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García_Cabrera,Pedro
<XXI
Pido_Amnistía_Para_Los_Que_Llevan
Pido amnistía para los que llevan plomo en las alas, para los que han roto los pantalones de las pesadumbres. Pido amnistía para el trigo limpio, para las frutas del amor caídas en los zarzales que nos aprisionan. Pido amnistía para los que beben el café sin azúcar de su sombra y se tragan el rancho de sus penas. Pido amnistía para los que luchan por tener un colchón donde descansen las sonrisas abiertas de sus hijos. Pido amnistía para los fortines del pecho de las madres, esas patrias sin polución de cárceles y espinas. Pido amnistía para los exilios de los que amamos para la ternura de quien nos dice adiós en una carta. Pido amnistía para el verbo libre, para los locutorios de las rejas, y los taladros de las soledades. Pido amnistía, en fin, para la sed de los que están buscando día y noche el vaso de agua de la libertad.
es
García_Montero,Luis
<XXI
Nocturno
Aplauden los semáforos más libres de la noche, mientras corren cien motos y los frenos del coche trabajan sin enfado. Es la noche más plena. Ninguna cosa viva merece su condena. Corazones y lobos. De pronto se ilumina en su sillín con prisas la línea femenina de un muslo. Las aceras, sin discreción ninguna, persiguen ese muslo más blanco que la luna. Pasan mil diez parejas derechas a la cama para pagar el plazo de la primera llama y firmar en las sábanas los consorcios más bellos. Ellas van apoyadas en los hombros de ellos. Una federación de extraños personajes, minifaldas de cuero, chaquetas con herrajes y el hablador sonámbulo que va consigo mismo, la sombra solitaria volviendo del abismo. Luces almacenadas, que brotan de los bares, como hiedras contratan las perpendiculares fachadas de cristal. Hay letreros que guiñan, altavoces histéricos y cuerpos que se apiñan. El día es impensable, no tiene voz ni voto mientras tiemble en la calle el faro de una moto, la carcajada blanca, los besos, la melena que el viento negro mueve, esparce y desordena. Yo voy pensando en ti, buscando las palabras. Llego a tu casa, llamo, te pido que me abras. La ciudad de las cuatro tiene pasos de alcohólica Desde el balcón la veo y como tú, bucólica geometría perfecta, se desnuda conmigo. Agradezco su vida, me acerco, te lo digo, y abrazados seguimos cuando un alba rayada se desploma en la espalda violeta de Granada.
es
Othón,Manuel_José
<XXI
Noche_Rústica_De_Walpurgis._Iv.-_El_Bosque
El bosque Bajo las frondas trémulas e inquietas que forman mi basílica sagrada, ha de escucharse la oración alada, no el canto celestial de los poetas. Albergue fui de druidas. Los ascetas, en mis troncos de crústula rugada infligieron su frente macerada y colgaron sus harpas los profetas. Y en tremenda ocasión, el errabundo viento espantado suspendió su vuelo, al escuchar de mi interior profundo brotar, con infinito desconsuelo, la más grande oración que desde el mundo se ha alzado hasta las cúpulas del cielo.
es
Quevedo,Francisco
<XXI
Salmo_Xxii
Pues le quieres hacer el monumento en mis entrañas a tu cuerpo amado, limpia, suma limpieza, de pecado, por tu gloria y mi bien, el aposento. Si no, retratarás tu nacimiento, pues entrado en mi pecho disfrazado, te verán en Pesebre acompañado de brutos Apetitos que en mí siento. Hoy te entierras en mí con propia mano, que soy sepulcro, aunque a tu ser estrecho, indigno de tu cuerpo soberano. Tierra te cubre en mí, de tierra hecho; la conciencia me presta su gusano; mármol para cubrirte dé mi pecho. Si no, retratarás tu nacimiento, pues entrado en mi pecho disfrazado, te verán en Pesebre acompañado de brutos Apetitos que en mí siento. Hoy te entierras en mí con propia mano, que soy sepulcro, aunque a tu ser estrecho, indigno de tu cuerpo soberano. Tierra te cubre en mí, de tierra hecho; la conciencia me presta su gusano; mármol para cubrirte dé mi pecho. Hoy te entierras en mí con propia mano, que soy sepulcro, aunque a tu ser estrecho, indigno de tu cuerpo soberano. Tierra te cubre en mí, de tierra hecho; la conciencia me presta su gusano; mármol para cubrirte dé mi pecho. Tierra te cubre en mí, de tierra hecho; la conciencia me presta su gusano; mármol para cubrirte dé mi pecho.
es
Neruda,Pablo
<XXI
El_Día_De_Los_Desventurados,_El_Día_Pálido_Se_Asoma
El día de los desventurados, el día pálido se asoma con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en gris, sin cascabeles, goteando el alba por todas partes: es un naufragio en el vacío, con un alrededor de llanto. Porque se fue de tantos sitios la sombra húmeda, callada, de tantas cavilaciones en vano, de tantos parajes terrestres en donde debió ocupar hasta el designio de las raíces, de tanta forma aguda que se defendía. Yo lloro en medio de lo invadido, entre lo confuso, entre el sabor creciente, poniendo el oído en la pura circulación, en el aumento, cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba, a lo que surge vestido de cadenas y claveles, yo sueño, sobrellevando mis vestigios morales. Nada hay de precipitado ni de alegre, ni de forma orgullosa, todo aparece haciéndose con evidente pobreza, la luz de la tierra sale de sus párpados no como la campanada, sino más bien como las lágrimas: el tejido del día, su lienzo débil, sirve para una venda de enfermos, sirve para hacer señas en una despedida, detrás de la ausencia: es el color que sólo quiere reemplazar, cubrir, tragar, vencer, hacer distancias. Estoy solo entre materias desvencijadas, la lluvia cae sobre mí, y se me parece, se me parece con su desvarío, solitaria en el mundo muerto, rechazada al caer, y sin forma obstinada.
es
Pérez-Ayala_Huertas,Javier
XXI
No_Te_Conozco
No te conozco en el despertar claro ni en las tibias noches de este verano ni en mi verso llano, ni en el humano lamento que te lleva al desamparo. No te conozco en tu cruento recuerdo de amor vivido en tu intimo erotismo, ni en cariño que te arrima al abismo de argumentos de nuestro desacuerdo. Te conozco en tu sonrisa que es brisa en los labios de tu boca malteada en tus ojos de pupila sumisa en la envidia que tengo de tu almohada en la furtiva mirada indecisa que besa tu cara de enamorada.
es
Castro,Rosalía_de
<XXI
Fue_Cielo_De_Su_Espíritu,_Fue_Sueño_De_Sus_Sueños
Fue cielo de su espíritu, fue sueño de sus sueños, y vida de su vida, y aliento de su aliento; y fue, desde que rota cayó la venda al suelo, algo que mata el alma y que envilece el cuerpo. De la vida en la lucha perenne y fatigosa, siempre el ansia incesante y el mismo anhelo siempre; que no ha de tener término sino cuando, cerrados, ya duerman nuestros ojos el sueño de la muerte.
es
Celaya,Gabriel
<XXI
Y_Al_Fin_Reina_El_Silencio
Y al fin reina el silencio. Pues siempre, aún sin quererlo, guardamos un secreto.
es
Gutiérrez_González,Gregorio
<XXI
En_El_Cementerio_De_Sonsón
Aquí no se descansa ni se duerme, Que "morir no es dormir y no es soñar", Aquí sólo reposa el polvo inerte; Pero el alma... buscadla más allá. Mas venid a rogar por el ausente; Para toda plegaria hay un altar, Y la fe, la oración, hallan fervientes Consuelo siempre, decepción jamás.
es
Vadillo_Omaña,Gabriela
XXI
Te_Recuerdo...
Te necesito y no te encuentro. ¿Dónde estás, mi corazón? ¿Porqué llegaste hasta mí? ¿Por cuál camino? Y por dónde partiste... que no te vi. Necesito sentirte en mí mordiendo mi carne. Mi alma te extraña, mi cuerpo arde... no te encuentro Amor ¿Dónde estás? Pensar en tus besos me hace evocar tantas cosas... pienso en cuando estabamos solos y éramos uno del otro. Sí tú piensas en mi, recuérdame en el acariciante pasar del viento, suave, lentamente, como cuando me tocas. Yo te recuerdo en el anochecer que estoy tan sola, pienso en tus manos sobre mi piel y me abrazo toda. Pienso en ti, cuando amanece, cuando llueve, cuando canta en mi ventana la mañana, y recuerdo tus besos en mi boca. Recuérdame si estás triste, si eres feliz, piensa en mi, cuando tu mente vague estaré contigo... donde me evoques. Y por dónde partiste... que no te vi. Necesito sentirte en mí mordiendo mi carne. Mi alma te extraña, mi cuerpo arde... no te encuentro Amor ¿Dónde estás? Pensar en tus besos me hace evocar tantas cosas... pienso en cuando estabamos solos y éramos uno del otro. Sí tú piensas en mi, recuérdame en el acariciante pasar del viento, suave, lentamente, como cuando me tocas. Yo te recuerdo en el anochecer que estoy tan sola, pienso en tus manos sobre mi piel y me abrazo toda. Pienso en ti, cuando amanece, cuando llueve, cuando canta en mi ventana la mañana, y recuerdo tus besos en mi boca. Recuérdame si estás triste, si eres feliz, piensa en mi, cuando tu mente vague estaré contigo... donde me evoques. Mi alma te extraña, mi cuerpo arde... no te encuentro Amor ¿Dónde estás? Pensar en tus besos me hace evocar tantas cosas... pienso en cuando estabamos solos y éramos uno del otro. Sí tú piensas en mi, recuérdame en el acariciante pasar del viento, suave, lentamente, como cuando me tocas. Yo te recuerdo en el anochecer que estoy tan sola, pienso en tus manos sobre mi piel y me abrazo toda. Pienso en ti, cuando amanece, cuando llueve, cuando canta en mi ventana la mañana, y recuerdo tus besos en mi boca. Recuérdame si estás triste, si eres feliz, piensa en mi, cuando tu mente vague estaré contigo... donde me evoques. Pensar en tus besos me hace evocar tantas cosas... pienso en cuando estabamos solos y éramos uno del otro. Sí tú piensas en mi, recuérdame en el acariciante pasar del viento, suave, lentamente, como cuando me tocas. Yo te recuerdo en el anochecer que estoy tan sola, pienso en tus manos sobre mi piel y me abrazo toda. Pienso en ti, cuando amanece, cuando llueve, cuando canta en mi ventana la mañana, y recuerdo tus besos en mi boca. Recuérdame si estás triste, si eres feliz, piensa en mi, cuando tu mente vague estaré contigo... donde me evoques. Sí tú piensas en mi, recuérdame en el acariciante pasar del viento, suave, lentamente, como cuando me tocas. Yo te recuerdo en el anochecer que estoy tan sola, pienso en tus manos sobre mi piel y me abrazo toda. Pienso en ti, cuando amanece, cuando llueve, cuando canta en mi ventana la mañana, y recuerdo tus besos en mi boca. Recuérdame si estás triste, si eres feliz, piensa en mi, cuando tu mente vague estaré contigo... donde me evoques. Yo te recuerdo en el anochecer que estoy tan sola, pienso en tus manos sobre mi piel y me abrazo toda. Pienso en ti, cuando amanece, cuando llueve, cuando canta en mi ventana la mañana, y recuerdo tus besos en mi boca. Recuérdame si estás triste, si eres feliz, piensa en mi, cuando tu mente vague estaré contigo... donde me evoques. Pienso en ti, cuando amanece, cuando llueve, cuando canta en mi ventana la mañana, y recuerdo tus besos en mi boca. Recuérdame si estás triste, si eres feliz, piensa en mi, cuando tu mente vague estaré contigo... donde me evoques. Recuérdame si estás triste, si eres feliz, piensa en mi, cuando tu mente vague estaré contigo... donde me evoques.
es
García_Lorca,Federico
<XXI
¡Qué_Esfuerzo!
¡Qué esfuerzo! ¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro! ¡Qué esfuerzo del perro por ser golondrina! ¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser abeja! ¡Qué esfuerzo de la abeja por ser caballo! Y el caballo, ¡qué flecha aguda exprime de la rosa!, ¡qué rosa gris levanta de su belfo! Y la rosa, ¡qué rebaño de luces y alaridos ata en el vivo azúcar de su tronco! Y el azúcar, ¡qué puñalitos sueña en su vigilia! Y los puñales dimínutos, ¡qué luna sin establos, qué desnudos, piel eterna y rubor, andan buscando! Y yo, por los aleros, ¡qué serafín de llamas busco y soy! Pero el arco de yeso, ¡qué grande, qué invisible, qué diminuto!, sin esfuerzo.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
Lo_Confieso
Es triste, y porque es triste, lo confieso; aquí estoy yo y vengo voceando, buceando, mejor, en la niebla; ahorcándome la voz entre los álamos. Ganándome el sudor con este pan, ganándome la vida con las manos, ganándome el dolor con el placer, ganándome la envidia con el salmo. Ganándome la muerte con la vida, voy consiguiendo todo sin el llanto, que soy la mujer fuerte que se viste y medita mirando el calendario. Es triste, y porque es triste, lo confieso, cuesta mucho vencerse, sin embargo, intenta dar un beso al enemigo verás que sale luz de tu costado.
es
Neruda,Pablo
<XXI
Pregunta_Xix
Han contado el oro que tiene el territorio del maíz? Sabes que es verde la neblina a mediodía, en Patagonia? Quién canta en el fondo del agua en la laguna abandonada? De qué ríe la sandía cuando la están asesinando?
es
Valdés_Díaz-Vélez,Jorge
XXI
Nox
Algo como un rumor que se despide tiembla sobre el jardín, lleva las hojas por la sombra del valle, nubes rojas y pájaros arriba. Nada impide su vuelo hacia el crepúsculo. Y el viento trae junto a las súbitas estrellas un polen de bondad, desiertas huellas del mar en rotación, el crecimiento de la tarde. Anochece. Parte el día sin dolor aparente ni alegría. Cuántas veces he oído este paisaje mudar a voluntad frente al oleaje del alba o del ocaso. Ya está oscuro el mundo. Están la noche y el futuro. su vuelo hacia el crepúsculo. Y el viento trae junto a las súbitas estrellas un polen de bondad, desiertas huellas del mar en rotación, el crecimiento de la tarde. Anochece. Parte el día sin dolor aparente ni alegría. Cuántas veces he oído este paisaje mudar a voluntad frente al oleaje del alba o del ocaso. Ya está oscuro el mundo. Están la noche y el futuro. de la tarde. Anochece. Parte el día sin dolor aparente ni alegría. Cuántas veces he oído este paisaje mudar a voluntad frente al oleaje del alba o del ocaso. Ya está oscuro el mundo. Están la noche y el futuro. mudar a voluntad frente al oleaje del alba o del ocaso. Ya está oscuro el mundo. Están la noche y el futuro.
es
Cardenal,Ernesto
<XXI
Esta_Será_Mi_Venganza:
Esta será mi venganza: Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta Famoso Y leas estas líneas que el autor escribió para ti Y tú no lo sepas. Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta Famoso Y leas estas líneas que el autor escribió para ti Y tú no lo sepas. Famoso Y leas estas líneas que el autor escribió para ti Y tú no lo sepas. Y leas estas líneas que el autor escribió para ti Y tú no lo sepas. Y tú no lo sepas.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
En_El_Canal
Contra Natura en formidable guerra, triunfa la eucaristía del trabajo: antes de unir dos mares con un tajo, se unen todas las razas de la Tierra. Cruje el barreno; el garfio que se aferra destroza el pedernal; salta el cascajo; y a cada son que repercute abajo, lo que va abriendo el hombre, el mar lo cierra. El agua se hace fango y miasma luego, y, envuelta en ese miasma, se desprende, como una irradiación de las montañas, la fiebre tropical, garra de fuego con que la Madre Tierra se defiende del que le va arrancado las entrañas.
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Tu_Secreto_A_Voces
Pero tú no te sales del reducto de tu círculo grave. El mar te lanza sus auroras de conchas. Te flamea sus encajes de tierna sal. Te incita con vidrios animados. Su elocuencia con ademanes de agua se modula definiendo las olas más exactas. En vano que te tienten sus sirenas. Todo inútil. La fuerza del mutismo de tu puño apretado no se abre con las llaves delirantes de quien no sabe de geometría.
es
Machado,Antonio
<XXI
Sólo_Quede_Un_Símbolo
Sólo quede un símbolo: quod elixum est ne asato. No aséis lo que está cocido.
es
Brines,Francisco
<XXI
Extraño_En_Esta_Noche,_He_Recordado
Extraño en esta noche, he recordado una borrada imagen. El mendigo de mi niñez, de rostro hirsuto, torna desde otro mundo su mirada dura. Llegaba al mediodía, y un gruñido de animal viejo le anunciaba. (Toda la casa estaba abierta, y el verano llegaba de la mar). Andaba el niño con temor a la puerta, y en su mano depositaba una moneda. Era hosca la voz, los ojos fríos de odio, y sentía un gran miedo al acercarme, la piedad disipada. Violenta la muerte me rondaba con su sombra. Sólo después, al ver a los mayores hablar indiferentes, ya de vuelta, se serenaba el pecho. Me quedaba cerca de la ventana, y frente al mar recordaba las sombrías historias. Esta noche, pasado tanto tiempo, su presencia terrible y misteriosa. me ha desvelado el sueño. Ningún daño he sufrido de aquella voluntad, y el hombre ya habrá muerto, miserable como vivió. Aquellos años, otros muchos mendigos iban por las casas del pueblo. Todos, sin venganza, yacen. Los extinguió el olvido. Vagas, rotas, surgen sus sombras; la memoria turba un reino frío y solitario y vasto. Poderosos, ahora me devuelven la mísera limosna: la piedad que el hombre, cada día, necesita para seguir viviendo. Y aquel miedo que de niño sentí, remuerde ahora mi vida, su fracaso: un anciano me miraba con ojos inocentes.
es
Alcázar,Baltasar_del
<XXI
Si_Donde_Estás,_Vandalio,_Estar_Pudiera
Si donde estás, Vandalio, estar pudiera tu mísero Damón, ¡ay, duro hado!, gozando el fresco viento y sol templado que hace eterna ser tu primavera, hasta el célebre Tajo se estendiera el son de mi zampoña, mejorando sobre cuantos pastores han pisado de nuestro claro Betis la ribera. Pero, pues quiso el Cielo esquivo y grave formarnos tan diversos en la vida, canta, Vandalio, tú, tu alegre suerte. Yo cantaré mi mal, conforme al ave que al triste final punto conducida, celebra las exequias de su muerte.
es
Aridjis,Homero
<XXI
Buenos_Días_A_Los_Seres
Buenos días a los seres que son como un país y ya verlos es viajar a otra parte buenos días a los ojos que al abrirse han leído el poema visible buenos días a los labios que desde el comienzo han dicho los nombres infinitos buenos días a las manos que han tocado las cosas de la tierra bellísima
es
Girondo,Oliverio
<XXI
Nocturno
El humo azul, azul, entre mis dedos, inscribiendo en el aire su delirio y mal llovido a espesos lagrimones, ese arrítmico trote desvalido, enlutando los sueños, los balcones; mientras ya en el recuerdo el tiempo muerto, aquí voraz insecto, noche en celo, latido de persiana o ritmo grillo, es también clara senda que bordea bajo pinos la tarde y la ladera, para luego perderse entre azoteas o en la turbia corriente de estas venas, de gustos recatados y viajeros, que riega caracoles donde suena la muerta voz sepulta en la madera o el rumor interior de la penumbra que sustentan mis huesos, junto al humo y a cuanto no comprendo y me circunda: débil hoja dormida que despierta y suspira, se queja, se da vuelta, balbuceo de cielo en desamparo. ni mis pálidas uñas ¡tan siquiera!; mientras vuelvo a tu encuentro azar, memoria, en busca de callejas marineras que en plena resolana de naranjas bajaban, con sus redes, a una playa, o en los labios ya un gusto a madrugada —¿qué recuerdo se asoma a esa ventana?— me aproximo a mujeres amapola —¿por qué, por qué amapola?— entre zaguanes de aliento canallesco y voz gastada, tan cerca, en este instante, entre la borra nocturna, aquí también, ¡y tan amarga! —allá lejos, ¿por qué siempre amapola?— ya casi colindando con la aurora.
es
Galeano,Eduardo
<XXI
Si_Alicia_Volviera
Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana
es
Mutis,Álvaro
<XXI
Vengo_Del_Norte
Vengo del norte, donde forjan el hierro, trabajan las rejas, hacen las cerraduras, los arados, las armas incansables, donde las grandes pieles de oso cubren paredes y lechos, donde la leche espera la señal de los astros, del norte donde toda voz es una orden, donde los trineos se detienen bajo el cielo sin sombra de tormenta. Voy hacia el este, hacia los más tibios cauces de la arcilla y el limo hacia el insomnio vegetal y paciente que alimentan las lluvias sin medida; hacia los esteros voy, hacia el delta donde la luz descansa absorta en las magnolias de la muerte y el calor inaugura vastas regiones donde los frutos se descomponen en una densa siesta mecida por los élitros de insectos incansables. Y, sin embargo, aún me inclinaría por las tiendas de piel, la parca arena, por el frío reptando entre las dunas donde canta el cristal su atónita agonía que arrastra el viento entre túmulos y signos y desvía el rumbo de las caravanas. Vine del norte, el hielo canceló los laberintos donde el acero cumple la señal de su aventura. Hablo del viaje, no de sus etapas. En el este la luna vela sobre el clima que mis llagas solicitan como alivio de un espanto tenaz y sin remedio.
es
Agustini,Delmira
<XXI
¡Oh,_Tú_Que_Duermes_Tan_Hondo_Que_No_Despiertas!
¡Oh, tú que duermes tan hondo que no despiertas! Milagrosas de vivas, milagrosas de muertas, Y por muertas y vivas eternamente abiertas, Alguna noche en duelo yo encuentro tus pupilas Bajo un trapo de sombra o una blonda de luna. Bebo en ellas la Calma como en una laguna. Por hondas, por calladas, por buenas, por tranquilas Un lecho o una tumba parece cada una.
es
Chumacero,Alí
<XXI
Ligera_Fue_Tu_Voz,_Mas_Tu_Palabra_Dura
Ligera fue tu voz, mas tu palabra dura con vuelo de paloma sin más peso que su inmóvil cruzar el mar del viento; y persistes como un sonido bajo el agua, desde mi piel al aire levantada, ligera como fuiste, como esa ala que olvidada del mundo se recrea, convertida en ausencia y en olvido. Vivo de oírme el cuerpo y de entregarme al tiempo como a un rumbo sin luz la adormecida rosa, como asoma en el sueño y luego muere el cielo que una tarde contemplamos, y oigo la vida en mí, su aliento te recuerda ingrávida, en latidos desprendida, con un temblor de silenciosas aguas de su propia amargura renaciendo. Sufres conmigo cuando sólo miro que el amor es un cuerpo de imágenes poblado, y caricia se llama a tocar el recuerdo, a sentir las tinieblas en las manos y en un esfuerzo inútil oponerse a ese tiempo que arrastra nuestro duelo hasta inclinar los labios a la nieve y tender en ceniza nuestros cuerpos. Te siente el corazón como un aroma que en un eco perdiera sus imágenes, y me palpo la piel tocando en ella la tersura del agua donde yaces, y después quedo solo, enamorado de esta voz que del cuerpo te desprende tomada en pensamiento, y en palabras te crea, nacida nuevamente de mi sueño.
es
Flórez,Julio
<XXI
Cuando_El_Último_Soplo_De_La_Vida
Cuando el último soplo de la vida universal se extinga, y en el cielo pare la noche de la muerte el vuelo, la gran noche, la noche sin medida; y de esta humanidad adolorida ni un rastro quede sobre el mustio suelo, y los astros-cadáveres, el velo de la sombra traspasen en su huida, cuando el hondo silencio de la nada se crispe entre las fauces del vacío, y de mi ser ni la ceniza helada siquiera guarde mi sepulcro angosto, ¿qué será de este espíritu sombrío... de esta alma en que el Dolor hizo su agosto?
es
Cruz,Lucas
XXI
Travesía_Por_Tu_Figura
Ancladas mis pupilas, tus iris azulados fondean mi mirar. Tu red desplegada, anzuelos de belleza capturan mi atención. Dominas mis sentidos, el timón de mis ojos decides gobernar. Amarillo tu pelo, cola de un cometa, mi luz, mi rubio sol. Viento en mis velas, encaminas mi proa a tu cuerpo admirar. ¡Fuerte oleaje sacude mi navío! despierta mi amor. Océano de curvas, de olas onduladas que me hacen zozobrar. Me ahogo en tu cintura, dulce mi caída, tus piernas... mi perdición. Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! Tu red desplegada, anzuelos de belleza capturan mi atención. Dominas mis sentidos, el timón de mis ojos decides gobernar. Amarillo tu pelo, cola de un cometa, mi luz, mi rubio sol. Viento en mis velas, encaminas mi proa a tu cuerpo admirar. ¡Fuerte oleaje sacude mi navío! despierta mi amor. Océano de curvas, de olas onduladas que me hacen zozobrar. Me ahogo en tu cintura, dulce mi caída, tus piernas... mi perdición. Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! Dominas mis sentidos, el timón de mis ojos decides gobernar. Amarillo tu pelo, cola de un cometa, mi luz, mi rubio sol. Viento en mis velas, encaminas mi proa a tu cuerpo admirar. ¡Fuerte oleaje sacude mi navío! despierta mi amor. Océano de curvas, de olas onduladas que me hacen zozobrar. Me ahogo en tu cintura, dulce mi caída, tus piernas... mi perdición. Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! Amarillo tu pelo, cola de un cometa, mi luz, mi rubio sol. Viento en mis velas, encaminas mi proa a tu cuerpo admirar. ¡Fuerte oleaje sacude mi navío! despierta mi amor. Océano de curvas, de olas onduladas que me hacen zozobrar. Me ahogo en tu cintura, dulce mi caída, tus piernas... mi perdición. Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! Viento en mis velas, encaminas mi proa a tu cuerpo admirar. ¡Fuerte oleaje sacude mi navío! despierta mi amor. Océano de curvas, de olas onduladas que me hacen zozobrar. Me ahogo en tu cintura, dulce mi caída, tus piernas... mi perdición. Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! ¡Fuerte oleaje sacude mi navío! despierta mi amor. Océano de curvas, de olas onduladas que me hacen zozobrar. Me ahogo en tu cintura, dulce mi caída, tus piernas... mi perdición. Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! Océano de curvas, de olas onduladas que me hacen zozobrar. Me ahogo en tu cintura, dulce mi caída, tus piernas... mi perdición. Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! Me ahogo en tu cintura, dulce mi caída, tus piernas... mi perdición. Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! Descanso en tus rodillas varado en tu regazo, suave lecho de mar. ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar! ¡Dame tu boca, niña! ¡Necesito respirar!
es
Jiménez,Freddy_Emerson
XXI
En_El_Letargo_De_La_Noche
En el letargo de la noche el silencio se hace eterno y los pensamientos se hacen canción, La mente se llena de pensamientos e ilusiones y las esperanzas emanan como fuente en el corazón, En la oscuridad las sombras adquieren forma y moldean siluetas que tan sólo se perciben con los ojos del alma, Líneas en la oscuridad que por instantes se deslizan como olas y se envuelven sobre el vacío, Líneas en la oscuridad que por instantes caen hacia un fondo interminable como hilos infinitos y me envuelven como lluvia deslizándose sobre la superficie de mi cuerpo, Líneas que se envuelven en mis manos y me entregan los recuerdos de tu pelo refugiándose en las yemas de mis dedos... Y allí, en donde los sueños se funden con los pensamientos, Cuando la expresión de las ideas latentes y los deseos nacen juntos y se hacen realidad, Allí llega tu recuerdo hasta mi mente, allí te tocó y te tengo nuevamente entre mis brazos, Allí nuevamente memorizo cada una de las líneas de tu rostro, Y navego nuevamente en las mieles de tus ojos... El silencio se rompe con el eco de una risa de niña que se escapa de un rostro que aunque quiera mantenerse sobrio no puede contener los destellos de luz de un alma que vuela más allá del mismo cielo, un alma que corre libremente por los senderos que para la razón parecen prohibidos... Hasta que llega el alba recuerdo, sueño, ó talvez alucino con cada una de tus palabras, Con cada uno de los minutos que logre robar a tu vida y que hacen diferente la mía, Las horas pasan recordando nuevamente cada uno de los segundos que aprisioné tus manos entre las mías, Cada instante en que mis labios rozaron la piel de tus dedos y mis dedos se fundieron en las ondas de tu pelo... En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas que logré poner en tu rostro, Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita... En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora parecen eternas... Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi, Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se conjugan de forma incoherente... Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza... Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura. Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja un arcoiris sobre el cielo... Y allí, en donde los sueños se funden con los pensamientos, Cuando la expresión de las ideas latentes y los deseos nacen juntos y se hacen realidad, Allí llega tu recuerdo hasta mi mente, allí te tocó y te tengo nuevamente entre mis brazos, Allí nuevamente memorizo cada una de las líneas de tu rostro, Y navego nuevamente en las mieles de tus ojos... El silencio se rompe con el eco de una risa de niña que se escapa de un rostro que aunque quiera mantenerse sobrio no puede contener los destellos de luz de un alma que vuela más allá del mismo cielo, un alma que corre libremente por los senderos que para la razón parecen prohibidos... Hasta que llega el alba recuerdo, sueño, ó talvez alucino con cada una de tus palabras, Con cada uno de los minutos que logre robar a tu vida y que hacen diferente la mía, Las horas pasan recordando nuevamente cada uno de los segundos que aprisioné tus manos entre las mías, Cada instante en que mis labios rozaron la piel de tus dedos y mis dedos se fundieron en las ondas de tu pelo... En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas que logré poner en tu rostro, Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita... En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora parecen eternas... Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi, Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se conjugan de forma incoherente... Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza... Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura. Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja un arcoiris sobre el cielo... El silencio se rompe con el eco de una risa de niña que se escapa de un rostro que aunque quiera mantenerse sobrio no puede contener los destellos de luz de un alma que vuela más allá del mismo cielo, un alma que corre libremente por los senderos que para la razón parecen prohibidos... Hasta que llega el alba recuerdo, sueño, ó talvez alucino con cada una de tus palabras, Con cada uno de los minutos que logre robar a tu vida y que hacen diferente la mía, Las horas pasan recordando nuevamente cada uno de los segundos que aprisioné tus manos entre las mías, Cada instante en que mis labios rozaron la piel de tus dedos y mis dedos se fundieron en las ondas de tu pelo... En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas que logré poner en tu rostro, Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita... En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora parecen eternas... Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi, Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se conjugan de forma incoherente... Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza... Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura. Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja un arcoiris sobre el cielo... Hasta que llega el alba recuerdo, sueño, ó talvez alucino con cada una de tus palabras, Con cada uno de los minutos que logre robar a tu vida y que hacen diferente la mía, Las horas pasan recordando nuevamente cada uno de los segundos que aprisioné tus manos entre las mías, Cada instante en que mis labios rozaron la piel de tus dedos y mis dedos se fundieron en las ondas de tu pelo... En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas que logré poner en tu rostro, Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita... En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora parecen eternas... Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi, Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se conjugan de forma incoherente... Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza... Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura. Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja un arcoiris sobre el cielo... En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas que logré poner en tu rostro, Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita... En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora parecen eternas... Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi, Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se conjugan de forma incoherente... Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza... Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura. Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja un arcoiris sobre el cielo... En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora parecen eternas... Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi, Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se conjugan de forma incoherente... Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza... Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura. Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja un arcoiris sobre el cielo... Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi, Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se conjugan de forma incoherente... Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza... Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura. Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja un arcoiris sobre el cielo... Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura. Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja un arcoiris sobre el cielo...
es
Martínez,Daniel_Omar
XXI
Qué_Estarás_Haciendo
Qué estarás haciendo compañero Behaa habrás partido de tu tierra de tu pueblo amarillo de Tanta recordarás aún ese viaje donde veíamos atardeceres en las arenas de Alejandría recordarás esa charla donde milagrosamente me hablaste sin entender lo que decías en mi propio idioma el azar suele ser generoso amigo puede que algún día nos volvamos a encontrar en alguna otra ruta aunque sea de sueños o delirios el azar suele ser generoso amigo puede que algún día nos volvamos a encontrar en alguna otra ruta aunque sea de sueños o delirios
es
Castro,Rosalía_de
<XXI
Una_Sombra_Tristísima,_Indefinible_Y_Vaga
Una sombra tristísima, indefinible y vaga como lo incierto, siempre ante mis ojos va tras de otra vaga sombra que sin cesar la huye, corriendo sin cesar. Ignoro su destino... mas no sé por qué temo al ver su ansia mortal, que ni han de parar nunca, ni encontrarse jamás.
es
Borges,Jorge_Luis
<XXI
Un_Ciego
No sé cuál es la cara que me mira cuando miro la cara del espejo; No sé qué anciano acecha en su reflejo con silenciosa y ya cansada ira. Lento en mi sombra, con la mano exploro mis invisibles rasgos. Un destello me alcanza. He vislumbrado tu cabello que es de ceniza o es aún de oro. Repito que he perdido solamente la vana superficie de las cosas. El consuelo es de Milton y es valiente, pero pienso en las letras y en las rosas. Pienso que si pudiera ver mi cara sabría quién soy en esta tarde rara.
es
Badilla,Sergio
XXI
Una_Fogarada_Dispersa_Después_De_Un_Advenedizo_Rayo
Una fogarada dispersa después de un advenedizo rayo acaso se rompió entonces la conferida quietud nos alertó el ojo abierto los sentidos ¿qué se hizo Anna la griega en la costa Macedonia? los demás la amaron con tardanza su pudibunda castidad se esparció enardecida entre mis torpes muslos entre mis escareadas manos Los distintos usaron sus mañas sus redes de los más variados tamaños y colores mánticas perversas y acertijos de poca monta. Ella extrañó al hijo escaso de sus entrañas hizo visible el castigo como ruin oprobio porque volvería a dormir en otras sábanas propicias y lejanas. Anna de Rodolivos la más anniusha de la annas la luna sigue en el mismo lugar desde que se acabó el invierno cayeron umbrosas las nieves en la destruida ventana y en Katarinabangatan el ouzo quedó servido en la mesa vacía en el espacio más oscuro de la noche
es
Huerta,Efraín
<XXI
Como_Una_Limpia_Mañana_De_Besos_Morenos
Como una limpia mañana de besos morenos cuando las plumas de la aurora comenzaron a marcar iniciales en el cielo. Como recta caída y amanecer perfecto. Amada inmensa como una violeta de cobalto puro y la palabra clara del deseo. Gota de anís en el crepúsculo te amo con aquella esperanza del suicida poeta que se meció en el mar con la más grande de las perezas románticas. Te miro así como mirarían las violetas una mañana ahogada en un rocío de recuerdos. Es la primera vez que un absoluto amor de oro hace rumbo en mis venas. Así lo creo te amo y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
es
Bernárdez,Mariana
XXI
Ganar_Silencio_En_El_Exceso_O_En_La_Ausencia
Ganar silencio en el exceso o en la ausencia Aquietarse para vislumbrar el movimiento ligero Rastro apenas logrado cuando palpas la humedad de la tierra para descubrir el abismo de adentro Contener el cuerpo en su arrojo aún de que la finura del aire lo seduzca prometiéndole plumaje Sentir los músculos en tensión Saltar Escuchar el chasquido de las pezuñas contra las piedras el aliento entrecortado de la carrera y la lanza en la diestra deslizándose en vuelo.
es
Morales,Rafael
<XXI
Soledad,_Soledad_Late_En_Mis_Venas.
Soledad, soledad late en mis venas. Hay un cielo vacío, indiferente, y es una ausencia et río y sus arenas que dora el sol lejano del poniente. Todo está solo: el corazón y el viento a la deriva van por la alameda. Yo me siento vacío, sólo siento la ausencia enorme que en mis venas queda.
es
Hernández,Miguel
<XXI
Llama,_¿Para_Quién?
Llama, ¿para quién? Llama, para alguien. Cruza las tinieblas y no alumbra a nadie.
es
Pellicer,Carlos
<XXI
En_El_Silencio_De_La_Casa,_Tú
En el silencio de la casa, tú, y en mi voz la presencia de tu nombre besado entre la nube de la ausencia manzana aérea de las soledades. Todo a puertas cerradas, la quietud de esperarte es vanguardia de heroísmo, vigilando el ejército de abrazos y el gran plan de la dicha. Ya no sé caminar sino hacia ti, por el camino suave de mirarte poner los labios junto a mis preguntas —sencilla, eterna flor de preguntarte— y escucharte así en mí ¡y a sangre y fuego rechazar, luminoso, las penumbras...! Manzana aérea de las soledades, bocado silencioso de la ausencia, palabra en viaje, ropa del invierno que hará la desnudez de las praderas. Tú en el silencio de la casa. Yo en tus labios de ausencia, aquí tan cerca que entre los dos la ronda de palabras se funde en la mejor que da el poema.
es
Gabriel_y_Galán,José_María
<XXI
Las_Sublimes
¿La conoces, musa mía? Es modelo soberano bosquejado por la mano de la gran sabiduría. Es el más dulce buen ver de tus visiones risueñas; es la mujer que tú sueñas cuando sueñas la mujer. La discreta, la prudente, la letrada, la piadosa, la noble, la generosa, la sencilla, la indulgente, la süave, la severa, la fuerte, la bienhechora, la sabia, la previsora, la grande, la justiciera... la que crea y fortalece, la que ordena y pacifica, la que ablanda y dulcifica..., ¡la que todo lo engrandece! La que es esclava y señora, la que gobierna y vigila, la que labra y la que hila, la que vela y la que ora... ¡Hela, hela, musa ruda! ¿No lo cantas? —No la canto. —¿Por qué, si la admiras tanto? —Porque si admiro soy muda. —¿Y cuál es la maravilla que así admiras muda y queda? ¡O es Teresa de Cepeda o es Isabel de Castilla! Es el más dulce buen ver de tus visiones risueñas; es la mujer que tú sueñas cuando sueñas la mujer. La discreta, la prudente, la letrada, la piadosa, la noble, la generosa, la sencilla, la indulgente, la süave, la severa, la fuerte, la bienhechora, la sabia, la previsora, la grande, la justiciera... la que crea y fortalece, la que ordena y pacifica, la que ablanda y dulcifica..., ¡la que todo lo engrandece! La que es esclava y señora, la que gobierna y vigila, la que labra y la que hila, la que vela y la que ora... ¡Hela, hela, musa ruda! ¿No lo cantas? —No la canto. —¿Por qué, si la admiras tanto? —Porque si admiro soy muda. —¿Y cuál es la maravilla que así admiras muda y queda? ¡O es Teresa de Cepeda o es Isabel de Castilla! La discreta, la prudente, la letrada, la piadosa, la noble, la generosa, la sencilla, la indulgente, la süave, la severa, la fuerte, la bienhechora, la sabia, la previsora, la grande, la justiciera... la que crea y fortalece, la que ordena y pacifica, la que ablanda y dulcifica..., ¡la que todo lo engrandece! La que es esclava y señora, la que gobierna y vigila, la que labra y la que hila, la que vela y la que ora... ¡Hela, hela, musa ruda! ¿No lo cantas? —No la canto. —¿Por qué, si la admiras tanto? —Porque si admiro soy muda. —¿Y cuál es la maravilla que así admiras muda y queda? ¡O es Teresa de Cepeda o es Isabel de Castilla! la süave, la severa, la fuerte, la bienhechora, la sabia, la previsora, la grande, la justiciera... la que crea y fortalece, la que ordena y pacifica, la que ablanda y dulcifica..., ¡la que todo lo engrandece! La que es esclava y señora, la que gobierna y vigila, la que labra y la que hila, la que vela y la que ora... ¡Hela, hela, musa ruda! ¿No lo cantas? —No la canto. —¿Por qué, si la admiras tanto? —Porque si admiro soy muda. —¿Y cuál es la maravilla que así admiras muda y queda? ¡O es Teresa de Cepeda o es Isabel de Castilla! la que crea y fortalece, la que ordena y pacifica, la que ablanda y dulcifica..., ¡la que todo lo engrandece! La que es esclava y señora, la que gobierna y vigila, la que labra y la que hila, la que vela y la que ora... ¡Hela, hela, musa ruda! ¿No lo cantas? —No la canto. —¿Por qué, si la admiras tanto? —Porque si admiro soy muda. —¿Y cuál es la maravilla que así admiras muda y queda? ¡O es Teresa de Cepeda o es Isabel de Castilla! La que es esclava y señora, la que gobierna y vigila, la que labra y la que hila, la que vela y la que ora... ¡Hela, hela, musa ruda! ¿No lo cantas? —No la canto. —¿Por qué, si la admiras tanto? —Porque si admiro soy muda. —¿Y cuál es la maravilla que así admiras muda y queda? ¡O es Teresa de Cepeda o es Isabel de Castilla! ¡Hela, hela, musa ruda! ¿No lo cantas? —No la canto. —¿Por qué, si la admiras tanto? —Porque si admiro soy muda. —¿Y cuál es la maravilla que así admiras muda y queda? ¡O es Teresa de Cepeda o es Isabel de Castilla! —¿Y cuál es la maravilla que así admiras muda y queda? ¡O es Teresa de Cepeda o es Isabel de Castilla!
es
Vallejo,César
<XXI
Tengo_Ahora_70_Soles_Peruanos
Tengo ahora 70 soles peruanos. Cojo la penúltima moneda, la que suena 69 veces púnicas. Y he aquí, al finalizar su rol, quemase toda y arde llameante, llameante, redonda entre mis tímpanos alucinados. Ella, siendo 69, dase contra 70; luego escala 71, rebota en 72. Y así se multiplica y espejea impertérrita en todos los demás piñones. Ella, vibrando y forcejeando, pegando grittttos, soltando arduos, chisporroteantes silencios, orinándose de natural grandor, en unánimes postes surgentes, acaba por ser todos los guarismos, la vida entera. Ella, siendo 69, dase contra 70; luego escala 71, rebota en 72. Y así se multiplica y espejea impertérrita en todos los demás piñones. Ella, vibrando y forcejeando, pegando grittttos, soltando arduos, chisporroteantes silencios, orinándose de natural grandor, en unánimes postes surgentes, acaba por ser todos los guarismos, la vida entera. Ella, vibrando y forcejeando, pegando grittttos, soltando arduos, chisporroteantes silencios, orinándose de natural grandor, en unánimes postes surgentes, acaba por ser todos los guarismos, la vida entera.
es
Vega,Lope_Félix_de
<XXI
Encaneció_Las_Ondas_Con_Espuma
Encaneció las ondas con espuma Argos, primera nave, y sin temellas osó tocar la gavia las estrellas, y hasta el cerco del sol volar sin pluma. Y aunque Anfitrite airada se consuma, dividen el cristal sus ninfas bellas, y hasta Colcos Jasón pasa por ellas, por más que el viento resistir presuma. Más era el agua que el dragón y el toro, mas no le estorba que su campo arase la fuerte proa entre una y otra sierra. Rompióse al fin por dos manzanas de oro, para que el mar cruel no se alabase, que por lo mismo se perdió la tierra. Y aunque Anfitrite airada se consuma, dividen el cristal sus ninfas bellas, y hasta Colcos Jasón pasa por ellas, por más que el viento resistir presuma. Más era el agua que el dragón y el toro, mas no le estorba que su campo arase la fuerte proa entre una y otra sierra. Rompióse al fin por dos manzanas de oro, para que el mar cruel no se alabase, que por lo mismo se perdió la tierra. Más era el agua que el dragón y el toro, mas no le estorba que su campo arase la fuerte proa entre una y otra sierra. Rompióse al fin por dos manzanas de oro, para que el mar cruel no se alabase, que por lo mismo se perdió la tierra. Rompióse al fin por dos manzanas de oro, para que el mar cruel no se alabase, que por lo mismo se perdió la tierra.
es
Guillén,Jorge
<XXI
Tréboles
Se nota que son paletos, Que se callan asombrados Ante sus propios secretos: Pareja de enamorados.
es
Arciniegas,Ismael_Enrique
<XXI
Visita
Sentado ante su mesa de trabajo Estaba, en tanto que visiones blancas y vaporosas, en azul ensueño, En torno de su lámpara flotaban, y níveos copos de menuda nieve Daban en el cristal de su ventana. Y de repente vino a su memoria, En el hondo silencio de la estancia, El recuerdo de un hombre conocido Hacía muchos años. La garganta Sintió oprimida, y algo de tristeza y de vergüenza conmovió su alma. Recordó la humildad de ese hombre triste. Humildad en acciones y palabras, Que don ninguno recibió del cielo y llevó siempre vida solitaria Como un árbol en áspera llanura. Recordó sus promesas reiteradas De ir a verlo en su plácido retiro, y que aquel hombre en su mansión callada Esas ofertas siempre agradecía, Pero creyendo sus promesas vanas. Y se acordó también de que ese hombre En su silencio y su humildad lo amaba. Todos esos recuerdos se agolparon De pronto en su memoria, en la callada Sombra que lo envolvía. En su hondo ensueño Quiso apartarlos, pero voz del alma, Voz imperiosa estremecer lo hizo. Se puso en pie. Lucía en su mirada luz de sonrisa, y respiró, ya libre del nudo que oprimía su garganta. Y apresurado se vistió. La noche Cubría la llanura solitaria, Y dirigió los pasos en la nieve Del hombre humilde a la tranquila casa. Y entró. Después de familiar saludo y ya sentado cerca de la llama Entre ese hombre y su humilde compañera, Que con muda sorpresa se miraban, Observó pensativo esos silencios Que interrogan, y son como en las páginas Esos espacios que la pluma deja A veces entre frases y palabras. Y en ambos rostros observó de pronto como inquietud furtiva, entre las pausas del lento hablar, mas comprendió en seguida La causa: No creían, no esperaban Que viniera, tan tarde, y de tan lejos, En medio de la nieve y entre charcas, Sólo por darles un placer, y sólo Por cumplir su promesa. Y se miraban Aguardando angustiados que dijera De ese visita la razón. ¿Qué causa lo hizo venir en semejante noche? ¿Qué servicio quería? ¿Era una infausta o grata nueva, la que así, tan tarde, Lo traía al silencio de esa casa? Comprendiendo esa íntima zozobra Quería hablar para infundirles calma, Pero seguían los silencios lentos, y seguían pesando las palabras; y como él temerosos los veía de una revelación inesperada, Ante ellos se sintió como acusado, Confuso, torpe, y en angustia el alma. Y se vio como lejos... lejos de ellos, Como si frente a frente no se hallaran, Hasta que en pie, para salir, se puso. La angustia que sus almas embargaba Al fin cesó. Lo comprendieron todo... Vino por ellos, para hacerles grata Esa noche de invierno; solamente Por ellos... y en sus ojos irradiaba Luz de alegría. Quiso verlos alguien En su vida tranquila y solitaria; Visitarlos, oírlos... Y más fuerte Que la nieve, y el frío y la distancia Fue ese deseo. Vino a verlos alguien En el hondo silencio de sus almas... Alguien al fin llegó. ¡Cuánto alborozo! Fluían de sus labios las palabras, y para retenerlo, sonreían, y entusiasmados a la vez hablaban. Les prometió que volvería. Y antes De llegar a la puerta, la mirada Tendió en redor, porque en la mente quiso La memoria fijar de aquella casa. Clavó la vista en cada mueble; luego, Como queriendo concentrar el alma En un recuerdo, los miró callado Porque en el fondo de su ser dudaba Si volvería... Y se perdió su sombra En la llanura, por la nieve, blanca.
es
Plaza_Llamas,Antonio
<XXI
Tiende,_Noche,_Tu_Lóbrego_Manto
Tiende, noche, tu lóbrego manto, y en un mar de tinieblas, al sol, ahoga, noche, que quiero mi llanto esconder en tu negro crespón. Ya no quiero ni gloria, ni amigos, ni esperanza, ni amor, ni virtud; quiero sólo quedar sin testigos; quiero sombra; detesto la luz. Quiero el llanto verter que nutriendo está siempre mi vida infeliz, y correr dando un grito estupendo, y después como loco, reír. Que la luna entre sombras sepulte su maldita montaña de luz, cielo y tierra a mis ojos oculte, negra noche, tu negro capuz. Que ni el eco a la voz corresponda, que se enlute del campo el verdor; que ennegrezca el cristal de la onda; que se arrastre maldita la flor. Sólo se oiga del noto el silbido y del mar el solemne rugir, de agorera lechuza el graznido de la alondra el doliente gemir. La pavura del gélido osario reine en torno; que el éter azul se convierta en inmenso sudario y la tierra en gigante ataúd. De relámpago rojo las luces en el cielo de luto al flagrar, sólo alumbren de tumbas y cruces un calcáreo fatídico erial. Si en el cielo, de bilis preñado, brilla acaso de luna el fulgor, que su disco de sangre manchado enrojezca ese cuadro de horror. Las campanas distantes produzcan un tañido llorón, sepulcral; y los miasmas infectos conduzcan, salmodiado, imponente cantar. Forma vana, severa, imposible, abandone el podrido ataúd: misteriosa, cariada, terrible, vuelva un punto del ser a la luz. Y sus órbitas duras esmalte fosforente, siniestro brillar, y de su antro de hueso que salte carcajada estridente, fatal. Que del rayo la voz tan temida truene y cruce distancia sin fin, y la tierra por él sacudida se abra y brote cadáveres mil. Las culebras se empinen silbando, ruja sordo el terrible huracán; y los cuervos fastidien graznando; vengan rayos la fiesta a alumbrar. Esqueletos y momias horribles que la mano amarilla se den, y las piernas torcidas, risibles, muevan todos con lento vaivén. Y pedazos de tumba saltando, cruces, huesos y trozos de cal, al impulso del viento chocando improvisen orquesta infernal. Y con cauda de sombras tejida, la diadema de fuego en la sien, desde un trono de tumbas presida el festín de los muertos. Luzbel. El infierno en sus antros se agite; carcajadas arroje el dolor, y una voz estentórea que grite: ¡Maldición! ¡maldición! ¡maldición! ¿Y la noche?... ¿Qué es la noche? Línea de sombras, que Dios en medio de dos crepúsculos, por dividirlos, tiró: tenebroso mar con débiles ondas de luz y vapor, do el desengaño navega remolcando a la ilusión: cortinaje de tinieblas bajo el cual, en vil jergón, duerme el pobre, en tanto en púrpura tal vez se agita el señor: caleidoscopio enlutado que muestra en gira veloz embusteras ilusiones y espectros que dan pavor: tumba inmensa en que sepulta su pena y su humillación el infeliz que en el sueño único placer halló; de ese sueño que es tristeza, honda laxitud, sopor, paréntesis de la vida, estupidez, absorción. El desdichado quisiera nunca despertar, que el sol le trae sólo pesares, luto y desesperación. De quien oprimido vive entre miseria y dolor, es su consuelo la noche, dormir su placer mayor. ¡Salve, noche! ¡Te bendigo! En tu funeral crespón oculto el llanto salobre que mi mejilla escaldó. Y tranquilo en sueño blando venturoso a veces soy, porque en la vida del sueño sueño otra vida mejor. Sueño es la vida; lloramos y reímos, porque soñamos sin cesar despiertos, hasta que un sueño, sin soñar, dormimos entre sombras y tumbas con los muertos; que a la nada fatal de do salimos, a esa nada fatal tornamos yertos; y en la noche solemne, impenetrable, descansamos en sueño perdurable.
es
López_Velarde,Ramón
<XXI
Ya_Que_Tu_Voz,_Como_Un_Muelle_Vapor,_Me_Baña
Ya que tu voz, como un muelle vapor, me baña y mis ojos, tributos a la eterna guadaña, por ti osan mirar de frente el ataúd; ya que tu abrigo rojo me otorga una delicia que es mitad friolenta, mitad cardenalicia, antes que en la veleta llore el póstumo alud; ya que por ti ha lanzado a la Muerte su reto la cerviz animosa del ardido esqueleto predestinado al hierro del fúnebre dogal; te honro en el espanto de una perdida alcoba de nigromante, en que tu yerta faz se arroba sobre una tibia, como sobre un cabezal; y porque eres, Amada, la armoniosa elegida de mi sangre, sintiendo que la convulsa vida es un puente de abismo en que vamos tú y yo, mis besos te recorren en devotas hileras encima de un sacrílego manto de calaveras como sobre una erótica ficha de dominó.
es
Feijoo,Marcos
XXI
Y_Después_De_Llenar_Mil_Lienzos_De_Líneas
Y después de llenar mil lienzos de líneas, enterró sus cuadros y se hecho a andar. Y en la calle descubrió que el aire traza líneas en el paisaje que nadie puede borrar. Y persiguiendo la ilusión de alcanzar el color de la brisa del mar encontró tendida en el suelo una hoja con una sonrisa dibujada. Entonces detuvo su caminar.
es
Cuenca,Luis_Alberto_de
<XXI
Las_Chicas_Como_Tú_Se_Ríen_En_Las_Barbas
Las chicas como tú se ríen en las barbas del mismísimo Hammurabi. «Ojo por ojo y diente por diente» (lo hizo escribir en Babilonia, hace cuatro mil años). Las chicas como tú responden al amor con desdén y al desdén con amor. Por fastidiar a Hammurabi. «Ojo por ojo y diente por diente» (lo hizo escribir en Babilonia, hace cuatro mil años). Las chicas como tú responden al amor con desdén y al desdén con amor. Por fastidiar a Hammurabi. Las chicas como tú responden al amor con desdén y al desdén con amor. Por fastidiar a Hammurabi.
es
Valente,José_Ángel
<XXI
Se_Fue_En_El_Viento
Se fue en el viento, volvió en el aire. Le abrí en mi casa la puerta grande. Se fue en el viento. Quedé anhelante. Se fue en el viento, volvió en el aire. Me llevó adonde no había nadie. Se fue en el viento, quedó en mi sangre. Volvió en el aire. Le abrí en mi casa la puerta grande. Se fue en el viento. Quedé anhelante. Se fue en el viento, volvió en el aire. Me llevó adonde no había nadie. Se fue en el viento, quedó en mi sangre. Volvió en el aire. Se fue en el viento. Quedé anhelante. Se fue en el viento, volvió en el aire. Me llevó adonde no había nadie. Se fue en el viento, quedó en mi sangre. Volvió en el aire. Se fue en el viento, volvió en el aire. Me llevó adonde no había nadie. Se fue en el viento, quedó en mi sangre. Volvió en el aire. Me llevó adonde no había nadie. Se fue en el viento, quedó en mi sangre. Volvió en el aire. Se fue en el viento, quedó en mi sangre. Volvió en el aire. Volvió en el aire.
es
Góngora,Luis_de
<XXI
El_Sastre
De mi sastre en el hurtar la mano es tan singular, que si cae la tela en ella cuando la empieza a doblar, ya puedo doblar por ella. Y cuando pasa a trazar la tela ya referida, no hay como verle sacar la medida para hurtar, cuando él hurta sin medida. Y si la tijera empuña porque no meta la uña echalle suelo varetas, pero él aunque yo gruña siempre dice tijeretas. Y si la tijera empuña porque no meta la uña echalle suelo varetas, pero él aunque yo gruña siempre dice tijeretas.
es
Orozco,Olga
<XXI
Oye_Ladrar_Los_Perros_Que_Indagan_El_Linaje_De_Las_Sombras
Oye ladrar los perros que indagan el linaje de las sombras, óyelos desgarrar la tela del presagio. Escucha. Alguien avanza y las maderas crujen debajo de tus pies como si huyeras sin cesar y sin cesar llegaras. Tú sellaste las puertas con tu nombre inscripto en las cenizas de ayer y de mañana. Pero alguien ha llegado. Y otros rostros te soplan el rostro en los espejos donde ya no eres más que una bujía desgarrada, una luna invadida debajo de las aguas por triunfos y combates, por helechos. Aquí está lo que es, lo que fue, lo que vendrá, lo que puede venir. Siete respuestas tienes para siete preguntas. Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo: a tu derecha el Ángel, a tu izquierda el Demonio. ¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu nacimiento hasta tu muerte con una llave rota, con un anillo que hace años fue enterrado? ¿Quiénes planean sobre sus propios pasos como una bandada de aves? Las Estrellas anuncian el cielo del enigma. Mas lo que quieres ver no puede ser mirado cara a cara porque su luz es de otro reino. Y aún no es hora. Y habrá tiempo. Vale más descifrar el nombre de quien entra. Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar mariposas. Es el huésped de siempre. Es el alucinado Emperador del mundo que te habita. No preguntes quién es. Tú lo conoces porque tú lo has buscado bajo todas las piedras y en todos los abismos. y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro: un poema en que todo fuera ese todo y tú —algo más que ese todo—. Pero nada ha llegado. Nada que fuera más que estos mismos estériles vocablos. Veamos quién se sienta. La que está envuelta en lienzos y grazna mientras hila deshilando tu sábana tiene por corazón la mariposa negra. Pero tu vida es larga y su acorde se quebrará muy lejos. Lo leo en las arenas de la Luna donde está escrito el viaje, donde está dibujada la casa en que te hundes como una estría pálida en la noche tejida con grandes telarañas por tu Muerte hilandera. Mas cuídate del agua, del amor y del fuego. Cuídate del amor que es quien se queda. Para hoy, para mañana, para después de mañana. Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas. Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su orgullo. Pero jamás conocerás la paz, porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora de cara contra el muro. No dormirás del lado de la dicha, porque en todos tus pasos hay un borde de luto que presagia el crimen o el adiós, y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche que te fue destinada. ¿Quieres saber quién te ama? El que sale a mi encuentro viene desde tu propio corazón. Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre bajo su piel la palidez de todo solitario. Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas y de muertes. Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras, y se quedó llorando sobre cada vergüenza. Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin querer la Torre que lo encierra: una prisión de seda donde el amor hace sonar sus llaves de insobornable carcelero. En tanto el carro aguarda la señal de partir: la aparición del día vestido de Ermitaño. Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en piedra de memoria. Aún estáis tendidos en la constelación de los Amantes, ese río de fuego que pasa devorando la cintura del tiempo que os devora, y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una raza de náufragos que se hunden sin salvación y sin consuelo. Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón, como si no temieras, porque voy a mostrarte quién te odia. ¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría? ¿No la miras conmigo llegar con un puñal de escarcha a tu costado? Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas, la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios, la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer el aire de tu casa, la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto, con uñas en menguante, con palabras. No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea es ella misma, pues su poder no es otro que el ser otra que tú. Tal es su sortilegio. Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre la mesa del destino, y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el cáñamo adverso, hay por lo menos cinco que sabemos que la partida es vana, que su triunfo no es triunfo sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el Rey deshabitado, un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor que no muere. Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas. Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para que hiera quien te mata. No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló la serpiente. No trates de encontrar tu talismán de huesos de pescado, porque es mucha la noche y muchos tus verdugos. Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos con espadas, con oros y con bastos. Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad. Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de párpados de escamas. La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago azul en tu garganta. Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas. He aquí que los Reyes han llegado. Vienen para cumplir la profecía. Vienen para habitar las tres sombras de muerte que escoltarán tu muerte hasta que cese de girar la Rueda del Destino. Vale más descifrar el nombre de quien entra. Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar mariposas. Es el huésped de siempre. Es el alucinado Emperador del mundo que te habita. No preguntes quién es. Tú lo conoces porque tú lo has buscado bajo todas las piedras y en todos los abismos. y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro: un poema en que todo fuera ese todo y tú —algo más que ese todo—. Pero nada ha llegado. Nada que fuera más que estos mismos estériles vocablos. Veamos quién se sienta. La que está envuelta en lienzos y grazna mientras hila deshilando tu sábana tiene por corazón la mariposa negra. Pero tu vida es larga y su acorde se quebrará muy lejos. Lo leo en las arenas de la Luna donde está escrito el viaje, donde está dibujada la casa en que te hundes como una estría pálida en la noche tejida con grandes telarañas por tu Muerte hilandera. Mas cuídate del agua, del amor y del fuego. Cuídate del amor que es quien se queda. Para hoy, para mañana, para después de mañana. Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas. Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su orgullo. Pero jamás conocerás la paz, porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora de cara contra el muro. No dormirás del lado de la dicha, porque en todos tus pasos hay un borde de luto que presagia el crimen o el adiós, y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche que te fue destinada. ¿Quieres saber quién te ama? El que sale a mi encuentro viene desde tu propio corazón. Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre bajo su piel la palidez de todo solitario. Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas y de muertes. Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras, y se quedó llorando sobre cada vergüenza. Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin querer la Torre que lo encierra: una prisión de seda donde el amor hace sonar sus llaves de insobornable carcelero. En tanto el carro aguarda la señal de partir: la aparición del día vestido de Ermitaño. Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en piedra de memoria. Aún estáis tendidos en la constelación de los Amantes, ese río de fuego que pasa devorando la cintura del tiempo que os devora, y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una raza de náufragos que se hunden sin salvación y sin consuelo. Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón, como si no temieras, porque voy a mostrarte quién te odia. ¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría? ¿No la miras conmigo llegar con un puñal de escarcha a tu costado? Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas, la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios, la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer el aire de tu casa, la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto, con uñas en menguante, con palabras. No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea es ella misma, pues su poder no es otro que el ser otra que tú. Tal es su sortilegio. Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre la mesa del destino, y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el cáñamo adverso, hay por lo menos cinco que sabemos que la partida es vana, que su triunfo no es triunfo sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el Rey deshabitado, un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor que no muere. Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas. Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para que hiera quien te mata. No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló la serpiente. No trates de encontrar tu talismán de huesos de pescado, porque es mucha la noche y muchos tus verdugos. Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos con espadas, con oros y con bastos. Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad. Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de párpados de escamas. La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago azul en tu garganta. Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas. He aquí que los Reyes han llegado. Vienen para cumplir la profecía. Vienen para habitar las tres sombras de muerte que escoltarán tu muerte hasta que cese de girar la Rueda del Destino. Cuídate del amor que es quien se queda. Para hoy, para mañana, para después de mañana. Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas. Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su orgullo. Pero jamás conocerás la paz, porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora de cara contra el muro. No dormirás del lado de la dicha, porque en todos tus pasos hay un borde de luto que presagia el crimen o el adiós, y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche que te fue destinada. ¿Quieres saber quién te ama? El que sale a mi encuentro viene desde tu propio corazón. Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre bajo su piel la palidez de todo solitario. Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas y de muertes. Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras, y se quedó llorando sobre cada vergüenza. Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin querer la Torre que lo encierra: una prisión de seda donde el amor hace sonar sus llaves de insobornable carcelero. En tanto el carro aguarda la señal de partir: la aparición del día vestido de Ermitaño. Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en piedra de memoria. Aún estáis tendidos en la constelación de los Amantes, ese río de fuego que pasa devorando la cintura del tiempo que os devora, y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una raza de náufragos que se hunden sin salvación y sin consuelo. Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón, como si no temieras, porque voy a mostrarte quién te odia. ¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría? ¿No la miras conmigo llegar con un puñal de escarcha a tu costado? Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas, la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios, la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer el aire de tu casa, la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto, con uñas en menguante, con palabras. No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea es ella misma, pues su poder no es otro que el ser otra que tú. Tal es su sortilegio. Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre la mesa del destino, y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el cáñamo adverso, hay por lo menos cinco que sabemos que la partida es vana, que su triunfo no es triunfo sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el Rey deshabitado, un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor que no muere. Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas. Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para que hiera quien te mata. No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló la serpiente. No trates de encontrar tu talismán de huesos de pescado, porque es mucha la noche y muchos tus verdugos. Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos con espadas, con oros y con bastos. Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad. Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de párpados de escamas. La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago azul en tu garganta. Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas. He aquí que los Reyes han llegado. Vienen para cumplir la profecía. Vienen para habitar las tres sombras de muerte que escoltarán tu muerte hasta que cese de girar la Rueda del Destino.
es
Machado,Antonio
<XXI
En_Medio_De_La_Plaza_Y_Sobre_Tosca_Piedra
En medio de la plaza y sobre tosca piedra, el agua brota y brota. En el cercano huerto eleva, tras el muro ceñido por la hiedra, alto ciprés la mancha de su ramaje yerto. La tarde está cayendo frente a los caserones de la ancha plaza, en sueños. Relucen las vidrieras con ecos mortecinos de sol. En los balcones hay formas que parecen confusas calaveras. La calma es infinita en la desierta plaza, donde pasea el alma su traza de alma en pena. El agua brota y brota en la marmórea taza. En todo el aire en sombra no más que el agua suena.
es
Machado,Antonio
<XXI
Yo_Amo_A_Jesús,_Que_Nos_Dijo:
Yo amo a Jesús, que nos dijo: Cielo y tierra pasarán. Cuando cielo y tierra pasen mi palabra quedará. ¿Cuál fue, Jesús, tu palabra? ¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad? Todas tus palabras fueron una palabra: Velad.
es
Vega,Garcilaso_de_la
<XXI
Soneto_Xxv
¡Oh hado ejecutivo en mis dolores, cómo sentí tus leyes rigurosas! Cortaste el árbol con manos dañosas, y esparciste por tierra fruta y flores. En poco espacio yacen los amores, y toda la esperanza de mis cosas tornados en cenizas desdeñosas, y sordas a mis quejas y clamores. Las lágrimas que en esta sepultura se vierten hoy en día y se vertieron, recibe, aunque sin fruto allá te sean, hasta que aquella eterna noche oscura me cierre aquestos ojos que te vieron, dejándome con otros que te vean. En poco espacio yacen los amores, y toda la esperanza de mis cosas tornados en cenizas desdeñosas, y sordas a mis quejas y clamores. Las lágrimas que en esta sepultura se vierten hoy en día y se vertieron, recibe, aunque sin fruto allá te sean, hasta que aquella eterna noche oscura me cierre aquestos ojos que te vieron, dejándome con otros que te vean. Las lágrimas que en esta sepultura se vierten hoy en día y se vertieron, recibe, aunque sin fruto allá te sean, hasta que aquella eterna noche oscura me cierre aquestos ojos que te vieron, dejándome con otros que te vean. hasta que aquella eterna noche oscura me cierre aquestos ojos que te vieron, dejándome con otros que te vean.
es
Gómez_Avellaneda,Gertrudis
<XXI
¡Duerme_Tranquilo,_Inocente
¡Duerme tranquilo, inocente, En el maternal regazo, Y deja que admire atenta Tu delicioso descanso! ¡Cuál brilla tu frente pura Entre los rizos dorados Que en leves ondas descienden A tu cuello de alabastro! Pende con dulce abandono A un lado tu diestra mano,1 Y la otra de la mejilla El peso sostiene blando. Con razón tu tierna madre Con afanoso conato Por ti vela, y te recala2 Cual su tesoro el avaro: Que eres más bello que el día3 Que entre nácar y amaranto Aparece en el Oriente De luces vertiendo rayos. ¡Cómo reposa tranquilo! ¡Parece de nieve un ampo! Mirad que vaga sonrisa Mueve el carmín de sus labios. Tal vez sueñe de su madre Recibir el beso caro; Tal vez a un ángel sonría Entre las nubes velado. ¡Duerme, duerme y que te halaguen Esos ensueños tan gratos Que a robarte su embeleso Se apresta el tiempo tirano! Volando pasan los días, Veloces huyen los años: A la fresca primavera Sucede el seco verano, Y en pos suya se aproxima El invierno adusto, helado, Que marchita cuanto toca Con su descarnada mano. Ese pecho tan hermoso Cuyo cutis nacarado Eleva el latir ligero, Y brilla cual limpio lago; Del viento de las pasiones Será bien presto agitado, Y sus olas turbulentas En ti mismo harán estrago. Entonces ¡ay! tan tranquilo No será, no, tu descanso, Ni al blando seno materno Le pedirás dulce amparo. Entonces ¡ay! el orgullo, El amor y sus engaños, La ambición y la codicia, El temor y el sobresalto, Serán los ángeles puros Que velarán a tu lado, Reproduciendo en tus sueños De tu existencia los cuadros. Y luego ¡ay! ante tu vista Cubierta por velo opaco, Se eclipsará la esperanza Al lucir el desengaño. Y verás llegar el tedio De la saciedad en brazos,4 Y del cáliz de la vida Gustarás el dejo amargo. ¡Mas silencio! no se aleje A tan fúnebres presagios El ángel que te sonríe Mientras tú duermes soñando. ¡Duerme, sí, pobre inocente, Prolonga tu sueño grato; Por los Angeles mecido, Por las brisas arrullado!
es
Celaya,Gabriel
<XXI
La_Poesía_Es_Un_Arma_Cargada_De_Futuro
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmado, como un pulso que golpea las tinieblas, cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades: las bárbaras, terribles, amorosas crueldades. Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo. Con la velocidad del instinto, con el rayo del prodigio, como mágica evidencia, lo real se nos convierte en lo idéntico a sí mismo. Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica. Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo. Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse. Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando. Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho. Quisiera daros vida, provocar nuevos actos, y calculo por eso con técnica qué puedo. Me siento un ingeniero del verso y un obrero que trabaja con otros a España en sus aceros. Tal es mi poesía: poesía-herramienta a la vez que latido de lo unánime y ciego. Tal es, arma cargada de futuro expansivo con que te apunto al pecho. No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos. Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
es
Teillier,Jorge
<XXI
Cuando_Todos_Se_Vayan
Cuando todos se vayan a otros planetas yo quedaré en la ciudad abandonada bebiendo un último vaso de cerveza, y luego volveré al pueblo donde siempre regreso como el borracho a la taberna y el niño a cabalgar en el balancín roto. Y en el pueblo no tendré nada que hacer, sino echarme luciérnagas a los bolsillos o caminar a orillas de rieles oxidados o sentarme en el roído mostrador de un almacén para hablar con antiguos compañeros de escuela. Como una araña que recorre los mismos hilos de su red caminaré sin prisa por las calles invadidas de malezas mirando los palomares que se vienen abajo, hasta llegar a mi casa donde me encerraré a escuchar discos de un cantante de 1930 sin cuidarme jamás de mirar los caminos infinitos trazados por los cohetes en el espacio. Como una araña que recorre los mismos hilos de su red caminaré sin prisa por las calles invadidas de malezas mirando los palomares que se vienen abajo, hasta llegar a mi casa donde me encerraré a escuchar discos de un cantante de 1930 sin cuidarme jamás de mirar los caminos infinitos trazados por los cohetes en el espacio.
es
Plaza_Llamas,Antonio
<XXI
Miras_Al_Fin_Coronada
Miras al fin coronada por la gloria tu ambición; y ya, joven aplicada, tienes la misión sagrada de propagar la instrucción. Inflamado de contento, hoy tu padre te acariña; porque premia tu talento los sacrificios sin cuento que hizo por ti, desde niña. Bendijo el Omnipotente, noble joven, la insistencia de tu aplicación ingente, poniendo sobre tu frente la corona de la ciencia. Esa corona que alcanza tu instrucción grande y notoria, es, Cristina, tu esperanza; porque ves en lontananza tu nombre escrito en la historia. El porvenir no te aterra; porque en tu cándido anhelo, para tus ojos encierra, olas de flores la tierra, mares de estrellas el cielo. Sigue en tu afán de aprender conquistándote renombre; que la virtud y el saber elevan a la mujer hasta el respeto del hombre. Sigue, Cristina, adelante, y aunque el estudio te abrume, estudia, estudia constante, que la belleza ignorante es una flor sin perfume. La belleza es flor, Cristina, que el tiempo marchita y trunca; pero el saber que ilumina el alma, nunca declina; porque ese no acaba nunca.
es
Vega,Lope_Félix_de
<XXI
Gaspar,_Si_Enfermo_Está_Mi_Bien,_Decidle
Gaspar, si enfermo está mi bien, decidle que yo tengo de amor el alma enferma, y en esta soledad desierta y yerma, lo que sabéis que paso persuadilde. Y para que el rigor temple, advertilde que el médico también tal vez enferma, y que segura de mi ausencia duerma, que soy leal cuanto presente humilde. Y advertilde también, si el mal porfía, que trueque mi salud y su accidente, que la tengo el alma se la envía. Decilde que del trueco se contente, mas ¿para qué le ofrezco salud mía? Que no tiene salud quien está ausente. Y para que el rigor temple, advertilde que el médico también tal vez enferma, y que segura de mi ausencia duerma, que soy leal cuanto presente humilde. Y advertilde también, si el mal porfía, que trueque mi salud y su accidente, que la tengo el alma se la envía. Decilde que del trueco se contente, mas ¿para qué le ofrezco salud mía? Que no tiene salud quien está ausente. Y advertilde también, si el mal porfía, que trueque mi salud y su accidente, que la tengo el alma se la envía. Decilde que del trueco se contente, mas ¿para qué le ofrezco salud mía? Que no tiene salud quien está ausente. Decilde que del trueco se contente, mas ¿para qué le ofrezco salud mía? Que no tiene salud quien está ausente.
es
Bolaño,Roberto
<XXI
Una_Persona_Te_Acaricia,_Te_Hace_Bromas
Una persona te acaricia, te hace bromas, es dulce contigo y luego nunca más te vuelve a hablar. ¿A qué te refieres, a la Tercera Guerra? La desconocida te ama y luego reconoce la situación matadero. Te besa y luego te dice que la vida consiste precisamente en seguir adelante, en asimilar los alimentos y buscar otros. Es divertido, en el cuarto, además del reflejo que lo chupa todo (y de ahí el hoyo inmaculado), hay voces de niños, preguntas que llegan como desde muy lejos. Y detrás de las preguntas, lo hubiera adivinado, hay risas nerviosas, bloques que se van deshaciendo pero que antes sueltan su mensaje lo mejor que pueden. «Cuídate». «Adiós, cuídate». El viejo momento denominado «Nel, majo».
es
Coronado,Carolina
<XXI
Se_Va_Mi_Sombra_Pero_Yo_Me_Quedo._A_Mis_Amigos_De_Madrid
¡Oh generosa luz, oh hermoso Oriente del pensamiento que buscaba el mío, siempre confuso y ciego en el sombrío y solitario claustro de mi mente! ¡Oh luz amada, luz resplandeciente, en cuyos rayos mi esperanza fío, luz de mi alma, luz de mi deseo, que iluminas al fin, que al fin te veo! Luz de gloria inmortal, que en ígnea rueda brillas sobre la estatua de Cervantes, brillas sobre los huesos palpitantes del desgraciado Larra y de Espronceda; no importa que la suerte me conceda para verla no más breves instantes, pues siempre verla y adorarla puedo, porque se va mi sombra y yo me quedo. Frentes marchitas, de estudiar cansadas, ánimos nobles, de luchar rendidos, poéticos espíritus caídos, generosas ideas desmayadas; yo, que del campo allá en las retiradas soledades, guardé de mis sentidos el entusiasmo, consolaros puedo porque se va mi sombra y yo me quedo. Aquí para cantar y aquí mi oído para escuchar, amigos, vuestro canto, y aquí estará mi ser, aunque entretanto os diga la ilusión que ya he partido; ¡loca ilusión! Engaño del sentido pensar que os dejo y que derramo llanto, pensar que sufro y que dejaros puedo cuando se va mi sombra y yo me quedo. Aquí para labrar de la poesía la dura tierra donde el lauro crece, mi corazón, que nunca desfallece, os seguirá constante en la porfía; para dar mi tributo de armonía, para animar al triste que padece, para sufrir, si consolar no puedo, aunque vuele mi sombra yo me quedo. De las amigas manos las palmadas aún escucho el dulcísimo ruido bien sabéis que por cada una he vertido dos lágrimas profundas y abrasadas; no me diréis jamás que mal pagadas por este corazón ardiente han sido, cuando jurar por vuestra gloria puedo, que huye mi sombra, pero yo me quedo. ¿No es verdad que es muy triste en la morada del solitario valle hundir la vida, y no ver en el agua adormecida sino la propia imagen retratada? Por eso vine enferma y lastimada, y no quiero tornar más abatida, y por eso, no más, Dios me concede que se vaya mi sombra y yo me quede. ¡Ay! aunque os digo «adiós» yo no me alejo, es mi sombra no más la que mañana volverá a retratarse en el espejo del insalubre y muerto Guadiana; aunque soñéis en la ilusión que os dejo, mirad que es sólo una, quimera vana, un sueño ingrato a cuyo error no cedo, que si se va mi sombra yo me quedo. Nada importa el adiós, si es de tal suerte que os digo «adiós» y es falsa la partida; ni ha de rendirse débil y afligida por un sueño no más el alma fuerte. ¿Qué os importa mi sombra vaga, inerte, para sufrir en esta despedida, si he dicho, amigos, que escucharos puedo porque se va mi sombra y yo me quedo? «¡Adiós!» mil veces os diré cantando y estos adioses ni escuchéis siquiera, ni penséis que mi voz es lastimera, ni digáis que de pena estoy llorando; es un adiós tranquilo, un adiós blando, es una despedida placentera, pues ni llorar ni enternecerme puedo porque se va mi sombra y yo me quedo. ¡Oh! ya veréis cómo al acento amigo mañana y siempre con mi voz respondo, aunque este adiós tan quebrantado y hondo aun, otra vez, por postrera os digo; veréis cómo en los triunfos os bendigo, aunque os parezca, amigos, que me escondo, porque es engaño, sí... ¡Nunca!... ¡No puedo!... Se irá mi sombra, pero yo me quedo.
es
García_Vargas,Antonio
XXI
Triste_Mirada
Triste mirada, sangrientas las palmas crucificadas
es
Gamoneda,Antonio
<XXI
Está_Tejida_Con_Azul_La_Noche
Está tejida con azul la noche aún crepuscular. La lengua roja enciende su perfil. Salgo al silencio y penetro la vida de las cosas y no sé si el centeno es la hermosura o es la sed la verdad. En este ahora de secreta extensión, cuando no ciega mis sentidos la furia luminosa del resol cereal, y están creciendo el zureo nupcial de las palomas, los pájaros ocultos, la paciencia de los robles, aún, salgo a los huertos y me busco en las aguas y las sombras.
es
Agustini,Delmira
<XXI
Por_Tu_Musa
Cuando derramas en los hombros puros De tu musa la túnica de nieve, Yo concentro mis pétalos oscuros Y soy el lirio de alabastro leve. Para tu musa en rosa, me abro en rosa; Mi corazón es miel, perfume y fuego, Y vivo y muero de una sed gloriosa: Tu sangre viva debe ser mi riego. Cuando velada por un tul de luna Bebe calma y azul en la laguna, Yo soy el cisne que soñando vuela; Y si en luto magnífico la vistes, Para vagar por los senderos tristes, Soy la luz o la sombra de una estela...
es
Machado,Antonio
<XXI
A_La_Desierta_Plaza
A la desierta plaza conduce un laberinto de callejas. A un lado, el viejo paredón sombrío de una ruinosa iglesia; a otro lado, la tapia blanquecina de un huerto de cipreses y palmeras, y, frente a mí, la casa, y en la casa la reja ante el cristal que levemente empaña su figurilla plácida y risueña. Me apartaré. No quiero llamar a tu ventana... Primavera viene —su veste blanca flota en el aire de la plaza muerta—; viene a encender las rosas rojas de tus rosales... Quiero verla...
es
Figueroa,Francisco_de
<XXI
Ya_Cumpliste_Tu_Curso_Perezoso
Ya cumpliste tu curso perezoso, Año, en tristeza y en dolor gastado: Así pluguiera a Dios fuera llegado También el fin de mi vivir penoso. Tú empiezas año alegre, y doloroso Has de ser para mí, cuanto el pasado: Si en ti no alcanza el áspero cuidado Su fin, o el alma de su error reposo. Mas si mi hado injusto ya ha dispuesto, Que viva luengamente, y mi ventura De uno en otro dolor fiero me lleve; Dame junto el dolor y la tristura Por momentos; y pasa tú tan presto, Cuanto pasó mi bien escaso y breve.
es
Coronado,Carolina
<XXI
Siempre_Al_Tender_Mi_Vista_Por_El_Llano
Siempre al tender mi vista por el llano del ámbito campestre que me encierra, he visto el horizonte lusitano lindando con los prados de mi tierra; y he dibujado con mi propia mano su hermoso valle y su cercana sierra y he cogido las dobles amapolas que ni son portuguesas ni españolas. Una corona roja que mecía la fresca brisa del humilde Caya, de una amapola que nació en la raya el nombre de ambos reinos confundía; yo la tomé con súbita alegría y deshojando su corola gaya las hojas hice tremolar al viento haciendo por su vida un juramento... Juramento de dama que en las flores deteniendo pueril su vaga idea con la más olvidada se recrea suspendida admirando sus colores; juré que porque nacen las mejores plantas sobre el arroyo que serpea uniendo a Lusitania con Castilla iba a llenar la raya de semilla. ¡Oh qué placer reproducir la planta y verla florecer en primavera a la orilla de plácida ribera que con sus gotas puras la abrillanta! ¡Oh ya veréis entre sus brotes cuánta amapola nos da la venidera blanda estación, cuando ilumine el llano nuestro sol español y lusitano!
es
San_Isidro,Olga
XXI
Oscuridad
Mientras el cielo se oscurece y las luces se atenúan, seguro un alma se mece en las jarcias de la luna. Cuando las luces se apagan y las estrellas se dibujan, un corazón se adormece como niño en la cuna. Cuando las sombras matizan esas sirgas que despuntan, ya unos ojos están llorando lo que ante ellos se nubla. Cuando llega la medianoche y ya los luceros deslumbran, finalizan los requiebros ya el alma se transmuta. Mientras el cielo se oscurece y las luces se atenúan… se marchitan corazones ya las penas se acumulan.
es
Teresa_de_Jesús,Santa
<XXI
Vuestra_Soy,_Para_Vos_Nací
Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí? Soberana Majestad, eterna sabiduría, bondad buena al alma mía; Dios alteza, un ser, bondad, la gran vileza mirad que hoy os canta amor así: ¿qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, pues me criastes, vuestra, pues me redimistes, vuestra, pues que me sufristes, vuestra pues que me llamastes, vuestra porque me esperastes, vuestra, pues no me perdí: ¿qué mandáis hacer de mí? ¿Qué mandáis, pues, buen Señor, que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado a este esclavo pecador? Veisme aquí, mi dulce Amor, amor dulce, veisme aquí: ¿qué mandáis hacer de mí? Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma, mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición; dulce Esposo y redención, pues por vuestra me ofrecí: ¿qué mandáis hacer de mí? Dadme muerte, dadme vida: dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí: ¿qué mandáis hacer de mí? Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí: ¿qué mandáis hacer de mí? Si queréis, dadme oración, si no, dadme sequedad, si abundancia y devoción, y si no esterilidad. Soberana Majestad, sólo hallo paz aquí: ¿qué mandáis hacer de mi? Dadme, pues, sabiduría, o por amor, ignorancia; dadme años de abundancia, o de hambre y carestía; dad tiniebla o claro día, revolvedme aquí o allí: ¿qué mandáis hacer de mí? Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar. Si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando. Decid, ¿dónde, cómo y cuándo? Decid, dulce Amor, decid: ¿qué mandáis hacer de mí? Dadme Calvario o Tabor, desierto o tierra abundosa; sea Job en el dolor, o Juan que al pecho reposa; sea viña fructuosa o estéril, si cumple así: ¿qué mandáis hacer de mí? Sea José puesto en cadenas, o de Egipto adelantado, o David sufriendo penas, o ya David encumbrado; sea Jonás anegado, o libertado de allí: ¿qué mandáis hacer de mí? Esté callando o hablando, haga fruto o no le haga, muéstreme la ley mi llaga, goce de Evangelio blando; esté penando o gozando, sólo vos en mí vivid: ¿qué mandáis hacer de mí? Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?
es
Torres_Bodet,Jaime
<XXI
Una_Antorcha_Enemiga
Una antorcha enemiga alumbra —mientras duermes— el profundo túnel que de mi amor a tu alma lleva. Con invisibles puños ¿qué taciturno guardia la sustenta? Quiero avanzar... Y me detiene un muro de colérico sol. Pretendo entonces retroceder y siento que una puerta se cierra tras de mí siempre que dudo... En plena luz me quedo —trémulo, terco, ciego— imaginando no más el golpe brusco con que, al cortar tu sueño, me arrojará a la aurora, sin antorchas, otro invisible centinela mudo.
es
Cadenas,Rafael
<XXI
Te_Llamarán_A_La_Plaza_De_La_Tergiversación
Te llamarán a la plaza de la tergiversación. Desoye todas las voces. Vive con la quemante lógica. Vuelve a donde todavía no empiezas. Como un llameante espacio que se desocupa siempre. En el temblor de ser sólo vida vacante.
es
Espinoza_Neyra,R._Arturo
XXI
El_Sueño
El sueño al final sin nubes espacios y tiempo quieto para quien desvanezca su mente y su cuerpo goteando en patios que avivan el último paso. quieto para quien desvanezca su mente y su cuerpo goteando en patios que avivan el último paso. goteando en patios que avivan el último paso.
es
Huet,Ingrid
XXI
Me_Duelen_Tus_Cajitas_Incendiadas
Me duelen tus cajitas incendiadas Los cerezos que no viste esa risa de tu hijo que chorrea por la pieza como si estuvieras viva como si no hubieras muerto Acabaste tan pequeña entumecida casi pájaro sin alas con tu piel de suave raso que se iba que se iba Nadie escapa de los sinos El delirio de la muerte en cascadas te arrebata origina mundos nuevos tan intensos Son cuchillos Son agujas demenciales Es mi cuerpo que en tu cuerpo se termina Ahora no sé si soy un sueño si vivo o ya muero Qué es real tus manos claras anilladas por cenizas o esta cábala sin dueño de no ser si no estás tú
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Las_Dos_Muñecas
La nieta del mendigo suspira amargamente, mojando con sus lágrimas la muñeca de trapo: Sobre la falda humilde, como una cosa ausente, la muñeca es ahora solamente un guiñapo. Porque aquella mañana cruzo frente a su choza un brillante cortejo, rumbo al palacio real, y vio a una niña triste, que, en una áurea carroza, llevaba una muñeca de marfil y cristal. Y, en tanto, en el palacio del benévolo abuelo, donde su ruego es orden y su capricho es ley, con los húmedos ojos llenos de desconsuelo, también llora la rubia nietecita del rey. Y también su muñeca sin par es un harapo, ya sin traje de oro ni cabellos de trigo, pues la princesa ansía la muñeca de trapo que tenía en su falda la nieta del mendigo.
es
Llorente_Benito,Luis
XXI
Sin_Sentido
Alguien me dijo que había un fantasma en mi casa, descansando entre las sombras, fugándose a veces entre los invisibles puntos de la luz. Estaba solo. Caminaba el desorden en la inquietud de la memoria, y el sombrío silencio dibujaba un manantial de símbolos. Fue un instante duradero y exacto. Temblaba la imposibilidad en el sudario de la muerte. Se oía un canto vacío, una canción de amor a modo de bolero. Pero no era más que un sueño: en los labios apretados del deseo latía un gusano de cristal.
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Señora:_Es_El_Crepúsculo._No_Importa_Si_Un_Retoño
Señora: Es el crepúsculo. No importa si un retoño se ha abierto en los rosales del jardín, todavía: Ya ha llegado el terrible crepúsculo de otoño, que es decir un crepúsculo que dura todo el día. Señora: Es el otoño... Vuestras últimas rosas las está deshojando no sé qué desaliento. Y es que existe un otoño para todas las cosas, y el amor y la vida se nos van en el viento. Comprendedlo, señora: Nada podrá el rocío, ni siquiera las lágrimas. Ya todo será en vano; pues no hay nada más triste que un retoño tardío, y el amor es un poco de ceniza en la mano...
es
García_Aleixandre,Fernando
XXI
Me_Gustan_Los_Bancos
Me gustan los bancos los bancos solitarios de las calles los solitarios bancos de los parques de hierro o de madera o tan solo de baldosa y revoque. Los envidio, los envidio cuando en la noche cobijan los tibios besos de amantes o en las tardes de primavera las risas y cansancios de tiernos infantes Envidio al banco en la noche triste en la noche de viento susurrante cuando el frío cala los huesos y la lluvia lo envuelve gozosa de encontrar un sitio en donde poder sentarse. O en las mañanas de sol en esos amaneceres en los que es tan grato el desperezarse mientras pasa la vida y ellos están ahí, quietos, atentos y vigilantes. Ay si pudieran hablar los viejos bancos urbanos aquellos que guardan susurros y desengaños, bienvenidas, abrazos y confesiones promesas rotas y cumplidas proyectos, sueños, desilusiones. Y los veo todos los días y también algunas noches estáticos, memoria viva de la calle de la vida de ahora y la de antes llenos del barniz que el tiempo ha ido pintando sobre sus carnes. Quizás un día, quien sabe donde me siente en un banco solitario, oscuro, puede que sea de noche y le hable y le cuente y le diga mil cosas que nunca dije antes para que tal vez, (eso nunca se sabe), cuando se siente un niño, un viejo o una pareja de amantes les revele mis secretos, esos, esos que nunca conté a nadie. Los envidio, los envidio cuando en la noche cobijan los tibios besos de amantes o en las tardes de primavera las risas y cansancios de tiernos infantes Envidio al banco en la noche triste en la noche de viento susurrante cuando el frío cala los huesos y la lluvia lo envuelve gozosa de encontrar un sitio en donde poder sentarse. O en las mañanas de sol en esos amaneceres en los que es tan grato el desperezarse mientras pasa la vida y ellos están ahí, quietos, atentos y vigilantes. Ay si pudieran hablar los viejos bancos urbanos aquellos que guardan susurros y desengaños, bienvenidas, abrazos y confesiones promesas rotas y cumplidas proyectos, sueños, desilusiones. Y los veo todos los días y también algunas noches estáticos, memoria viva de la calle de la vida de ahora y la de antes llenos del barniz que el tiempo ha ido pintando sobre sus carnes. Quizás un día, quien sabe donde me siente en un banco solitario, oscuro, puede que sea de noche y le hable y le cuente y le diga mil cosas que nunca dije antes para que tal vez, (eso nunca se sabe), cuando se siente un niño, un viejo o una pareja de amantes les revele mis secretos, esos, esos que nunca conté a nadie. Envidio al banco en la noche triste en la noche de viento susurrante cuando el frío cala los huesos y la lluvia lo envuelve gozosa de encontrar un sitio en donde poder sentarse. O en las mañanas de sol en esos amaneceres en los que es tan grato el desperezarse mientras pasa la vida y ellos están ahí, quietos, atentos y vigilantes. Ay si pudieran hablar los viejos bancos urbanos aquellos que guardan susurros y desengaños, bienvenidas, abrazos y confesiones promesas rotas y cumplidas proyectos, sueños, desilusiones. Y los veo todos los días y también algunas noches estáticos, memoria viva de la calle de la vida de ahora y la de antes llenos del barniz que el tiempo ha ido pintando sobre sus carnes. Quizás un día, quien sabe donde me siente en un banco solitario, oscuro, puede que sea de noche y le hable y le cuente y le diga mil cosas que nunca dije antes para que tal vez, (eso nunca se sabe), cuando se siente un niño, un viejo o una pareja de amantes les revele mis secretos, esos, esos que nunca conté a nadie. O en las mañanas de sol en esos amaneceres en los que es tan grato el desperezarse mientras pasa la vida y ellos están ahí, quietos, atentos y vigilantes. Ay si pudieran hablar los viejos bancos urbanos aquellos que guardan susurros y desengaños, bienvenidas, abrazos y confesiones promesas rotas y cumplidas proyectos, sueños, desilusiones. Y los veo todos los días y también algunas noches estáticos, memoria viva de la calle de la vida de ahora y la de antes llenos del barniz que el tiempo ha ido pintando sobre sus carnes. Quizás un día, quien sabe donde me siente en un banco solitario, oscuro, puede que sea de noche y le hable y le cuente y le diga mil cosas que nunca dije antes para que tal vez, (eso nunca se sabe), cuando se siente un niño, un viejo o una pareja de amantes les revele mis secretos, esos, esos que nunca conté a nadie. Ay si pudieran hablar los viejos bancos urbanos aquellos que guardan susurros y desengaños, bienvenidas, abrazos y confesiones promesas rotas y cumplidas proyectos, sueños, desilusiones. Y los veo todos los días y también algunas noches estáticos, memoria viva de la calle de la vida de ahora y la de antes llenos del barniz que el tiempo ha ido pintando sobre sus carnes. Quizás un día, quien sabe donde me siente en un banco solitario, oscuro, puede que sea de noche y le hable y le cuente y le diga mil cosas que nunca dije antes para que tal vez, (eso nunca se sabe), cuando se siente un niño, un viejo o una pareja de amantes les revele mis secretos, esos, esos que nunca conté a nadie. Y los veo todos los días y también algunas noches estáticos, memoria viva de la calle de la vida de ahora y la de antes llenos del barniz que el tiempo ha ido pintando sobre sus carnes. Quizás un día, quien sabe donde me siente en un banco solitario, oscuro, puede que sea de noche y le hable y le cuente y le diga mil cosas que nunca dije antes para que tal vez, (eso nunca se sabe), cuando se siente un niño, un viejo o una pareja de amantes les revele mis secretos, esos, esos que nunca conté a nadie. Quizás un día, quien sabe donde me siente en un banco solitario, oscuro, puede que sea de noche y le hable y le cuente y le diga mil cosas que nunca dije antes para que tal vez, (eso nunca se sabe), cuando se siente un niño, un viejo o una pareja de amantes les revele mis secretos, esos, esos que nunca conté a nadie.
es
Icaza,Francisco_A._de
<XXI
Juglares_Y_Trovadores
Están los dos, frente a frente, Apoyados en la mesa, Junto a las jarras vacias Y los restos de la cena. En el hogar campesino, Al apagarse la leña, Entre un montón de cenizas A veces chisporrotea; La luz del velón mezquino Que de la techumbre cuelga, En círculos de penumbra Al viejo y al mozo encierra. Que son un mozo y un viejo Los que a tales horas velan, Cuando todo duerme y calla En la silenciosa venta, Y el rumor de sus palabras Confusamente se mezcla Al murmullo cadencioso Que forma la lluvia afuera. ¿De qué hablan? ¿Es acaso De los lances de la guerra? No: de trovas y de amores, Porque los dos son poetas. Son trovadores famosos, Han llegado de Provenza, Van al cercano castillo, Porque en el castillo hay fiestas; Y de los dos, el anciano, Que aunque muchas canas peina Lleva ropas de mancebo Que mal a sus años sientan, De esta manera discurre, En tono del que aconseja, Mientras el otro le escucha Con señales de impaciencia: —Esa historia no recuerdes, Dice. El que oficio no tenga, Y como yo nazca pobre, Bien está que zurza endechas, Y de castillo en castillo, En coplas malas o buenas, Cante el valor de los hombres Y llame a las damas bellas. Que si la dulce mentira Con artificio se muestra, Se alcanza en público aplauso Y en lo privado monedas. Pero tú, mi pobre amigo, Sin consejo ni experiencia, Haces versos inspirados En tus goces o tus penas; Y tus penas, siendo tuyas, A ninguno le interesan: Harto sentimos las propias, Para llorar las ajenas. Y levantándose, añade: Trovas y aventuras deja, Y dedica tus alientos A más útiles empresas.— —Terminaste, pues aguarda: Porque aunque no lo merezcas, Dice el mozo, antes de irte Tienes que oír mi respuesta. ¿Por qué llevas calzas rojas, Si las pragmáticas rezan Que el truhán y los juglares Deben llevar calzas negras? Amigo de los bufones, Di versos mientras bostezan Los señores aburridos A los postres de las cenas; Ve después a las cocinas A comer lo que te dejan, Y conquista en los desvanes Los favores de las dueñas. No sabes lo que en la vida Gloria y amor representan; Yo lo sé siempre que subo Por una escala de seda. Que al afianzarse mis manos A los encajes de piedra Del balcón, siento en la sombra Unos brazos que me esperan. Hablo, y mi voz no es la misma: Tiene una música interna Que circula por mis versos Cual sangre de mis ideas. Entonces soy inspirado, Porque al mirarla tan cerca, El dolor y la alegría En mis palabras se mezclan. Busco el aplauso en sus ojos Cuando mi imagen reflejan; Busco el aplauso en sus labios Cuando sus labios me besan, Y sólo al cantar la alondra Y apagarse las estrellas, Por la escala que se mece, Bajo de nuevo a la tierra. Nada de común tenemos... Y aquí cortó la respuesta, Al ver al juglar dormido De codos sobre la mesa.
es
Hinojosa,José_María
<XXI
Y_Qué_Se_Me_Importa_A_Mí
Y qué se me importa a mí, que la helada se deshiele. Y qué se me importa a mí, que los pájaros no vuelen. Y que los barcos mas barcos, solo por la mar naveguen. Si tengo en ciernes un campo de margaritas de nieve. Y qué se me importa a mí, que los pájaros no vuelen. Y que los barcos mas barcos, solo por la mar naveguen. Si tengo en ciernes un campo de margaritas de nieve. Y que los barcos mas barcos, solo por la mar naveguen. Si tengo en ciernes un campo de margaritas de nieve. Si tengo en ciernes un campo de margaritas de nieve.
es
Coronado,Carolina
<XXI
Qué_Voz,_Pobre_Mariano
¿Qué voz, pobre Mariano, de mofa, de sarcasmo de amargura, al que le ofrezco humano recuerdo de ternura, darás riendo en tu morada oscura? Si la mujer que llora fue blanco del rigor de tu garganta, ¿qué pensarás ahora de la mujer que canta ¡ay! ¿qué dijeras de la nueva planta? Al ver a la poetisa tú contemplaras su cabeza atento, y entre cruel sonrisa prorrumpiera tu acento: «Aquí yacen el juicio y el talento». Porque estás muerto canto: vivo, Mariano, de tu pluma el vuelo diérame tal espanto, que no osara del suelo mi lira levantarse de recelo. ¿Qué digo? En este instante juzgo escuchar desde el profundo hueco tu voz agria y punzante, que aun en tu labio seco para rasgar las almas tiene un eco. «—Mujer ¿a qué has venido? Al romántico yugo sujetada. ¿Ensayas tu gemido en mi tumba olvidada por ser luego del mundo celebrada? »El nombre de Mariano ¿es que presta sonoro consonante a tu numen profano, o vienes insultante a escarnecer aun mi sombra errante?» —¡Ateo desgraciado! ¡Víbora de las bellas ilusiones! ¡Genio desesperado! ¡Que al mundo no perdones ni aun las que eleva a ti santas canciones! Vengo piadosa y triste no a escarnecer tu nombre, respetado aun luego que moriste vengo, escritor amado, el libro a agradecer que nos has dado. Si fue como tu vida horrible tu morir, de Dios es cuenta, tu historia dolorida dos páginas presenta, una que el mundo aplauda, otra que sienta. Lástima para el hombre, corona para el genio esclarecido, yo al invocar tu nombre al criminal olvido para cantar al escritor querido. Mira si el mundo es bueno, que en tu risueña pluma a las criaturas nos da hiel y veneno, y nuestras bocas puras gracias te dan por tales amarguras. La risa convulsiva en que a tu hablar rompemos, nos quebranta, ¡oh guadaña festiva! y en pago a pena tanta mira si el mundo es bueno, que aún te canta. Pero de nuevo suena a interrumpir mi voz tu voz burlona. «Engañosa sirena, guárdate esa corona que ofrece el mundo necio a mi persona. »Sírvate de prendido, que más le cuadra a tu cabeza lisa que a mi cráneo partido, coronas que mi risa excitan como tú, ¡¡vana poetisa!!» —¡Oh! basta, adiós, poeta, pues desdeñas mi ofrenda de armonía; hasta en la tumba quieta tu genio desconfía, ¡hielas la pobre flor de mi poesía! ¡Que en los ángeles crea quien duda así de los humanos seres; que del cielo te sea la gloria que tuvieres mas grata que del mundo los placeres!
es
González-Haba,José_Antonio
<XXI
Mausoleo
Este caballo está muerto. (Como sea, durante el tiempo que sea, he levantado muros, he techado, fuera vientos, fuera pájaros, aquí nadie sabe ni lo que hay ni lo que no hay ni nada de nada, quien monta entierra, fuera todo de aquí).
es
Buesa,José_Ángel
<XXI
Y_Ya_Ves:_Yo_Estoy_Solo,_Murmurando_Tu_Nombre
Y ya ves: yo estoy solo, murmurando tu nombre, recordando los besos que te di y no te di, y acaso tú, esta tarde, le sonreíste a un hombre que ni siquiera se parece a mí. O puede suceder, quién sabe cuándo, que irás entre el gentío de una calle cualquiera, y yo sé de qué modo se le quedan mirando a una mujer bonita que pasa por la acera. Sí, tal vez siento celos, celos tristes, celos de no estar juntos, celos de no sé quién; celos de por qué sales y de cómo te vistes, que no quieren ser celos y son celos también. Y de repente no te siento mía, o estás como más lejos de repente, y tengo la tristeza de una casa sombría donde aún sopla el perfume de una mujer ausente. Afuera está la tarde, con su gris infinito; afuera está la lluvia, calladamente cruel, y quisiera decirte cómo te necesito... pero se me emborrona la tinta en el papel...
es
Góngora,Luis_de
<XXI
—¡A_La_Mamora,_Militares_Cruces!
—¡A la Mamora, militares cruces! ¡Galanes de la Corte, a la Mamora! Sed capitanes en latín ahora Los que en romance ha tanto que sois duces. ¡Arma, arma, ensilla, carga! —¿Qué? ¿Arcabuces? —No, gofo, sino aquesa cantimplora. Las plumas riza, las espuelas dora. —¿Ármase España ya contra avestruces? —Pica, Bufón. ¡Oh tú, mi dulce dueño! Partiendo me quedé, y quedando paso A acumularte en Africa despojos. —¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño! ¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso A la lengua del agua de mis ojos! ¡Arma, arma, ensilla, carga! —¿Qué? ¿Arcabuces? —No, gofo, sino aquesa cantimplora. Las plumas riza, las espuelas dora. —¿Ármase España ya contra avestruces? —Pica, Bufón. ¡Oh tú, mi dulce dueño! Partiendo me quedé, y quedando paso A acumularte en Africa despojos. —¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño! ¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso A la lengua del agua de mis ojos! —Pica, Bufón. ¡Oh tú, mi dulce dueño! Partiendo me quedé, y quedando paso A acumularte en Africa despojos. —¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño! ¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso A la lengua del agua de mis ojos! —¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño! ¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso A la lengua del agua de mis ojos!
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Liquen_62
Encías achampanadas sorbiendo tónicos de oro y litorales pastando. Semen de sístole y diástole arrullador de la cuna delgada del aire blanco. Blancas encías del mar lavando playas morenas, o almidonando los tórax de los cantiles anclados. Finos volantes del mar bajo los soles amargos.
es
Benítez_Reyes,Felipe
<XXI
Nunca_Seríamos
Nunca seríamos como esos adultos —nos juramos— que miraban ansiosos, turbiamente, a través del cristal de las cafeterías —como en cierto poema de Rimbaud— la entrada de los jóvenes altivos en la cueva dorada de la noche. Y sin embargo ahora estamos aquí, sin entender gran cosa, ante un vaso de hielo y de ansiedad, arañando con fiebre y con rencor en el cristal del tiempo un espejismo.
es
Botto,José
XXI
Laberintos_Cerebrales
Laberintos cerebrales caminos a ningún lado como vidas errantes solo melancolía en la vía sangrando a cada paso besando el piso con cada parada pidiendo un poco de paz.
es
Hahn,Óscar
<XXI
Nacimiento_Del_Fantasma
Entré en la sala de baño cubierto con la sábana de arriba Dibujé tu nombre en el espejo brumoso por el vapor de la ducha Salí de la sala de baño y miré nuestra cama vacía Entonces sopló un viento terrible y se volaron las líneas de mis manos las manos de mi cuerpo y mi cuerpo entero aún tibio de ti Ahora soy la sábana ambulante el fantasma recién nacido que te busca de dormitorio en dormitorio
es
Novo,Salvador
<XXI
Hoy_No_Lució_La_Estrella_De_Tus_Ojos
Hoy no lució la estrella de tus ojos. Náufrago de mí mismo, húmedo del abrazo de las ondas, llego a la arena de tu cuerpo en que mi propia voz nombra mi nombre, en que todo es dorado y azul como un día nuevo y como las espigas herméticas, perfectas y calladas. En ti mi soledad se reconcilia para pensar en ti. Toda ha mudado el sereno calor de tus miradas en fervorosa madurez mi vida. Alga y espumas frágiles, mis besos cifran el universo en tus pestañas —playa de desnudez, tierra alcanzada que devuelve en miradas tus estrellas. ¿A qué la flor perdida que marchitó tu espera, que dispersó el Destino? Mi ofrenda es toda tuya en la simiente que secaron los rayos de tus soles.
es
Hahn,Óscar
<XXI
¿Quiénes_Son_Esos_Visitantes
¿Quiénes son esos visitantes que aparecen en mis sueños y cuyos rostros no reconozco? El hombre que arregla el neumático de mi automóvil el director que va a dirigir mi concierto de viola o la muchacha del ascensor a la que beso apasionadamente Cada noche se presentan desconocidos que quieren decirme algo con gestos que no consigo descifrar O quizás no quieren decirme nada y sólo son espíritus de personas que algún día existieron pero que nunca conocí O acaso prefantasmas que mañana encarnarán en un cuerpo y que usan el escenario de mis sueños para ensayar su papel en el mundo ¿Qué yo mío es ese que posee su propia memoria y no es la del hombre que está en la cama? O quizás los desconocidos quieren decirme dónde están enterrados mis cuerpos de otras reencarnaciones con qué nombre y en qué país No lo sé. Tan sólo sé que anoche soñé con un enorme cementerio en el que nunca estuve y que puse flores en una tumba
es
Fuertes,Gloria
<XXI
Según_Para_Quién
Según para quién, según para cuál, el criminal es un héroe, el héroe es un criminal. Según para quién, según para cuál.
es
Aridjis,Homero
<XXI
Las_Palabras_No_Dicen_Lo_Que_Dice_Un_Cuerpo
Las palabras no dicen lo que dice un cuerpo subiendo la colina al anochecer las palabras no dicen lo que dice un colibrí en el aire al mediodía las palabras no dicen lo que dice un perro esperando a su amo que nunca volverá las palabras no dicen lo que dice el paso de la mujer y el movimiento en el árbol de la mañana las palabras no dicen lo que siente un fresno al ser fulminado por un rayo las palabras no dicen la sensación de nacer de amar y de morir las palabras son las sombras atadas a los pies de un hombre que avanza demasiado rápido entre la multitud son párpados de sueño con que el hombre cubre el amor que no alcanza a comprender
es
García_Lorca,Federico
<XXI
El_Mascarón._¡Mirad_El_Mascarón!
El Mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo viene del África a New York! Se fueron los árboles de la pimienta, los pequeños botones de fósforo. Se fueron los camellos de carne desgarrada y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico. Era el momento de las cosas secas, de la espiga en el ojo y el gato laminado, del óxido de hierro de los grandes puentes y el definitivo silencio del corcho. Era la gran reunión de los animales muertos, traspasados por las espadas de la luz; la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza y de la gacela con una siempreviva en la garganta. En la marchita soledad sin honda el abollado mascarón danzaba. Medio lado del mundo era de arena, mercurio y sol dormido el otro medio. El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York! * Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano. Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo, con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles, acabó con los más leves tallitos del canto y se fue al diluvio empaquetado de la savia, a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejo. Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! Se fueron los árboles de la pimienta, los pequeños botones de fósforo. Se fueron los camellos de carne desgarrada y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico. Era el momento de las cosas secas, de la espiga en el ojo y el gato laminado, del óxido de hierro de los grandes puentes y el definitivo silencio del corcho. Era la gran reunión de los animales muertos, traspasados por las espadas de la luz; la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza y de la gacela con una siempreviva en la garganta. En la marchita soledad sin honda el abollado mascarón danzaba. Medio lado del mundo era de arena, mercurio y sol dormido el otro medio. El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York! * Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano. Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo, con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles, acabó con los más leves tallitos del canto y se fue al diluvio empaquetado de la savia, a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejo. Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! Era el momento de las cosas secas, de la espiga en el ojo y el gato laminado, del óxido de hierro de los grandes puentes y el definitivo silencio del corcho. Era la gran reunión de los animales muertos, traspasados por las espadas de la luz; la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza y de la gacela con una siempreviva en la garganta. En la marchita soledad sin honda el abollado mascarón danzaba. Medio lado del mundo era de arena, mercurio y sol dormido el otro medio. El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York! * Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano. Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo, con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles, acabó con los más leves tallitos del canto y se fue al diluvio empaquetado de la savia, a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejo. Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! Era la gran reunión de los animales muertos, traspasados por las espadas de la luz; la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza y de la gacela con una siempreviva en la garganta. En la marchita soledad sin honda el abollado mascarón danzaba. Medio lado del mundo era de arena, mercurio y sol dormido el otro medio. El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York! * Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano. Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo, con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles, acabó con los más leves tallitos del canto y se fue al diluvio empaquetado de la savia, a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejo. Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! En la marchita soledad sin honda el abollado mascarón danzaba. Medio lado del mundo era de arena, mercurio y sol dormido el otro medio. El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York! * Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano. Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo, con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles, acabó con los más leves tallitos del canto y se fue al diluvio empaquetado de la savia, a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejo. Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York! * Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano. Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo, con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles, acabó con los más leves tallitos del canto y se fue al diluvio empaquetado de la savia, a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejo. Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano. Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo, con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles, acabó con los más leves tallitos del canto y se fue al diluvio empaquetado de la savia, a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejo. Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! acabó con los más leves tallitos del canto y se fue al diluvio empaquetado de la savia, a través del descanso de los últimos desfiles, levantando con el rabo pedazos de espejo. Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! Cuando el chino lloraba en el tejado sin encontrar el desnudo de su mujer y el director del banco observaba el manómetro que mide el cruel silencio de la moneda, el mascarón llegaba al Wall Street. No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! No es extraño para la danza este columbario que pone los ojos amarillos. De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso que atraviesa el corazón de todos los niños pobres. El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico, ignorantes en su frenesí de la luz original. Porque si la rueda olvida su fórmula, ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos; y si una llama quema los helados proyectos, el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas. No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo. El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números, entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces, ¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje, tendida en la frontera de la nieve! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! * Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! Yo estaba en la terraza luchando con la luna. Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche. En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos. Y las brisas de largos remos golpeaban los cenicientos cristales de Broadway. La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro para fingir una muerta semilla de manzana. El aire de la llanura, empujado por los pastores, temblaba con un miedo de molusco sin concha. Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! Pero no son los muertos los que bailan, estoy seguro. Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos. Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela; son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos, los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras, los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras, los que beben en el banco lágrimas de niña muerta o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba. ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! ¡Que no baile el Papa! ¡No, que no baile el Papa! Ni el Rey, ni el millonario de dientes azules, ni las bailarinas secas de las catedrales, ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas. Sólo este mascarón, este mascarón de vieja escarlatina, ¡sólo este mascarón! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos, que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas, que ya la Bolsa será una pirámide de musgo, que ya vendrán lianas después de los fusiles y muy pronto, muy pronto, muy pronto. ¡Ay, Wall Street! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York! El mascarón. ¡Mirad el mascarón! ¡Cómo escupe veneno de bosque por la angustia imperfecta de Nueva York!
es
López_Velarde,Ramón
<XXI
Ingenuas_Provincianas:_Cuando_Mi_Vida_Se_Halle
Ingenuas provincianas: cuando mi vida se halle desahuciada por todos, iré por los caminos por donde vais cantando los más sonoros trinos y en fraternal confianza ceñiré vuestro talle. A la hora del Angelus, cuando vais por la calle, enredados al busto los chales blanquecinos, decora vuestros rostros —¡oh rostros peregrinos!— la luz de los mejores crepúsculos del valle. De pecho en los balcones de vetusta madera, platicáis en las tardes tibias de primavera que Rosa tiene novio, que Virginia se casa; y oyendo los poetas vuestros discursos sanos para siempre se curan de males ciudadanos, y en la aldea la vida buenamente se pasa. A la hora del Angelus, cuando vais por la calle, enredados al busto los chales blanquecinos, decora vuestros rostros —¡oh rostros peregrinos!— la luz de los mejores crepúsculos del valle. De pecho en los balcones de vetusta madera, platicáis en las tardes tibias de primavera que Rosa tiene novio, que Virginia se casa; y oyendo los poetas vuestros discursos sanos para siempre se curan de males ciudadanos, y en la aldea la vida buenamente se pasa. De pecho en los balcones de vetusta madera, platicáis en las tardes tibias de primavera que Rosa tiene novio, que Virginia se casa; y oyendo los poetas vuestros discursos sanos para siempre se curan de males ciudadanos, y en la aldea la vida buenamente se pasa. y oyendo los poetas vuestros discursos sanos para siempre se curan de males ciudadanos, y en la aldea la vida buenamente se pasa.
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Guillén,Jorge
<XXI
Fue_Un_Instante_Fugaz
Somo, Santander, 1934. Claudio, Germaine, Jorge, Teresa) Fue un instante fugaz, Fugaz Como cualquier instante, Pero un recuerdo lo conserva intacto: Arte de la memoria. Un mar, Igual en el recuerdo a cualquier otro. Cerca del horizonte, Un peñón que persiste Contra los oleajes y el olvido. La playa. Muelle, bella Con ondas por las ondas Trazadas. (En la imagen se adivinan). Y el paso de un segundo Que ya no pasará. (La imagen vence). Verano. Aquel, aquel verano con su atmósfera Desgarradoramente singular. No era sólo un color de luz o nube, Y la indolencia sobre aquella arena. Era un aire ya nuestro, Del hombre, de unos hombres, Aire con una gracia irrepetible: Único y nuevo es todo. Un verano. Su fecha, Sólo un punto de cruce en una historia, Mi historia, la más mía, que a lo lejos columbro.
es
Sabines,Jaime
<XXI
Todo_Me_Lo_Has_Dado,_Señor
Todo me lo has dado, Señor. Me diste a mi padre y a la muerte de mi padre, a mi madre y su muerte, a mi hermano Juan y su destino, a Jorge, el verdadero y el fantasma, a mi mujer; Chepita, y a mis hijos, a mi cama me diste y a mis huesos que reclaman más tiempo. me diste todo, sí, y me he entregado a vivir y a morir con calendario. sólo te pido que me dejes solo a punto de las ocho porque es hora de dormir.
es
Unamuno,Miguel_de
<XXI
Aquí,_En_La_Austeridad_De_La_Montaña
Aquí, en la austeridad de la montaña, con el viento del cielo que entre robles se cierno, redondearon pechos nobles mis abuelos; después, la dura saña banderiza el verdor fresco que baña Ibaizábal con férreos mandobles enrojeció, y en los cerrados dobles del corazón dejó gusto de hazaña a mi linaje. Vueltos de la aldea a la paz dulce y del trabajo al yugo, la discordia civil prendió la tea que iluminó su vida y fue verdugo de la modorra que el sosiego crea. Y así se me fraguó sangre de Jugo.
es
Moreno_Villa,José
<XXI
Madrigal_De_La_Estepa
El viento hacía locuras de borracho con tu pelo. Temblaba, no se atrevía y luego feroz lo alzaba. Se metía ciegamente, se revolcaba en el oro, se posaba, se rendía en la cuenca de las ondas y no cantaba, sino rezaba la oración beoda de los que se pierden incorregiblemente por algo en el mundo.
es
Peinador,Miguel_Ángel
XXI
Xxx
No sé cuándo fue, cuando dejé de ser niño, si es que algún día dejé de serlo, no sé como se sabe, ni quiero saberlo.
es
Alberti,Rafael
<XXI
¡Qué_Altos
¡Qué altos los balcones de mi casa! Pero no se ve la mar; ¡Qué bajos! Sube, sube, balcón mío, trepa el aire sin parar: sé terraza de la mar, sé torreón de navío. ¿De quién será la bandera de esa torre vigía? ¡Marineros, es la mía!
es
Arjona,Manuel_María_de
<XXI
¡Oh,_Si_Bajo_Estos_Árboles_Frondosos
¡Oh, si bajo estos árboles frondosos Se mostrase la célica hermosura Que vi algún día en inmortal dulzura Este bosque bañar! Del cielo tu benéfico descenso Sin duda ha sido, lúcida belleza: Deja, pues, diosa, que mi grato incienso Arda sobre tu altar. Que no es amor mi tímido alborozo, Y me acobarda el rígido escarmiento, Que ¡oh Piritoo! condenó tu intento Y tu intento, Ixión. Lejos de mí sacrílega osadía: Bástame que con plácido semblante Aceptes, diosa, a mis anhelos pía, Mi ardiente adoración. Mi adoración y el cántico de gloria Que de mí el Pindo atónito ya espera: Baja tú a oírme de la sacra esfera ¡Oh radiante deidad! Y tu mirar más nítido y süave, He de cantar, que fúlgido lucero; Y el limpio encanto que infundirnos sabe Tu dulce majestad. De pureza jactándose natura, Te ha formado del cándido rocío Que sobre el nardo al apuntar de estío La aurora derramó; Y excelsamente lánguida retrata El rosicler pacífico de Mayo Tu alma: Favonio su frescura grata A tu hablar trasladó. ¡Oh imagen perfectísima del orden Que liga en lazos fáciles el mundo, Sólo en los brazos de la paz fecundo, Sólo amable en la paz! En vano con espléndido aparato Finge el arte solícito grandezas: Natura vence con sencillo ornato Tan altivo disfraz. Monarcas, que los pérsicos tesoros Ostentáis con magnífica porfía, Copiad el brillo de un sereno día Sobre el azul del mar: O copie estudio de émula hermosura De mi deidad el mágico descuido; Antes veremos la estrellada altura Los hombres escalar. Tú, mi verso, en magnánimo ardimiento Ya las alas del céfiro recibe, Y al pecho ilustre en que tu numen vive Vuela, vuela veloz; Y en los erguidos álamos ufana Penda siempre esta cítara, aunque nueva; Que ya a sus ecos hermosura humana No ha de ensalzar mi voz.
es
Altamirano,Ignacio_Manuel
<XXI
Perjurio
Pálido el rostro, en lágrimas bañado, Y ocultando en mi hombro tu alba frente, Con el seno oprimido y agitado, Mi mano presa entre la tuya ardiente, Murmuraste tu adiós. «Voy a alejarme, —Te dije—, y voy de mi lealtad seguro; ¿En tu constante amor podré fiarme?» —Tú respondiste—: «¡Siempre! ¡te lo juro!» Me aparté de tus brazos mudo y triste, Un infierno llevando el alma mía; Tú, mi mano al soltar, desfalleciste Trémula y desmayada en tu agonía. ¡Delirios del amor!... ¿quién en la vida Cree ya del juramento en la locura, Si el alma, reina en sierva convertida A romper sus cadenas se apresura? ¡Siempre!... ¡si apenas nace el sentimiento Cuando el cansancio presuroso llega! ¡Si el deleite que dura es un tormento! ¡Si la luz que más brilla es la que ciega! ¡Siempre!... ¡la realidad de la existencia, Del ideal los sueños desbarata; Y del amor la fugitiva esencia El soplo de los tiempos arrebata! ¡Siempre!... ¡imposible y loco devaneo! Del recuerdo la lumbre, en la memoria Sólo se aviva al soplo del deseo. ¡Tal es del alma la constante historia! ¡Tierra del corazón! ¡tierra mezquina Do nada vive, ni arraigarse quiere! Donde hasta el mal, efímero germina Y así naciendo, fructifica y muere! «¡Siempre! ¡te lo juro!» ¡Siempre! ¡Siempre! ¡Siempre! Henos aquí del uno el otro lejos; Las tristes horas del adiós pasaron... Y del amor los tímidos reflejos En el mar de la ausencia se apagaron. En la ilusión de ayer, ¿quién piensa ahora? ¿Verdad que me olvidaste?... lo presumo, Y a mí, otro fuego el alma me devora: ¿Lo ves, mujer?... el juramento es humo. Y así debe de ser: ¿la confianza Quién en ajeno corazón encierra? ¿Quién va a plantar la flor de la esperanza Sobre ese limo que arrojó la tierra? Que nunca el alma la tristeza oprima Y de hoy el lazo que el de ayer deshaga; Porque el amor guardándose, lastima; Sólo el que pasa fugitivo, halaga. Y ha de vivir, la vida del perfume Que exhala el cáliz de la flor temprana; La del débil rocío que consume El primer resplandor de la mañana, Y así, señora, demos al olvido Eso que el labio prometió inexperto; Guardando nuestro amor... fuera mentido, Pasó muy pronto, pero así fue cierto. Desde hoy, indiferencia: si algún día, Por el mismo camino nos cruzamos, La faz serena y la mirada fría, No dirán que culpables perjuramos. Nadie sabrá que un tiempo los sentidos Ebrios de nuestro amor, y tantas veces, En apurar pasamos embebidos Del deleite la copa hasta las heces. Nadie sabrá tampoco que hora alguna De placer, amargó letal tormento; Que nuestro corazón sintió importuna La espina de tenaz remordimiento. Nada quitó mi amor de tu belleza, Ni el fuego intenso que en tus ojos brilla, Ni la altivez que anima tu cabeza, Ni las rosas que tiñen tu mejilla. Ni un surco más en la tostada frente, Ni una lágrima menos en la vida, Ni otro dolor que mi desdicha aumente. Nada me deja tu lealtad perdida. ¡Y adiós!... que el goce del perjurio pueda Darte más dicha que te di, señora; Qué yo, el absintio que en labio queda Voy a endulzar con mi placer de ahora.
es