barro—, el trajín, el regateo y el trapicheo desde el comienzo de los días, hablo de los edificios de cantería y de mármol, de cemento, vidrio, hierro, del gentío en los vestíbulos y portales, de los elevadores que suben y bajan como el mercurio en los termómetros, de los bancos y sus consejos de administración, de las fábricas y sus gerentes, de los obreros y sus máquinas incestuosas, hablo del desfile inmemorial de la prostitución por calles largas como el deseo y como el aburrimiento, del ir y venir de los autos, espejo de nuestros afanes, quehaceres y pasiones (¿por qué, para qué, hacia dónde?), de los hospitales siempre repletos y en los que siempre morimos solos, hablo de la penumbra de ciertas iglesias y de las llamas titubeantes de los cirios en los altares, tímidas lenguas con las que los desamparados hablan con los santos y con las vírgenes en un lenguaje ardiente y entrecortado, hablo de la cena bajo la luz tuerta en la mesa coja y los platos desportillados, de las tribus inocentes que acampan en los baldíos con sus mujeres y sus hijos, sus animales y sus espectros, de las ratas en el albañal y de los gorriones valientes que anidan en los alambres, en las cornisas y en los árboles martirizados, de los gatos contemplativos y de sus novelas libertinas a la luz de la luna, diosa cruel de las azoteas, de los perros errabundos, que son nuestros franciscanos y nuestros bhikkus, los perros que desentierran los huesos del sol, hablo del anacoreta y de la fraternidad de los libertarios, de la conjura de los justicieros y de la banda de los ladrones, de la conspiración de los iguales y de la sociedad de amigos del Crimen, del club de los suicidas y de Jack el Destripador, del Amigo de los Hombres, afilador de la guillotina, y de César, Delicia del Género Humano, hablo del barrio paralítico, el muro llagado, la fuente seca, la estatua pintarrajeada, hablo de los basureros del tamaño de una montaña y del sol taciturno que se filtra en el polumo, de los vidrios rotos y del desierto de chatarra, del crimen de anoche y del banquete del inmortal Trimalción, de la luna entre las antenas de la televisión y de una mariposa sobre un bote de inmundicias, hablo de madrugadas como vuelo de garzas en la laguna y del sol de alas transparentes que se posa en los follajes de piedra de las iglesias y del gorjeo de la luz en los tallos de vidrio de los palacios, hablo de algunos atardeceres al comienzo del otoño, cascadas de oro incorpóreo, transfiguración de este mundo, todo pierde cuerpo, todo se queda suspenso, la luz piensa y cada uno de nosotros se siente pensado por esa luz reflexiva, durante un largo instante el tiempo se disipa, somos aire otra vez, hablo del verano y de la noche pausada que crece en el horizonte como un monte de humo que poco a poco se desmorona y cae sobre nosotros como una ola, reconciliación de los elementos, la noche se ha tendido y su cuerpo es un río poderoso de pronto dormido, nos mecemos en el oleaje de su respiración, la hora es palpable, la podemos tocar como un fruto, han encendido las luces, arden las avenidas con el fulgor del deseo, en los parques la luz eléctrica atraviesa los follajes y cae sobre nosotros una llovizna verde y fosforescente que nos ilumina sin mojarnos, los árboles murmuran, nos dicen algo, hay calles en penumbra que son una insinuación sonriente, no sabemos adónde van, tal vez al embarcadero de las islas perdidas, hablo de las estrellas sobre las altas terrazas y de las frases indescifrables que escriben en la piedra del cielo, hablo del chubasco rápido que azota los vidrios y humilla las arboledad, duró veinticinco minutos y ahora allá arriba hay agujeros azules y chorros de luz, el vapor sube del asfalto, los coches relucen, hay charcos donde navegan barcos de reflejos, hablo de nubes nómadas y de una música delgada que ilumina una habitación en un quinto piso y de un rumor de risas en mitad de la noche como agua remota que fluye entre raíces y yerbas, hablo del encuentro esperado con esa forma inesperada en la que encarna lo desconocido y se manifiesta a cada uno: ojos que son la noche que se entreabre y el día que despierta, el mar que se tiende y la llama que habla, pechos valientes: marea lunar, labios que dicen sésamo y el tiempo se abra y el pequeño cuarto se vuelve jardín de metamorfosis y el aire y el fuego se enlazan, la tierra y el agua se confunden, o es el advenimiento del instante en que allá, en aquel otro lado que es aquí mismo, la llave se cierra y el tiempo cesa de manar; instante del hasta aquí, fin del hipo, del quejido y del ansia, el alma pierde cuerpo y se desploma por un agujero del piso, cae en sí misma, el tiempo se ha desfondado, caminamos por un corredor sin fin, jadeamos en un arenal, ¿esa música se aleja o se acerca, esas luces pálidas se encienden o apagan?, canta el espacio, el tiempo se disipa: es el boqueo, es la mirada que resbala por la lisa pared, es la pared que se calla, la pared, hablo de nuestra historia pública y de nuestra historia secreta, la tuya y la mía, hablo de la selva de piedra, el desierto del profeta, el hormigüero de almas, la congregación de tribus, la casa de los espejos, el laberinto de ecos, hablo del gran rumor que viene del fondo de los tiempos, murmullo incoherente de naciones que se juntan o dispersan, rodar de multitudes y sus armas como peñascos que se despeñan, sordo sonar de huesos cayendo en el hoyo de la historia, hablo de la ciudad, pastora de siglos, madre que nos engendra y nos devora, nos inventa y nos olvida. CARTA DE CREENCIA
es
Carrera_Andrade,Jorge
<XXI
¿Soy_Sólo_Un_Rostro,_Un_Nombre
¿Soy sólo un rostro, un nombre un mecanismo oscuro y misterioso que responde a la planta y al lucero? Yo sé que este armatoste de cal viva con ropaje de polvo que marca mi presencia entre los hombres me acompaña de paso, ya que un día irá a habitar el vacío de mí bajo la tierra. ¿Qué mueve al mecanismo transitorio? Soy sólo un visitante y creo ser el dueño de casa de mi cuerpo, nocturna madriguera iluminada por un fulgor eterno.
es
Bello,Andrés
<XXI
«Líbranos_De_La_Fiera_Tiranía
«Líbranos de la fiera tiranía de los humanos, Jove omnipotente (una oveja decía, entregando el vellón a la tijera); que en nuestra pobre gente hace el pastor más daño en la semana, que en el mes o el año la garra de los tigres nos hiciera. Vengan, padre común de los vivientes, los veranos ardientes; venga el invierno frío, y danos por albergue el bosque umbrío, dejándonos vivir independientes, donde jamás oigamos la zampoña aborrecida, que nos da la roña, ni veamos armado del maldito cayado al hombre destructor que nos maltrata, y nos trasquila, y ciento a ciento mata. Suelta la liebre pace de lo que gusta, y va donde le place, sin zagal, sin red y sin cencerro; y las tristes ovejas (¡duro caso!), si hemos de dar un paso, tenemos que pedir licencia al perro. Viste y abriga al hombre nuestra lana; el carnero es su vianda cuotidiana; y cuando airado envías a la tierra, por sus delitos, hambre, peste o guerra, ¿quién ha visto que corra sangre humana en tus altares? No: la oveja sola para aplacar tu cólera se inmola. Él lo peca, y nosotras lo pagamos. ¿Y es razón que sujetas al gobierno de esta malvada raza, Dios eterno, para siempre vivamos? ¿Qué te costaba darnos, si ordenabas que fuésemos esclavas, menos crüeles amos? que matanza a matanza y robo a robo, harto más fiera es el pastor que el lobo». Mientras que así se queja la sin ventura oveja la monda piel fregándose en la grama, y el vulgo de inocentes baladores ¡vivan los lobos! clama y ¡mueran los pastores! y en súbito rebato cunde el pronunciamiento de hato en hato el senado ovejuno «¡ah! dice; todo es uno». ¡vivan los lobos! ¡mueran los pastores!
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
Serenidad
¿Qué fue lo que dijiste Cuando adiós me dijiste? ¿Que ya no nos amábamos?... Pero, sí, nos amamos. ¿Lloraste? ¿Serás siempre la que yo he conocido Desde que en nuestra vida los dos nos encontramos? Y sé perfectamente que bien me has comprendido. Sé más franca. Las cosas siempre estás complicando, Y por ese motivo nos vemos disputando; Di, pues, que en nuestra época siempre es afectación, Y que siempre resulta ridículo y vulgar, Cuando de amantes finos muchos la quieren dar, Escribir con mayúsculas Amor y Corazón; Palabras que de nada nos sirven empleamos Y que son fastidiosas, Y, además, peligrosas, E importancia con ellas en la vida nos damos. Mi corazón, repiten. Tu corazón también, Y nuestros corazones. Es costumbre corriente. Y podría jurarte que de todo eso, bien Prescindir se podría, sin gran inconveniente, Y arreglarse al momento las cosas fácilmente. ¿Nuestros dos corazones? Hay tan sólo «tú y yo». «Tú y yo» no más: de raro no hemos tenido nada, Pero con las palabras siempre nos embriagamos, Y aquí, desde la tierra, dándonos cuenta vamos Que lo real no llega nunca a la altura soñada. Te suplico, es prudente, que los dos prescindamos De hablar de Corazones, y que tú y yo seamos Lo que nosotros somos. Cuando los dos nos vemos No nos turbamos mucho, pues bien nos conocemos; Ya todo no es como antes, en días de ventura; Cuando nos encontramos, no veo en ti locura; Me pasa a mí lo mismo... lo mismo... ¡Bien! ¿Y qué? Es esto que aquí ocurre, tragedia no se ve. ¿Nos sentimos calmados?... Esto es muy natural, Es la costumbre. Estamos Ya con ella habituados, ha tiempo, bien o mal; Y cuando ambos creemos que ya no nos amamos, Cada uno se fastidia si el otro se halla ausente. No hallamos gusto en nada. Todo es triste en redor. Nos vemos desdichados, con aire displicente. Pero ¿un bien no es esto ya? Pues bueno: así es mejor.
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Una_Palabra_Simple_Es_Suficiente
Una palabra simple es suficiente. Y aprender a cantar oyendo el río que no sabe que canta en su corriente. Y un buen amor, como tu amor y el mío. Nada más de esa lágrima insincera ni de aquella clausura en el espanto, como el agua del pozo, que quisiera cantar también, pero le falta el canto. Y por una palabra que dijiste y echó hacia atrás el frío de la nieve, ayer la lluvia me dejaba triste y hoy casi sonrío cuando llueve. Una palabra simple y un lejano crepúsculo de otoño sobre el río, como mi mano, así, sobre tu mano, y nada más para tu amor y el mío. Música fácil para el sentimiento como el sol en el patio de la casa, y que la vida pase como el viento, que ni se ve siquiera cuando pasa.
es
Acuña,Hernando_de
<XXI
Soneto_En_Prisión_De_Franceses_Iii
Cuando contemplo el triste estado mío y se me acuerda mi dichoso estado, hallo mi ser en todo tan trocado, que pensar tuve bien es desvarío. Con mi memoria por mi mal porfío, pues, sino es esperanza en bien pasado, y en ella con razón fui confiado, con muy mayor ahora desconfío. Ausencia, de pasiones padre y fuente junta con el temor de vuestro olvido, del cual aun en presencia me temía, hacen con fuerza del dolor presente parecerme, según ya estoy perdido, que ni fue ni vi entonces lo que vía.
es
Benedetti,Mario
<XXI
Paréntesis
Acompáñenme a entrar en el paréntesis que alguien abrió cuando parió mi madre y permanece aún en los otroras y en los ahoras y en los puede ser lo llaman vida si no tiene herrumbre yo manejo el deseo con mis riendas mientras trato de construir un cielo en sus nubes los pájaros se esconden no es posible viajar bajo sus alas lo mejor es abrir el corazón y llenar el paréntesis con sueños los pájaros escapan como amores y como amores vuelven a encontrarnos son sencillos como las soledades y repetidos como los insomnios busco mis cómplices en la frontera que media entre tu piel y mi pellejo me oriento hacia el amor sin heroísmo sin esperanzas pero con memoria por ahora el paréntesis prosigue abierto y taciturno como un túnel
es
Melgar_Becerra,Juan_Miguel
XXI
Sabía,_Amor_Mío,_Lo_Que_Era_Perderte
Sabía, amor mío, lo que era perderte, perderte como el que pierde el mar, o como el pájaro pierde su vuelo, o su belleza, perderte era la opción perfecta, sin distinciones, sin enojo, ni llanto, era una realidad más otra, la de tu risa, simbólica distancia, tan pequeña, que se expresaba tan solo en el olvido, perderte era una rosa que moría, en el silencio triste de tus labios.
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Yo_No_Soy_Ese_Grano_Al_Que_Acicalan
Yo no soy ese grano al que acicalan con carnes y mariscos y sirven a la mesa camareros que aprendieron el paso ritual de la sonrisa, sino el peón de brega al que rasuran el mechón de la barba y desarropan, ese descamisado sin padrinos que se bebe la luz y el aire en cueros, aunque a veces me duelan las caderas de tanto trabajar mis agonías y granar mi mendrugo de borona en las mazorcas del silencio. Menos mal que soy gallo de pelea y no me tiembla el pico hasta dar con la herida en que termine. ¡Viva el sol! Sea él quien me deje la quietud de la muerte tatuada en las costillas. Pero antes quiero ser cotufa reventando en un gran tostador de mar con viento. Que me arranquen las muelas en las islas y me hagan gofio de verdad y molienda, solo o con la cebada y su cola de alpispa o con mi amigo el trigo y sus dientes de oro. No quiero, no, el verdor de los maizales, recordar los machetes de la infancia que les sacaron filos a mis hojas. Me quiero en el cetrino rostro de las llanadas, transportado en los hombros de los indios, apretando mis penas con las suyas. Que me frangollen los desheredados. Y sin decir adiós ni a la tristeza, este grano que soy muere sangrando, solidario del hambre de los niños, muy cerca de mi propia lejanía.
es
Gallego,Vicente
<XXI
Una_Tarde_Cualquiera
No hay grandeza en la tarde, ni en el ocio que la tarde me entrega y que he gastado en buscar algo grande en el entorno que ahora envuelve mi tiempo. Y después de la música, y de mucho tabaco, y de dar muchas vueltas por mi vieja memoria y por la casa, he encontrado en un libro algunas fotos de una tarde tranquila como ésta en las que estoy fumando en la terraza. Y al mirar esas fotos todavía recientes de un momento trivial como este mismo, una extraña emoción adorna los objetos que desde allí me observan, y que voy comparando con lo que son ahora: las macetas han cambiado de sitio, ya se han muerto las flores que crecían entonces, y entre otros detalles sin ninguna importancia que mi mano mudó al correr de los días, descubro ahora que es la mano que sostiene el cigarro y parece la misma lo que más ha cambiado, pues pertenece a un hombre que soñaba un futuro diferente para el que hoy lo mira, y se sonríe, y alimenta otros sueños, y comprende que también pasarán los de este día, y aún contempla la tarde que se escapa, y en ella al fin percibe, durante un solo instante, esa extraña grandeza que al pasar pone el tiempo en las cosas pequeñas.
es
Eguren,José_María
<XXI
Lied_Iii
En la costa brava suena la campana, llamando a los antiguos bajales sumergidos. Y como tamiz celeste y el luminar de hielo, pasan tristemente los bajales muertos. Carcomidos, flavos, se acercan bajando... y por las luces dejan oscuras estelas. Con su lenguaje incierto, parece que sollozan, a la voz de invierno, preterida historia. En la costa brava suena la campana y se vuelven las naves al panteón de los mares.
es
Andreu,Blanca
<XXI
Gesto_De_Sable_Pájaro,_Ademán_De_Orgullo
Gesto de sable pájaro, ademán de orgullo cuando con los días contados finges, te creces, injurias con la voz que va derecha. Fugaces cortesías de los mares se disputan tu honor y cierto género de noticias o silencios muy elocuentes, espías del recuerdo las estrellas evocadoras, oleajes de postrimerías, bendiciones, cuando —bajo la advocación del Holandés— te desposas con el aparejo y el viento oficiante murmura sobre el podrido tálamo de lona mientras que la madera entona el réquiem.
es
Jiménez,Juan_Ramón
<XXI
Nostaljia_Grande
Hojita verde con sol, tú sintetizas mi afán; afán de gozarlo todo, de hacerme en todo inmortal.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Sin_Luz
El pez espada, cuyo cansancio se atribuye ante todo a la imposibilidad de horadar a la sombra, de sentir en su carne la frialdad del fondo de los mares donde el negror no ama, donde faltan aquellas frescas aigas amarillas que el sol dora en las primeras aguas. La tristeza gemebunda de ese inmóvil pez espada cuyo ojo no gira, cuya fijeza quieta lastima su pupila, cuya lágrima resbala entre las aguas mismas sin que en ellas se note su amarillo tristísimo. El fondo de ese mar donde el inmóvil pez respira con sus branquias un barro, ese agua como un aire, ese polvillo fino que se alborota mintiendo la fantasía de un sueño, que se aplaca monótono cubriendo el lecho quieto donde gravita el monte altísimo, cuyas crestas se agitan como penacho —sí— de un sueño oscuro. Arriba las espumas, cabelleras difusas, ignoran los profundos pies de fango, esa imposibilidad de desarraigarse del abismo, de alzarse con unas alas verdes sobre lo seco abisal y escaparse ligero sin miedo al sol ardiente. Las blancas cabelleras, las juveniles dichas, pugnan hirvientes, pobladas por los peces —por la creciente vida que ahora empieza—, por elevar su voz al aire joven, donde un sol fulgurante hace plata el amor y oro los abrazos, las pieles conjugadas, ese unirse los pechos como las fortalezas que se aplacan fundiéndose. Pero el fondo palpita como un solo pez abandonado. De nada sirve que una frente gozosa se incruste en el azul como un sol que se da, como amor que visita a humanas criaturas. De nada sirve que un mar inmenso entero sienta sus peces entre espumas como si fueran pájaros. El calor que le roba el quieto fondo opaco, la base inconmovible de la milenaria columna que aplasta un ala de ruiseñor ahogado, un pico que cantaba la evasión del amor, gozoso entre unas plumas templadas a un sol nuevo. Ese profundo obscuro donde no existe el llanto, donde un ojo no gira en su cuévano seco, pez espada que no puede horadar a la sombra, donde aplacado el limo no imita un sueño agotado.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Plática_(A_Media_Voz)
Converso contigo, cual con una hermana. Recordamos juntos la vida lejana; y clavas, al verme, dentro de los míos, tus ojos serenos y fríos... Tus ojos profundos parecen espejos, en donde se miran, acaso de lejos los seres queridos, la esposa, la hermana, los hijos, la madre ya anciana... Yo miro en tus ojos mi casa y mi huerta, el ave en la jaula y el perro a la puerta, las vides, debajo de cuyos sarmientos mi padre contábame cuentos... Yo miro en tus ojos los largos salones, los techos labrados, los recios balcones, los muebles más graves, los cuadros más viejos, los ya desconchados espejos... Yo miro en tus ojos la plaza sonora, en donde en mi infancia corría, a la hora en que, desde el cielo, llamaba al rosario la voz del audaz campanario... Yo miro en tus ojos el patrio paisaje, la cúspide andina y el arduo boscaje, la choza de paja, delante el estero y detrás el gentil cocotero... Yo miro en tus ojos... ¡Dios sabe qué miro! Conversa, conversa: te escucho y suspiro. Mas ¡no! Para hablarme, tus ojos son sabios; y no abras, arquea los labios... No sé lo que siento mirando tus ojos. Quisiera a tus plantas, postrado de hinojos, besarte las manos, diciéndote cosas que fuesen manojos de rosas...
es
Flórez,Julio
<XXI
Vestida_De_Blanco_La_Vi_En_La_Mañana
Vestida de blanco la vi en la mañana, en un vasto templo y al pie de una cruz; mostraba en su tersa mejilla lozana, la huella del último beso de luz... Vestida de rojo, después, a mi lado la vi, por la tarde, como un resplandor; mostraba en su boca de flor de granado la huella del último beso de amor. Y luego en la noche, de negro vestía, su yerto cadáver... ¡Oh muerte cruel! ¡Mostraba en su frente, ya pálida y fría, la huella del último beso de hiel!
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Extasiado_Colón,_Sorpresa_Honda
Extasiado Colón, sorpresa honda embargaba su espíritu; y risueño, entró en el bosque, se perdió en la fronda y volvió a aparecer como en un sueño. ¿Qué afán era ese afán con que él quería dar la vuelta a las Indias Orientales? ¿Qué fe la fe con que, en egregio día, vio, al través de su propia fantasía, arduas cumbres y selvas tropicales? Golpeó la tierra firme que en su anhelo buscó inspirado; se postró de hinojos; hizo una cruz y la besó, en el suelo; y, mudamente, levantó los ojos... Y en el rústico altar, bajo la sombra, ante los agrupados marineros que se postraron en la verde alfombra, mientras que relumbraban los aceros, el sacerdote, en actitud de altivo conquistador de paz envuelto en guerra, por la primera vez el cuerpo vivo tuvo de Dios sobre la virgen tierra; y cuando, así, la hostia consagrada arrastró con espíritu cristiano, de los sorpresos indios la mirada, por detrás de esa bíblica rapsodia fue elevándose el Sol, cual si una mano pusiese en el altar una custodia. El sacerdote ante Colón —que al suelo clavó los ojos— levantó la frente, para bañar con el fulgor del cielo el marfil de su calva reluciente, ¡Nunca más bello fue que en aquel dia! Como trenzado grupo de culebras, su apostólica barba parecía nieve, que, en chorros de plateadas hebras, bajo el oro del Sol se derretía. Y cuando el genovés volvió en sí mismo, postrado siempre, los abiertos ojos hundió en aquellos resplandores rojos, como si se escapase de un abismo; y del mar en los límpidos espejos vió destacarse, entre las vivas luces, mástiles de tres barcas, que a lo lejos fingían el perfil de las tres cruces... ¡Redención! ¡Redención! En ese instante, desde Tenoctitlán hasta las sierras del indomable Arauco, fue uno mismo el miedo que corrió... Ya no el vibrante Tezcatlipoca inspirará las guerras, ni Tahuil triunfará sobre el abismo; ya no la del quiche «sierpe de plumas» adorada será; ya no en lo alto, Bochica, entre el vellón de las espumas, endiosará del Tequendama el Salto; ya no en Choiula irradiarán los cultos de víctimas sangrientas, ni el salvaje adorará en las noches del boscaje las sombras de sus muertos insepultos; ya no del Inca el Sol regirá el coro de vírgenes, envueltas entre encaje y encarceladas en Prisión de Oro: dioses vencidos son, dioses truncados, bajo el Único Dios de los Tres Nombres, que hace la redención de los pecados y predica el amor entre los hombres...
es
López,Luis_Carlos
<XXI
La_Luna_Parpadea
La luna parpadea tras el calado del ramaje. Hay una tranquilidad insípida de aldea. Y a la luz de la luna, mientras duerme el poblacho y alarga un perro por las cercanías su medroso plañir, canta un borracho majaderías y majaderías...
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
Un_Poco_Más_Acércate._En_Tus_Ojos
Un poco más acércate. En tus ojos Me quiero ver, y me pondré de hinojos Para verme en el cielo de tus ojos. Luego, dame la mano. Y suavemente, Con frescura de bálsamo, en mi frente Pósala, suavemente, suavemente. A tí vengo, cansado peregrino, Con la gran pesadumbre del camino. A tí vengo, cansado peregrino. Tengo frío en el alma y vengo triste, ¡Y con tanta ilusión partir me viste!.. Traigo frío en el alma y vengo triste! ¡Mírame! Oscura ya la noche empieza Sé tú como sonrisa en mi tristeza, Y sé luz en la noche que ya empieza; Y para que me duerma, suavemente Posa tu mano pálida en mi frente, Pósala, suavemente, suavemente.
es
Caseiro,María_Eugenia
XXI
Persistencial
Aún queda la memoria en un piélago interior del tiempo, y está a salvo ese lugar donde el olvido no alcanzará jamás las curvas del reloj aunque cierre amargamente la cortina esa infausta eternidad que es siempre noche.
es