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---|---|---|---|---|
García_Cabrera,Pedro | <XXI | Pido_Amnistía_Para_Los_Que_Llevan | Pido amnistía para los que llevan
plomo en las alas, para los que han roto
los pantalones de las pesadumbres.
Pido amnistía para el trigo limpio,
para las frutas del amor caídas
en los zarzales que nos aprisionan.
Pido amnistía para los que beben
el café sin azúcar de su sombra
y se tragan el rancho de sus penas.
Pido amnistía para los que luchan
por tener un colchón donde descansen
las sonrisas abiertas de sus hijos.
Pido amnistía para los fortines
del pecho de las madres, esas patrias
sin polución de cárceles y espinas.
Pido amnistía para los exilios
de los que amamos para la ternura
de quien nos dice adiós en una carta.
Pido amnistía para el verbo libre,
para los locutorios de las rejas,
y los taladros de las soledades.
Pido amnistía, en fin, para la sed
de los que están buscando día y noche
el vaso de agua de la libertad. | es |
García_Montero,Luis | <XXI | Nocturno | Aplauden los semáforos más libres de la noche,
mientras corren cien motos y los frenos del coche
trabajan sin enfado. Es la noche más plena.
Ninguna cosa viva merece su condena.
Corazones y lobos. De pronto se ilumina
en su sillín con prisas la línea femenina
de un muslo. Las aceras, sin discreción ninguna,
persiguen ese muslo más blanco que la luna.
Pasan mil diez parejas derechas a la cama
para pagar el plazo de la primera llama
y firmar en las sábanas los consorcios más bellos.
Ellas van apoyadas en los hombros de ellos.
Una federación de extraños personajes,
minifaldas de cuero, chaquetas con herrajes
y el hablador sonámbulo que va consigo mismo,
la sombra solitaria volviendo del abismo.
Luces almacenadas, que brotan de los bares,
como hiedras contratan las perpendiculares
fachadas de cristal. Hay letreros que guiñan,
altavoces histéricos y cuerpos que se apiñan.
El día es impensable, no tiene voz ni voto
mientras tiemble en la calle el faro de una moto,
la carcajada blanca, los besos, la melena
que el viento negro mueve, esparce y desordena.
Yo voy pensando en ti, buscando las palabras.
Llego a tu casa, llamo, te pido que me abras.
La ciudad de las cuatro tiene pasos de alcohólica
Desde el balcón la veo y como tú, bucólica
geometría perfecta, se desnuda conmigo.
Agradezco su vida, me acerco, te lo digo,
y abrazados seguimos cuando un alba rayada
se desploma en la espalda violeta de Granada. | es |
Othón,Manuel_José | <XXI | Noche_Rústica_De_Walpurgis._Iv.-_El_Bosque | El bosque
Bajo las frondas trémulas e inquietas
que forman mi basílica sagrada,
ha de escucharse la oración alada,
no el canto celestial de los poetas.
Albergue fui de druidas. Los ascetas,
en mis troncos de crústula rugada
infligieron su frente macerada
y colgaron sus harpas los profetas.
Y en tremenda ocasión, el errabundo
viento espantado suspendió su vuelo,
al escuchar de mi interior profundo
brotar, con infinito desconsuelo,
la más grande oración que desde el mundo
se ha alzado hasta las cúpulas del cielo. | es |
Quevedo,Francisco | <XXI | Salmo_Xxii | Pues le quieres hacer el monumento
en mis entrañas a tu cuerpo amado,
limpia, suma limpieza, de pecado,
por tu gloria y mi bien, el aposento.
Si no, retratarás tu nacimiento,
pues entrado en mi pecho disfrazado,
te verán en Pesebre acompañado
de brutos Apetitos que en mí siento.
Hoy te entierras en mí con propia mano,
que soy sepulcro, aunque a tu ser estrecho,
indigno de tu cuerpo soberano.
Tierra te cubre en mí, de tierra hecho;
la conciencia me presta su gusano;
mármol para cubrirte dé mi pecho.
Si no, retratarás tu nacimiento,
pues entrado en mi pecho disfrazado,
te verán en Pesebre acompañado
de brutos Apetitos que en mí siento.
Hoy te entierras en mí con propia mano,
que soy sepulcro, aunque a tu ser estrecho,
indigno de tu cuerpo soberano.
Tierra te cubre en mí, de tierra hecho;
la conciencia me presta su gusano;
mármol para cubrirte dé mi pecho.
Hoy te entierras en mí con propia mano,
que soy sepulcro, aunque a tu ser estrecho,
indigno de tu cuerpo soberano.
Tierra te cubre en mí, de tierra hecho;
la conciencia me presta su gusano;
mármol para cubrirte dé mi pecho.
Tierra te cubre en mí, de tierra hecho;
la conciencia me presta su gusano;
mármol para cubrirte dé mi pecho. | es |
Neruda,Pablo | <XXI | El_Día_De_Los_Desventurados,_El_Día_Pálido_Se_Asoma | El día de los desventurados, el día pálido se asoma
con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en gris,
sin cascabeles, goteando el alba por todas partes:
es un naufragio en el vacío, con un alrededor de llanto.
Porque se fue de tantos sitios la sombra húmeda, callada,
de tantas cavilaciones en vano, de tantos parajes terrestres
en donde debió ocupar hasta el designio de las raíces,
de tanta forma aguda que se defendía.
Yo lloro en medio de lo invadido, entre lo confuso,
entre el sabor creciente, poniendo el oído
en la pura circulación, en el aumento,
cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba,
a lo que surge vestido de cadenas y claveles,
yo sueño, sobrellevando mis vestigios morales.
Nada hay de precipitado ni de alegre, ni de forma orgullosa,
todo aparece haciéndose con evidente pobreza,
la luz de la tierra sale de sus párpados
no como la campanada, sino más bien como las lágrimas:
el tejido del día, su lienzo débil,
sirve para una venda de enfermos, sirve para hacer señas
en una despedida, detrás de la ausencia:
es el color que sólo quiere reemplazar,
cubrir, tragar, vencer, hacer distancias.
Estoy solo entre materias desvencijadas,
la lluvia cae sobre mí, y se me parece,
se me parece con su desvarío, solitaria en el mundo muerto,
rechazada al caer, y sin forma obstinada. | es |
Pérez-Ayala_Huertas,Javier | XXI | No_Te_Conozco | No te conozco en el despertar claro
ni en las tibias noches de este verano
ni en mi verso llano, ni en el humano
lamento que te lleva al desamparo.
No te conozco en tu cruento recuerdo
de amor vivido en tu intimo erotismo,
ni en cariño que te arrima al abismo
de argumentos de nuestro desacuerdo.
Te conozco en tu sonrisa que es brisa
en los labios de tu boca malteada
en tus ojos de pupila sumisa
en la envidia que tengo de tu almohada
en la furtiva mirada indecisa
que besa tu cara de enamorada. | es |
Castro,Rosalía_de | <XXI | Fue_Cielo_De_Su_Espíritu,_Fue_Sueño_De_Sus_Sueños | Fue cielo de su espíritu, fue sueño de sus sueños,
y vida de su vida, y aliento de su aliento;
y fue, desde que rota cayó la venda al suelo,
algo que mata el alma y que envilece el cuerpo.
De la vida en la lucha perenne y fatigosa,
siempre el ansia incesante y el mismo anhelo siempre;
que no ha de tener término sino cuando, cerrados,
ya duerman nuestros ojos el sueño de la muerte. | es |
Celaya,Gabriel | <XXI | Y_Al_Fin_Reina_El_Silencio | Y al fin reina el silencio.
Pues siempre, aún sin quererlo,
guardamos un secreto. | es |
Gutiérrez_González,Gregorio | <XXI | En_El_Cementerio_De_Sonsón | Aquí no se descansa ni se duerme,
Que "morir no es dormir y no es soñar",
Aquí sólo reposa el polvo inerte;
Pero el alma... buscadla más allá.
Mas venid a rogar por el ausente;
Para toda plegaria hay un altar,
Y la fe, la oración, hallan fervientes
Consuelo siempre, decepción jamás. | es |
Vadillo_Omaña,Gabriela | XXI | Te_Recuerdo... | Te necesito y no te encuentro.
¿Dónde estás, mi corazón?
¿Porqué llegaste hasta mí?
¿Por cuál camino?
Y por dónde partiste...
que no te vi.
Necesito sentirte en mí
mordiendo mi carne.
Mi alma te extraña,
mi cuerpo arde...
no te encuentro Amor
¿Dónde estás?
Pensar en tus besos
me hace evocar tantas cosas...
pienso en cuando estabamos solos
y éramos uno del otro.
Sí tú piensas en mi,
recuérdame en el acariciante
pasar del viento, suave, lentamente,
como cuando me tocas.
Yo te recuerdo en el anochecer
que estoy tan sola,
pienso en tus manos sobre mi piel
y me abrazo toda.
Pienso en ti, cuando amanece,
cuando llueve, cuando canta
en mi ventana la mañana,
y recuerdo tus besos en mi boca.
Recuérdame si estás triste,
si eres feliz, piensa en mi,
cuando tu mente vague
estaré contigo... donde me evoques.
Y por dónde partiste...
que no te vi.
Necesito sentirte en mí
mordiendo mi carne.
Mi alma te extraña,
mi cuerpo arde...
no te encuentro Amor
¿Dónde estás?
Pensar en tus besos
me hace evocar tantas cosas...
pienso en cuando estabamos solos
y éramos uno del otro.
Sí tú piensas en mi,
recuérdame en el acariciante
pasar del viento, suave, lentamente,
como cuando me tocas.
Yo te recuerdo en el anochecer
que estoy tan sola,
pienso en tus manos sobre mi piel
y me abrazo toda.
Pienso en ti, cuando amanece,
cuando llueve, cuando canta
en mi ventana la mañana,
y recuerdo tus besos en mi boca.
Recuérdame si estás triste,
si eres feliz, piensa en mi,
cuando tu mente vague
estaré contigo... donde me evoques.
Mi alma te extraña,
mi cuerpo arde...
no te encuentro Amor
¿Dónde estás?
Pensar en tus besos
me hace evocar tantas cosas...
pienso en cuando estabamos solos
y éramos uno del otro.
Sí tú piensas en mi,
recuérdame en el acariciante
pasar del viento, suave, lentamente,
como cuando me tocas.
Yo te recuerdo en el anochecer
que estoy tan sola,
pienso en tus manos sobre mi piel
y me abrazo toda.
Pienso en ti, cuando amanece,
cuando llueve, cuando canta
en mi ventana la mañana,
y recuerdo tus besos en mi boca.
Recuérdame si estás triste,
si eres feliz, piensa en mi,
cuando tu mente vague
estaré contigo... donde me evoques.
Pensar en tus besos
me hace evocar tantas cosas...
pienso en cuando estabamos solos
y éramos uno del otro.
Sí tú piensas en mi,
recuérdame en el acariciante
pasar del viento, suave, lentamente,
como cuando me tocas.
Yo te recuerdo en el anochecer
que estoy tan sola,
pienso en tus manos sobre mi piel
y me abrazo toda.
Pienso en ti, cuando amanece,
cuando llueve, cuando canta
en mi ventana la mañana,
y recuerdo tus besos en mi boca.
Recuérdame si estás triste,
si eres feliz, piensa en mi,
cuando tu mente vague
estaré contigo... donde me evoques.
Sí tú piensas en mi,
recuérdame en el acariciante
pasar del viento, suave, lentamente,
como cuando me tocas.
Yo te recuerdo en el anochecer
que estoy tan sola,
pienso en tus manos sobre mi piel
y me abrazo toda.
Pienso en ti, cuando amanece,
cuando llueve, cuando canta
en mi ventana la mañana,
y recuerdo tus besos en mi boca.
Recuérdame si estás triste,
si eres feliz, piensa en mi,
cuando tu mente vague
estaré contigo... donde me evoques.
Yo te recuerdo en el anochecer
que estoy tan sola,
pienso en tus manos sobre mi piel
y me abrazo toda.
Pienso en ti, cuando amanece,
cuando llueve, cuando canta
en mi ventana la mañana,
y recuerdo tus besos en mi boca.
Recuérdame si estás triste,
si eres feliz, piensa en mi,
cuando tu mente vague
estaré contigo... donde me evoques.
Pienso en ti, cuando amanece,
cuando llueve, cuando canta
en mi ventana la mañana,
y recuerdo tus besos en mi boca.
Recuérdame si estás triste,
si eres feliz, piensa en mi,
cuando tu mente vague
estaré contigo... donde me evoques.
Recuérdame si estás triste,
si eres feliz, piensa en mi,
cuando tu mente vague
estaré contigo... donde me evoques. | es |
García_Lorca,Federico | <XXI | ¡Qué_Esfuerzo! | ¡Qué esfuerzo!
¡Qué esfuerzo del caballo por ser perro!
¡Qué esfuerzo del perro por ser golondrina!
¡Qué esfuerzo de la golondrina por ser abeja!
¡Qué esfuerzo de la abeja por ser caballo!
Y el caballo,
¡qué flecha aguda exprime de la rosa!,
¡qué rosa gris levanta de su belfo!
Y la rosa,
¡qué rebaño de luces y alaridos
ata en el vivo azúcar de su tronco!
Y el azúcar,
¡qué puñalitos sueña en su vigilia!
Y los puñales dimínutos,
¡qué luna sin establos, qué desnudos,
piel eterna y rubor, andan buscando!
Y yo, por los aleros,
¡qué serafín de llamas busco y soy!
Pero el arco de yeso,
¡qué grande, qué invisible, qué diminuto!,
sin esfuerzo. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | Lo_Confieso | Es triste, y porque es triste, lo confieso;
aquí estoy yo y vengo voceando,
buceando, mejor, en la niebla;
ahorcándome la voz entre los álamos.
Ganándome el sudor con este pan,
ganándome la vida con las manos,
ganándome el dolor con el placer,
ganándome la envidia con el salmo.
Ganándome la muerte con la vida,
voy consiguiendo todo sin el llanto,
que soy la mujer fuerte que se viste
y medita mirando el calendario.
Es triste, y porque es triste, lo confieso,
cuesta mucho vencerse, sin embargo,
intenta dar un beso al enemigo
verás que sale luz de tu costado. | es |
Neruda,Pablo | <XXI | Pregunta_Xix | Han contado el oro que tiene
el territorio del maíz?
Sabes que es verde la neblina
a mediodía, en Patagonia?
Quién canta en el fondo del agua
en la laguna abandonada?
De qué ríe la sandía
cuando la están asesinando? | es |
Valdés_Díaz-Vélez,Jorge | XXI | Nox | Algo como un rumor que se despide
tiembla sobre el jardín, lleva las hojas
por la sombra del valle, nubes rojas
y pájaros arriba. Nada impide
su vuelo hacia el crepúsculo. Y el viento
trae junto a las súbitas estrellas
un polen de bondad, desiertas huellas
del mar en rotación, el crecimiento
de la tarde. Anochece. Parte el día
sin dolor aparente ni alegría.
Cuántas veces he oído este paisaje
mudar a voluntad frente al oleaje
del alba o del ocaso. Ya está oscuro
el mundo. Están la noche y el futuro.
su vuelo hacia el crepúsculo. Y el viento
trae junto a las súbitas estrellas
un polen de bondad, desiertas huellas
del mar en rotación, el crecimiento
de la tarde. Anochece. Parte el día
sin dolor aparente ni alegría.
Cuántas veces he oído este paisaje
mudar a voluntad frente al oleaje
del alba o del ocaso. Ya está oscuro
el mundo. Están la noche y el futuro.
de la tarde. Anochece. Parte el día
sin dolor aparente ni alegría.
Cuántas veces he oído este paisaje
mudar a voluntad frente al oleaje
del alba o del ocaso. Ya está oscuro
el mundo. Están la noche y el futuro.
mudar a voluntad frente al oleaje
del alba o del ocaso. Ya está oscuro
el mundo. Están la noche y el futuro. | es |
Cardenal,Ernesto | <XXI | Esta_Será_Mi_Venganza: | Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos
el libro de un poeta
Famoso
Y leas estas líneas
que el autor escribió
para ti
Y tú no lo sepas.
Que un día llegue a tus manos
el libro de un poeta
Famoso
Y leas estas líneas
que el autor escribió
para ti
Y tú no lo sepas.
Famoso
Y leas estas líneas
que el autor escribió
para ti
Y tú no lo sepas.
Y leas estas líneas
que el autor escribió
para ti
Y tú no lo sepas.
Y tú no lo sepas. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | En_El_Canal | Contra Natura en formidable guerra,
triunfa la eucaristía del trabajo:
antes de unir dos mares con un tajo,
se unen todas las razas de la Tierra.
Cruje el barreno; el garfio que se aferra
destroza el pedernal; salta el cascajo;
y a cada son que repercute abajo,
lo que va abriendo el hombre, el mar lo cierra.
El agua se hace fango y miasma luego,
y, envuelta en ese miasma, se desprende,
como una irradiación de las montañas,
la fiebre tropical, garra de fuego
con que la Madre Tierra se defiende
del que le va arrancado las entrañas. | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | Tu_Secreto_A_Voces | Pero tú no te sales del reducto
de tu círculo grave. El mar te lanza
sus auroras de conchas. Te flamea
sus encajes de tierna sal. Te incita
con vidrios animados. Su elocuencia
con ademanes de agua se modula
definiendo las olas más exactas.
En vano que te tienten sus sirenas.
Todo inútil. La fuerza del mutismo
de tu puño apretado
no se abre con las llaves delirantes
de quien no sabe de geometría. | es |
Machado,Antonio | <XXI | Sólo_Quede_Un_Símbolo | Sólo quede un símbolo:
quod elixum est ne asato.
No aséis lo que está cocido. | es |
Brines,Francisco | <XXI | Extraño_En_Esta_Noche,_He_Recordado | Extraño en esta noche, he recordado
una borrada imagen. El mendigo
de mi niñez, de rostro hirsuto, torna
desde otro mundo su mirada dura.
Llegaba al mediodía, y un gruñido
de animal viejo le anunciaba. (Toda
la casa estaba abierta, y el verano
llegaba de la mar). Andaba el niño
con temor a la puerta, y en su mano
depositaba una moneda. Era
hosca la voz, los ojos fríos de odio,
y sentía un gran miedo al acercarme,
la piedad disipada. Violenta
la muerte me rondaba con su sombra.
Sólo después, al ver a los mayores
hablar indiferentes, ya de vuelta,
se serenaba el pecho. Me quedaba
cerca de la ventana, y frente al mar
recordaba las sombrías historias.
Esta noche, pasado tanto tiempo,
su presencia terrible y misteriosa.
me ha desvelado el sueño. Ningún daño
he sufrido de aquella voluntad,
y el hombre ya habrá muerto, miserable
como vivió. Aquellos años, otros
muchos mendigos iban por las casas
del pueblo. Todos, sin venganza, yacen.
Los extinguió el olvido. Vagas, rotas,
surgen sus sombras; la memoria turba
un reino frío y solitario y vasto.
Poderosos, ahora me devuelven
la mísera limosna: la piedad
que el hombre, cada día, necesita
para seguir viviendo. Y aquel miedo
que de niño sentí, remuerde ahora mi
vida, su fracaso: un anciano
me miraba con ojos inocentes. | es |
Alcázar,Baltasar_del | <XXI | Si_Donde_Estás,_Vandalio,_Estar_Pudiera | Si donde estás, Vandalio, estar pudiera
tu mísero Damón, ¡ay, duro hado!,
gozando el fresco viento y sol templado
que hace eterna ser tu primavera,
hasta el célebre Tajo se estendiera
el son de mi zampoña, mejorando
sobre cuantos pastores han pisado
de nuestro claro Betis la ribera.
Pero, pues quiso el Cielo esquivo y grave
formarnos tan diversos en la vida,
canta, Vandalio, tú, tu alegre suerte.
Yo cantaré mi mal, conforme al ave
que al triste final punto conducida,
celebra las exequias de su muerte. | es |
Aridjis,Homero | <XXI | Buenos_Días_A_Los_Seres | Buenos días a los seres
que son como un país
y ya verlos
es viajar a otra parte
buenos días a los ojos
que al abrirse han leído
el poema visible
buenos días a los labios
que desde el comienzo han dicho
los nombres infinitos
buenos días a las manos
que han tocado las cosas
de la tierra bellísima | es |
Girondo,Oliverio | <XXI | Nocturno | El humo azul, azul,
entre mis dedos,
inscribiendo en el aire
su delirio
y mal llovido
a espesos lagrimones,
ese arrítmico trote
desvalido,
enlutando los sueños,
los balcones;
mientras ya en el recuerdo
el tiempo muerto,
aquí voraz insecto,
noche en celo,
latido de persiana
o ritmo grillo,
es también clara senda que bordea
bajo pinos
la tarde y la ladera,
para luego perderse
entre azoteas
o en la turbia corriente
de estas venas,
de gustos recatados y viajeros,
que riega caracoles donde suena
la muerta voz sepulta en la madera
o el rumor interior
de la penumbra
que sustentan mis huesos,
junto al humo
y a cuanto no comprendo
y me circunda:
débil hoja dormida que despierta
y suspira, se queja, se da vuelta,
balbuceo de cielo en desamparo.
ni mis pálidas uñas ¡tan siquiera!;
mientras vuelvo a tu encuentro
azar, memoria,
en busca de callejas marineras
que en plena resolana de naranjas
bajaban, con sus redes, a una playa,
o en los labios ya un gusto a madrugada
—¿qué recuerdo se asoma a esa ventana?
me aproximo a mujeres amapola
—¿por qué, por qué amapola?
entre zaguanes
de aliento canallesco y voz gastada,
tan cerca, en este instante,
entre la borra
nocturna, aquí también,
¡y tan amarga!
—allá lejos, ¿por qué
siempre amapola?—
ya casi colindando con la aurora. | es |
Galeano,Eduardo | <XXI | Si_Alicia_Volviera | Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para
descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana | es |
Mutis,Álvaro | <XXI | Vengo_Del_Norte | Vengo del norte,
donde forjan el hierro, trabajan las rejas,
hacen las cerraduras, los arados,
las armas incansables,
donde las grandes pieles de oso
cubren paredes y lechos,
donde la leche espera la señal de los astros,
del norte donde toda voz es una orden,
donde los trineos se detienen
bajo el cielo sin sombra de tormenta.
Voy hacia el este,
hacia los más tibios cauces
de la arcilla y el limo
hacia el insomnio vegetal y paciente
que alimentan las lluvias sin medida;
hacia los esteros voy, hacia el delta
donde la luz descansa absorta
en las magnolias de la muerte
y el calor inaugura vastas regiones
donde los frutos se descomponen
en una densa siesta
mecida por los élitros
de insectos incansables.
Y, sin embargo, aún me inclinaría
por las tiendas de piel, la parca arena,
por el frío reptando entre las dunas
donde canta el cristal
su atónita agonía
que arrastra el viento
entre túmulos y signos
y desvía el rumbo de las caravanas.
Vine del norte,
el hielo canceló los laberintos
donde el acero cumple
la señal de su aventura.
Hablo del viaje, no de sus etapas.
En el este la luna vela
sobre el clima que mis llagas
solicitan como alivio
de un espanto tenaz y sin remedio. | es |
Agustini,Delmira | <XXI | ¡Oh,_Tú_Que_Duermes_Tan_Hondo_Que_No_Despiertas! | ¡Oh, tú que duermes tan hondo que no despiertas!
Milagrosas de vivas, milagrosas de muertas,
Y por muertas y vivas eternamente abiertas,
Alguna noche en duelo yo encuentro tus pupilas
Bajo un trapo de sombra o una blonda de luna.
Bebo en ellas la Calma como en una laguna.
Por hondas, por calladas, por buenas, por tranquilas
Un lecho o una tumba parece cada una. | es |
Chumacero,Alí | <XXI | Ligera_Fue_Tu_Voz,_Mas_Tu_Palabra_Dura | Ligera fue tu voz, mas tu palabra dura
con vuelo de paloma sin más peso
que su inmóvil cruzar el mar del viento;
y persistes como un sonido bajo el agua,
desde mi piel al aire levantada,
ligera como fuiste, como esa ala
que olvidada del mundo se recrea,
convertida en ausencia y en olvido.
Vivo de oírme el cuerpo y de entregarme al tiempo
como a un rumbo sin luz la adormecida rosa,
como asoma en el sueño y luego muere
el cielo que una tarde contemplamos,
y oigo la vida en mí, su aliento te recuerda
ingrávida, en latidos desprendida,
con un temblor de silenciosas aguas
de su propia amargura renaciendo.
Sufres conmigo cuando sólo miro
que el amor es un cuerpo de imágenes poblado,
y caricia se llama a tocar el recuerdo,
a sentir las tinieblas en las manos
y en un esfuerzo inútil oponerse
a ese tiempo que arrastra nuestro duelo
hasta inclinar los labios a la nieve
y tender en ceniza nuestros cuerpos.
Te siente el corazón como un aroma
que en un eco perdiera sus imágenes,
y me palpo la piel tocando en ella
la tersura del agua donde yaces,
y después quedo solo, enamorado
de esta voz que del cuerpo te desprende
tomada en pensamiento, y en palabras te crea,
nacida nuevamente de mi sueño. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Cuando_El_Último_Soplo_De_La_Vida | Cuando el último soplo de la vida
universal se extinga, y en el cielo
pare la noche de la muerte el vuelo,
la gran noche, la noche sin medida;
y de esta humanidad adolorida
ni un rastro quede sobre el mustio suelo,
y los astros-cadáveres, el velo
de la sombra traspasen en su huida,
cuando el hondo silencio de la nada
se crispe entre las fauces del vacío,
y de mi ser ni la ceniza helada
siquiera guarde mi sepulcro angosto,
¿qué será de este espíritu sombrío...
de esta alma en que el Dolor hizo su agosto? | es |
Cruz,Lucas | XXI | Travesía_Por_Tu_Figura | Ancladas mis pupilas,
tus iris azulados
fondean mi mirar.
Tu red desplegada,
anzuelos de belleza
capturan mi atención.
Dominas mis sentidos,
el timón de mis ojos
decides gobernar.
Amarillo tu pelo,
cola de un cometa,
mi luz, mi rubio sol.
Viento en mis velas,
encaminas mi proa
a tu cuerpo admirar.
¡Fuerte oleaje
sacude mi navío!
despierta mi amor.
Océano de curvas,
de olas onduladas
que me hacen zozobrar.
Me ahogo en tu cintura,
dulce mi caída,
tus piernas... mi perdición.
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
Tu red desplegada,
anzuelos de belleza
capturan mi atención.
Dominas mis sentidos,
el timón de mis ojos
decides gobernar.
Amarillo tu pelo,
cola de un cometa,
mi luz, mi rubio sol.
Viento en mis velas,
encaminas mi proa
a tu cuerpo admirar.
¡Fuerte oleaje
sacude mi navío!
despierta mi amor.
Océano de curvas,
de olas onduladas
que me hacen zozobrar.
Me ahogo en tu cintura,
dulce mi caída,
tus piernas... mi perdición.
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
Dominas mis sentidos,
el timón de mis ojos
decides gobernar.
Amarillo tu pelo,
cola de un cometa,
mi luz, mi rubio sol.
Viento en mis velas,
encaminas mi proa
a tu cuerpo admirar.
¡Fuerte oleaje
sacude mi navío!
despierta mi amor.
Océano de curvas,
de olas onduladas
que me hacen zozobrar.
Me ahogo en tu cintura,
dulce mi caída,
tus piernas... mi perdición.
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
Amarillo tu pelo,
cola de un cometa,
mi luz, mi rubio sol.
Viento en mis velas,
encaminas mi proa
a tu cuerpo admirar.
¡Fuerte oleaje
sacude mi navío!
despierta mi amor.
Océano de curvas,
de olas onduladas
que me hacen zozobrar.
Me ahogo en tu cintura,
dulce mi caída,
tus piernas... mi perdición.
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
Viento en mis velas,
encaminas mi proa
a tu cuerpo admirar.
¡Fuerte oleaje
sacude mi navío!
despierta mi amor.
Océano de curvas,
de olas onduladas
que me hacen zozobrar.
Me ahogo en tu cintura,
dulce mi caída,
tus piernas... mi perdición.
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
¡Fuerte oleaje
sacude mi navío!
despierta mi amor.
Océano de curvas,
de olas onduladas
que me hacen zozobrar.
Me ahogo en tu cintura,
dulce mi caída,
tus piernas... mi perdición.
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
Océano de curvas,
de olas onduladas
que me hacen zozobrar.
Me ahogo en tu cintura,
dulce mi caída,
tus piernas... mi perdición.
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
Me ahogo en tu cintura,
dulce mi caída,
tus piernas... mi perdición.
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
Descanso en tus rodillas
varado en tu regazo,
suave lecho de mar.
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar!
¡Dame tu boca, niña!
¡Necesito respirar! | es |
Jiménez,Freddy_Emerson | XXI | En_El_Letargo_De_La_Noche | En el letargo de la noche el silencio se hace eterno y los pensamientos
se hacen canción,
La mente se llena de pensamientos e ilusiones y las esperanzas emanan
como fuente en el corazón,
En la oscuridad las sombras adquieren forma y moldean siluetas que
tan sólo se perciben con los ojos del alma,
Líneas en la oscuridad que por instantes se deslizan como olas
y se envuelven sobre el vacío,
Líneas en la oscuridad que por instantes caen hacia un
fondo interminable como hilos infinitos y me envuelven como lluvia deslizándose
sobre la superficie de mi cuerpo,
Líneas que se envuelven en mis manos y me entregan los recuerdos
de tu pelo refugiándose en las yemas de mis dedos...
Y allí, en donde los sueños se funden con los pensamientos,
Cuando la expresión de las ideas latentes y los deseos nacen
juntos y se hacen realidad,
Allí llega tu recuerdo hasta mi mente, allí te
tocó y te tengo nuevamente entre mis brazos,
Allí nuevamente memorizo cada una de las líneas de tu
rostro,
Y navego nuevamente en las mieles de tus ojos...
El silencio se rompe con el eco de una risa de niña que se escapa
de un rostro que aunque quiera mantenerse sobrio no puede contener
los destellos de luz de un alma que vuela más allá del mismo
cielo,
un alma que corre libremente por los senderos que para la razón
parecen prohibidos...
Hasta que llega el alba recuerdo, sueño, ó talvez alucino
con cada una de tus palabras,
Con cada uno de los minutos que logre robar a tu vida y que hacen diferente
la mía,
Las horas pasan recordando nuevamente cada uno de los segundos que
aprisioné tus manos entre las mías,
Cada instante en que mis labios rozaron la piel de tus dedos y mis
dedos se fundieron en las ondas de tu pelo...
En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas
que logré poner en tu rostro,
Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita...
En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora
parecen eternas...
Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis
manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi,
Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente
sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se
conjugan de forma incoherente...
Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta
y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza...
Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro
pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces
de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura.
Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja
un arcoiris sobre el cielo...
Y allí, en donde los sueños se funden con los pensamientos,
Cuando la expresión de las ideas latentes y los deseos nacen
juntos y se hacen realidad,
Allí llega tu recuerdo hasta mi mente, allí te
tocó y te tengo nuevamente entre mis brazos,
Allí nuevamente memorizo cada una de las líneas de tu
rostro,
Y navego nuevamente en las mieles de tus ojos...
El silencio se rompe con el eco de una risa de niña que se escapa
de un rostro que aunque quiera mantenerse sobrio no puede contener
los destellos de luz de un alma que vuela más allá del mismo
cielo,
un alma que corre libremente por los senderos que para la razón
parecen prohibidos...
Hasta que llega el alba recuerdo, sueño, ó talvez alucino
con cada una de tus palabras,
Con cada uno de los minutos que logre robar a tu vida y que hacen diferente
la mía,
Las horas pasan recordando nuevamente cada uno de los segundos que
aprisioné tus manos entre las mías,
Cada instante en que mis labios rozaron la piel de tus dedos y mis
dedos se fundieron en las ondas de tu pelo...
En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas
que logré poner en tu rostro,
Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita...
En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora
parecen eternas...
Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis
manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi,
Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente
sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se
conjugan de forma incoherente...
Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta
y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza...
Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro
pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces
de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura.
Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja
un arcoiris sobre el cielo...
El silencio se rompe con el eco de una risa de niña que se escapa
de un rostro que aunque quiera mantenerse sobrio no puede contener
los destellos de luz de un alma que vuela más allá del mismo
cielo,
un alma que corre libremente por los senderos que para la razón
parecen prohibidos...
Hasta que llega el alba recuerdo, sueño, ó talvez alucino
con cada una de tus palabras,
Con cada uno de los minutos que logre robar a tu vida y que hacen diferente
la mía,
Las horas pasan recordando nuevamente cada uno de los segundos que
aprisioné tus manos entre las mías,
Cada instante en que mis labios rozaron la piel de tus dedos y mis
dedos se fundieron en las ondas de tu pelo...
En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas
que logré poner en tu rostro,
Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita...
En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora
parecen eternas...
Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis
manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi,
Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente
sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se
conjugan de forma incoherente...
Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta
y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza...
Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro
pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces
de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura.
Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja
un arcoiris sobre el cielo...
Hasta que llega el alba recuerdo, sueño, ó talvez alucino
con cada una de tus palabras,
Con cada uno de los minutos que logre robar a tu vida y que hacen diferente
la mía,
Las horas pasan recordando nuevamente cada uno de los segundos que
aprisioné tus manos entre las mías,
Cada instante en que mis labios rozaron la piel de tus dedos y mis
dedos se fundieron en las ondas de tu pelo...
En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas
que logré poner en tu rostro,
Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita...
En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora
parecen eternas...
Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis
manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi,
Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente
sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se
conjugan de forma incoherente...
Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta
y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza...
Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro
pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces
de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura.
Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja
un arcoiris sobre el cielo...
En la oscuridad puede recordar una y otra vez cada una de las sonrisas
que logré poner en tu rostro,
Puedo recordarlas interminablemente hasta hacerlas melodía infinita...
En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora
parecen eternas...
Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis
manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi,
Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente
sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se
conjugan de forma incoherente...
Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta
y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza...
Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro
pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces
de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura.
Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja
un arcoiris sobre el cielo...
En la noche esas horas que estando contigo se hicieron segundos ahora
parecen eternas...
Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis
manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi,
Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente
sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se
conjugan de forma incoherente...
Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta
y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza...
Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro
pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces
de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura.
Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja
un arcoiris sobre el cielo...
Tratando de plasmar los contornos de tu rostro he permitido que mis
manos liberaran los sentimientos que tus ojos han cultivado en mi,
Permití que el lápiz se deslizará incontrolablemente
sobre el papel y dejará a su paso rastros de carbón que se
conjugan de forma incoherente...
Rastros de carbón que en ocasiones parecen una tormenta
y en otras el suave roce de la brisa sobre mi cabeza...
Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro
pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces
de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura.
Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja
un arcoiris sobre el cielo...
Recordando cada una de las líneas de tu cuerpo y de tu rostro
pierdo el sentido de la realidad y mis manos tan sólo son capaces
de expresar infinitos sentimientos de alegría y de ternura.
Y el lápiz puede ser rayo de luz que atraviesa la lluvia y dibuja
un arcoiris sobre el cielo... | es |
Martínez,Daniel_Omar | XXI | Qué_Estarás_Haciendo | Qué estarás haciendo
compañero Behaa
habrás partido de tu tierra
de tu pueblo amarillo de Tanta
recordarás aún ese viaje
donde veíamos atardeceres
en las arenas de Alejandría
recordarás esa charla
donde milagrosamente
me hablaste sin entender lo que decías
en mi propio idioma
el azar suele ser generoso amigo
puede que algún día
nos volvamos a encontrar
en alguna otra ruta
aunque sea de sueños o delirios
el azar suele ser generoso amigo
puede que algún día
nos volvamos a encontrar
en alguna otra ruta
aunque sea de sueños o delirios | es |
Castro,Rosalía_de | <XXI | Una_Sombra_Tristísima,_Indefinible_Y_Vaga | Una sombra tristísima, indefinible y vaga
como lo incierto, siempre ante mis ojos va
tras de otra vaga sombra que sin cesar la huye,
corriendo sin cesar.
Ignoro su destino... mas no sé por qué temo
al ver su ansia mortal,
que ni han de parar nunca, ni encontrarse jamás. | es |
Borges,Jorge_Luis | <XXI | Un_Ciego | No sé cuál es la cara que me mira
cuando miro la cara del espejo;
No sé qué anciano acecha en su reflejo
con silenciosa y ya cansada ira.
Lento en mi sombra, con la mano exploro
mis invisibles rasgos. Un destello
me alcanza. He vislumbrado tu cabello
que es de ceniza o es aún de oro.
Repito que he perdido solamente
la vana superficie de las cosas.
El consuelo es de Milton y es valiente,
pero pienso en las letras y en las rosas.
Pienso que si pudiera ver mi cara
sabría quién soy en esta tarde rara. | es |
Badilla,Sergio | XXI | Una_Fogarada_Dispersa_Después_De_Un_Advenedizo_Rayo | Una fogarada dispersa después de un advenedizo rayo
acaso se rompió entonces la conferida quietud
nos alertó el ojo abierto los sentidos
¿qué se hizo Anna la griega en la costa Macedonia?
los demás la amaron con tardanza
su pudibunda castidad se esparció enardecida entre mis torpes
muslos
entre mis escareadas manos
Los distintos usaron sus mañas
sus redes de los más variados tamaños y colores
mánticas perversas y acertijos de poca monta.
Ella extrañó al hijo escaso de sus entrañas
hizo visible el castigo como ruin oprobio
porque volvería a dormir en otras sábanas
propicias y lejanas.
Anna de Rodolivos la más anniusha de la annas
la luna sigue en el mismo lugar desde que se acabó el invierno
cayeron umbrosas las nieves en la destruida ventana
y en Katarinabangatan el ouzo
quedó servido
en la mesa vacía
en el espacio más oscuro de la noche | es |
Huerta,Efraín | <XXI | Como_Una_Limpia_Mañana_De_Besos_Morenos | Como una limpia mañana de besos morenos
cuando las plumas de la aurora comenzaron
a marcar iniciales en el cielo. Como recta
caída y amanecer perfecto.
Amada inmensa
como una violeta de cobalto puro
y la palabra clara del deseo.
Gota de anís en el crepúsculo
te amo con aquella esperanza del suicida poeta
que se meció en el mar
con la más grande de las perezas románticas.
Te miro así
como mirarían las violetas una mañana
ahogada en un rocío de recuerdos.
Es la primera vez que un absoluto amor de oro
hace rumbo en mis venas.
Así lo creo te amo
y un orgullo de plata me corre por el cuerpo. | es |
Bernárdez,Mariana | XXI | Ganar_Silencio_En_El_Exceso_O_En_La_Ausencia | Ganar silencio en el exceso o en la ausencia
Aquietarse para vislumbrar el movimiento ligero
Rastro apenas logrado
cuando palpas la humedad de la tierra
para descubrir el abismo de adentro
Contener el cuerpo en su arrojo
aún de que la finura del aire
lo
seduzca prometiéndole plumaje
Sentir los músculos en tensión
Saltar
Escuchar el chasquido de las pezuñas contra las piedras
el aliento entrecortado de la carrera
y la lanza en la diestra deslizándose en vuelo. | es |
Morales,Rafael | <XXI | Soledad,_Soledad_Late_En_Mis_Venas. | Soledad, soledad late en mis venas.
Hay un cielo vacío, indiferente,
y es una ausencia et río y sus arenas
que dora el sol lejano del poniente.
Todo está solo: el corazón y el viento
a la deriva van por la alameda.
Yo me siento vacío, sólo siento
la ausencia enorme que en mis venas queda. | es |
Hernández,Miguel | <XXI | Llama,_¿Para_Quién? | Llama, ¿para quién?
Llama, para alguien.
Cruza las tinieblas
y no alumbra a nadie. | es |
Pellicer,Carlos | <XXI | En_El_Silencio_De_La_Casa,_Tú | En el silencio de la casa, tú,
y en mi voz la presencia de tu nombre
besado entre la nube de la ausencia
manzana aérea de las soledades.
Todo a puertas cerradas, la quietud
de esperarte es vanguardia de heroísmo,
vigilando el ejército de abrazos
y el gran plan de la dicha.
Ya no sé caminar sino hacia ti,
por el camino suave de mirarte
poner los labios junto a mis preguntas
—sencilla, eterna flor de preguntarte—
y escucharte así en mí ¡y a sangre y fuego
rechazar, luminoso, las penumbras...!
Manzana aérea de las soledades,
bocado silencioso de la ausencia,
palabra en viaje, ropa del invierno
que hará la desnudez de las praderas.
Tú en el silencio de la casa. Yo
en tus labios de ausencia, aquí tan cerca
que entre los dos la ronda de palabras
se funde en la mejor que da el poema. | es |
Gabriel_y_Galán,José_María | <XXI | Las_Sublimes | ¿La conoces, musa mía?
Es modelo soberano
bosquejado por la mano
de la gran sabiduría.
Es el más dulce buen ver
de tus visiones risueñas;
es la mujer que tú sueñas
cuando sueñas la mujer.
La discreta, la prudente,
la letrada, la piadosa,
la noble, la generosa,
la sencilla, la indulgente,
la süave, la severa,
la fuerte, la bienhechora,
la sabia, la previsora,
la grande, la justiciera...
la que crea y fortalece,
la que ordena y pacifica,
la que ablanda y dulcifica...,
¡la que todo lo engrandece!
La que es esclava y señora,
la que gobierna y vigila,
la que labra y la que hila,
la que vela y la que ora...
¡Hela, hela, musa ruda!
¿No lo cantas?
—No la canto.
—¿Por qué, si la admiras tanto?
—Porque si admiro soy muda.
—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla!
Es el más dulce buen ver
de tus visiones risueñas;
es la mujer que tú sueñas
cuando sueñas la mujer.
La discreta, la prudente,
la letrada, la piadosa,
la noble, la generosa,
la sencilla, la indulgente,
la süave, la severa,
la fuerte, la bienhechora,
la sabia, la previsora,
la grande, la justiciera...
la que crea y fortalece,
la que ordena y pacifica,
la que ablanda y dulcifica...,
¡la que todo lo engrandece!
La que es esclava y señora,
la que gobierna y vigila,
la que labra y la que hila,
la que vela y la que ora...
¡Hela, hela, musa ruda!
¿No lo cantas?
—No la canto.
—¿Por qué, si la admiras tanto?
—Porque si admiro soy muda.
—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla!
La discreta, la prudente,
la letrada, la piadosa,
la noble, la generosa,
la sencilla, la indulgente,
la süave, la severa,
la fuerte, la bienhechora,
la sabia, la previsora,
la grande, la justiciera...
la que crea y fortalece,
la que ordena y pacifica,
la que ablanda y dulcifica...,
¡la que todo lo engrandece!
La que es esclava y señora,
la que gobierna y vigila,
la que labra y la que hila,
la que vela y la que ora...
¡Hela, hela, musa ruda!
¿No lo cantas?
—No la canto.
—¿Por qué, si la admiras tanto?
—Porque si admiro soy muda.
—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla!
la süave, la severa,
la fuerte, la bienhechora,
la sabia, la previsora,
la grande, la justiciera...
la que crea y fortalece,
la que ordena y pacifica,
la que ablanda y dulcifica...,
¡la que todo lo engrandece!
La que es esclava y señora,
la que gobierna y vigila,
la que labra y la que hila,
la que vela y la que ora...
¡Hela, hela, musa ruda!
¿No lo cantas?
—No la canto.
—¿Por qué, si la admiras tanto?
—Porque si admiro soy muda.
—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla!
la que crea y fortalece,
la que ordena y pacifica,
la que ablanda y dulcifica...,
¡la que todo lo engrandece!
La que es esclava y señora,
la que gobierna y vigila,
la que labra y la que hila,
la que vela y la que ora...
¡Hela, hela, musa ruda!
¿No lo cantas?
—No la canto.
—¿Por qué, si la admiras tanto?
—Porque si admiro soy muda.
—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla!
La que es esclava y señora,
la que gobierna y vigila,
la que labra y la que hila,
la que vela y la que ora...
¡Hela, hela, musa ruda!
¿No lo cantas?
—No la canto.
—¿Por qué, si la admiras tanto?
—Porque si admiro soy muda.
—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla!
¡Hela, hela, musa ruda!
¿No lo cantas?
—No la canto.
—¿Por qué, si la admiras tanto?
—Porque si admiro soy muda.
—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla!
—¿Y cuál es la maravilla
que así admiras muda y queda?
¡O es Teresa de Cepeda
o es Isabel de Castilla! | es |
Vallejo,César | <XXI | Tengo_Ahora_70_Soles_Peruanos | Tengo ahora 70 soles peruanos.
Cojo la penúltima moneda, la que suena
69 veces púnicas.
Y he aquí, al finalizar su rol,
quemase toda y arde llameante,
llameante,
redonda entre mis tímpanos alucinados.
Ella, siendo 69, dase contra 70;
luego escala 71, rebota en 72.
Y así se multiplica y espejea impertérrita
en todos los demás piñones.
Ella, vibrando y forcejeando,
pegando grittttos,
soltando arduos, chisporroteantes silencios,
orinándose de natural grandor,
en unánimes postes surgentes,
acaba por ser todos los guarismos,
la vida entera.
Ella, siendo 69, dase contra 70;
luego escala 71, rebota en 72.
Y así se multiplica y espejea impertérrita
en todos los demás piñones.
Ella, vibrando y forcejeando,
pegando grittttos,
soltando arduos, chisporroteantes silencios,
orinándose de natural grandor,
en unánimes postes surgentes,
acaba por ser todos los guarismos,
la vida entera.
Ella, vibrando y forcejeando,
pegando grittttos,
soltando arduos, chisporroteantes silencios,
orinándose de natural grandor,
en unánimes postes surgentes,
acaba por ser todos los guarismos,
la vida entera. | es |
Vega,Lope_Félix_de | <XXI | Encaneció_Las_Ondas_Con_Espuma | Encaneció las ondas con espuma
Argos, primera nave, y sin temellas
osó tocar la gavia las estrellas,
y hasta el cerco del sol volar sin pluma.
Y aunque Anfitrite airada se consuma,
dividen el cristal sus ninfas bellas,
y hasta Colcos Jasón pasa por ellas,
por más que el viento resistir presuma.
Más era el agua que el dragón y el toro,
mas no le estorba que su campo arase
la fuerte proa entre una y otra sierra.
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra.
Y aunque Anfitrite airada se consuma,
dividen el cristal sus ninfas bellas,
y hasta Colcos Jasón pasa por ellas,
por más que el viento resistir presuma.
Más era el agua que el dragón y el toro,
mas no le estorba que su campo arase
la fuerte proa entre una y otra sierra.
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra.
Más era el agua que el dragón y el toro,
mas no le estorba que su campo arase
la fuerte proa entre una y otra sierra.
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra.
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra. | es |
Guillén,Jorge | <XXI | Tréboles | Se nota que son paletos,
Que se callan asombrados
Ante sus propios secretos:
Pareja de enamorados. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Visita | Sentado ante su mesa de trabajo
Estaba, en tanto que visiones blancas
y vaporosas, en azul ensueño,
En torno de su lámpara flotaban,
y níveos copos de menuda nieve
Daban en el cristal de su ventana.
Y de repente vino a su memoria,
En el hondo silencio de la estancia,
El recuerdo de un hombre conocido
Hacía muchos años. La garganta
Sintió oprimida, y algo de tristeza
y de vergüenza conmovió su alma.
Recordó la humildad de ese hombre triste.
Humildad en acciones y palabras,
Que don ninguno recibió del cielo
y llevó siempre vida solitaria
Como un árbol en áspera llanura.
Recordó sus promesas reiteradas
De ir a verlo en su plácido retiro,
y que aquel hombre en su mansión callada
Esas ofertas siempre agradecía,
Pero creyendo sus promesas vanas.
Y se acordó también de que ese hombre
En su silencio y su humildad lo amaba.
Todos esos recuerdos se agolparon
De pronto en su memoria, en la callada
Sombra que lo envolvía. En su hondo ensueño
Quiso apartarlos, pero voz del alma,
Voz imperiosa estremecer lo hizo.
Se puso en pie. Lucía en su mirada
luz de sonrisa, y respiró, ya libre
del nudo que oprimía su garganta.
Y apresurado se vistió. La noche
Cubría la llanura solitaria,
Y dirigió los pasos en la nieve
Del hombre humilde a la tranquila casa.
Y entró. Después de familiar saludo
y ya sentado cerca de la llama
Entre ese hombre y su humilde compañera,
Que con muda sorpresa se miraban,
Observó pensativo esos silencios
Que interrogan, y son como en las páginas
Esos espacios que la pluma deja
A veces entre frases y palabras.
Y en ambos rostros observó de pronto
como inquietud furtiva, entre las pausas
del lento hablar, mas comprendió en seguida
La causa: No creían, no esperaban
Que viniera, tan tarde, y de tan lejos,
En medio de la nieve y entre charcas,
Sólo por darles un placer, y sólo
Por cumplir su promesa. Y se miraban
Aguardando angustiados que dijera
De ese visita la razón. ¿Qué causa
lo hizo venir en semejante noche?
¿Qué servicio quería? ¿Era una infausta
o grata nueva, la que así, tan tarde,
Lo traía al silencio de esa casa?
Comprendiendo esa íntima zozobra
Quería hablar para infundirles calma,
Pero seguían los silencios lentos,
y seguían pesando las palabras;
y como él temerosos los veía
de una revelación inesperada,
Ante ellos se sintió como acusado,
Confuso, torpe, y en angustia el alma.
Y se vio como lejos... lejos de ellos,
Como si frente a frente no se hallaran,
Hasta que en pie, para salir, se puso.
La angustia que sus almas embargaba
Al fin cesó. Lo comprendieron todo...
Vino por ellos, para hacerles grata
Esa noche de invierno; solamente
Por ellos... y en sus ojos irradiaba
Luz de alegría. Quiso verlos alguien
En su vida tranquila y solitaria;
Visitarlos, oírlos... Y más fuerte
Que la nieve, y el frío y la distancia
Fue ese deseo. Vino a verlos alguien
En el hondo silencio de sus almas...
Alguien al fin llegó. ¡Cuánto alborozo!
Fluían de sus labios las palabras,
y para retenerlo, sonreían,
y entusiasmados a la vez hablaban.
Les prometió que volvería. Y antes
De llegar a la puerta, la mirada
Tendió en redor, porque en la mente quiso
La memoria fijar de aquella casa.
Clavó la vista en cada mueble; luego,
Como queriendo concentrar el alma
En un recuerdo, los miró callado
Porque en el fondo de su ser dudaba
Si volvería... Y se perdió su sombra
En la llanura, por la nieve, blanca. | es |
Plaza_Llamas,Antonio | <XXI | Tiende,_Noche,_Tu_Lóbrego_Manto | Tiende, noche, tu lóbrego manto,
y en un mar de tinieblas, al sol,
ahoga, noche, que quiero mi llanto
esconder en tu negro crespón.
Ya no quiero ni gloria, ni amigos,
ni esperanza, ni amor, ni virtud;
quiero sólo quedar sin testigos;
quiero sombra; detesto la luz.
Quiero el llanto verter que nutriendo
está siempre mi vida infeliz,
y correr dando un grito estupendo,
y después como loco, reír.
Que la luna entre sombras sepulte
su maldita montaña de luz,
cielo y tierra a mis ojos oculte,
negra noche, tu negro capuz.
Que ni el eco a la voz corresponda,
que se enlute del campo el verdor;
que ennegrezca el cristal de la onda;
que se arrastre maldita la flor.
Sólo se oiga del noto el silbido
y del mar el solemne rugir,
de agorera lechuza el graznido
de la alondra el doliente gemir.
La pavura del gélido osario
reine en torno; que el éter azul
se convierta en inmenso sudario
y la tierra en gigante ataúd.
De relámpago rojo las luces
en el cielo de luto al flagrar,
sólo alumbren de tumbas y cruces
un calcáreo fatídico erial.
Si en el cielo, de bilis preñado,
brilla acaso de luna el fulgor,
que su disco de sangre manchado
enrojezca ese cuadro de horror.
Las campanas distantes produzcan
un tañido llorón, sepulcral;
y los miasmas infectos conduzcan,
salmodiado, imponente cantar.
Forma vana, severa, imposible,
abandone el podrido ataúd:
misteriosa, cariada, terrible,
vuelva un punto del ser a la luz.
Y sus órbitas duras esmalte
fosforente, siniestro brillar,
y de su antro de hueso que salte
carcajada estridente, fatal.
Que del rayo la voz tan temida
truene y cruce distancia sin fin,
y la tierra por él sacudida
se abra y brote cadáveres mil.
Las culebras se empinen silbando,
ruja sordo el terrible huracán;
y los cuervos fastidien graznando;
vengan rayos la fiesta a alumbrar.
Esqueletos y momias horribles
que la mano amarilla se den,
y las piernas torcidas, risibles,
muevan todos con lento vaivén.
Y pedazos de tumba saltando,
cruces, huesos y trozos de cal,
al impulso del viento chocando
improvisen orquesta infernal.
Y con cauda de sombras tejida,
la diadema de fuego en la sien,
desde un trono de tumbas presida
el festín de los muertos. Luzbel.
El infierno en sus antros se agite;
carcajadas arroje el dolor,
y una voz estentórea que grite:
¡Maldición! ¡maldición! ¡maldición!
¿Y la noche?... ¿Qué es la noche?
Línea de sombras, que Dios
en medio de dos crepúsculos,
por dividirlos, tiró:
tenebroso mar con débiles
ondas de luz y vapor,
do el desengaño navega
remolcando a la ilusión:
cortinaje de tinieblas
bajo el cual, en vil jergón,
duerme el pobre, en tanto en púrpura
tal vez se agita el señor:
caleidoscopio enlutado
que muestra en gira veloz
embusteras ilusiones
y espectros que dan pavor:
tumba inmensa en que sepulta
su pena y su humillación
el infeliz que en el sueño
único placer halló;
de ese sueño que es tristeza,
honda laxitud, sopor,
paréntesis de la vida,
estupidez, absorción.
El desdichado quisiera
nunca despertar, que el sol
le trae sólo pesares,
luto y desesperación.
De quien oprimido vive
entre miseria y dolor,
es su consuelo la noche,
dormir su placer mayor.
¡Salve, noche! ¡Te bendigo!
En tu funeral crespón
oculto el llanto salobre
que mi mejilla escaldó.
Y tranquilo en sueño blando
venturoso a veces soy,
porque en la vida del sueño
sueño otra vida mejor.
Sueño es la vida; lloramos y reímos,
porque soñamos sin cesar despiertos,
hasta que un sueño, sin soñar, dormimos
entre sombras y tumbas con los muertos;
que a la nada fatal de do salimos,
a esa nada fatal tornamos yertos;
y en la noche solemne, impenetrable,
descansamos en sueño perdurable. | es |
López_Velarde,Ramón | <XXI | Ya_Que_Tu_Voz,_Como_Un_Muelle_Vapor,_Me_Baña | Ya que tu voz, como un muelle vapor, me baña
y mis ojos, tributos a la eterna guadaña,
por ti osan mirar de frente el ataúd;
ya que tu abrigo rojo me otorga una delicia
que es mitad friolenta, mitad cardenalicia,
antes que en la veleta llore el póstumo alud;
ya que por ti ha lanzado a la Muerte su reto
la cerviz animosa del ardido esqueleto
predestinado al hierro del fúnebre dogal;
te honro en el espanto de una perdida alcoba
de nigromante, en que tu yerta faz se arroba
sobre una tibia, como sobre un cabezal;
y porque eres, Amada, la armoniosa elegida
de mi sangre, sintiendo que la convulsa vida
es un puente de abismo en que vamos tú y yo,
mis besos te recorren en devotas hileras
encima de un sacrílego manto de calaveras
como sobre una erótica ficha de dominó. | es |
Feijoo,Marcos | XXI | Y_Después_De_Llenar_Mil_Lienzos_De_Líneas | Y después de llenar mil lienzos de líneas,
enterró sus cuadros y se hecho a andar.
Y en la calle descubrió
que el aire traza líneas en el paisaje
que nadie puede borrar.
Y persiguiendo la ilusión
de alcanzar el color
de la brisa del mar
encontró tendida en el suelo
una hoja con una sonrisa
dibujada.
Entonces detuvo su caminar. | es |
Cuenca,Luis_Alberto_de | <XXI | Las_Chicas_Como_Tú_Se_Ríen_En_Las_Barbas | Las chicas como tú se ríen en las barbas
del mismísimo Hammurabi.
«Ojo por ojo
y diente por diente»
(lo hizo escribir en Babilonia,
hace cuatro mil años).
Las chicas como tú responden
al amor con desdén
y al desdén con amor.
Por fastidiar a Hammurabi.
«Ojo por ojo
y diente por diente»
(lo hizo escribir en Babilonia,
hace cuatro mil años).
Las chicas como tú responden
al amor con desdén
y al desdén con amor.
Por fastidiar a Hammurabi.
Las chicas como tú responden
al amor con desdén
y al desdén con amor.
Por fastidiar a Hammurabi. | es |
Valente,José_Ángel | <XXI | Se_Fue_En_El_Viento | Se fue en el viento,
volvió en el aire.
Le abrí en mi casa
la puerta grande.
Se fue en el viento.
Quedé anhelante.
Se fue en el viento,
volvió en el aire.
Me llevó adonde
no había nadie.
Se fue en el viento,
quedó en mi sangre.
Volvió en el aire.
Le abrí en mi casa
la puerta grande.
Se fue en el viento.
Quedé anhelante.
Se fue en el viento,
volvió en el aire.
Me llevó adonde
no había nadie.
Se fue en el viento,
quedó en mi sangre.
Volvió en el aire.
Se fue en el viento.
Quedé anhelante.
Se fue en el viento,
volvió en el aire.
Me llevó adonde
no había nadie.
Se fue en el viento,
quedó en mi sangre.
Volvió en el aire.
Se fue en el viento,
volvió en el aire.
Me llevó adonde
no había nadie.
Se fue en el viento,
quedó en mi sangre.
Volvió en el aire.
Me llevó adonde
no había nadie.
Se fue en el viento,
quedó en mi sangre.
Volvió en el aire.
Se fue en el viento,
quedó en mi sangre.
Volvió en el aire.
Volvió en el aire. | es |
Góngora,Luis_de | <XXI | El_Sastre | De mi sastre en el hurtar
la mano es tan singular,
que si cae la tela en ella
cuando la empieza a doblar,
ya puedo doblar por ella.
Y cuando pasa a trazar
la tela ya referida,
no hay como verle sacar
la medida para hurtar,
cuando él hurta sin medida.
Y si la tijera empuña
porque no meta la uña
echalle suelo varetas,
pero él aunque yo gruña
siempre dice tijeretas.
Y si la tijera empuña
porque no meta la uña
echalle suelo varetas,
pero él aunque yo gruña
siempre dice tijeretas. | es |
Orozco,Olga | <XXI | Oye_Ladrar_Los_Perros_Que_Indagan_El_Linaje_De_Las_Sombras | Oye ladrar los perros que indagan el linaje de las sombras,
óyelos desgarrar la tela del presagio.
Escucha. Alguien avanza
y las maderas crujen debajo de tus pies como si huyeras sin cesar y sin cesar llegaras.
Tú sellaste las puertas con tu nombre inscripto en las cenizas de ayer y de mañana.
Pero alguien ha llegado.
Y otros rostros te soplan el rostro en los espejos
donde ya no eres más que una bujía desgarrada,
una luna invadida debajo de las aguas por triunfos y combates,
por helechos.
Aquí está lo que es, lo que fue, lo que vendrá, lo que puede venir.
Siete respuestas tienes para siete preguntas.
Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo:
a tu derecha el Ángel,
a tu izquierda el Demonio.
¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu nacimiento hasta tu muerte
con una llave rota, con un anillo que hace años fue enterrado?
¿Quiénes planean sobre sus propios pasos como una bandada de aves?
Las Estrellas anuncian el cielo del enigma.
Mas lo que quieres ver no puede ser mirado cara a cara
porque su luz es de otro reino.
Y aún no es hora. Y habrá tiempo.
Vale más descifrar el nombre de quien entra.
Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar mariposas.
Es el huésped de siempre.
Es el alucinado Emperador del mundo que te habita.
No preguntes quién es. Tú lo conoces
porque tú lo has buscado bajo todas las piedras y en todos los abismos.
y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro:
un poema en que todo fuera ese todo y tú
—algo más que ese todo—.
Pero nada ha llegado.
Nada que fuera más que estos mismos estériles vocablos.
Veamos quién se sienta.
La que está envuelta en lienzos y grazna mientras hila deshilando tu sábana
tiene por corazón la mariposa negra.
Pero tu vida es larga y su acorde se quebrará muy lejos.
Lo leo en las arenas de la Luna donde está escrito el viaje,
donde está dibujada la casa en que te hundes como una estría pálida
en la noche tejida con grandes telarañas por tu Muerte hilandera.
Mas cuídate del agua, del amor y del fuego.
Cuídate del amor que es quien se queda.
Para hoy, para mañana, para después de mañana.
Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas.
Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su orgullo.
Pero jamás conocerás la paz,
porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora de cara contra el muro.
No dormirás del lado de la dicha,
porque en todos tus pasos hay un borde de luto que presagia el crimen o el adiós,
y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche que te fue destinada.
¿Quieres saber quién te ama?
El que sale a mi encuentro viene desde tu propio corazón.
Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre bajo su piel la palidez de todo solitario.
Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas y de muertes.
Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras,
y se quedó llorando sobre cada vergüenza.
Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin querer la Torre que lo encierra:
una prisión de seda donde el amor hace sonar sus llaves de insobornable carcelero.
En tanto el carro aguarda la señal de partir:
la aparición del día vestido de Ermitaño.
Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en piedra de memoria.
Aún estáis tendidos en la constelación de los Amantes,
ese río de fuego que pasa devorando la cintura del tiempo que os devora,
y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una raza de náufragos que se hunden sin salvación y sin consuelo.
Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón, como si no temieras,
porque voy a mostrarte quién te odia.
¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría?
¿No la miras conmigo llegar con un puñal de escarcha a tu costado?
Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas,
la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios,
la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer el aire de tu casa,
la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto, con uñas en menguante, con palabras.
No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea es ella misma,
pues su poder no es otro que el ser otra que tú.
Tal es su sortilegio.
Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre la mesa del destino,
y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el cáñamo adverso,
hay por lo menos cinco que sabemos que la partida es vana,
que su triunfo no es triunfo
sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el Rey deshabitado,
un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor que no muere.
Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas.
Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para que hiera quien te mata.
No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló la serpiente.
No trates de encontrar tu talismán de huesos de pescado,
porque es mucha la noche y muchos tus verdugos.
Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer
y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos
con espadas, con oros y con bastos.
Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad.
Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de párpados de escamas.
La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago azul en tu garganta.
Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas.
He aquí que los Reyes han llegado.
Vienen para cumplir la profecía.
Vienen para habitar las tres sombras de muerte que escoltarán tu muerte
hasta que cese de girar la Rueda del Destino.
Vale más descifrar el nombre de quien entra.
Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar mariposas.
Es el huésped de siempre.
Es el alucinado Emperador del mundo que te habita.
No preguntes quién es. Tú lo conoces
porque tú lo has buscado bajo todas las piedras y en todos los abismos.
y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro:
un poema en que todo fuera ese todo y tú
—algo más que ese todo—.
Pero nada ha llegado.
Nada que fuera más que estos mismos estériles vocablos.
Veamos quién se sienta.
La que está envuelta en lienzos y grazna mientras hila deshilando tu sábana
tiene por corazón la mariposa negra.
Pero tu vida es larga y su acorde se quebrará muy lejos.
Lo leo en las arenas de la Luna donde está escrito el viaje,
donde está dibujada la casa en que te hundes como una estría pálida
en la noche tejida con grandes telarañas por tu Muerte hilandera.
Mas cuídate del agua, del amor y del fuego.
Cuídate del amor que es quien se queda.
Para hoy, para mañana, para después de mañana.
Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas.
Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su orgullo.
Pero jamás conocerás la paz,
porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora de cara contra el muro.
No dormirás del lado de la dicha,
porque en todos tus pasos hay un borde de luto que presagia el crimen o el adiós,
y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche que te fue destinada.
¿Quieres saber quién te ama?
El que sale a mi encuentro viene desde tu propio corazón.
Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre bajo su piel la palidez de todo solitario.
Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas y de muertes.
Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras,
y se quedó llorando sobre cada vergüenza.
Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin querer la Torre que lo encierra:
una prisión de seda donde el amor hace sonar sus llaves de insobornable carcelero.
En tanto el carro aguarda la señal de partir:
la aparición del día vestido de Ermitaño.
Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en piedra de memoria.
Aún estáis tendidos en la constelación de los Amantes,
ese río de fuego que pasa devorando la cintura del tiempo que os devora,
y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una raza de náufragos que se hunden sin salvación y sin consuelo.
Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón, como si no temieras,
porque voy a mostrarte quién te odia.
¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría?
¿No la miras conmigo llegar con un puñal de escarcha a tu costado?
Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas,
la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios,
la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer el aire de tu casa,
la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto, con uñas en menguante, con palabras.
No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea es ella misma,
pues su poder no es otro que el ser otra que tú.
Tal es su sortilegio.
Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre la mesa del destino,
y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el cáñamo adverso,
hay por lo menos cinco que sabemos que la partida es vana,
que su triunfo no es triunfo
sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el Rey deshabitado,
un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor que no muere.
Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas.
Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para que hiera quien te mata.
No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló la serpiente.
No trates de encontrar tu talismán de huesos de pescado,
porque es mucha la noche y muchos tus verdugos.
Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer
y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos
con espadas, con oros y con bastos.
Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad.
Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de párpados de escamas.
La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago azul en tu garganta.
Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas.
He aquí que los Reyes han llegado.
Vienen para cumplir la profecía.
Vienen para habitar las tres sombras de muerte que escoltarán tu muerte
hasta que cese de girar la Rueda del Destino.
Cuídate del amor que es quien se queda.
Para hoy, para mañana, para después de mañana.
Cuídate porque brilla con un brillo de lágrimas y espadas.
Su gloria es la del Sol, tanto como sus furias y su orgullo.
Pero jamás conocerás la paz,
porque tu Fuerza es fuerza de tormentas y la Templanza llora de cara contra el muro.
No dormirás del lado de la dicha,
porque en todos tus pasos hay un borde de luto que presagia el crimen o el adiós,
y el Ahorcado me anuncia la pavorosa noche que te fue destinada.
¿Quieres saber quién te ama?
El que sale a mi encuentro viene desde tu propio corazón.
Brillan sobre su rostro las máscaras de arcilla y corre bajo su piel la palidez de todo solitario.
Vino para vivir en una sola vida un cortejo de vidas y de muertes.
Vino para aprender los caballos, los árboles, las piedras,
y se quedó llorando sobre cada vergüenza.
Tú levantaste el muro que lo ampara, pero fue sin querer la Torre que lo encierra:
una prisión de seda donde el amor hace sonar sus llaves de insobornable carcelero.
En tanto el carro aguarda la señal de partir:
la aparición del día vestido de Ermitaño.
Pero no es tiempo aún de convertir la sangre en piedra de memoria.
Aún estáis tendidos en la constelación de los Amantes,
ese río de fuego que pasa devorando la cintura del tiempo que os devora,
y me atrevo a decir que ambos pertenecéis a una raza de náufragos que se hunden sin salvación y sin consuelo.
Cúbrete ahora con la coraza del poder o del perdón, como si no temieras,
porque voy a mostrarte quién te odia.
¿No escuchas ya batir su corazón como un ala sombría?
¿No la miras conmigo llegar con un puñal de escarcha a tu costado?
Ella, la Emperatriz de tus moradas rotas,
la que funde tu imagen en la cera para los sacrificios,
la que sepulta la torcaza en tinieblas para entenebrecer el aire de tu casa,
la que traba tus pasos con ramas de árbol muerto, con uñas en menguante, con palabras.
No fue siempre la misma, pero quienquiera que sea es ella misma,
pues su poder no es otro que el ser otra que tú.
Tal es su sortilegio.
Y aunque el Cubiletero haga rodar los dados sobre la mesa del destino,
y tu enemiga anude por tres veces tu nombre en el cáñamo adverso,
hay por lo menos cinco que sabemos que la partida es vana,
que su triunfo no es triunfo
sino tan sólo un cetro de infortunio que le confiere el Rey deshabitado,
un osario de sueños donde vaga el fantasma del amor que no muere.
Vas a quedarte a oscuras, vas a quedarte a solas.
Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para que hiera quien te mata.
No invoques la Justicia. En su trono desierto se asiló la serpiente.
No trates de encontrar tu talismán de huesos de pescado,
porque es mucha la noche y muchos tus verdugos.
Su púrpura ha enturbiado tus umbrales desde el amanecer
y han marcado en tu puerta los tres signos aciagos
con espadas, con oros y con bastos.
Dentro de un círculo de espadas te encerró la crueldad.
Con dos discos de oro te aniquiló el engaño de párpados de escamas.
La violencia trazó con su vara de bastos un relámpago azul en tu garganta.
Y entre todos tendieron para ti la estera de las ascuas.
He aquí que los Reyes han llegado.
Vienen para cumplir la profecía.
Vienen para habitar las tres sombras de muerte que escoltarán tu muerte
hasta que cese de girar la Rueda del Destino. | es |
Machado,Antonio | <XXI | En_Medio_De_La_Plaza_Y_Sobre_Tosca_Piedra | En medio de la plaza y sobre tosca piedra,
el agua brota y brota. En el cercano huerto
eleva, tras el muro ceñido por la hiedra,
alto ciprés la mancha de su ramaje yerto.
La tarde está cayendo frente a los caserones
de la ancha plaza, en sueños. Relucen las vidrieras
con ecos mortecinos de sol. En los balcones
hay formas que parecen confusas calaveras.
La calma es infinita en la desierta plaza,
donde pasea el alma su traza de alma en pena.
El agua brota y brota en la marmórea taza.
En todo el aire en sombra no más que el agua suena. | es |
Machado,Antonio | <XXI | Yo_Amo_A_Jesús,_Que_Nos_Dijo: | Yo amo a Jesús, que nos dijo:
Cielo y tierra pasarán.
Cuando cielo y tierra pasen
mi palabra quedará.
¿Cuál fue, Jesús, tu palabra?
¿Amor? ¿Perdón? ¿Caridad?
Todas tus palabras fueron
una palabra: Velad. | es |
Vega,Garcilaso_de_la | <XXI | Soneto_Xxv | ¡Oh hado ejecutivo en mis dolores,
cómo sentí tus leyes rigurosas!
Cortaste el árbol con manos dañosas,
y esparciste por tierra fruta y flores.
En poco espacio yacen los amores,
y toda la esperanza de mis cosas
tornados en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quejas y clamores.
Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron,
recibe, aunque sin fruto allá te sean,
hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.
En poco espacio yacen los amores,
y toda la esperanza de mis cosas
tornados en cenizas desdeñosas,
y sordas a mis quejas y clamores.
Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron,
recibe, aunque sin fruto allá te sean,
hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.
Las lágrimas que en esta sepultura
se vierten hoy en día y se vertieron,
recibe, aunque sin fruto allá te sean,
hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean.
hasta que aquella eterna noche oscura
me cierre aquestos ojos que te vieron,
dejándome con otros que te vean. | es |
Gómez_Avellaneda,Gertrudis | <XXI | ¡Duerme_Tranquilo,_Inocente | ¡Duerme tranquilo, inocente,
En el maternal regazo,
Y deja que admire atenta
Tu delicioso descanso!
¡Cuál brilla tu frente pura
Entre los rizos dorados
Que en leves ondas descienden
A tu cuello de alabastro!
Pende con dulce abandono
A un lado tu diestra mano,1
Y la otra de la mejilla
El peso sostiene blando.
Con razón tu tierna madre
Con afanoso conato
Por ti vela, y te recala2
Cual su tesoro el avaro:
Que eres más bello que el día3
Que entre nácar y amaranto
Aparece en el Oriente
De luces vertiendo rayos.
¡Cómo reposa tranquilo!
¡Parece de nieve un ampo!
Mirad que vaga sonrisa
Mueve el carmín de sus labios.
Tal vez sueñe de su madre
Recibir el beso caro;
Tal vez a un ángel sonría
Entre las nubes velado.
¡Duerme, duerme y que te halaguen
Esos ensueños tan gratos
Que a robarte su embeleso
Se apresta el tiempo tirano!
Volando pasan los días,
Veloces huyen los años:
A la fresca primavera
Sucede el seco verano,
Y en pos suya se aproxima
El invierno adusto, helado,
Que marchita cuanto toca
Con su descarnada mano.
Ese pecho tan hermoso
Cuyo cutis nacarado
Eleva el latir ligero,
Y brilla cual limpio lago;
Del viento de las pasiones
Será bien presto agitado,
Y sus olas turbulentas
En ti mismo harán estrago.
Entonces ¡ay! tan tranquilo
No será, no, tu descanso,
Ni al blando seno materno
Le pedirás dulce amparo.
Entonces ¡ay! el orgullo,
El amor y sus engaños,
La ambición y la codicia,
El temor y el sobresalto,
Serán los ángeles puros
Que velarán a tu lado,
Reproduciendo en tus sueños
De tu existencia los cuadros.
Y luego ¡ay! ante tu vista
Cubierta por velo opaco,
Se eclipsará la esperanza
Al lucir el desengaño.
Y verás llegar el tedio
De la saciedad en brazos,4
Y del cáliz de la vida
Gustarás el dejo amargo.
¡Mas silencio! no se aleje
A tan fúnebres presagios
El ángel que te sonríe
Mientras tú duermes soñando.
¡Duerme, sí, pobre inocente,
Prolonga tu sueño grato;
Por los Angeles mecido,
Por las brisas arrullado! | es |
Celaya,Gabriel | <XXI | La_Poesía_Es_Un_Arma_Cargada_De_Futuro | Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos. | es |
Teillier,Jorge | <XXI | Cuando_Todos_Se_Vayan | Cuando todos se vayan a otros planetas
yo quedaré en la ciudad abandonada
bebiendo un último vaso de cerveza,
y luego volveré al pueblo donde siempre regreso
como el borracho a la taberna
y el niño a cabalgar
en el balancín roto.
Y en el pueblo no tendré nada que hacer,
sino echarme luciérnagas a los bolsillos
o caminar a orillas de rieles oxidados
o sentarme en el roído mostrador de un almacén
para hablar con antiguos compañeros de escuela.
Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio.
Como una araña que recorre
los mismos hilos de su red
caminaré sin prisa por las calles
invadidas de malezas
mirando los palomares
que se vienen abajo,
hasta llegar a mi casa
donde me encerraré a escuchar
discos de un cantante de 1930
sin cuidarme jamás de mirar
los caminos infinitos
trazados por los cohetes en el espacio. | es |
Plaza_Llamas,Antonio | <XXI | Miras_Al_Fin_Coronada | Miras al fin coronada
por la gloria tu ambición;
y ya, joven aplicada,
tienes la misión sagrada
de propagar la instrucción.
Inflamado de contento,
hoy tu padre te acariña;
porque premia tu talento
los sacrificios sin cuento
que hizo por ti, desde niña.
Bendijo el Omnipotente,
noble joven, la insistencia
de tu aplicación ingente,
poniendo sobre tu frente
la corona de la ciencia.
Esa corona que alcanza
tu instrucción grande y notoria,
es, Cristina, tu esperanza;
porque ves en lontananza
tu nombre escrito en la historia.
El porvenir no te aterra;
porque en tu cándido anhelo,
para tus ojos encierra,
olas de flores la tierra,
mares de estrellas el cielo.
Sigue en tu afán de aprender
conquistándote renombre;
que la virtud y el saber
elevan a la mujer
hasta el respeto del hombre.
Sigue, Cristina, adelante,
y aunque el estudio te abrume,
estudia, estudia constante,
que la belleza ignorante
es una flor sin perfume.
La belleza es flor, Cristina,
que el tiempo marchita y trunca;
pero el saber que ilumina
el alma, nunca declina;
porque ese no acaba nunca. | es |
Vega,Lope_Félix_de | <XXI | Gaspar,_Si_Enfermo_Está_Mi_Bien,_Decidle | Gaspar, si enfermo está mi bien, decidle
que yo tengo de amor el alma enferma,
y en esta soledad desierta y yerma,
lo que sabéis que paso persuadilde.
Y para que el rigor temple, advertilde
que el médico también tal vez enferma,
y que segura de mi ausencia duerma,
que soy leal cuanto presente humilde.
Y advertilde también, si el mal porfía,
que trueque mi salud y su accidente,
que la tengo el alma se la envía.
Decilde que del trueco se contente,
mas ¿para qué le ofrezco salud mía?
Que no tiene salud quien está ausente.
Y para que el rigor temple, advertilde
que el médico también tal vez enferma,
y que segura de mi ausencia duerma,
que soy leal cuanto presente humilde.
Y advertilde también, si el mal porfía,
que trueque mi salud y su accidente,
que la tengo el alma se la envía.
Decilde que del trueco se contente,
mas ¿para qué le ofrezco salud mía?
Que no tiene salud quien está ausente.
Y advertilde también, si el mal porfía,
que trueque mi salud y su accidente,
que la tengo el alma se la envía.
Decilde que del trueco se contente,
mas ¿para qué le ofrezco salud mía?
Que no tiene salud quien está ausente.
Decilde que del trueco se contente,
mas ¿para qué le ofrezco salud mía?
Que no tiene salud quien está ausente. | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | Una_Persona_Te_Acaricia,_Te_Hace_Bromas | Una persona te acaricia, te hace bromas, es dulce contigo y luego nunca más te vuelve a hablar. ¿A qué te refieres, a la
Tercera Guerra? La desconocida te ama y luego reconoce la situación matadero. Te besa y luego te dice que la vida consiste
precisamente en seguir adelante, en asimilar los alimentos y buscar otros.
Es divertido, en el cuarto, además del reflejo que lo chupa todo (y de ahí el hoyo inmaculado), hay voces de niños,
preguntas que llegan como desde muy lejos. Y detrás de las preguntas, lo hubiera adivinado, hay risas nerviosas, bloques que se
van deshaciendo pero que antes sueltan su mensaje lo mejor que pueden. «Cuídate». «Adiós, cuídate».
El viejo momento denominado «Nel, majo». | es |
Coronado,Carolina | <XXI | Se_Va_Mi_Sombra_Pero_Yo_Me_Quedo._A_Mis_Amigos_De_Madrid | ¡Oh generosa luz, oh hermoso Oriente
del pensamiento que buscaba el mío,
siempre confuso y ciego en el sombrío
y solitario claustro de mi mente!
¡Oh luz amada, luz resplandeciente,
en cuyos rayos mi esperanza fío,
luz de mi alma, luz de mi deseo,
que iluminas al fin, que al fin te veo!
Luz de gloria inmortal, que en ígnea rueda
brillas sobre la estatua de Cervantes,
brillas sobre los huesos palpitantes
del desgraciado Larra y de Espronceda;
no importa que la suerte me conceda
para verla no más breves instantes,
pues siempre verla y adorarla puedo,
porque se va mi sombra y yo me quedo.
Frentes marchitas, de estudiar cansadas,
ánimos nobles, de luchar rendidos,
poéticos espíritus caídos,
generosas ideas desmayadas;
yo, que del campo allá en las retiradas
soledades, guardé de mis sentidos
el entusiasmo, consolaros puedo
porque se va mi sombra y yo me quedo.
Aquí para cantar y aquí mi oído
para escuchar, amigos, vuestro canto,
y aquí estará mi ser, aunque entretanto
os diga la ilusión que ya he partido;
¡loca ilusión! Engaño del sentido
pensar que os dejo y que derramo llanto,
pensar que sufro y que dejaros puedo
cuando se va mi sombra y yo me quedo.
Aquí para labrar de la poesía
la dura tierra donde el lauro crece,
mi corazón, que nunca desfallece,
os seguirá constante en la porfía;
para dar mi tributo de armonía,
para animar al triste que padece,
para sufrir, si consolar no puedo,
aunque vuele mi sombra yo me quedo.
De las amigas manos las palmadas
aún escucho el dulcísimo ruido
bien sabéis que por cada una he vertido
dos lágrimas profundas y abrasadas;
no me diréis jamás que mal pagadas
por este corazón ardiente han sido,
cuando jurar por vuestra gloria puedo,
que huye mi sombra, pero yo me quedo.
¿No es verdad que es muy triste en la morada
del solitario valle hundir la vida,
y no ver en el agua adormecida
sino la propia imagen retratada?
Por eso vine enferma y lastimada,
y no quiero tornar más abatida,
y por eso, no más, Dios me concede
que se vaya mi sombra y yo me quede.
¡Ay! aunque os digo «adiós» yo no me alejo,
es mi sombra no más la que mañana
volverá a retratarse en el espejo
del insalubre y muerto Guadiana;
aunque soñéis en la ilusión que os dejo,
mirad que es sólo una, quimera vana,
un sueño ingrato a cuyo error no cedo,
que si se va mi sombra yo me quedo.
Nada importa el adiós, si es de tal suerte
que os digo «adiós» y es falsa la partida;
ni ha de rendirse débil y afligida
por un sueño no más el alma fuerte.
¿Qué os importa mi sombra vaga, inerte,
para sufrir en esta despedida,
si he dicho, amigos, que escucharos puedo
porque se va mi sombra y yo me quedo?
«¡Adiós!» mil veces os diré cantando
y estos adioses ni escuchéis siquiera,
ni penséis que mi voz es lastimera,
ni digáis que de pena estoy llorando;
es un adiós tranquilo, un adiós blando,
es una despedida placentera,
pues ni llorar ni enternecerme puedo
porque se va mi sombra y yo me quedo.
¡Oh! ya veréis cómo al acento amigo
mañana y siempre con mi voz respondo,
aunque este adiós tan quebrantado y hondo
aun, otra vez, por postrera os digo;
veréis cómo en los triunfos os bendigo,
aunque os parezca, amigos, que me escondo,
porque es engaño, sí... ¡Nunca!... ¡No puedo!...
Se irá mi sombra, pero yo me quedo. | es |
García_Vargas,Antonio | XXI | Triste_Mirada | Triste mirada,
sangrientas las palmas
crucificadas | es |
Gamoneda,Antonio | <XXI | Está_Tejida_Con_Azul_La_Noche | Está tejida con azul la noche
aún crepuscular. La lengua roja
enciende su perfil.
Salgo al silencio
y penetro la vida de las cosas
y no sé si el centeno es la hermosura
o es la sed la verdad.
En este ahora
de secreta extensión, cuando no ciega
mis sentidos la furia luminosa
del resol cereal, y están creciendo
el zureo nupcial de las palomas,
los pájaros ocultos, la paciencia
de los robles, aún, salgo a los huertos
y me busco en las aguas y las sombras. | es |
Agustini,Delmira | <XXI | Por_Tu_Musa | Cuando derramas en los hombros puros
De tu musa la túnica de nieve,
Yo concentro mis pétalos oscuros
Y soy el lirio de alabastro leve.
Para tu musa en rosa, me abro en rosa;
Mi corazón es miel, perfume y fuego,
Y vivo y muero de una sed gloriosa:
Tu sangre viva debe ser mi riego.
Cuando velada por un tul de luna
Bebe calma y azul en la laguna,
Yo soy el cisne que soñando vuela;
Y si en luto magnífico la vistes,
Para vagar por los senderos tristes,
Soy la luz o la sombra de una estela... | es |
Machado,Antonio | <XXI | A_La_Desierta_Plaza | A la desierta plaza
conduce un laberinto de callejas.
A un lado, el viejo paredón sombrío
de una ruinosa iglesia;
a otro lado, la tapia blanquecina
de un huerto de cipreses y palmeras,
y, frente a mí, la casa,
y en la casa la reja
ante el cristal que levemente empaña
su figurilla plácida y risueña.
Me apartaré. No quiero
llamar a tu ventana... Primavera
viene —su veste blanca
flota en el aire de la plaza muerta—;
viene a encender las rosas
rojas de tus rosales... Quiero verla... | es |
Figueroa,Francisco_de | <XXI | Ya_Cumpliste_Tu_Curso_Perezoso | Ya cumpliste tu curso perezoso,
Año, en tristeza y en dolor gastado:
Así pluguiera a Dios fuera llegado
También el fin de mi vivir penoso.
Tú empiezas año alegre, y doloroso
Has de ser para mí, cuanto el pasado:
Si en ti no alcanza el áspero cuidado
Su fin, o el alma de su error reposo.
Mas si mi hado injusto ya ha dispuesto,
Que viva luengamente, y mi ventura
De uno en otro dolor fiero me lleve;
Dame junto el dolor y la tristura
Por momentos; y pasa tú tan presto,
Cuanto pasó mi bien escaso y breve. | es |
Coronado,Carolina | <XXI | Siempre_Al_Tender_Mi_Vista_Por_El_Llano | Siempre al tender mi vista por el llano
del ámbito campestre que me encierra,
he visto el horizonte lusitano
lindando con los prados de mi tierra;
y he dibujado con mi propia mano
su hermoso valle y su cercana sierra
y he cogido las dobles amapolas
que ni son portuguesas ni españolas.
Una corona roja que mecía
la fresca brisa del humilde Caya,
de una amapola que nació en la raya
el nombre de ambos reinos confundía;
yo la tomé con súbita alegría
y deshojando su corola gaya
las hojas hice tremolar al viento
haciendo por su vida un juramento...
Juramento de dama que en las flores
deteniendo pueril su vaga idea
con la más olvidada se recrea
suspendida admirando sus colores;
juré que porque nacen las mejores
plantas sobre el arroyo que serpea
uniendo a Lusitania con Castilla
iba a llenar la raya de semilla.
¡Oh qué placer reproducir la planta
y verla florecer en primavera
a la orilla de plácida ribera
que con sus gotas puras la abrillanta!
¡Oh ya veréis entre sus brotes cuánta
amapola nos da la venidera
blanda estación, cuando ilumine el llano
nuestro sol español y lusitano! | es |
San_Isidro,Olga | XXI | Oscuridad | Mientras el cielo se oscurece
y las luces se atenúan,
seguro un alma se mece
en las jarcias de la luna.
Cuando las luces se apagan
y las estrellas se dibujan,
un corazón se adormece
como niño en la cuna.
Cuando las sombras matizan
esas sirgas que despuntan,
ya unos ojos están llorando
lo que ante ellos se nubla.
Cuando llega la medianoche
y ya los luceros deslumbran,
finalizan los requiebros
ya el alma se transmuta.
Mientras el cielo se oscurece
y las luces se atenúan
se marchitan corazones
ya las penas se acumulan. | es |
Teresa_de_Jesús,Santa | <XXI | Vuestra_Soy,_Para_Vos_Nací | Vuestra soy, para Vos nací,
¿qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad,
eterna sabiduría,
bondad buena al alma mía;
Dios alteza, un ser, bondad,
la gran vileza mirad
que hoy os canta amor así:
¿qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criastes,
vuestra, pues me redimistes,
vuestra, pues que me sufristes,
vuestra pues que me llamastes,
vuestra porque me esperastes,
vuestra, pues no me perdí:
¿qué mandáis hacer de mí?
¿Qué mandáis, pues, buen Señor,
que haga tan vil criado?
¿Cuál oficio le habéis dado
a este esclavo pecador?
Veisme aquí, mi dulce Amor,
amor dulce, veisme aquí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma,
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición;
dulce Esposo y redención,
pues por vuestra me ofrecí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida:
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad,
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo,
pues del todo me rendí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis, dadme oración,
si no, dadme sequedad,
si abundancia y devoción,
y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
sólo hallo paz aquí:
¿qué mandáis hacer de mi?
Dadme, pues, sabiduría,
o por amor, ignorancia;
dadme años de abundancia,
o de hambre y carestía;
dad tiniebla o claro día,
revolvedme aquí o allí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar.
Si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando.
Decid, ¿dónde, cómo y cuándo?
Decid, dulce Amor, decid:
¿qué mandáis hacer de mí?
Dadme Calvario o Tabor,
desierto o tierra abundosa;
sea Job en el dolor,
o Juan que al pecho reposa;
sea viña fructuosa
o estéril, si cumple así:
¿qué mandáis hacer de mí?
Sea José puesto en cadenas,
o de Egipto adelantado,
o David sufriendo penas,
o ya David encumbrado;
sea Jonás anegado,
o libertado de allí:
¿qué mandáis hacer de mí?
Esté callando o hablando,
haga fruto o no le haga,
muéstreme la ley mi llaga,
goce de Evangelio blando;
esté penando o gozando,
sólo vos en mí vivid:
¿qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, para vos nací,
¿qué mandáis hacer de mí? | es |
Torres_Bodet,Jaime | <XXI | Una_Antorcha_Enemiga | Una antorcha enemiga
alumbra —mientras duermes— el profundo
túnel que de mi amor a tu alma lleva.
Con invisibles puños
¿qué taciturno guardia la sustenta?
Quiero avanzar... Y me detiene un muro
de colérico sol. Pretendo entonces
retroceder y siento que una puerta
se cierra tras de mí siempre que dudo...
En plena luz me quedo
—trémulo, terco, ciego— imaginando
no más el golpe brusco
con que, al cortar tu sueño,
me arrojará a la aurora, sin antorchas,
otro invisible centinela mudo. | es |
Cadenas,Rafael | <XXI | Te_Llamarán_A_La_Plaza_De_La_Tergiversación | Te llamarán a la plaza de la tergiversación.
Desoye todas las voces.
Vive con la quemante lógica.
Vuelve a donde todavía no empiezas.
Como un llameante espacio que se desocupa siempre.
En el temblor de ser sólo vida vacante. | es |
Espinoza_Neyra,R._Arturo | XXI | El_Sueño | El sueño
al final
sin nubes
espacios
y tiempo
quieto
para quien
desvanezca
su mente
y su cuerpo
goteando
en patios
que avivan
el último
paso.
quieto
para quien
desvanezca
su mente
y su cuerpo
goteando
en patios
que avivan
el último
paso.
goteando
en patios
que avivan
el último
paso. | es |
Huet,Ingrid | XXI | Me_Duelen_Tus_Cajitas_Incendiadas | Me duelen tus cajitas incendiadas
Los cerezos que no viste
esa risa de tu hijo
que chorrea por la pieza
como si estuvieras viva
como si no hubieras muerto
Acabaste tan pequeña
entumecida casi pájaro sin alas
con tu piel de suave raso
que se iba
que se iba
Nadie escapa de los sinos
El delirio de la muerte
en cascadas te arrebata
origina mundos nuevos
tan intensos
Son cuchillos
Son agujas demenciales
Es mi cuerpo que en tu cuerpo se termina
Ahora no sé si soy un sueño
si vivo o ya muero
Qué es real
tus manos claras anilladas
por cenizas
o esta cábala sin dueño
de no ser
si
no
estás tú | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Las_Dos_Muñecas | La nieta del mendigo suspira amargamente,
mojando con sus lágrimas la muñeca de trapo:
Sobre la falda humilde, como una cosa ausente,
la muñeca es ahora solamente un guiñapo.
Porque aquella mañana cruzo frente a su choza
un brillante cortejo, rumbo al palacio real,
y vio a una niña triste, que, en una áurea carroza,
llevaba una muñeca de marfil y cristal.
Y, en tanto, en el palacio del benévolo abuelo,
donde su ruego es orden y su capricho es ley,
con los húmedos ojos llenos de desconsuelo,
también llora la rubia nietecita del rey.
Y también su muñeca sin par es un harapo,
ya sin traje de oro ni cabellos de trigo,
pues la princesa ansía la muñeca de trapo
que tenía en su falda la nieta del mendigo. | es |
Llorente_Benito,Luis | XXI | Sin_Sentido | Alguien me dijo que había un fantasma en mi casa, descansando
entre las sombras, fugándose a veces entre los invisibles puntos
de la luz. Estaba solo. Caminaba el desorden en la inquietud de la
memoria,
y el sombrío silencio dibujaba un manantial de símbolos.
Fue un instante duradero y exacto.
Temblaba la imposibilidad en el sudario de la muerte.
Se oía un canto vacío, una canción de amor a modo
de bolero. Pero
no era más que un sueño:
en los labios apretados del deseo latía un gusano de cristal. | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Señora:_Es_El_Crepúsculo._No_Importa_Si_Un_Retoño | Señora: Es el crepúsculo. No importa si un retoño
se ha abierto en los rosales del jardín, todavía:
Ya ha llegado el terrible crepúsculo de otoño,
que es decir un crepúsculo que dura todo el día.
Señora: Es el otoño... Vuestras últimas rosas
las está deshojando no sé qué desaliento.
Y es que existe un otoño para todas las cosas,
y el amor y la vida se nos van en el viento.
Comprendedlo, señora: Nada podrá el rocío,
ni siquiera las lágrimas. Ya todo será en vano;
pues no hay nada más triste que un retoño tardío,
y el amor es un poco de ceniza en la mano... | es |
García_Aleixandre,Fernando | XXI | Me_Gustan_Los_Bancos | Me gustan los bancos
los bancos solitarios de las calles
los solitarios bancos de los parques
de hierro o de madera
o tan solo de baldosa y revoque.
Los envidio, los envidio cuando
en la noche cobijan
los tibios besos de amantes
o en las tardes de primavera
las risas y cansancios de tiernos infantes
Envidio al banco en la noche triste
en la noche de viento susurrante
cuando el frío cala los huesos
y la lluvia lo envuelve gozosa
de encontrar un sitio
en donde poder sentarse.
O en las mañanas de sol
en esos amaneceres en los que
es tan grato el desperezarse
mientras pasa la vida y ellos están
ahí, quietos, atentos y vigilantes.
Ay si pudieran hablar
los viejos bancos urbanos
aquellos que guardan susurros y desengaños,
bienvenidas, abrazos y confesiones
promesas rotas y cumplidas
proyectos, sueños, desilusiones.
Y los veo todos los días
y también algunas noches
estáticos, memoria viva de la calle
de la vida de ahora y la de antes
llenos del barniz que el tiempo
ha ido pintando sobre sus carnes.
Quizás un día, quien sabe donde
me siente en un banco
solitario, oscuro, puede que sea de noche
y le hable y le cuente
y le diga mil cosas que nunca dije antes
para que tal vez,
(eso nunca se sabe),
cuando se siente un niño,
un viejo o una pareja de amantes
les revele mis secretos,
esos, esos que nunca conté a nadie.
Los envidio, los envidio cuando
en la noche cobijan
los tibios besos de amantes
o en las tardes de primavera
las risas y cansancios de tiernos infantes
Envidio al banco en la noche triste
en la noche de viento susurrante
cuando el frío cala los huesos
y la lluvia lo envuelve gozosa
de encontrar un sitio
en donde poder sentarse.
O en las mañanas de sol
en esos amaneceres en los que
es tan grato el desperezarse
mientras pasa la vida y ellos están
ahí, quietos, atentos y vigilantes.
Ay si pudieran hablar
los viejos bancos urbanos
aquellos que guardan susurros y desengaños,
bienvenidas, abrazos y confesiones
promesas rotas y cumplidas
proyectos, sueños, desilusiones.
Y los veo todos los días
y también algunas noches
estáticos, memoria viva de la calle
de la vida de ahora y la de antes
llenos del barniz que el tiempo
ha ido pintando sobre sus carnes.
Quizás un día, quien sabe donde
me siente en un banco
solitario, oscuro, puede que sea de noche
y le hable y le cuente
y le diga mil cosas que nunca dije antes
para que tal vez,
(eso nunca se sabe),
cuando se siente un niño,
un viejo o una pareja de amantes
les revele mis secretos,
esos, esos que nunca conté a nadie.
Envidio al banco en la noche triste
en la noche de viento susurrante
cuando el frío cala los huesos
y la lluvia lo envuelve gozosa
de encontrar un sitio
en donde poder sentarse.
O en las mañanas de sol
en esos amaneceres en los que
es tan grato el desperezarse
mientras pasa la vida y ellos están
ahí, quietos, atentos y vigilantes.
Ay si pudieran hablar
los viejos bancos urbanos
aquellos que guardan susurros y desengaños,
bienvenidas, abrazos y confesiones
promesas rotas y cumplidas
proyectos, sueños, desilusiones.
Y los veo todos los días
y también algunas noches
estáticos, memoria viva de la calle
de la vida de ahora y la de antes
llenos del barniz que el tiempo
ha ido pintando sobre sus carnes.
Quizás un día, quien sabe donde
me siente en un banco
solitario, oscuro, puede que sea de noche
y le hable y le cuente
y le diga mil cosas que nunca dije antes
para que tal vez,
(eso nunca se sabe),
cuando se siente un niño,
un viejo o una pareja de amantes
les revele mis secretos,
esos, esos que nunca conté a nadie.
O en las mañanas de sol
en esos amaneceres en los que
es tan grato el desperezarse
mientras pasa la vida y ellos están
ahí, quietos, atentos y vigilantes.
Ay si pudieran hablar
los viejos bancos urbanos
aquellos que guardan susurros y desengaños,
bienvenidas, abrazos y confesiones
promesas rotas y cumplidas
proyectos, sueños, desilusiones.
Y los veo todos los días
y también algunas noches
estáticos, memoria viva de la calle
de la vida de ahora y la de antes
llenos del barniz que el tiempo
ha ido pintando sobre sus carnes.
Quizás un día, quien sabe donde
me siente en un banco
solitario, oscuro, puede que sea de noche
y le hable y le cuente
y le diga mil cosas que nunca dije antes
para que tal vez,
(eso nunca se sabe),
cuando se siente un niño,
un viejo o una pareja de amantes
les revele mis secretos,
esos, esos que nunca conté a nadie.
Ay si pudieran hablar
los viejos bancos urbanos
aquellos que guardan susurros y desengaños,
bienvenidas, abrazos y confesiones
promesas rotas y cumplidas
proyectos, sueños, desilusiones.
Y los veo todos los días
y también algunas noches
estáticos, memoria viva de la calle
de la vida de ahora y la de antes
llenos del barniz que el tiempo
ha ido pintando sobre sus carnes.
Quizás un día, quien sabe donde
me siente en un banco
solitario, oscuro, puede que sea de noche
y le hable y le cuente
y le diga mil cosas que nunca dije antes
para que tal vez,
(eso nunca se sabe),
cuando se siente un niño,
un viejo o una pareja de amantes
les revele mis secretos,
esos, esos que nunca conté a nadie.
Y los veo todos los días
y también algunas noches
estáticos, memoria viva de la calle
de la vida de ahora y la de antes
llenos del barniz que el tiempo
ha ido pintando sobre sus carnes.
Quizás un día, quien sabe donde
me siente en un banco
solitario, oscuro, puede que sea de noche
y le hable y le cuente
y le diga mil cosas que nunca dije antes
para que tal vez,
(eso nunca se sabe),
cuando se siente un niño,
un viejo o una pareja de amantes
les revele mis secretos,
esos, esos que nunca conté a nadie.
Quizás un día, quien sabe donde
me siente en un banco
solitario, oscuro, puede que sea de noche
y le hable y le cuente
y le diga mil cosas que nunca dije antes
para que tal vez,
(eso nunca se sabe),
cuando se siente un niño,
un viejo o una pareja de amantes
les revele mis secretos,
esos, esos que nunca conté a nadie. | es |
Icaza,Francisco_A._de | <XXI | Juglares_Y_Trovadores | Están los dos, frente a frente,
Apoyados en la mesa,
Junto a las jarras vacias
Y los restos de la cena.
En el hogar campesino,
Al apagarse la leña,
Entre un montón de cenizas
A veces chisporrotea;
La luz del velón mezquino
Que de la techumbre cuelga,
En círculos de penumbra
Al viejo y al mozo encierra.
Que son un mozo y un viejo
Los que a tales horas velan,
Cuando todo duerme y calla
En la silenciosa venta,
Y el rumor de sus palabras
Confusamente se mezcla
Al murmullo cadencioso
Que forma la lluvia afuera.
¿De qué hablan? ¿Es acaso
De los lances de la guerra?
No: de trovas y de amores,
Porque los dos son poetas.
Son trovadores famosos,
Han llegado de Provenza,
Van al cercano castillo,
Porque en el castillo hay fiestas;
Y de los dos, el anciano,
Que aunque muchas canas peina
Lleva ropas de mancebo
Que mal a sus años sientan,
De esta manera discurre,
En tono del que aconseja,
Mientras el otro le escucha
Con señales de impaciencia:
—Esa historia no recuerdes,
Dice. El que oficio no tenga,
Y como yo nazca pobre,
Bien está que zurza endechas,
Y de castillo en castillo,
En coplas malas o buenas,
Cante el valor de los hombres
Y llame a las damas bellas.
Que si la dulce mentira
Con artificio se muestra,
Se alcanza en público aplauso
Y en lo privado monedas.
Pero tú, mi pobre amigo,
Sin consejo ni experiencia,
Haces versos inspirados
En tus goces o tus penas;
Y tus penas, siendo tuyas,
A ninguno le interesan:
Harto sentimos las propias,
Para llorar las ajenas.
Y levantándose, añade:
Trovas y aventuras deja,
Y dedica tus alientos
A más útiles empresas.—
—Terminaste, pues aguarda:
Porque aunque no lo merezcas,
Dice el mozo, antes de irte
Tienes que oír mi respuesta.
¿Por qué llevas calzas rojas,
Si las pragmáticas rezan
Que el truhán y los juglares
Deben llevar calzas negras?
Amigo de los bufones,
Di versos mientras bostezan
Los señores aburridos
A los postres de las cenas;
Ve después a las cocinas
A comer lo que te dejan,
Y conquista en los desvanes
Los favores de las dueñas.
No sabes lo que en la vida
Gloria y amor representan;
Yo lo sé siempre que subo
Por una escala de seda.
Que al afianzarse mis manos
A los encajes de piedra
Del balcón, siento en la sombra
Unos brazos que me esperan.
Hablo, y mi voz no es la misma:
Tiene una música interna
Que circula por mis versos
Cual sangre de mis ideas.
Entonces soy inspirado,
Porque al mirarla tan cerca,
El dolor y la alegría
En mis palabras se mezclan.
Busco el aplauso en sus ojos
Cuando mi imagen reflejan;
Busco el aplauso en sus labios
Cuando sus labios me besan,
Y sólo al cantar la alondra
Y apagarse las estrellas,
Por la escala que se mece,
Bajo de nuevo a la tierra.
Nada de común tenemos...
Y aquí cortó la respuesta,
Al ver al juglar dormido
De codos sobre la mesa. | es |
Hinojosa,José_María | <XXI | Y_Qué_Se_Me_Importa_A_Mí | Y qué se me importa a mí,
que la helada se deshiele.
Y qué se me importa a mí,
que los pájaros no vuelen.
Y que los barcos mas barcos,
solo por la mar naveguen.
Si tengo en ciernes un campo
de margaritas de nieve.
Y qué se me importa a mí,
que los pájaros no vuelen.
Y que los barcos mas barcos,
solo por la mar naveguen.
Si tengo en ciernes un campo
de margaritas de nieve.
Y que los barcos mas barcos,
solo por la mar naveguen.
Si tengo en ciernes un campo
de margaritas de nieve.
Si tengo en ciernes un campo
de margaritas de nieve. | es |
Coronado,Carolina | <XXI | Qué_Voz,_Pobre_Mariano | ¿Qué voz, pobre Mariano,
de mofa, de sarcasmo de amargura,
al que le ofrezco humano
recuerdo de ternura,
darás riendo en tu morada oscura?
Si la mujer que llora
fue blanco del rigor de tu garganta,
¿qué pensarás ahora
de la mujer que canta
¡ay! ¿qué dijeras de la nueva planta?
Al ver a la poetisa
tú contemplaras su cabeza atento,
y entre cruel sonrisa
prorrumpiera tu acento:
«Aquí yacen el juicio y el talento».
Porque estás muerto canto:
vivo, Mariano, de tu pluma el vuelo
diérame tal espanto,
que no osara del suelo
mi lira levantarse de recelo.
¿Qué digo? En este instante
juzgo escuchar desde el profundo hueco
tu voz agria y punzante,
que aun en tu labio seco
para rasgar las almas tiene un eco.
«—Mujer ¿a qué has venido?
Al romántico yugo sujetada.
¿Ensayas tu gemido
en mi tumba olvidada
por ser luego del mundo celebrada?
»El nombre de Mariano
¿es que presta sonoro consonante
a tu numen profano,
o vienes insultante
a escarnecer aun mi sombra errante?»
—¡Ateo desgraciado!
¡Víbora de las bellas ilusiones!
¡Genio desesperado!
¡Que al mundo no perdones
ni aun las que eleva a ti santas canciones!
Vengo piadosa y triste
no a escarnecer tu nombre, respetado
aun luego que moriste
vengo, escritor amado,
el libro a agradecer que nos has dado.
Si fue como tu vida
horrible tu morir, de Dios es cuenta,
tu historia dolorida
dos páginas presenta,
una que el mundo aplauda, otra que sienta.
Lástima para el hombre,
corona para el genio esclarecido,
yo al invocar tu nombre
al criminal olvido
para cantar al escritor querido.
Mira si el mundo es bueno,
que en tu risueña pluma a las criaturas
nos da hiel y veneno,
y nuestras bocas puras
gracias te dan por tales amarguras.
La risa convulsiva
en que a tu hablar rompemos, nos quebranta,
¡oh guadaña festiva!
y en pago a pena tanta
mira si el mundo es bueno, que aún te canta.
Pero de nuevo suena
a interrumpir mi voz tu voz burlona.
«Engañosa sirena,
guárdate esa corona
que ofrece el mundo necio a mi persona.
»Sírvate de prendido,
que más le cuadra a tu cabeza lisa
que a mi cráneo partido,
coronas que mi risa
excitan como tú, ¡¡vana poetisa!!»
—¡Oh! basta, adiós, poeta,
pues desdeñas mi ofrenda de armonía;
hasta en la tumba quieta
tu genio desconfía,
¡hielas la pobre flor de mi poesía!
¡Que en los ángeles crea
quien duda así de los humanos seres;
que del cielo te sea
la gloria que tuvieres
mas grata que del mundo los placeres! | es |
González-Haba,José_Antonio | <XXI | Mausoleo | Este caballo está muerto.
(Como sea,
durante el tiempo que sea,
he levantado muros,
he techado,
fuera vientos, fuera pájaros,
aquí nadie sabe
ni lo que hay
ni lo que no hay
ni nada de nada,
quien monta entierra,
fuera todo de aquí). | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | Y_Ya_Ves:_Yo_Estoy_Solo,_Murmurando_Tu_Nombre | Y ya ves: yo estoy solo, murmurando tu nombre,
recordando los besos que te di y no te di,
y acaso tú, esta tarde, le sonreíste a un hombre
que ni siquiera se parece a mí.
O puede suceder, quién sabe cuándo,
que irás entre el gentío de una calle cualquiera,
y yo sé de qué modo se le quedan mirando
a una mujer bonita que pasa por la acera.
Sí, tal vez siento celos, celos tristes,
celos de no estar juntos, celos de no sé quién;
celos de por qué sales y de cómo te vistes,
que no quieren ser celos y son celos también.
Y de repente no te siento mía,
o estás como más lejos de repente,
y tengo la tristeza de una casa sombría
donde aún sopla el perfume de una mujer ausente.
Afuera está la tarde, con su gris infinito;
afuera está la lluvia, calladamente cruel,
y quisiera decirte cómo te necesito...
pero se me emborrona la tinta en el papel... | es |
Góngora,Luis_de | <XXI | —¡A_La_Mamora,_Militares_Cruces! | —¡A la Mamora, militares cruces!
¡Galanes de la Corte, a la Mamora!
Sed capitanes en latín ahora
Los que en romance ha tanto que sois duces.
¡Arma, arma, ensilla, carga! —¿Qué? ¿Arcabuces?
—No, gofo, sino aquesa cantimplora.
Las plumas riza, las espuelas dora.
—¿Ármase España ya contra avestruces?
—Pica, Bufón. ¡Oh tú, mi dulce dueño!
Partiendo me quedé, y quedando paso
A acumularte en Africa despojos.
—¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño!
¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso
A la lengua del agua de mis ojos!
¡Arma, arma, ensilla, carga! —¿Qué? ¿Arcabuces?
—No, gofo, sino aquesa cantimplora.
Las plumas riza, las espuelas dora.
—¿Ármase España ya contra avestruces?
—Pica, Bufón. ¡Oh tú, mi dulce dueño!
Partiendo me quedé, y quedando paso
A acumularte en Africa despojos.
—¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño!
¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso
A la lengua del agua de mis ojos!
—Pica, Bufón. ¡Oh tú, mi dulce dueño!
Partiendo me quedé, y quedando paso
A acumularte en Africa despojos.
—¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño!
¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso
A la lengua del agua de mis ojos!
—¡Oh tú, cualquier que la agua pisas leño!
¡Escuche la vitoria yo, o el fracaso
A la lengua del agua de mis ojos! | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | Liquen_62 | Encías achampanadas
sorbiendo tónicos de oro
y litorales pastando.
Semen de sístole y diástole
arrullador de la cuna
delgada del aire blanco.
Blancas encías del mar
lavando playas morenas,
o almidonando los tórax
de los cantiles anclados.
Finos volantes del mar
bajo los soles amargos. | es |
Benítez_Reyes,Felipe | <XXI | Nunca_Seríamos | Nunca seríamos
como esos adultos —nos juramos—
que miraban ansiosos, turbiamente,
a través del cristal de las cafeterías
—como en cierto poema de Rimbaud—
la entrada de los jóvenes altivos
en la cueva dorada de la noche.
Y sin embargo
ahora estamos aquí, sin entender gran cosa,
ante un vaso de hielo y de ansiedad,
arañando con fiebre y con rencor
en el cristal del tiempo un espejismo. | es |
Botto,José | XXI | Laberintos_Cerebrales | Laberintos cerebrales
caminos a ningún lado
como vidas errantes
solo melancolía en la vía
sangrando a cada paso
besando el piso con cada parada
pidiendo un poco de paz. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Nacimiento_Del_Fantasma | Entré en la sala de baño
cubierto con la sábana de arriba
Dibujé tu nombre en el espejo
brumoso por el vapor de la ducha
Salí de la sala de baño
y miré nuestra cama vacía
Entonces sopló un viento terrible
y se volaron las líneas de mis manos
las manos de mi cuerpo
y mi cuerpo entero aún tibio de ti
Ahora soy la sábana ambulante
el fantasma recién nacido
que te busca de dormitorio en dormitorio | es |
Novo,Salvador | <XXI | Hoy_No_Lució_La_Estrella_De_Tus_Ojos | Hoy no lució la estrella de tus ojos.
Náufrago de mí mismo, húmedo del abrazo de las ondas,
llego a la arena de tu cuerpo
en que mi propia voz nombra mi nombre,
en que todo es dorado y azul como un día nuevo
y como las espigas herméticas, perfectas y calladas.
En ti mi soledad se reconcilia
para pensar en ti. Toda ha mudado
el sereno calor de tus miradas
en fervorosa madurez mi vida.
Alga y espumas frágiles, mis besos
cifran el universo en tus pestañas
—playa de desnudez, tierra alcanzada
que devuelve en miradas tus estrellas.
¿A qué la flor perdida
que marchitó tu espera, que dispersó el Destino?
Mi ofrenda es toda tuya en la simiente
que secaron los rayos de tus soles. | es |
Hahn,Óscar | <XXI | ¿Quiénes_Son_Esos_Visitantes | ¿Quiénes son esos visitantes
que aparecen en mis sueños
y cuyos rostros no reconozco?
El hombre que arregla
el neumático de mi automóvil
el director que va a dirigir
mi concierto de viola
o la muchacha del ascensor
a la que beso apasionadamente
Cada noche se presentan desconocidos
que quieren decirme algo
con gestos que no consigo descifrar
O quizás no quieren decirme nada
y sólo son espíritus
de personas que algún día existieron
pero que nunca conocí
O acaso prefantasmas
que mañana encarnarán en un cuerpo
y que usan el escenario de mis sueños
para ensayar su papel en el mundo
¿Qué yo mío es ese que posee su propia memoria
y no es la del hombre que está en la cama?
O quizás los desconocidos quieren decirme
dónde están enterrados mis cuerpos
de otras reencarnaciones
con qué nombre y en qué país
No lo sé. Tan sólo sé que anoche
soñé con un enorme cementerio
en el que nunca estuve
y que puse flores en una tumba | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | Según_Para_Quién | Según para quién,
según para cuál,
el criminal es un héroe,
el héroe es un criminal.
Según para quién,
según para cuál. | es |
Aridjis,Homero | <XXI | Las_Palabras_No_Dicen_Lo_Que_Dice_Un_Cuerpo | Las palabras no dicen lo que dice un cuerpo
subiendo la colina al anochecer
las palabras no dicen lo que dice un colibrí
en el aire al mediodía
las palabras no dicen lo que dice un perro
esperando a su amo que nunca volverá
las palabras no dicen lo que dice el paso de la mujer
y el movimiento en el árbol de la mañana
las palabras no dicen lo que siente un fresno
al ser fulminado por un rayo
las palabras no dicen la sensación de nacer
de amar y de morir
las palabras son las sombras atadas a los pies de un
hombre que avanza demasiado rápido entre
la multitud
son párpados de sueño con que el hombre cubre
el amor que no alcanza a comprender | es |
García_Lorca,Federico | <XXI | El_Mascarón._¡Mirad_El_Mascarón! | El Mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo viene del África a New York!
Se fueron los árboles de la pimienta,
los pequeños botones de fósforo.
Se fueron los camellos de carne desgarrada
y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.
Era el momento de las cosas secas,
de la espiga en el ojo y el gato laminado,
del óxido de hierro de los grandes puentes
y el definitivo silencio del corcho.
Era la gran reunión de los animales muertos,
traspasados por las espadas de la luz;
la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.
En la marchita soledad sin honda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!
*
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
Se fueron los árboles de la pimienta,
los pequeños botones de fósforo.
Se fueron los camellos de carne desgarrada
y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.
Era el momento de las cosas secas,
de la espiga en el ojo y el gato laminado,
del óxido de hierro de los grandes puentes
y el definitivo silencio del corcho.
Era la gran reunión de los animales muertos,
traspasados por las espadas de la luz;
la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.
En la marchita soledad sin honda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!
*
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
Era el momento de las cosas secas,
de la espiga en el ojo y el gato laminado,
del óxido de hierro de los grandes puentes
y el definitivo silencio del corcho.
Era la gran reunión de los animales muertos,
traspasados por las espadas de la luz;
la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.
En la marchita soledad sin honda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!
*
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
Era la gran reunión de los animales muertos,
traspasados por las espadas de la luz;
la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.
En la marchita soledad sin honda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!
*
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
En la marchita soledad sin honda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!
*
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!
*
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!
*
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York! | es |
López_Velarde,Ramón | <XXI | Ingenuas_Provincianas:_Cuando_Mi_Vida_Se_Halle | Ingenuas provincianas: cuando mi vida se halle
desahuciada por todos, iré por los caminos
por donde vais cantando los más sonoros trinos
y en fraternal confianza ceñiré vuestro talle.
A la hora del Angelus, cuando vais por la calle,
enredados al busto los chales blanquecinos,
decora vuestros rostros —¡oh rostros peregrinos!—
la luz de los mejores crepúsculos del valle.
De pecho en los balcones de vetusta madera,
platicáis en las tardes tibias de primavera
que Rosa tiene novio, que Virginia se casa;
y oyendo los poetas vuestros discursos sanos
para siempre se curan de males ciudadanos,
y en la aldea la vida buenamente se pasa.
A la hora del Angelus, cuando vais por la calle,
enredados al busto los chales blanquecinos,
decora vuestros rostros —¡oh rostros peregrinos!—
la luz de los mejores crepúsculos del valle.
De pecho en los balcones de vetusta madera,
platicáis en las tardes tibias de primavera
que Rosa tiene novio, que Virginia se casa;
y oyendo los poetas vuestros discursos sanos
para siempre se curan de males ciudadanos,
y en la aldea la vida buenamente se pasa.
De pecho en los balcones de vetusta madera,
platicáis en las tardes tibias de primavera
que Rosa tiene novio, que Virginia se casa;
y oyendo los poetas vuestros discursos sanos
para siempre se curan de males ciudadanos,
y en la aldea la vida buenamente se pasa.
y oyendo los poetas vuestros discursos sanos
para siempre se curan de males ciudadanos,
y en la aldea la vida buenamente se pasa. | es |
Guillén,Jorge | <XXI | Fue_Un_Instante_Fugaz | Somo, Santander, 1934.
Claudio, Germaine, Jorge, Teresa)
Fue un instante fugaz,
Fugaz
Como cualquier instante,
Pero un recuerdo lo conserva intacto:
Arte de la memoria.
Un mar,
Igual en el recuerdo a cualquier otro.
Cerca del horizonte,
Un peñón que persiste
Contra los oleajes y el olvido.
La playa. Muelle, bella
Con ondas por las ondas
Trazadas.
(En la imagen se adivinan).
Y el paso de un segundo
Que ya no pasará.
(La imagen vence).
Verano.
Aquel, aquel verano con su atmósfera Desgarradoramente singular.
No era sólo un color de luz o nube,
Y la indolencia sobre aquella arena.
Era un aire ya nuestro,
Del hombre, de unos hombres,
Aire con una gracia irrepetible:
Único y nuevo es todo.
Un verano. Su fecha,
Sólo un punto de cruce en una historia,
Mi historia, la más mía,
que a lo lejos columbro. | es |
Sabines,Jaime | <XXI | Todo_Me_Lo_Has_Dado,_Señor | Todo me lo has dado, Señor.
Me diste a mi padre y a la muerte de mi padre,
a mi madre y su muerte,
a mi hermano Juan y su destino,
a Jorge, el verdadero y el fantasma,
a mi mujer; Chepita, y a mis hijos,
a mi cama me diste y a mis huesos
que reclaman más tiempo.
me diste todo, sí,
y me he entregado
a vivir y a morir con calendario.
sólo te pido que me dejes solo
a punto de las ocho porque es hora
de dormir. | es |
Unamuno,Miguel_de | <XXI | Aquí,_En_La_Austeridad_De_La_Montaña | Aquí, en la austeridad de la montaña,
con el viento del cielo que entre robles
se cierno, redondearon pechos nobles
mis abuelos; después, la dura saña
banderiza el verdor fresco que baña
Ibaizábal con férreos mandobles
enrojeció, y en los cerrados dobles
del corazón dejó gusto de hazaña
a mi linaje. Vueltos de la aldea
a la paz dulce y del trabajo al yugo,
la discordia civil prendió la tea
que iluminó su vida y fue verdugo
de la modorra que el sosiego crea.
Y así se me fraguó sangre de Jugo. | es |
Moreno_Villa,José | <XXI | Madrigal_De_La_Estepa | El viento hacía locuras de borracho
con tu pelo.
Temblaba, no se atrevía y luego feroz lo alzaba.
Se metía ciegamente,
se revolcaba en el oro,
se posaba,
se rendía en la cuenca de las ondas
y no cantaba, sino rezaba
la oración beoda
de los que se pierden incorregiblemente por algo en el mundo. | es |
Peinador,Miguel_Ángel | XXI | Xxx | No sé cuándo fue, cuando
dejé de ser niño,
si es que algún día dejé de serlo,
no sé como se sabe,
ni quiero saberlo. | es |
Alberti,Rafael | <XXI | ¡Qué_Altos | ¡Qué altos
los balcones de mi casa!
Pero no se ve la mar;
¡Qué bajos!
Sube, sube, balcón mío,
trepa el aire sin parar:
sé terraza de la mar,
sé torreón de navío.
¿De quién será la bandera
de esa torre vigía?
¡Marineros, es la mía! | es |
Arjona,Manuel_María_de | <XXI | ¡Oh,_Si_Bajo_Estos_Árboles_Frondosos | ¡Oh, si bajo estos árboles frondosos
Se mostrase la célica hermosura
Que vi algún día en inmortal dulzura
Este bosque bañar!
Del cielo tu benéfico descenso
Sin duda ha sido, lúcida belleza:
Deja, pues, diosa, que mi grato incienso
Arda sobre tu altar.
Que no es amor mi tímido alborozo,
Y me acobarda el rígido escarmiento,
Que ¡oh Piritoo! condenó tu intento
Y tu intento, Ixión.
Lejos de mí sacrílega osadía:
Bástame que con plácido semblante
Aceptes, diosa, a mis anhelos pía,
Mi ardiente adoración.
Mi adoración y el cántico de gloria
Que de mí el Pindo atónito ya espera:
Baja tú a oírme de la sacra esfera
¡Oh radiante deidad!
Y tu mirar más nítido y süave,
He de cantar, que fúlgido lucero;
Y el limpio encanto que infundirnos sabe
Tu dulce majestad.
De pureza jactándose natura,
Te ha formado del cándido rocío
Que sobre el nardo al apuntar de estío
La aurora derramó;
Y excelsamente lánguida retrata
El rosicler pacífico de Mayo
Tu alma: Favonio su frescura grata
A tu hablar trasladó.
¡Oh imagen perfectísima del orden
Que liga en lazos fáciles el mundo,
Sólo en los brazos de la paz fecundo,
Sólo amable en la paz!
En vano con espléndido aparato
Finge el arte solícito grandezas:
Natura vence con sencillo ornato
Tan altivo disfraz.
Monarcas, que los pérsicos tesoros
Ostentáis con magnífica porfía,
Copiad el brillo de un sereno día
Sobre el azul del mar:
O copie estudio de émula hermosura
De mi deidad el mágico descuido;
Antes veremos la estrellada altura
Los hombres escalar.
Tú, mi verso, en magnánimo ardimiento
Ya las alas del céfiro recibe,
Y al pecho ilustre en que tu numen vive
Vuela, vuela veloz;
Y en los erguidos álamos ufana
Penda siempre esta cítara, aunque nueva;
Que ya a sus ecos hermosura humana
No ha de ensalzar mi voz. | es |
Altamirano,Ignacio_Manuel | <XXI | Perjurio | Pálido el rostro, en lágrimas bañado,
Y ocultando en mi hombro tu alba frente,
Con el seno oprimido y agitado,
Mi mano presa entre la tuya ardiente,
Murmuraste tu adiós. «Voy a alejarme,
—Te dije—, y voy de mi lealtad seguro;
¿En tu constante amor podré fiarme?»
—Tú respondiste—: «¡Siempre! ¡te lo juro!»
Me aparté de tus brazos mudo y triste,
Un infierno llevando el alma mía;
Tú, mi mano al soltar, desfalleciste
Trémula y desmayada en tu agonía.
¡Delirios del amor!... ¿quién en la vida
Cree ya del juramento en la locura,
Si el alma, reina en sierva convertida
A romper sus cadenas se apresura?
¡Siempre!... ¡si apenas nace el sentimiento
Cuando el cansancio presuroso llega!
¡Si el deleite que dura es un tormento!
¡Si la luz que más brilla es la que ciega!
¡Siempre!... ¡la realidad de la existencia,
Del ideal los sueños desbarata;
Y del amor la fugitiva esencia
El soplo de los tiempos arrebata!
¡Siempre!... ¡imposible y loco devaneo!
Del recuerdo la lumbre, en la memoria
Sólo se aviva al soplo del deseo.
¡Tal es del alma la constante historia!
¡Tierra del corazón! ¡tierra mezquina
Do nada vive, ni arraigarse quiere!
Donde hasta el mal, efímero germina
Y así naciendo, fructifica y muere!
«¡Siempre! ¡te lo juro!»
¡Siempre!
¡Siempre!
¡Siempre!
Henos aquí del uno el otro lejos;
Las tristes horas del adiós pasaron...
Y del amor los tímidos reflejos
En el mar de la ausencia se apagaron.
En la ilusión de ayer, ¿quién piensa ahora?
¿Verdad que me olvidaste?... lo presumo,
Y a mí, otro fuego el alma me devora:
¿Lo ves, mujer?... el juramento es humo.
Y así debe de ser: ¿la confianza
Quién en ajeno corazón encierra?
¿Quién va a plantar la flor de la esperanza
Sobre ese limo que arrojó la tierra?
Que nunca el alma la tristeza oprima
Y de hoy el lazo que el de ayer deshaga;
Porque el amor guardándose, lastima;
Sólo el que pasa fugitivo, halaga.
Y ha de vivir, la vida del perfume
Que exhala el cáliz de la flor temprana;
La del débil rocío que consume
El primer resplandor de la mañana,
Y así, señora, demos al olvido
Eso que el labio prometió inexperto;
Guardando nuestro amor... fuera mentido,
Pasó muy pronto, pero así fue cierto.
Desde hoy, indiferencia: si algún día,
Por el mismo camino nos cruzamos,
La faz serena y la mirada fría,
No dirán que culpables perjuramos.
Nadie sabrá que un tiempo los sentidos
Ebrios de nuestro amor, y tantas veces,
En apurar pasamos embebidos
Del deleite la copa hasta las heces.
Nadie sabrá tampoco que hora alguna
De placer, amargó letal tormento;
Que nuestro corazón sintió importuna
La espina de tenaz remordimiento.
Nada quitó mi amor de tu belleza,
Ni el fuego intenso que en tus ojos brilla,
Ni la altivez que anima tu cabeza,
Ni las rosas que tiñen tu mejilla.
Ni un surco más en la tostada frente,
Ni una lágrima menos en la vida,
Ni otro dolor que mi desdicha aumente.
Nada me deja tu lealtad perdida.
¡Y adiós!... que el goce del perjurio pueda
Darte más dicha que te di, señora;
Qué yo, el absintio que en labio queda
Voy a endulzar con mi placer de ahora. | es |